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JOSÉ GARCÍA MÁRQUEZ "Péguele
a Miguel Asturias" Por:
José Emilio Pacheco (Escritor Mejicano) Esta
nueva comedia de las equivocaciones empezó el sábado 19 y que se ha prolongado
una semana. Nunca antes en la historia del periodismo nacional una noticia literaria
ocupó una primera plana a ocho columnas. La
"Extra", como se llama en el habla de la ciudad a la segunda edición de "Ultimas
Noticias de Excelsior", informó: "Asturias acusa de plagio a García Márquez. 'Cien
años de soledad' es una grosera copia de una novela de Balzac", dice. Un cable
de France Presa basado en "Le Monde", que citaba una entrevista de Luis Chao en
"Triunfo' de Madrid, difundía las opiniones del Premio Nobel 1967, según el cual
"Cien años de soledad" era un plagio de "La búsqueda de lo absoluto'', de Balzac.
El mismo día y en el mismo periódico, Carlos Fuentes señaló cuan absurda era la
acusación y sin proponérselo inició el deporte que se ha practicado exhaustivamente
después y que puede llamarse "Péguele a Asturias". Si
García Márquez, interrogado telefónicamente por Guillermo Ochoa (EXCELSIOR, martes
22), se limito a reír y a callar con la certeza de que ante sus críticos la única
respuesta posible de un escritor es su obra, en el ámbito de la lengua española
se ha alzado un clamor unánime contra Asturias. Poco
antes de su muerte, Witold Gombrowicz protestó contra el lenguaje brutal y sin
el menor asomo de respeto humano que se emplea en las controversias literarias.
Lo que se ha dicho contra Asturias es un buen ejemplo: viejo chocho, gagá;
ablandado, ignorante, idiota, rencoroso y, a su vez, plagiario de Valle Inclán
en "EI señor Presidente". Me
había resistido a opinar sobre el tema porque 1) considero indefendible la apresurada
tesis de Asturias y 2) me repugna sumarme a la cargada contra un escritor de 72
años que, de un tiempo a esta parte, ha visto levantarse en contra suya todo el
favor y el prestigio de que gozó en mejores tiempos. Sin
embargo el escándalo continúa: ayer arremetieron "Informaciones", de Madrid, y
Juan Bosch, que equiparó a García Márquez con Cervantes y a su gran novela con
el Quijote. Ya es tiempo de hacer una modesta proposición para que se vuelva este
asunto al limbo del que nunca debió de haber salido. La corriente de la época
milita en desfavor de Asturias. Él representa lo establecido, lo oficial, lo pasado,
lo que es obligación detestar: recibió el Premio Nobel mientras que Sartre lo
rechazó, aceptó ser embajador de un gobierno antiguerrillero, en tanto que García
Márquez rehusó un puesto diplomático en Barcelona, etcétera. Atareados
en decir que Asturias es un viejo chocho (y todos seremos viejos chochos a menos
que la muerte nos dé oportunamente licencia) nadie se ha tomado la molestia de
comparar los dos libros. Mientras tanto, la algarabía es contemplada jubilosamente
por aquellos sacristanes del antintelectualismo que se desviven presentando a
los escritores como bufones envidiosos, peleoneros, serviles, enredados en pleitos
de comadre y por completo ajenos a la trágica realidad de nuestros días.
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| | | | Balzac
nació en 1799, exactamente un siglo antes que Asturias, y en 1834, entre "La Duquesa
de Langeais" y "Papa Goriot", escribió "La búsqueda de lo absoluto" que forma
parte de los "Estudios filosóficos" dentro de la organización final de "La comedia
humana". "La búsqueda de lo absoluto" figura en el tomo XIV de la edición nacional
traducida por Aurelio Garzón del Camino (paginas 525-689). Balzac sitúa en Douai,
en el Flandes francés, la historia de Baltasar Claes, discípulo de Lavoisier,
que a los 49 años, después de 15 de matrimonio con Josefina Temmnick y tras conversar
con un polaco errante, se obsesiona por lograr el sueño de los alquimistas: descubrir
lo absoluto, el principio que da unidad a todos los elementos, "la sustancia común
a todo lo creado y modificada por una Fuerza única". Al encontrarlo, Claes podrá
no sólo trasmutar el plomo en oro sino competir con la naturaleza y repetirla.
(Hoy, como es bien sabido, la trasmutación tiene lugar mediante el bombardeo de
los elementos en el ciclotrón y en el reactor nuclear. La búsqueda de la alquimia,
que permitiría a los hombres igualar a los dioses, concluyó fáusticamente en los
infiernos de Hiroshima y Nagasaki). Los experimentos de Claes lo conducen primero
al naufragio de su vida familiar por último a la ruina absoluta. Claes termina
apedreado en la calle como brujo. Moribundo, se incorpora en su lecho de muerte
para repetir el famoso "eureka" de Arquímedes. Expira con un horrible gemido mientras
su yerno lee en el periódico que el polaco vendió a otra persona el secreto de
lo absoluto. El deber
de un crítico para con un autor se supone que es leer su libro de cubierta a cubierta
y palabra por palabra. Quienes, según Asturias, "han denunciado las semejanzas
entre las dos novelas en América y en Berlín" o son incapaces de penetrar la sintaxis
de la prosa española o aplicar la llamada "lectura dinámica" al dominio de la
crítica, donde debiera estar prohibido un método que antes del triunfo de la terminología
sobre el lenguaje se llamaba humildemente "ojeadita" (con o sin hache), o bien
abandonaron "Cien años de soledad" en la pagina 125, relegando para otra ocasión
las 226 restantes. Porque la única similitud entre Balzac y García Márquez, tan
remota que cancela hasta la simple sospecha de plagio, puede hallarse en la historia
del primer José Arcadio, una entre las muchas que forman esta prodigiosa novela.
Las demás no tienen absolutamente nada que ver con "La búsqueda de lo absoluto"
ni con ninguna otra narración balzaciana. Como
recordaran todos los lectores de este artículo, el fundador de Macondo queda inicialmente
deslumbrado por lo que el gitano Melquiades llama "la octava maravilla de los
sabios alquimistas de Babilonia". Se trata del imán y José Arcadio piensa que
puede servir para desentrañar el oro de la tierra, pero lo único que logra extraer
es una armadura oxidada. En otra vuelta de los gitanos, José Arcadio descubre
las propiedades incendiarias de la lupa gigante y trata de emplearla como arma
de guerra, con el resultado de que sufre quemaduras gravísimas. Luego obtiene
de Melquiades viejos mapas, astrolabio, brújula y sextante. Se encierra en un
cuartito al fondo de la casa y tras arduos experimentos descubre que la tierra
es redonda. Para estimular a aquel hombre que por pura especulación astronómica
construyó una teoría ya comprobada en la práctica, Melquiades le obsequia un laboratorio
de alquimia. Tratando de fabricar la piedra filosofal, José Arcadio carboniza
los doblones que formaban la herencia de su mujer. Mas tarde, tras una infortunada
expedición por los alrededores de Macondo, Buendía cree ver en el hielo que le
traen los gitanos el diamante más grande del mundo y el gran invento de la época,
susceptible de utilizarse para edificar las nuevas casas, a prueba de calor, de
la aldea. Con esta
sencilla guía el lector puede probar en el cotejo de ambos libros qué absurda
e infundada es la acusación de plagio, como señaló desde un principio Carlos Fuentes.
Por lo demás, si al juzgar a Asturias tenemos presentes sus errores y sus flaquezas,
no olvidemos tampoco lo que escribió Luis Harss antes del premio y antes de la
embajada: Asturias ha hecho de su obra una especie de tribunal de apelaciones,
refugio de los humildes con sus penas anónimas, templo de piedad y justicia donde
claman las voces de los desposeídos. Las pobres han dormido en su umbral esperando
audiencia. Y él, solidario y fraterno, los ha escuchado siempre. Aún faltándole
patria y hogar, ha compartido con ellos su pan. ("La
Prensa Literaria"). |
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