Nació
en La Playa de Belén, el 17 de mayo de 1914, en el hogar formado por don
José Dolores Pérez y doña Fredesfinda Pérez. Contrajo
matrimonio con doña Sara Vega. Sus dos hijas mayores, Yolima y Aída,
formaron el dueto de "LAS HERMANITAS PÉREZ", cuya música
y canciones marcaron una época en Colombia. Los otros hijos, vinculados
a diversas actividades, fueron: Armando, Esperanza, Martín, Miryam, Moramay,
María Josefina e Isabel. | | La
casa (donde nació), que todavía existe -dice él-, "estaba
rodeada de un tupido bosquecillo de arbustos de cafeto, sombreado de barbatuscos
y diversos árboles frutales como mangos, curos, pomarrosos, guayabos y
naranjos. Una cantarina toma de agua contribuía a mantener en perenne frescura
y lozanía toda aquella hermosa arboleda, pero el hacha, poco atenta a lo
virgiliano del paisaje, se encargó de arrasar la atractiva vegetación
para abrirles campo a los cultivos de cebolla, menos poéticos, pero más
productivos, por su puesto. De la mano de Emilio Velásquez hice mi ingreso
a la escuela en calidad de asistente debido a mi corta edad. Fue mi primer maestro
don Octavio Manzano. |
"Recuerdo que el día de mi debut como escolar, cuando Octavio, corroborando
aquello de que "la peor cuña es la del mismo palo" le propinó
cuatro soberanos ferulazos a Damián Manzano. Yo salté aterrado a
la calle y salí a la estampida como un conejo, hasta que fui alcanzado
por el mismo Emilio y devuelto al aula que ostentaba en la puerta un pomposo letrero:
Escuela Rural de Varones. Allí, bien o mal habría de cursar los
años de primaria. Un prospecto que casualmente cayó en mi poder
me animó a pedirle a mi papá que me matriculara en el Seminario
de Ocaña pues yo deseaba vehementemente ser sacerdote. Fuimos en efecto
a la ciudad (1925), me examinaron y me admitieron. Posteriormente seguirían
mis pasos Alejandrino Pérez, Roberto Claro, Alcides Velásquez. José
J. Claro Ovallos, entre otros, quienes si coronaron carrera y son sacerdotes que
por su virtud y erudición se han constituido en honra del clero a que pertenecen
y orgullo de la tierra que los vio nacer. Casi ocho años permanecí
interno hasta que en 1932, una disimulada pero violenta enfermedad que al decir
de los médicos sólo me concedería un margen de tres meses
más de vida, me obligó a dejar el claustro cuando cursaba precisamente
el último año de filosofía. Las puertas me quedaban abiertas.
Así me lo dijo el rector, padre Pedro Gelain al despedirme. "Si
se tiene en cuenta que el ciclo de estudios, por escasez de clero, era entonces
de diez años, concluiremos que estuve muy cerca de la ordenación.
Estaría usted confesándose conmigo, mi apreciado Guido, y no yo
con usted como lo estoy haciendo ahora. "Volví
a mi tierra. Allí llevé en los meses siguientes una vida apacible,
dedicado a cooperarle al párroco en lo relativo a los libros parroquiales
y especialmente en el coro pues en el seminario me había familiarizado
con el manejo del armonio. El método curativo echó pronto por tierra
las pesimistas predicciones de los médicos y mi restablecimiento fue completo.
De tal suerte que semanas más tarde me encontré, sorprendido y asustado,
en la difícil alternativa de regresar al seminario o renunciar a la carrera
sacerdotal. Después
de muy detenidas reflexiones escogí lo segundo. Ya una playerita muy bella,
de "ojos de dulce pureza", como dijera Gabriel Miró, había
hecho tambalear la estructura de mi vocación y en mi mente martillaba la
sentencia bíblica: "no se puede servir a dos señores. "Me
despojé de la sotana. Era alcalde municipal Antonio Claro Quintero y tenía
como secretario a José Antonio Claro. Me invitaron a que quemara mis ratos
libres ayudándoles en las labores de oficina y así lo hice durante
muchos meses, sin esperar remuneración alguna. Pero en cambio adquirí
de la experiencia y buena voluntad de ellos conocimientos muy valiosos en lo administrativo
y en lo penal que más tarde me fueron de mucha utilidad.. Pronto José
Antonio se cansó de la alcaldía y se dedicó a ejercer la
medicina para la cual tenía una disposición innata y asombrosa.
Yo ocupé su cargo y lo desempeñé durante algunos años
pero con interrupciones. Fui también presidente del Concejo. Por aquella
época fundamos don Luis Jesús Pérez y yo un periódico
quincenal titulado "Vibraciones". La edición fue hecha en Ocaña
por don Luis Sánchez Rizo, quien además de intelectual muy respetado
era todo un artista en artes gráficas. Resultó muy bella y de contenido
muy variado y agradable y como consecuencia recibimos de Cúcuta y Bogotá
generosos mensajes de estímulo. "El
periódico fue distribuido en La Playa en forma gratuita un domingo a salida
de de misa mayor. Circunstancia que aprovechamos para solicitar quienes lo recibían,
una ayuda mínima para financiar el segundo número. No encontramos
respaldo. Antes bien nos premiaron con una que otra frase destemplada y el entusiasmo
se me fue a los talones. "Vibraciones" no volvió a aparecer.
Esto dio pie a don Santiago Durán a que con su espontaneidad para versificar
y su desenfadada locuacidad, me endilgara la siguiente copla: "Un
periodista en La Playa se quedó con el primero: o es que mentiras
no halla o que le falta dinero. "Obsérvese
que la métrica es perfecta. "Con
motivo de la primera misa cantada del padre Velásquez, visitó a
La Playa Monseñor Luis García Benítez. Monseñor, entusiasmado
por una actuación mía, ofreció costearme estudios en la universidad
Javeriana y hasta se adelantó entregándome una carta de presentación
y de garantía para el padre Félix Restrepo. '¿Y con Sarita
Vega, qué hago?'. Le pregunté tímidamente. 'La hacemos nombrar
maestra de escuela, mientras tanto', me respondió. Ese mientras tanto equivalía
a seis años de espera. Y preferí casarme con Sarita Vega y desistir
de la universidad. "En
octubre de 1954, era yo jefe de personal de la Contraloría Departamental
cuando fui nombrado por el doctor Pabón Núñez, jefe de negocios
generales del Ministerio Gobierno, un cargo muy sobresaliente dentro del panorama
administrativo nacional. Posteriormente me hizo el honor de encargarme de la Secretaría
General del mismo ministerio" (Entrevista Noticias Playeras). Educador,
escritor y humanista. Fue uno de los grandes exponentes de las letras del Norte
de Santander. Como autor de novelas costumbristas y cuentos cortos de auténtico
sabor regional, conquistó un puesto de honor en la Biblioteca de Autores
Ocañeros, en cuya colección fue publicado su cuento "Tarjeta
de invitación". El
Boletín Fiscal de la Contraloría General del Norte de Santander
publicó varios artículos suyos, entre ellos "La columna del
Libertador". Quedaron inéditas sus obras "El malabar blanco"
y "La Ondina del Algodonal". Murió el 18 de junio de 1998 en
la ciudad de Bogotá. En la monografía de La Playa de Belén,
aparecen publicadas las entrevistas concedidas por don Benjamín al periódico
"Noticias Playeras", que reflejan el lenguaje fluido y chispeante del
entrevistado y recogen, como valioso testimonio, memorias de su patria chica,
con agradables anécdotas de su tiempo. Por
Guido Pérez Arévalo
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