Balbuceando,
enredado en sus propias palabras, trató de contarle una historia coherente.
Le pidió perdón en todos los idiomas. Hasta que Mercedes le interrumpió
el parloteo.. -Para
ahí -le dijo-. Para. Si me estás hablando de una libreta de ahorros
que estaba debajo del colchón, yo la saqué el mes pasado y retiré
toda la plata. Su
marido sintió que el alma le volvía al cuerpo. Se puso de rodillas
y le prometió que nunca más le ocultaría un centavo. Un
cuento de hadas A
pesar de los ríos de tinta que han corrido esta semana, al celebrarse los
85 años de su nacimiento, hasta el día de hoy nadie ha relatado
lo que ocurrió con el episodio de la maleta llena de plata. Corría
el año de 1965. En esa época el futuro ganador del Nobel se rebuscaba
la vida trabajando en una agencia de publicidad. Vivía en Ciudad de México
con Mercedes y sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, que eran unos niños. Se
acercaban las fiestas navideñas y la familia estaba sin un centavo. Casi
tan pobres como en los tiempos en que el escritor cantaba vallenatos a grito pelado
en los trenes de París, para que los pasajeros le regalaran unas monedas
compasivas, mientras terminaba de escribir una novela titulada Este pueblo de
mierda.
Se
la mandó a su amigo Guillermo Angulo, que estaba en Bogotá, para
que la presentara a competir en el concurso Esso de Novela. Los
jueces la escogieron ganadora, pero el padre Félix Restrepo, académico
de la Lengua que presidía el jurado, dijo que se negaba rotundamente a
premiar un libro con semejante título. Llamaron a Angulo, que se dedicó
a buscarlo de urgencia, hasta que lo localizó en un hotelito francés
de mala muerte y le contó el problema en que estaban metidos. Gabo
le contestó que le pusieran el nombre que más les gustara. -Yo
lo único que quiero son los dolaritos del premio -le dijo-. Los necesito
tanto... Fue
el mismo Angulo quien le puso La mala hora. Siempre he creído que el título
es lo mejor de esa novela. Epílogo
con maleta Pasaron
como quince años desde entonces. Volvamos a aquella Navidad de 1965 en
México. -Este
año no habrá regalos -les anunció el padre, con el corazón
en la mano. Gonzalo,
que esperaba una bicicleta de aguinaldo, y algo de ropa, se puso a llorar. -Pero
un día de estos -prosiguió Gabo- llegará a casa un señor
con una maleta llena de plata que nos sacará de problemas. No lo olviden. -Tú
pareces escritor, papá -lo regañó Rodrigo-. Las bolsas de
plata solo existen en los cuentos de hadas. -Así
es -respondió él-. Nuestra vida será un cuento de hadas. Dos
años después, en marzo del 67, se publicó Cien años
de soledad, con su estruendo de terremoto en el mundo entero. El 23 de diciembre
estaban en Barcelona y Gabo recibió una llamada telefónica del banco
donde había abierto una cuenta. -Le
está llegando dinero de todas partes -le dijo el gerente-. Sus derechos
de autor. Sin
pensarlo mucho, y sin preguntar siquiera cuánto era el saldo, le pidió
un favor. -Convierta
todo eso en pesetas, haga comprar de cuenta mía una maleta grande, meta
en ella todo el dinero y mañana por la noche la manda a mi casa. El
banquero se quedó en silencio. "Estos escritores son muy extraños",
debió pensar. "Y sudamericanos, además". Al
día siguiente, mientras la familia se hallaba reunida para la cena navideña,
un mensajero del banco, disfrazado de Papá Noel, llamó a la puerta.
Lo hicieron pasar. Puso la maleta en una silla. -Ábrala
-le pidió Gabo. Mercedes
ocupaba la cabecera. Los niños miraban la escena con curiosidad, pero sin
entender qué era lo que pasaba. Los fajos de billetes formaban unos montoncitos
atados con cintas de caucho. Gabo despidió al mensajero con una propina.
Entonces puso una cara de solemnidad, fingió que era un mago que hacía
un truco, y exclamó: -Yo
se los dije: un día de estos llegará a la casa una maleta llena
de plata. Rodrigo
recordó de inmediato la historia que había ocurrido dos años
atrás, en aquella Navidad de pobres, y se levantó de su silla. Dando
un rodeo por la mesa, fue adonde estaba su padre y le dio un beso en la frente. -Papá
-le dijo-, tú eres nuestro cuento de hadas.
Juan
Gossaín Especial para EL TIEMPO
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