EDUARDO COTE LAMUS: 30 AÑOS DE AUSENCIA

Esta obra fue publicada en octubre de 1994 por el Instituto de Cultura y Bellas Artes del Norte de Santander, la Casa de la Cultura de Cúcuta y el Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, valioso documento editado en los Talleres Gráficos de La Opinión, con motivo de la conmemoración de los 30 años de la muerte del poeta.

Aparece como directora de la publicación doña Ligia R. de Lara. Se da el crédito correspondiente a Pedro Cote Baraibar, por el aporte del material fotográfico sobre su padre; a Hernán Díaz "por haber tomado las mejores fotografías del poeta", a Hugo y Francisco Cifuentes, y a Eduardo González.

 
 
ÍNDICE DE AUTORES
(El nombre del autor te llevará al artículo correspondiente)
LIGIA R. DE LARA:
PRESENTACIÓN
CICERÓN FLÓREZ MOYA:
"EDUARDO COTE LAMUS EL HOMBRE COTIDIANO"
FERNANDO CHARRY LARA:
"EDUARDO COTE LAMUS"
LUIS ROBERTO PARRA DELGADO:
"EDUARDO COTE LAMUS Y SU GESTIÓN POLÍTICA"
MARÍA MERCEDES CARRANZA:
"UN POETA DE LOS AÑOS 50"
MATEO CARDONA VALLEJO:
"UN POETA DE LA SELVA"
POLICARPO VARÓN:
"EDUARDO COTE LAMUS: LO EXCEPCIONAL"
 
LIGIA R. DE LARA
PRESENTACIÓN

"Cuando el corazón se siente a si mismo...
entonces nace la Poesía" Nova lis

El trágico fallecimiento de Eduardo Cote Lamus el 3 de agosto de 1964 partió en dos el ámbito literario y poético de Colombia, dejando entre los nortesantandereanos la huella de un vacio irreparable, que no obstante con el tiempo se ha ido decantando en un creciente sentimiento de admiración y gratitud por esa obra profunda que a todos nos enorgullece y estimula.

"30 años de Ausencia" pretende acercarnos al hombre, y al creador de imágenes y sueños, a ese "Poseído" como Platón llamara al poeta cuyo quehacer se confunde con lo sagrado. Con ese fin hemos invitado a un grupo de intelectuales, todos ellos destacados por su clara inteligencia y trayectoria con una fina sensibilidad capaz de brindarnos ese doble perfil de Cote Lamus.

Algunos fueron sus contemporáneos y amigos, otros pertenecientes a generaciones posteriores recibieron su enriquecedora herencia espiritual.

Al darnos sus diversas aproximaciones y testimonios también nos están revelando su personal y propia condición poética nutrida en las hondas raices del ser. Gracias a ellos en nombre de todos los lectores. Gracias por hacernos partícipes de su experiencia y permitirnos recrear en nosotros mismos de una manera mas intensa, el mundo maravilloso de ese mago de la palabra Eduardo Cote Lamus.

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CICERON FLOREZ MOYA

Eduardo Cote Lamus: el hombre cotidiano

"El Final dramático y sereno
entraña una ruda ironía". Eduardo Cote.

Aquel golpe matinal de muerte sobre la carretera tantas veces recorrida tal vez no había sido sospechado ni por el mismo Eduardo Cote Lamus. Un pálpito premonitorio de semejante circunstancia trágica no estaba en la vida del poeta a pesar de su repetida visión de la muerte. O, por lo menos, no lo había comunicado con la debida identificación del hecho.

Pero el final se vino casi que de repente, porque la previsión de Cote Lamus era otra: la permanencia de su quehacer cotidiano, entre la creación literaria y el ejercicio de la política como la búsqueda del poder, según el plan que tenía trazado en el presente y para los años por venir.

Mi experiencia de Cote es la del hombre con sus actos públicos de cada día. Hasta los relacionados con su poesía y su trabajo de intelectual, en general, los cuales no sometió a silencios elusivos y, por el contrario, los compartía con sus interlocutores, en un ambiente de celebración de la palabra salida de sus sentimientos, de sus vivencias y de su conocimiento.

El encuentro con Eduardo Cote suscitaba inevitablemente el tema de la poesía. Hablaba de lo que estaba haciendo. Leía en voz alta alguna nueva creación. Recordaba distancias y amigos, otros años, otras tierras. Ponía de presente obras leídas y se interesaba por quienes a su alrededor podían estar incurriendo en ejercicios literarios. Esa dedicación de Cote a la poesía, la literatura, la cultura en general, no era una manifestación cerrada o elitista. La proyectaba públicamente. La convertía en acciones cotidianas. Hacía parte de su trabajo intelectual o de sus funciones de gobierno. Algo así como un pan diario.

Tal comportamiento está impreso en las realizaciones que asumiera o estimulara Cote Lamus en el campo de la cultura, en esta ciudad, cuando se desempeñaba como ciudadano particular, dirigente político, secretario de educación del departamento o Gobernador.

Fue entonces cuando surgió un fértil movimiento promotor de diversas manifestaciones culturales. Se creó el Ateneo del Norte y a éste siguieron otros hechos perdurables. Allí están los frutos: la Casa de la Cultura de Cúcuta, el Instituto de Cultura del Norte de Santander y dentro de éste, la Escuela de Bellas Artes y el variable grupo de teatro.

Pero hubo más: los salones de arte, con la participación de los más notables pintores y escultores de Colombia; los concursos de poesía y cuento: la aparición de una generación regional de artistas visuales, de la cual quedan figuras realizadas y aún vigentes, el interés de las gentes por los actos programados.

Cote también atrajo hacia Cúcuta a destacados escritores, artistas, intelectuales. Aquí vinieron, en diferentes ocasiones, Eduardo Carranza, Rafael Maya, Gonzalo Arango, Eduardo Ramírez Villamizar, Hernando Valencía Goelkel, Andrés Holguín, Jorge Eliécer Ruiz, Carlos Granada, Luciano Jaramillo. Muchos más, involucrados en ese ideal de la cultura que se le estaba metiendo a la región.

No era solamente Cote, claro está. Él era el motor, dado su peso intelectual y su manejo del poder regional. Alrededor suyo se agruparon las gentes con disposición a las tareas puestas en marcha y atraídas por esa corriente novedosa y feliz de la palabra, de la figura, de la escena, de las diferentes expresiones del talento y de la vitalidad creadora.

En la tertulia, en la conversación improvisada, en el espacio de su despacho de funcionario, Cote Lamus mantenía prendida la llama de la poesía. No la dejaba. Mostraba eufórico su poema "Estoraques", entonces sin publicar y se sostenía, siempre en el recuerdo de sus autores preferidos y en la relación de mucho de lo vivido al calor del trabajo de escritor.

Dentro de ese ambiente era abierto a la percepción de los hechos cotidianos. Se bajaba al nivel que estuvieran para apreciarlos, asimilarlos, gozarlos o sufrirlos. Eran materia propicia para su conocimiento o la recreación con destino a su propia obra. La actitud poética de Cote frente a lo cotidiano no implicaba rebusques desmesurados. Era humanamente normal. Tomaba los hechos con las palabras descomplicadas que pudieran proyectarlos mejor, con sencillez que le imprimieran transparencia y con espontaneidad para no alterar la identidad de los elementos propios de cada acontecimiento.

Así le dio a Jacinto Hernández, "Sietemachos", la dimensión de su condición popular pero caracterizada por unos rasgos particulares que lo mostraban como personaje de excepción.

Cote veía en "Sietemachos" la caracterización de un juglar vaganbundo, con aire de aventurero inofensivo, atraído por las novedades que descubría día a día en un entorno diferente al de su origen pamplonés, pero en lucha por conservar, al menos, parte de éste. Lo apreció así y lo mantuvo en el inventario de los valores que le proporcionaba el descubrimiento de la vida regional. Era parte de los recursos que podían aproximarse a la poesía.

En el diario transcurrir de Cote Lamus contaba -y mucho- la política. En él era un ejercicio apasionante y la vía a través de la cual vislumbraba el poder.

La política con toda la parafernalia de las campañas, las confrontaciones con los contrarios, los choques inevitables, los viajes a los lugares más apartados tras la conquista de un elector o muchos partidarios. La política con consignas, vivas, brindis con cualquier licor y en cualquier tienda rural, borrachos ¡mpertinentes e incondicionales ofrecidos para lo que sea.

La política con discursos enardecedores o promeseros, algarabías de multitudes más interesadas en el triunfo que en las tesis. Pero también la política como programa, como compromiso social, como propuesta frente a las necesidades y posibilidades de la sociedad. Como afirmación ideológica y como acción solidaria con quienes sufren los vacíos de la justicia y las laceraciones de la pobreza. Eduardo Cote Lamus vivió a todos esos niveles de la cultura y de la política, afirmándose en sus convicciones día tras día, lo cual permitió establecer unos espacios con su propia poesía y con las iniciativas que dieron consistencia a la cultura y a sus actos políticos.

Fue ganador en la poesía, en la cultura y la política. Esos triunfos de su vida sobrevivieron a su muerte. Es lo evidente.

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LUIS ROBERTO PARRA DELGADO
Eduardo Cote Lamus y su Gestión Política

Así corno desde su muy temprana edad reveló su marcada inclinación a la poesía, haciendo versos, participando en concursos, interviniendo en centros literarios y en la Academia de el Colegio Provincial de Pamplona, por esta misma época se puso en evidencia su vocación política.

Corría la década de los 40 y tambaleaba lo que en su tiempo se denominó la República Liberal, El Doctor Alfonso López Pumarejo, elegido Presidente de la República por segunda vez en pugna con su contendor el Dr. Carlos Arango Velez, no resistía el empuje avasallador de ese formidable caudillo que fue el Dr. Laureano Gómez, para el momento jefe indiscutible del Partido Conservador. Cote, en quien confluyeron las dos corrientes tormentosas de los partidos políticos, ya que por el lado paterno su apellido estaba vinculado al de eminentes caudillos conservadores, y por el lado materno al de figuras muy prominentes del Liberalismo, se afilió desde un comienzo al Partido Conservador, y a su servicio se entrego por entero, dando de si todo cuanto era posible a su juventud apasionada y brillante.

En esos primeros años se le vio constituyendo comandos de juventudes estudiantiles, de obreros, de campesinos, de mujeres, se le oyó dictar conferencias, hacer discursos como el de la recepción al Dr. Manuel Barrera Parra, cuando siendo Presidente del Directorio Nacional Conservador, visitó la ciudad de Pamplona luego de haber sido proclamada la Candidatura Presidencial del Dr. Mariano Ospina Pérez en la Convención del Teatro Colón de Bogotá. Al servicio de esa campaña se dedicó sin desvelo, hasta su culminación el 2 de mayo de 1945 con el triunfo de Ospina, candidato de Unión Nacional contra sus contendores del Partido liberal, los doctores Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán.

La circunstancia anotada, le abrió a Cote amplios horizontes ya que la Presidencia del Dr. Ospina y el ascenso del Coniservatismo al poder coincidió con la terminación de su bachillerato en el año 46, y su viaje a Bogotá en donde al año siguiente inició sus estudios de Derecho en la Universidad Javeriana. A su llegada a la Capital se contacta con los altos circulos de la política, en particular se relaciona con Gilberto Alzate Avendaño a quien siguió hasta más allá de su muerte, luchando por la supervivencia de su movimiento político. Hace su ingreso como columnista del periódico ECO NACIONAL, el antecesor de DIARIO DE COLOMBIA desde el cual Alzate Avendaño libró sus más recias batallas. Con jóvenes de su generación se alista en el movimiento denominado REVOLUCION NACIONAL, cuyo objetivo estaba orientado a implantar desde el poder el pensamiento Bolivariano.

Iniciado el año de 1948 continúa sus estudios de Derecho en la Universidad Externado de Colombia, viajando en 1950 a España. En 1.954 se traslada a Frankfurt como Cónsul Auxiliar de Colombia, regresando al país una vez derrocado el General Gustavo Rojas Pinilla.

Con Gilberto Alzate Avendaño. Cástor Jaramillo Arrubla, Humberto Silva Valdivieso, Hernando Sorzano González, Aurelio Caicedo Ayerbe y varios otros, hace parte de lo que en su tiempo se denominó Conservatismo Independiente, en oposición al Laureanismo. Postulado candidato a la Cámara de Representantes, es elegido para el período 1958-1960.

Al propio tiempo organiza en su Departamento con sus compañeros de lucha política el relevo generacional, enfrentándose al Dr. Lucio Pabón Núñez hasta entonces Jefe indiscutible e indiscutido del Conservatismo, habiendo sido ungido con la investidura de Senador en una pugna electoral muy aguerrida, para el período 62-66. Antes, precluido su período en la Cámara, se desempeñó como Secretario de Educación Departamental en los inicios del gobierno del Dr. Miguel García Herreros (1960- 1961). Es colaborador del Diario de Colombia, y en Cúcuta funda el Radioperiódico El Viento. y más tarde el semanario del mismo nombre, los cuales constituyen el medio de divulgación de sus ideas. Estos órganos de expresión perduran hasta su fallecimiento en 1964.

La actividad parlamentaria de Cote, no estuvo signada por el silencio. Muy por el contrario, hubo de intervenir en debates de significación en donde brilló por su expresión, por su gesto de orador parlamentario, por el contenido de la exposición y la dialéctica en la argumentación.

Un repaso de sus intervenciones nos acerca a esta faceta, por cierto no estudiada de Eduardo Cote.

En la sesión del 6 de Noviembre de 1958, cuando se discutía la tercera acusación contra el General Rojas Pinilla por Abuso de Autoridad e Indignidad, propuesta por el Representante Mario Latorre Rueda, fundamentada en la orden que había dado el General Rojas Pinilla en su visita a la Isla de San Andrés, para que se pusiera en libertad a cuatro detenidos, quienes habiendo cumplido la pena, se encontraban en reclusión, pendientes de que la sentencia sufriera el grado de Consulta. A propósito de la discusión de esta proposición, Cote hace un detallado análisis de la gestión del General Rojas Pinilla; se refiere al respaldo que él recibió en los inicios de su mandato, de los errores en los cuales incurrió, de la defensa hecha por la actitud que constituía objeto de la proposición de acusación, hecha por el periódico El Tiempo y por personajes de la talla de Alejandro
Galvis Galvis y Caliban, para concluir anunciando su voto negativo. Su posición política inicial, que fue la del Movimiento Independiente acaudillado por Gilberto Alzate Avendaño, queda consignada en su exposición del 24 de Noviembre de 1958.

En esta oportunidad su planteamiento sobre el Frente Civil, se desarrolla de manera metódica y sistemática. En una extensa intervención trata del 10 de mayo y sus antecedentes del Plebiscito o Fundamentación Teórica de el Frente Civil: y, el funcionamiento de el Frente Civil dentro de el gobierno, concluyendo: "Quiero manifestarque el Movimiento Independiente, es la expresión de las masas populares del Partido Conservador. Aún más, que es el vocero de una clase oprimida y de un País que está en estos momentos, como lo estuvo antes, siendo presa de los intereses de algunos grupos oligárquicos..." En la sesión del 3 de febrero de 1959, cuando se adelantaba la discusión de una proposición sobre el alza de buses, manifestaba:

"La situación social creada por la crisis económica, la voracidad de los capitalistas, y la continuación del mismo sistema implantado en el País desde hace mucho tiempo, y desarrollado ahora, llevándolo a las últimas consecuencias, con un régimen que es vocero únicamente de las clases oligárquicas, hace indispensable que esta Corporación tome conciencia de sí misma y se decida a afrontar los problemas, es decir. que exija al Gobierno soluciones rápidas y eficaces a la situación social que vive el País...".

En la misma sesión, vuelve a criticar la forma como se llevó a cabo el Plebiscito, y la actitud asumida por el Dr. Laureano Gómez cuando apoyó para el primer periodo la candidatura del Dr. Alberto Lleras Camargo. Decía al respecto: "El Dr. Gómez para quitarse de encima la responsabilidad de que echaran a los empleados conservadores de las posiciones burocráticas, le dio el espaldarazo al candidato presidencial...". Cabe anotar que, a raíz de la escogencia de candidato presidencial para el primer periodo del Frente Nacional, el Dr. Gómez produjo una lista de candidatos, integrada por los senadores y representantes conservadores en ese momento en ejercicio. Eduardo Cote, quien apareclóen esalista, se apresuró, en carta dirigida al Dr. Gómez que la prensa nacional publicó en su tiempo, a declinar esa nominación.

En otra parte de esta misma intervención, luego de reiterar sus críticas al manejo económico dado por el Gobierno, concluye así:

"Se ha dicho que los independientes son el antipartido. Vamos a continuar diciéndole al País que esta forma de abuso capitalista, propiciado por las clases oligárquicas de los partidos liberal y conservador, hará crisis de un momento a otro, y Dios quiera que encuentre alguna fuerza organizada. De ahí mi llamamiento a los hombres de izquierda para que en estas campañas nos unamos en contra de ese frente oligárquico y totalitario que está acabando fon el país y que está dirigiendo la economía de una manera nefanda...".

En la sesión del 26 de febrero de 1959, con ocasión de la discusión de una proposición sobre el envió de una comisión de la Cámara a varias ciudades, con el objeto de estudiar sobre el terreno la causa de las Invasiones, Cote interviene para solidarizarse con la invasión al Barrio "San Luis" en el sector que vino a denominarse Barrio La Libertad de la ciudad de Cúcuta. En esa intervención decía, lo siguiente:

"Refiriéndome al caso concreto de la invasión de San Luis en Cúcuta, manifiesto siguiente: la escasez de vivienda que en Cúcuta es alarmante, unos suburbios hechos de lata y que se alquilan a $20.00, $30.oo y $50.oo, dinero que algún capitalista de nombre extraño seguramente ha sido una de las causas por las cuales se ha hecho la invasión...". Como se recuerda, en este conflicto social intervinieron en favor de los menesterosos el primer Obispo de Cúcuta, Monseñor Luis Pérez Hernández. Habiendo citado al señor Ministro de Comunicaciones, para que informará sobre la posible venta de la Televisíón Colombiana en la sesión del 17 de marzo de 1959, analiza la vida cultural del País, argumenta que en Colombia se mueren más los alfabetas aumentan los analfabetas, sosteniendo que es al Estado y no a los particulares a quien corresponde llevar a la nación la cultura y la educación. Se refiere a la Televisión como monopolio del Estado en los paises avanzados de Europa en ese momento. Trata lo relacionado con los programas de tipo comercial y los de tipo cultural; destaca la labor cultural que en el momento cumple este órgano de divulgación. Se refiere a las redes Internacionales que pretenden controlar la Televisión en América Latina, el pago de la prensa nacional por parte de la industria y su inconveniencia, concluyendo en que la Televisión es un instrumento de cultura, que no debe ser privatizado.

Sobre este mismo tema es importante destacar su ponencia para primer debate en el Senado de la República, al proyecto de Ley "Por el cual se dictan normas sobre el servicio de Telecomunicaciones y Radíodifusión y para la utilización del Espectro Electromagnético", la cual es como un complemento a su intervención sobre la privatización de la Televisora Nacional que ya se planteaba desde esos tiempos. A lo largo de esta exposición de motivos, se pone de presente el dominio de la materia tratada desde el punto de vista de la Televisión, las Telecomunicaciones y la Radiodifusión, como servicio público, y desde el referente a las modificaciones del proyecto original con la sustentación respectiva, ilustrada con el proceso histórico desde el año de 1936 y sus protagonistas, entre quienes destaca a Alfonso Aragón Quintero, Francisco Lemos Arboleda y Víctor Mosquera Chaux.

El 3 de Agosto de 1959, inicia el debate sobre el Servicio de Inteligencia Colombiano, circunstancia que aprovecha para formular fuertes criticas a la Rehabilitación, Institución creada en esa época para atender a las personas que habiendo dejado las armas se las conocería hoy con el nombre de reincertados.

El debate se centra en las torturas de que fue víctima el señor Luis Eduardo Otelo, líder sindical en lo que se llamó "la operación café tinto", a propósito de una huelga de servidores bancarios que se gestaba entonces. Con ocasión del traslado del Grupo Maza al municipio de Arboledas, interviene en la sesión del 26 de Agosto de 1959, para denunciar el peligro de alteración del orden público. En esta oportunidad formula graves acusaciones al Gobernador Carlos Vera Vlllamizar por este hecho, y por no hacer ninguna inversión en el Departamento, no obstante disponer de suficientes recursos. En este debate intervienen sus compañeros de bancada, los doctores Jacinto Rómulo Villamizar Betancurt y Luis Jesús Romero Peñaranda.

El 3 de diciembre de 1959, cuando es citado el Ministro de Obras para que Informe sobre la construcción de un tramo de la carretera Panamericana, hace la crítica al proyecto por ausencia de presupuesto para la ejecución de la obra, y formula severas críticas a la alianza del Laureanismo con el partido liberal.

El 25 de noviembre de 1959, al discutirse el aumento de asignaciones a los funcionarios del Poder Judicial, interviene para apoyar la iniciativa, pero a la vez ataca el "Mico" incluido en el art. 7 del Proyecto en discusión, que creaba el Tribunal del Distrito Judicial de Cúcuta.

La razón por la cual Cote fue opositor a la creación del Tribunal Superior de Cúcuta, tenía su fundamento en antecedentes históricos. En efecto, cuando se creó el Departamento Norte de Santander formalmente en 1910, los dirigentes Pamploneses y Cucuteños celebraron un pacto de caballeros, según el cual, Pamplona seguiría siendo Sede Obispal y asiento del H. Tribunal Superior y Cúcuta la Capital del Departamento.

Paradójicamente hubo de tocarle a Eduardo Cote como Gobernador, dar posesión a los primeros dignatarios del H. Tribunal Superior de Cúcuta, creado a instancias del Dr. Julio César Pemia. En este apretado resumen de sus intervenciones, que no son otra cosa que su quehacer político, destinadas a ser fuente de información para el perspicaz investigador, se presenta a Eduardo Cote dedicado a esta actividad apasionante y posesiva, con una actitud coherente, decidida, vertical, correspondiendo a sus convicciones y a su temperamento, lo que le valió, a no dudarlo, la adhesión y estima de quienes lo acompañaron en su carrera estelar. Recorrió todos los caminos de la democracia, y la muerte lo encontró en La Garita al amanecer del 3 de Agosto de 1964. cuando iba a dejar la Gobernación del Departamento, para ingresar al Gabinete del Presidente Valencia como Ministro de Educación Nacional en reemplazo del Dr. Pedro Gómez Valderrama quien había sido nominado Embajador en Moscú, tal como les consta a los parlamentarios Alzatistas de la época que concurrieron en las horas de la noche a la casa del Dr. Antonio José Uribe Portocarrero, el día 1 de Agosto de 1964.

Cúcuta, Agosto 26 de 1994

Fuentes:
Intervenciones, Versión Copia a máquina, Sría. General Cámara de Representantes.
La Sombra de Cote, Juan Pabón Hemández.
Offset La Opinión. Cúcuta 1993.
La obra Literaria - Eduardo Cote Lamus. Guillermo Alberto Arévalo 1974.

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MARIA MERCEDES CARRANZA

Eduardo Cote Lamus: Un poeta de los años 50

Cuando Eduardo Cote Lamus llegó a Madrid en el año de 1951 ya había publicado su primer libro, titulado Preparación para la muerte. Era un joven de 23 anos, delgado, con un rostro extraño en el cual dominaban los ojos decididamente oblicuos, achispados, y la breve y aguda barba que se movía puntualmente al compás de su hablar atropellado, con dejos de tartamudez.

Casi recién salido de su comarca de Cúcuta, dejaba ver el asombro de quien descubre el mundo. Pasaba las penurias económicas de los estudiantes e incurría en una bohemia que hizo su historia en el Madrid de entonces: aun hoy hay quienes recuerdan su asombro cuando supo que una copa de brandy valía apenas dos pesetas y decidió comprar todas las existencias del bar donde se encontraba, lo hizo cerrar y con los desconocidos parroquianos que allí había se lo bebió, gastándose así los viáticos que su padre le había dado para los primeros meses en el exterior.

Enamoradizo, escribía apasionados versos de amor que publicó en 1953 con el título de Salvación del recuerdo. Estudiaba y eran frecuentes sus visitas a la calle Wellingtonia 3 para ver a Vicente Aleixandre; allí, en ese jardín arbolado donde acostumbraba a recibir el poeta español, muchas tardes Cote, deslumbrado por la admiración y conquistado por la amistad generosa que Aleixandre le ofrecía, charló con él de poesía y estas charlas dejarían una huella en la suya, como ya ha sido señalado oportunamente por sus críticos.

En esta época hace también amistad con Hernando Valencia Goelkel, con quien más tarde formaría grupo generacional en compañía de Gaitán Duran, Jorge Eliécer Ruiz y Pedro Gómez Valderrama, entre otros, alrededor de la revista "Mito".

En el año 54 es nombrado cónsul en Frankfurt y allí concluye un libro que había comenzado a escribir tres años atrás; tiene ya 26 años, edad que en su apretado proceso poético equivale a décadas de experiencia. Ese libro, titulado Los Sueños, representa el primero de importancia de los cinco que en total constituyen su obra. En Los sueños comienzan a esbozarse las líneas de su poesía futura: es un libro denso y un tanto hermético, en el que la exaltación de sus vivencias personales ha sido dejada a un lado para abrir paso a un ejercicio de carácter reflexivo, con el que intenta ya elaborar claves o símbolos, más que narrar anécdotas personales. Tal vez su vida en Alemania le ha hecho cambiar de hemisferio cultural y su contacto con otras literaturas comienza a alejarlo de sus influencias primeras.

Hernando Valencia Goelkel escribió como prólogo al último libro de Cote, Estoraques, un inteligente análisis de toda su poesía y en él señala dos aspectos que son importantes de recordar. El primero tiene que ver con la coherencia que muestra la obra de Cote: se advierte en ella un claro proceso evolutivo hacia la madurez, "un progreso reflexivo y consciente -escribe Valencia- sustentado al parecer, en negociaciones: el poeta busca empobrecerse de cuanto no resulta primordial, de todas las riquezas que comienzan a volverse espúreas e inimportantes". Y, como segundo punto, en sus obras posteriores a Los sueños, es decir en La vida cotidiana (1959) y en Estoraques (1963), logrará conciliar, anota también Valencia, los elementos de sus primeros libros, o sea: lo concreto y lo anecdótico, con lo abstracto y grave que predomina en Los sueños.

Tengo personalmente gran afecto por este libro de Cote. Aunque es innegable que el más notable es La vida cotidiana, en el que prevalece esa característica de conciliación anotada por Valencia Goelkel, característica que en últimas constituye su aporte personalísimo a nuestra poesía. En Estoraques, a mi parecer, regresa al sobrio hermetismo de Los sueños, pero de otra manera: hay una mayor sabiduría expresiva y una coherencia conceptual deliberada para dar a ese gran poema resonancias de envergadura épica.

He hablado de sobriedad y es esta tal vez la gran lección que da Cote Lamus. En ese proceso hacia el ascetismo que describe Valencia Goelkel, es fácil advertir cómo llega finalmente a la necesidad de pesar y medir cada palabra hasta volverla insustituible en el poema. Y esto es tan cierto que, para probarlo, no habría más que señalar cómo el adjetivo va perdiendo importancia y en algunos momentos incluso desaparece.

La razón de esta preocupación por la sobriedad resulta hoy clara. Para mí es evidente que la ruptura definitiva con "Piedra y Cielo" la realiza con su obra Cote Lamus. Más aun: me arriesgo a decir que el último "piedracielista", con el furioso resplandor del ocaso y con sus muy personales dosis de erotismo y de preocupación existencial, es Jorge Gaitán Duran. Pero Cote Lamus se propone ya muy conscientemente marcar diferencias rotundas. Y si el "piedracielismo", en sus expresiones más destacadas, se caracterizó por la emotividad. Cote en su proceso de maduración se inclina hacia lo reflexivo; si el "piedracielismo" encontró un regusto en la palabra "bella". Cote busca la palabra exacta; si el "piedracielismo" goza con la exuberancia verbal. Cote prefiere la contención; si el "pidracielismo" ama el mundo físico, Cote se inclina por el inundo de lo racional: si la poesía del "piedracielismo" en ciertos momentos pudo ser popular, Cote hace una poesía hermética, de difícil acceso.

Tal vez la única atadura que mantiene con el "piedracielismo" es el gusto marcado por la metáfora. La aceptación de tal herencia es más que natural, pues uno de los aportes de este movimiento desde el punto de vista formal -como lo anotó en su momento Gaitán Duran- está en haber incorporado a la poesía colombiana los hallazgos de los poetas del "27" español, del "creacionismo" y de la "vanguardia" en general. En cuanto a la renovación de la metáfora, con ésta como asociación ilógica, desconcertada del rigor conceptual. Sin embargo, en Cote, claramente influido por los poetas del "27" español, que a su vez al "descubrir" a Góngora tomaron de él el manejo de la metáfora, ésta es con bastante frecuencia de características culteranas, en lo cual no incurrieron los "piedraclelistas".

Y si es cierto, como pienso, que Cote representa la ruptura definitiva con "Piedra y Cielo", vendría a ser el poeta por excelencia de los años 50. No creo que resulte casual que hubiera publicado cuatro de su libros durante esa década y que entre el primero y el último medien apenas 13 años: esto quiere decir, sencillamente, que toda su obra, desde su época primeriza hasta su meteórica madurez, está concebida y escrita en el ámbito histórico de esa década decisiva para la vida colombiana, decisiva porque como sabemos, marca una ruptura total con el país que se vivía hasta entonces. Y Cote Lamus, desde el territorio poético, registra esa ruptura en forma tan tajante como la que se produjo en los otros niveles de la vida nacional.

¿Cómo lo registra? Ese es otro cantar. Ya se ha escrito suficiente y muy superficialmente sobre el presunto escapismo del grupo de intelectuales de "Mito". En ese sentido la madurez está, sin duda alguna, en comprender que el poeta busca fines diferentes y utiliza herramientas distintas a las del historiador, el periodista o el político. Su trabajo es a otro nivel, y su compromiso está en crear para su realidad una dimensión, un espacio poético, inteligente y valioso dentro de la literatura. Y si lo logra, su realidad pasa a convertirse en la realidad de todos. Y en este sentido Eduardo Cote cumplió su obra. Por eso lo leemos y lo recordamos hoy, cuando se cumplen 30 años de su muerte.

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MATEO CARDONA VALLEJO

Un poeta en la selva

"Aquí ya sucedió el juicio final. Lo demás son huellas, son restos, testigos de lenguas cortadas por las espadas de los ángeles" . Eduardo Cote Lamus

Enmarcada dentro del periodo que va desde la dictadura de Rojas Pinilla hasta el Frente Nacional, con las llagas todavía abiertas de los años de violencia, 'Mito" -y los poetas que constituyeron su sustentación- no se confinó en la Torre de Marfil de las disquisiciones puramente estéticas. Guardando las distancias que su naturaleza le imponía, intentó la definición de la cultura nacional desde una perspectiva moderna y cosmopolita, ejerciendo su crítica más allá de los compromisos con las fuerzas políticas en la oposición o en el poder. Los poetas de "Mito" inauguraron en Colombia una postura ante la poesía y la vida firmemente arraigada en la suerte del hombre cotidiano y la historia social del país.

Eduardo Cote Lamus (1928-1964) dejó, en su obra literaria, numerosas pruebas de esto que Jorge Gaitán Durán llamó "pasión por la realidad". La lectura de sus volúmenes muestra un largo proceso de depuración, que culmina en Estoraques (1963) tras pasar por sucesivas etapas de despojamiento formal. La crítica ha subrayado a menudo cómo en sus inicios -los de Preparación para la muerte (1950) y Salvación del recuerdo (1953)- su poesía tendía a la confesión y el sentimentalismo, rasgos que a nuestro juicio expresan la lucha del poeta contra la tradición retórica de la lírica colombiana e hispánica en general. Ya en su segundo libro, sin embargo, se entrevé el derrotero de su poesía posterior a través de la búsqueda de la objetividad poética, la economía de recursos, un acendrado idealismo humano y, a contra-corriente, una oscura intuición de la muerte. Entre esta primera etapa y la consagración de Estoraques dejó dos libros que dan fe de la transición que se operaba en su sensibilidad: Los sueños (1956) y La vida cotidiana (1959), donde prima el elemento coloquial y narrativo. En el intervalo entre uno y otro, sin embargo, escribió su poco conocido Diario del Alto San Juan y del Atrato (1958), que es el que nos ocupa.

Inicialmente publicado en las páginas de "Mito", sorprende que el Diario no haya alcanzado forma de volumen sino hasta 1990: sus escasas aunque densas sesenta y cinco páginas recogen una verdadera obra maestra del genero de las crónicas de viaje, y aportan una valiosa y diferente perspectiva para juzgar mejor su obra en verso. La anécdota que le dio origen fue el desplazamiento al Chocó de la comisión de la Cámara de Representantes integrada por los doctores Machado, Lozano Garcés, Torres Poveda, Delgado y Restrepo, además del poeta, para atender las inquietudes de los habitantes de esta región del país, proverbialmente azotada por el abandono y la desidia del gobierno central. El Diario del Alto San Juan y del Atrato recoge las impresiones del poeta en la semana del 12 al 18 de septiembre de 1958, en un periplo que abarca las dos grandes regiones culturales del departamento del Chocó: al sur el Alto San Juan con sus placeres de oro y entrañas de platino, escenario de la sempiterna pugna entre paisas, indígenas y negros; al norte el Atrato y su delta, milenaria ruta migratoria hacia Panamá y el Caribe, que contiene en sus márgenes una mescolanza humana tan sólo comparable a la que puebla las orillas del Ganges recreadas por Jorge Zalamea en su "Sueño de las Escalinatas".

Hoy en día aun es posible recorrer el mismo itinerario de Cote por el Chocó. Nada ha cambiado, a no ser por la desaparición de la Chocó Pacífico, cuyas dragas y edificaciones, abandonadas hace tiempo, van siendo lentamente digeridas y asimiladas por la selva en su labor reparadora. La Tierra paciente castiga así a quienes pretenden saquear sus visceras minerales: sin alardes, ni afanes, ni ruidos: tan solo con el murmullo que producen los brotes de las trepadoras al desplegarse. Cuando se entra al Chocó, los hijos de los personajes del diario de Cote le salen a uno al encuentro, repitiendo los mismos gestos y palabras que encantaron en sus días al poeta. Asomarse a la piel de sus ríos intentando descubrir en el propio rostro un rasgo que lo diferencie de los rostros de otros Heráclitos y Budas, puede servir para cartograflar los pasos que llevaron a Cote de la introspección a la visión del hombre común abocado a la muerte. Su pasión por el paisaje, dramáticamente expresada en su visión de los estoraques nortesantandereanos, encuentra aquí su origen; si allá es el viento el que trae la muerte y la derrota, la aniquilación de toda plenitud pasada ("En llamas la ciudad y ardiente viento / recorre encloquecido los recintos, / casas de citas, antiguos almacenes / de amor. fuego encendido, turbio fuego / que a los muertos abrasa frente a frente / a la muerte. "). aqui es la lluvia y el trueno dando y quitando la vida:

"Los truenos hacén temblar el río. Es la locura de la selva. Todos los afluentes del Atrato se confunden de cauce y cegados por el miedo buscan apresuradamente sus desembocaduras. Un rayo se clava en tierra y salta un manantial. El agua ruge. Es un ruido de instrumentos de percución, de cuerpos amándose con furia".

La lluvia del Chocó no se parece en nada a la lluvia civilizada de las Españas: cala los huesos, desoladora, revelándole a los hombres su infinita impotencia. Cote llega al Chocó a descubrir el elemento acuático, del que derivan sus tres cuartas partes. Humedad atmosférica, lluvias, ríos: el agua reina en estas selvas. El 12 de sepliembre, a propósito del San Juan, anota en su diario:

"El río es mil veces un arco. Porque el río no es solo el andar, el oro del fondo, el platino del subfondo, el verde compacto de las riberas: es el rey de la selva. Y sabe comportarse según su rango"

El San Juan se metaforsea en un negro ebrio que se dispone a dar rienda suelta a toda su insatisfacción, a soltar el dique de una paciencia sostenida por siglos: "Y el río San Juan no huye sino permanece: es el animal más grande de la selva".

El hombre que se balancea sobre sus lomos no es más que un insecto, grande si es observado en el microscopio. las córneas amarillentas de este negro borracho poco han sido formadas en la clemencia: miran a los blancos con reservas.

Cote se estrelló con la realidad humana del Chocó ese mismo 12 de septiembre, en Andagoya, mientras soportaba el espectáculo de una sociedad segregada según el modelo de Mobile, Atlanta o Balón Rouge:

"La Andagoya gringa, la del Staf de blancos colombianos, la de la élite negra y la de los negros de verdad, es decir, la explotada, es un conglomerado extraño donde se encuentran diferenciadas también las debilidades humanas: a los unos no les importa sino sacar oro y platino, pagar sueldos de hambre y explotar más: a los otros les interesa estar bien con los yankees, odiar a los negros, ser áulicos de los extranjeros y vivir cómodos; los "negros de la clase A" saben bien que tienen preeminencia y son cuidadosos en los juicios sobre la Compañía, sobre el trabajo, muy cautos; los que viven en el otro lado, si bien son más alegres, debido a la explotación que han sufrido desde hace muchas generaciones, al abandono del gobierno central, tienen algo de resentimiento, resentimiento que se borra cuando se habla con ellos como iguales, cuando se les da la razón, cuando no importa que uno sea blanco y ellos negros como las palabras".

Pero no debe creerse, por este intento de radiografía social de Andagoya, que el poeta Cote andaba por el Chocó intentando sociologismos. El conocimiento poético es de otro orden: se preocupa por la verdad más acá de las teorías, y tan solo puede acordarle cierta preeminencia a la percepción sensorial, con todo lo ilusorio que ella pueda comportar. Prueba de ello es la anotación que Eduardo Cote hace de su primer encuentro con el doctor Fresnedo, alcalde de Condoto:

"El alcalde llegó al restaurante con un paraguas que colgaba de su brazo. Pensé que llevaba sombrero. Lo vi debajo del sombrero. Luego observé que no lo tenia sino que era su propia sombra hacia arriba".

En el Chocó que percibe Cote las sombras pueden proyectarse, en pleno día, hacia arriba ¿Efecto de un sol peculiar que en esas latitudes alumbra desde el nadir, o grave proyección de la dignidad de tan alto funcionario? ¿Quién puede saberlo? ¿Es un sombrero prenda, o atributo? Resulta difícil establecerlo, pero lo cierto es que en el Diario hay una aproximación al distanciamiento de la realidad de la que sólo puede responsabilizarse a un poeta perdido en selva. Este, que es un tópico recurrente en nuestra literatura -piénsese en el ascenso de Efraín por el río Dagua en"Maria", o en los delirios febriles del Arturo Cova de "La Vorágine", se transforma radicalmente en el Diario, en virtud de que su protagonista no es ya el romántico rentado a la naturaleza cuanto un observador esencialmente objetivo, atento a descubrir la veta de verdad poética que subyace al ámbito selvático, no ya hostil sino humanizado, empobrecido en el comercio con los hombres:

"Las casas avanzan sobre el río con sus innumerables piernas, firmes en su movimientos, y alerta montan guardia: son el comienzo del dominio del hombre". Eduardo Cote Lamus no puede sustraerse a los cuadros épicos que se desenvuelven ante sus ojos. La íntima ternura que pareciera dictar los actos de los habitantes de las riberas del Alto San Juan atrae mas su atención que la selva ulcerada a fuerza de motobombas y machetes, motosierras y fuego. Tras resistir al terrible encanto del paisaje natural, el poeta sucumbe ante al coraje de sus anfitriones chocoanos, héroes tanto más impresionantes cuanto no han perdido su escala llanamente humana. Observándolos se da cuenta que la magia no puede surgir tan sólo de los elementos naturales y su desquiciamiento, cuanto de su apropiación por parte de una cultura que los humaniza.

Sin embargo, Cote no intenta desentrañar el misterio mediante recursos del intelecto: se limita a registrar su asombro. Describe los pliegues del velo sin llegar a descorrerlo, con un respeto reverente que excluye toda ironía para preservar el encanto de sus visiones y hacerlo comunicable. De ahí que la realidad se muestre tan generosa con el poeta. A través de su viaje, y corno una condensación de lo que está ocurriéndole a su propia obra lírica, innumerables ep¡sodios le muestran que la poesía no es algo que ocurra exclusivamente al interior del individuo sino que alienta alrededor suyo, impregnándolo todo.

"Desde una de las ventanas nos saludaba a larga distancia el orador. Este, según se me informó, es présbita y prefirió vernos de lejos y decir su discurso. Cuando llegamos al pie de la casa donde el comisionado hablaba, tuvimos la impresión de que se iba a caer. Una ráfaga de viento le arrebató los papeles de las manos, pero el orador, impávido, continuó mientras unos niños corrían por las hojas; cuando las trajeron ví con asombro que estaban en blanco". (...)

"La especialidad de los niños tadoseños es la de lanzar piedras con el pie. Introducen el guijarro entre los dedos gordo y corazón, mueven hacia atrás el pie para coger impulso y lo tiran dando siempre en el blanco con precisión inevitable".

A lo largo de las páginas del Diario éstos y otros prodigios crean una atmósfera suprarreal donde los personajes transitan en un continuo desfile, aparecen fugazmente para perderse de nuevo en la barabúnda de una enorme fiesta sin tiempo ni lindero, esencialmente idéntica en Andagoya o Condoto, en Cértegui, en Beté, en Nóvita o en Tadó, y repetida en la otra fiesta, la de las palabras en la prosa de Cote, negras bailando al compás de tambores africanos. Al encuentro con el agua sucede el encuentro con la tierra.

"En verdad, el tiempo no contaba, no cuenta. El tiempo queda atrás. El tiempo en la selva lo mide la velocidad del viento, la inclemencia de la lluvia, la creciente de los ríos, la lejana pregunta de un pájaro salvaje y la respuesta tremenda de las ñeras". (...)

(El Atrato en la oscuridad) "es una inmensa piel de culebra negra sobre la cual caen las sombras de los árboles ribereños como respetuosos y espantados, llenos de pavor, pero sumidos por el miedo".

Poco a poco, el poeta verifica que no estamos en la tierra sino que somos parte de ella. Esta certeza poética se trasluce en el Diario, que se despoja progresivamente de elementos ingeniosos en pos de lo sencillo y más sutil. El lenguaje ya no nombra la prodigiosa belleza arábiga de las hermanas Luzmila y Yamila ni a Malaquías, e] trompetista con dolor de muelas, sino a hombres y mujeres anónimos consubstanciados con la tierra.

"Al mirar la canoa que venia en dirección contraria a la nuestra y por la opuesta ribera, no se sabía a ciencia cierta quién iba, si los árboles del lado o la embarcación. Eran uno solo". (...)

En el tiempo de la selva la canoa vuelve a convertirse en árbol, nunca ha dejado de serlo. Lo natural y lo humano aquí no están opuestos: forman una unidad indivisible y diversa, como en este "diálogo de Tagachi":

-Y usted qué hace?
-Cultivo la tierra.
-Qué tal la cosecha?
-Está pariendo el arroz.

La compenetración del propio poeta con esta tierra también ha de rendir frutos. Cote nos cuenta cómo las gentes y ritmos del Chocó le trajeron al espíritu unos versos de Góngora -"se quejaba al ronco son / del remo y de la cadena"- y súbitamente abandona la prosa para improvisar coplas, versos chocoanos que en nada recuerdan los de Los sueños pero que acaso presagian el tono coloquial de La vida cotidiana

"COPLAS SUELTAS"

La negra Josefa tiene
muchos cuerpos para dar:
unos los deja en la cama
y otros llfüa en el andar.

La garza sola en el día
es luna de Opogodó:
el sol es blanco en la boca
de Anita de Apartado.

El oro lo roba el gringo.
el plátano el Panamá:
no queda sino tristeza
y remá, remá, remá.

Ya todo es luz y silencio,
sube el negro río arriba,
la tarde se le desploma
al son del agua en el remo,
al son del remo en el agua.

El día se pierde en la selva,
la noche sale a pescar:
vale decir que es un negro
que nada puede olvidar.

La poesía se ha convertido aquí en un acto de agradecimiento por la vida. Como ha dicho Hernando Valencia Goelkel respecto a La vida cotidiana, "Cote Lamus no establece una jerarquía de los sucesos, no los separa en solemnes y triviales; a todos los recubre esa como veneración de los actos que está en el centro de su poesía". Esta, como la vida, sólo puede realizarse en el mundo y al lado de los demás, en armonía como las leyes de la naturaleza. Entretanto, los temas de la soledad, el dolor y el silencio, dejan entrever una intuición de la muerte como afirmación de la vida y la conciencia.

Descendiendo hacia las bocas del Atrato, en pleno Golfo de Urabá, el poeta reconoce en el transcurrir unívoco e inevitable del agua, en los innumerables ríos y caños que confluyen para desembocar juntos en el mar, otra imagen del ciclo vida-muerte. En cercanías del océano la naturaleza se transfigura y hasta la lluvia, que más al sur es siempre torrencial, en esta latitud es reemplazada por las secas tormentas de relámpagos del Darién, que iluminan en el cielo del Golfo un día mentido a la medianoche. Llegó al final la comisión a la tristísima ciudad de Turbo, "especie de arrabal medelllnense" según palabras de Cote Lamus, donde "un busto, de don Gonzalo Mejía, Increíblemente cursi, señala con el brazo el barrio de tolerancia". Nada más alejado de la legendaria ciudad de Santa María la Antigua, enterrada bajo siglos de follaje entreveramiento de raices y lianas. Comarca de piratas, prófugos y contrabandistas, el extremo norte del Chocó posee, en las páginas finales del Diario, el relente de la muerte, del final del viaje. El poeta adquiere conciencia plena del destino de los hombres y la tierra, y en el apego a la vida imagina en la construcción del canal Atrato-Truandó la redención de toda la miseria, sin sospechar siquiera que treinta y cinco años más tarde muchos chocoanos, y muchos colombianos de todas la razas y regiones, se opondrán a una empresa que amenaza exterminar una de las selvas más frágiles del mundo, milenarias culturas indígenas y entregar soberanía nacional al eterno intruso a cambio de unas dádivas dudosas. Porque, ¿puede acaso llevarse el progreso a un pueblo sin privarlo de su dignidad? ¿Es peor la miseria atávica que la que se vive bajo la férula del capataz extranjero? ¿Real el progreso a ese precio? No corresponde a los poetas absolver estas incógnitas. Ellos tan solo se ocupan de restaurar el diálogo entre el individuo histórico y el eterno humano. Lo suyo es la fiesta, el amor y sus epifanías, así la muerte dibuje visajes tras del velo. El poeta, como el místico, el loco o el niño, vive un eterno presente y, por preservarlo, es capaz de darlo todo, incluso su arte y su propia vida. Seguir, a través del Diario el itinerario de Cote Lamus por los ríos y las selvas del Chocó, internarse en sus honduras sin mediación de libro alguno, es participar del festín de los sentidos al que el poeta nos ha invitado. Que se apresuren, pues, los viajeros: ojalá lleguen al Chocó con la misma respetuosa veneración de Cote Lamus quien, al termino de su viaje, descubrió que desde siempre había amado estas tierras. Dicen los renglones finales de] Diario:

"Yo comencé a amar el Chocó cuando niño, al dibujar un mapa de Colombia. El lápiz iba subiendo desde el sur en la frontera ecuatoriana e iba poniendo límite al mar, recogía la desembocadura de los ríos, pintaba las ensenadas, la rosa abierta de los deltas del San Juan y del Baudó, las bahías: la de Catripe, la de Cuvita, la de Birudó; le robaba al Pacífico espacio para dejar listo al Cabo Corrientes con el pico de Arusi encima en el que culmina la serranía del Cugucho; devolvía el lápiz y pintaba islas, los pequeños morros, el geme de la mano que comienza en la Bahía de Utría y termina, en la de Solano, después de haber hecho un círculo con el nombre de Nuquí; y así, litoral arriba hasta llegar a Panamá. Cuando ya estaba el mapa listo comenzaba con los ríos; por abajo el San Juan y el Baudó, por arriba el Atrato y sus cientos de afluentes; las escasas serranías, los pueblos lejanos casi todos terminados en dó. Después pintaba dos barcos por saber que allí" quedaba el mar: uno grande en el Pacífico y otro más pequeño en el Golfo de Urabá. Como la imaginación no me faltaba, dibujé la unión de los océanos por el paso del Truandó. Cuando ya el mapa estaba listo lo miraba desde lejos y me parecía una muchacha. Y pensaba que los ríos, esos de nombres tan sonoros, no eran la realidad. Veinte años después he comprobado que el Chocó es u n cuerpo de negro lanceado por las armas fluviales de las lluvias y los ríos. desnutrido, abandonado a las enfermedades y a las plagas, tragado por la selva y la codicia y bajo el duro sol".

"Tierra idílica; pero también tierra torturada, como las espaldas de los peones de estiba en el puerto de Turbo. Igual que en los Estoraques, "aquí ya sucedió el juicio final". Quién iba a pensar que algún día la suerte de la nación entera se jugaría y perdería en estos parajes, cuando en virtud de un tratado entre los Estados Unidos y Panamá se haría necesaria la construcción del canal Atrato-Truandó- Aquí ya sucedió el juicio final: el país está en venta. No lo saben los ríos, ni las selvas, ni el autor del Diario. Tan solo el pueblo Emberá, empeñado en detener las obras de la carretera al mar que habrá de facilitar los desembarcos, comprende cabalmente la magnitud del desastre que se avecina. Pero, ¿quién los va a tener en cuenta, quién atenderá sus reclamos? Ellos son los verdaderos "testigos de lenguas cortadas / por las espadas de los angeles". Los blancos ángeles que descienden del altiplano a bordo de sus plateados helicópteros, pues hace ya tiempo que las comisiones gubernamentales dejaron las canoas.

El Diario del Alto San Juan y del Atrato no es solamente una curiosidad en la obra de Eduardo Cote Lamus. Además de constituir un compendio de las impresiones del poeta en su viaje, posee un valor documental insoslayable, aunque sea para determinar que en cuarenta años las condiciones de vida de los chocoanos no han cambiado mayormente.

Su mérito principal, con todo, sigue siendo intrínsecamente literario y poético: en el Diario, Cote Lamus lleva hasta sus últimas consecuencias el ideario con que se presentaba, en mayo de 1955, el primer número de "Mito":

"Las palabras están en situación. Sería vano exigirles una posición univoca, ideal. Nos interesa apenas que sean honestas con el medio donde vegetan penosamente o se expanden, triunfales. Nos interesa que sean responsables. Pero de por sí esta lealtad fundamental implica un más vasto horizonte: el reino de los significados morales. Para aceptarlas en su ambigüedad, necesitamos que las palabras sean".

Toda poética cojea si no reposa en una ética. La ética contenida en El Diario es poética en el asombro, la lucidez y la objetividad.


BIBLIOGRAFIA:

COTE LAMUS, Eduardo: Obra literaria. Bogotá, Colcultura, 1976.
Antología poética. Colecciones regionales, N. de Santander, 6. Bogotá, Colcultura, 1983. Diario del Alto San Juan y del Atrato. Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1990. GARCIA MAFFLA, Jaime: "Eduardo Cote Lamus". Historia de la poesía colombiana. Bogotá, Casa Silva, 1991. pp. 411-423.
VALENCIA GOELKEL, Hernando: "Exaltación de la anécdota". Crónicas de libros. Bogotá, Colcultura. 1976.

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POLICARPO VARON

Eduardo Cote Lamus: Lo excepcional

I

La Imagen de Eduardo Cote Lamus que ha perdurado privilegia la alegría, la vivacidad interior, la franqueza de la conciencia de la vida y del designio que el hombre -el poeta, el intelectual, en su caso - ejecuta al vivirla. Los actos básicos del periplo de Cote Lamus pueden resumirse así: santandereano (del Norte), abogado, asociado a los Cuadernícolas, extranjero en España, diplomático en Alemania (educándose para la poesía), político (senador y gobernador de su departamento) autor de los libros Preparación para la muerte, Salvación del recuerdo, Los sueños, Diario del Alto San Juan y del Atrato, La vida cotidiana, y Estoraques. Indudablemente lo esencial de sus trabajos concierne a la literatura.

Al explicar el proyecto, la obra de los escritores, pintores, políticos, músicos, cinematografistas, que comenzaron su labor alrededor de 1950, los conocedores mencionan cuestiones como estas: ese grupo (a él pertenece Cote Lamus, que escribió lo central de su obra entre 1950 y 1963) independizó la literatura, le otorgó una autonomía desconocida hasta entonces en Colombia, mediante la ilustración y la formación para la vocación estética; entendió que la justicia de la obra poética concierne a su belleza, a su perfección en la representación de la realidad (significado del conocimiento y cu¡dado de la estilización). Memorable es, también, la exigencia de modernización de la tradición: la traducción y divulgación de la poesía, narrativa, filosofía, historia, críticas de libros y de cine que actualizaron la biblioteca colombiana (Mito), Por último, la certidumbre -vivida, practicada- de que la vida literaria, la educación, el hombre que se ilustra cumple una misión, debe ejecutar una labor; vale decir que un escritor o un hombre ilustrado corresponden a un destino (moral, estético, político, religioso, social). Como es de conocimiento público, esos atributos de época de personas, de individuo han dado obras como la del autor que ocasiona estas páginas, la narrativa de Gabriel García Márquez, la obra de Jorge Gaitán Durán, la crítica literaria de Hernando Valencia Goelkel, el cine de Francisco Norden, la crítica pictórica de Marta Traba, la pintura de Alejandro Obregón, el teatro de Enrique Buenaventura, la rara poesía de Alvaro Mutis, etc.

II

Eduardo Cote Lamus escribió sus primeros poemas en Colombia. Viajó a España en los cincuentas. La convivencia con los poetas contemporáneos españoles, un apasionado amor por la poesía del grupo de 1927, fecundó la vocación, educó al poeta (conocimiento de los temas esenciales, conocimiento de los procedimientos toponímicos). Su libro Salvación del recuerdo ganó el premio José Janes en el país mencionado. La educación de Cote Lamus se completó en Alemania, donde desempeñó un cargo diplomático.

Pero la formación de Cote, su verdadero arte de poeta se realizó en el libro titulado Los sueños (1956), un libro escrito en España. Se trata de un conjunto de espléndida intensidad, de múltiple significado. ¿Por qué? Los sueños es un libro de vasto nombrar (los temas esencialesde la poesía -el amor, la muerte, el sueño, el tiempo, la infancia, la memoria, etc.,- visitan estos poemas); la concentración del verso, la pericia para la síntesis, la brevedad admirable (cada poema es algo concluido, casi perfecto y bello); la experiencia o el poder del español, su riqueza metafórica, una reticente posibilidad de decirlo todo...

A Los sueños se les ha criticado su sentimiento de lo abstracto. Son sus poemas textos en los que la violencia de la síntesis y la precisión de la metáfora, de la imagen, del sintagma poético alejan del hombre, de los objetos, distancian al lector.

Hernando Valencia Goelkel, María Mercedes Carranza, Guillermo Alberto Arévalo y Jaime García Mafla comparten la opinión acerca de la belleza de Los sueños. Arévalo, en su prólogo a la edición de la obra de Cote por Colcultura, impugna el carácter abstracto del libro. Es importante indicar que la madurez que Cote Lamus alcanza en este libro preconiza sus dos poemarios mayores: La vida cotidiana y Estoraques.

III

El epígrafe de La vida cotidiana es de un singular, ¿olvidado?, poeta francés: Jules Laforgue. Es este uno de los libros, más valientes, solitarios, de la poesía colombiana. Por estas razones: Cote abre el poema, amplía los temas, acrece las posibilidades del idioma.

Damos en la colección con poemas que admiten más que equivocaciones o composiciones, situaciones, sucederes, acciones, hechos de vida, Valencia Goelkel escribe sobre esta cualidad de La vida cotidiana: "La poesía de Cote es incomprensible para quien no quiera entender esta deliberada impregnación en lo anecdótico". Añade el mismo escritor que "Cuando hablo qué hay anécdota en la poesía de Cote Lamus me refiero: a) a una experiencia concreta: b) a su metamorfosis poética". Los ejemplos acostumbrados, para identificar los atributos mencionados, son los poemas-elegias al padre del poeta, el que versa sobre José Asunción Silva, el titulado "Meditación de otoño". el titulado "Hogar modelo", el que lleva nombre en alemán, "An der Gewesenhcít". Cote Lamus evita lo abstracto, deja la severa síntesis y compone en La vida cotidiana un verso largo, narrativo, en el cual el lenguaje se llena de realidad, el verso se enriquece sintácticamente y el sentido del poema se ahonda, se hace complejo, pleno de encanto por efecto de lo "anecdótico".

En su excelente ensayo sobre el libro, Hernando Valencia Goelkel lo dice con autoridad: "En casi todo el libro. Cote Larnus habla con la certeza proverbial del vate, con la claridad misteriosa que quizás no tenía tanto misterio: es una meditación, una reflexión sobre su materia: el mundo, el tiempo, la palabra".

Desde luego, la afirmación de que la poesía de Eduardo Cote Lamus deviene madura por medio de un largo camino de educación y de perfeccionamiento del arte del poeta, es verdadera. A la trayectoria de Cote se le señalan precursores indispensables: T-S.Eliot, Bertold Brecht, Antonio Machado, Vicente Aleixandre entre otros... y su obra alcanza una exigente identidad, una nerviosa belleza en su libro final: Estoraques. Un extenso poema en el cual el devenir del poeta, su tributo a la tradición del siglo XX, es "estricto".

IV

Una "estimativa" aproximada de la obra de Eduardo Cote Lamus se puede fundar en la explicación, en el estudio de su palabra, de su verso, de su manejo del idioma. Sin embargo, acaso el mejor crítico de su poesía, Hernando Valencia Goelkel, fundamenta en dos razones el valor de aquella:"Una, el carácter exigente, de la comunicación lírica. No voy a pretender que la relación entre poesía y lector debe establecerse como si el poema fuera algo totalmente cerrado y concluso, y el lector una conciencia tan solo. una subjetividad pura. Pero sí que la lírica ofrece muy pocas mediaciones, muy escasas aproximaciones. No hay instancias sociales a las cuales acudir: no hay tampoco instancias conceptuales: en rigor, no existe una "poética" aplicable a la linea. Son pocos los instrumentos de que el lector dispone para juzgar o para escoger; además, tiene que hacerlo, y es bien sabido que pocas cosas hay que susciten tanto rencor como la necesidad de la elección, de la escogencia personal. "La segunda razón sería la de que la lírica es un género crepuscular. No se trata, insisto, de una autonomía integral por medio de la cual sólo en si misma se hallaran las claves, los signos, los sentidos. No; la lírica también, como la novela y el teatro, nos refiere a un mundo. Sólo que se trata siempre de un mundo caduco. Cuando la lírica trasmuta poéticamente las ideas, las costumbres, las creencias, los afanes de una sociedad, de un periodo (y toda gran lírica los hace siempre), es porque este repertorio está expirando. La poesía hace entonces un enorme esfuerzo de intelección, un trabajo de síntesis desmesurado, para decir: todo esto fue. El gran poeta nos habla siempre de algo que concluye; algo se estaba muriendo en Manrique, en Garcilaso, en Quevedo, en Espronceda, en Machado" ...

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FERNANDO CHARRY LARA
Eduardo Cote Lamus

Alguna poesía muestra su sigilo más característico en la gravedad de la palabra que lucha, desde oscura fuente interior, por manifestarse en desnudez y sugestión originales. La gravedad: no el fulgor o la riqueza. Alcanzábamos a percibir la fatiga a que conduce la obra poética cuando el vocablo luce solamente como recurso decorativo. Una intención más sutil e inquietante es la que esperamos encontrar en ella. Cuando apenas es balbuceo, por insuficiencia, o cuando se pierde en derroche verbal, por desenfreno, permanecemos impasibles a su llamado. La poesía de Eduardo Cote Lamus (1928-1964), en la que el lucimiento de fortunas verbales insinuaría la posibilidad de que su autor hubiese sido tentado a recrearse en ellas con demasía, es ejemplo por contraste, de cómo el lenguaje constituye arma eficaz cuando responde fielmente a una voluntad de expresión. Se podría decir de Cote. tentado por diversas maneras y por temas disimiles, que llegó a conquistar una lengua poética propia. La evolución de sus poemas da asidero para mantenemos en esta suposición.

Después de Salvación del Recuerdo, distinguido en España con el "Premio de Poesía a la Joven Literatura" en 1951, dio a conocer en 1956 otro libro: Los sueños. Al comentar esta última colección. Ramón de Zubiría insistió en el dominio intelectual que el autor quería imprimir a sus poemas. Se refirió a su simbolismo, a sus abstracciones, a los consiguientes escollos que su complejidad podría acarrear al lector. Señaló el "marcado carácter conceptual de esta poesia, escrita más a la altura de la inteligencia que de la sensibilidad". Desde el enamoramiento adolescente de sus primeros versos, fue esa poesía prolongándose en el tono de meditación lírica que era ya el de Los sueños y que va a ser el de los siguientes volúmenes: La vida cotidiana, de 1959, y Estoraques, de 1963. Esta sucesión puso de presente la manera como sus poemas se iban depurando hasta lograr una intensidad y una madurez cada vez más en ascenso, trunca fatalmente con la muerte temprana del poeta.

Estudiosos de la poesía colombiana (como Hernando Valencia Goelkel, Eduardo Camacho Guizado, Jaime García Mafla y Guillermo Alberto Arévalo) han destacado ejemplarmente diferentes aspectos en la de Eduardo Cote y, en particular, en su última etapa. La presente alusión quisiera limitarse, marginalmente, a uno que con ellos se relaciona. Existió, en esos finales poemas, una lucha perceptible entre el lenguaje que pudiera tomarse por espontáneo o coloquial y el que debe su origen a la tradición literaria o a los prejuicios sobre la locución poética. Si no queremos hablar de la duda que, de seguro, vivió entre una u otra manera de manifestarse. Pero si existe, como creemos, algún problema que Cote se hubiera propuesto confrontar en esos poemas es el de que reflejasen la poesía de la vida cotidiana en voces cotidianas o, por el contrario, el de presentarla con cierto hermetismo que, si no le era de toda su predilección, tampoco quiso tomarlo como extraño. O acaso la cuestión pudo parecerle otra: fundir la intuición y el pensamiento poético, por intrincados que fuesen, con el habla corriente. En todo caso, la entonación natural que consiguió para su verso le fue fruto, tanto como la simbólica o abstracta, de una elaboración minuciosa hasta conseguir con ella el equilibrio que deseaba para aquel entrelazado tono suyo de ensimismamiento y vivacidad:

Es que algo sucede bajo la lluvia.
Y difícil de decir: cómo la Joven desposada
tiernamente lava la casta noche de bodas
que en sus manos blanquea la mañana siguiente.

He aquí mis hombros donde el aire pesa
lo que liviana ley quita a los mortales.
Mas el peso no es de afuera: pesa la conciencia, la sombra
como plomo.

La sombra es necesaria para ir a las profundidades.
Por esto aquí, en este cuerpo, hay muchos viajes
para comenzar. Si se extendiera el mapa
de un solo deseo no habría extensión
para contenerlo. De abi que sea tan hondo,
denso y misterioso el reposar de un pecho.

Se advierte en los poemas de Cote la sugestión que el mundo de la inteligencia ejerció en ellos. El paso de sus primeras a sus posteriores composiciones muestra el abandono progresivo de asuntos que en principio, como ya se ha anotado, las confinaban en una atmósfera sentimental. Cada vez fue en él mas decidida la búsqueda de una emoción poco obediente a los estímulos del corazón o de los sentidos. Fue imponiéndose, exacerbada en su pureza, la pasión mental. Que hizo de su poesía, no solo por cierta reserva del acento sino también por su sentido de exploración y de conquista del espíritu, una obra que aspira al inlerés de quienes buscan en el poema algo distinto a un arrebato de efusiones.


La "nota preliminar" que introduce a Estoraques, de Hemando Valencia Goelkel, es otra entre las afortunadas páginas de este escritor. "Es él quien en cierto sentido tiene la razón", dice Valencia en un pasaje de su texto refiriéndose a Robert Graves. Y lo que suscita la controversia o la duda es este llano testimonio del inglés:

"Escribo poemas para los poetas, y sátiras grotescas para los refinados. Para las genios en general escribo prosa, y estoy contento de que no se den cuenta de que hago algo más. Es un derroche escribir poemas para quienes no sean poetas".

Pienso en la certeza de la frase úllima. Y la pienso, si escrita por un poeta como él. exenta de toda vanidad.

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JAIME GARCIA MAFFLA

EL MILAGRO... (Un poema de Eduardo Cote Lamus)

Porque él era en la culpa su condena. Eduardo Colé Lamus

"El Milagro" es el último poema de Los sueños. Era el tercer libro de Eduardo Cote Lamus, y acaso el que mayor sugestión ejerce sobre mí. En el encuentra Cote defininitivamente su camino poético y ese encuentro es un transito:

Yo padecía la luz, tenía la frente
igual que una mañana recién hecha,
luego vino la sombra y me sembró
sin darme cuenta la señal amarga.
("La justicia")

Y en el tránsito llega la condena:
... uno tiene que cantar
porque un nuevo Caín es ser poeta
(" La Justicia")

Entonces, son la caída y la condena las que dan forma al canto:
las palabras serían desde entonces
una visión del mundo derribado
en sueños...
("La justicia")

Por esta senda de expiación que da en el poema "El Milagro", todo ha de ir a lo interior: será un lento trabajo de introspección y duelo, una aventura casi alucinada y un escenario triste por el que van pasando las figuras del mundo, las sombras de los seres, las formas de las cosas, los instanles. los actos...

El poema, luego de la invocación y la alusión al sufrimiento de quien escribe y vive, se abre con el espectáculo de una procesión, en medio de la cual ha de venir el pensamiento sobre la propia vida: es un paisaje humano hecho de oscuridad y de miseria, desolación y dolor. Se trata de un bellísimo pasaje que hay que transcribir para dar el aliento general de los versos:

Entre la claridad desconocida
la conmiseración de los cirios:
la noche está de parte del cansancio;
el sonido, penando por la voz.
era el signo doliente que fluía
tras de un murmullo, tras de un vuelo, en tanto
aquellos que sitiados por el mal
yacían en tristísimas literas,
colgaban de sus labios el exvoto
de una plegaria que luchaba por
ser ansia apenas dicha, como
si no fuese pronunciada.

De aquí, lo más valioso acaso sea lo no pronunciado, lo que queda en silencio, el dolor que no logra trascender ni ser comunicado. Estarán lo interior y lo real en medio de los cuales se ha de dar la agonía: la realidad y la interioridad como opuestos que sin embargo no pueden evitarse, y sólo en su conciliación ha de darse el suceso de la vida.

Hay también que decir que "El milagro" anuncia los motivos centrales de los dos siguientes libros de Eduardo Cote Lamus: La vida cotidiana y Estoraques, donde aborda la vida de los hombres en el mundo y en la historia, conservando invariablemente el círculo último de la interioridad en soledad. Pero "El Milagro" es una plegaria.

De juera vengo, fuera voy, no salgo.
Se me negó lo que antes aguardaba:
una plegaría para velar mi
sueno. Sigo las horas, ¡tierra mía
del alma! A veces creo en ti, mi vida.

Acerca de Los sueños se ha dicho que se trata de poemas oscuros, conceptuales, casi impenetrables, hechos de asociaciones interiores, de monólogos e imágenes venidas casi de la inconsciencia. Cote no habla en ellos de sí sino habla para sí, se habla y se escucha, le habla a su destino, al corazón a solas y le habla a la ausencia de su propio ser. Habla e invoca o poetiza y reza, y de ello nos queda un testimonio, el último poema de los sueños: "El milagro", cuyo motivo es la peregrinación a un santuario de la Virgen María.

Algunos la llamaron Medianera
para otros fue Stella Matutina.
"Madre, dijo Jesús, sé de los hombres
lo que la sal al mar, lo que la vida".
Antes un ángel la nombró María.
Él fue a Portugal para buscarte.

El poema es un voto y un llamado que se devuelven hacia la propia angustia, un regreso un exilio: es una peregrinación. Hace alusión a un volver de la luz, y las nociones de luz y de sombra son capitales en Los sueños, porque expresan la dirección de la interioridad solitaria según esté vuelta hacia la realidad o hacía si misma, y en el poema hablan del afán de un corazón que pide y le es negado o se niega así mismo: la luz es armonía con el mundo, y el hallazgo de lo interior es rompimiento de esa armonía. Así habla de los sueños como de una prisión. En últimas, de lo que se trata es del sujeto y del mundo, de su yo y de las cosas, de la agonía y la vida. Estar dentro de sí no significa romper con e! mundo, pero sí que en el mundo la propia alma no encuentra respuesta, siendo que lo que vale es el ansia de ser en ese mundo. Pero la propia vida y la propia conciencia se lo impiden. ¿Qué son la culpa y la condena? Parece que el milagro es seguir en la vida, cuando todo en el propio interior conspira contra ella:

Vivía pero el aire le faltaba.
Enfurecidas aves como puños
dementes exigían el destino.
Adelante iva el canto con su estatua
entre las manos juntas de los fieles.

El oficio del hombre es cumplir su destino, llevar a término la propia existencia en el universo de los otros, que se revela como extraño y para e] cual no cuenta la situación de la propia alma: se es y no se es, o se está y no se está, y en esta dualidad se cumple el castigo:

Vuelvo de la luz pero la luz tiene
los vencimientos de la espada, el filo
con que ella se derrota y traspasa.

Dirá, y luego:

Vengo de querer ser como los angeles.

Habla también de la derrota. El motivo del poema consiste en que la angustia del corazón y del anhelo no encuentra respuesta en el mundo de los otros, aunque no por ellos sino por el corazón mismo, y en que, como una exigencia, el propio existir se propone como un hacer y actuar en la vida de todos. Asi, este faltar del aire. del aliento, es la expresión de un estado límite, del estadio final de una zozobra en medio de la cual sobreviene la pregunta por el hecho mismo de existir, pregunta que, por este rompimiento frente a la realidad de todos, se hace parte de la vida y para la cual no se espera una respuesta sino se formula nada más como expresión de esa zozobra.

Una pregunta, sólo una pregunta:
Qué es la muerte, que puede ser la vida?

También se trata de la fe perdida, de la cual solo resta el ritual. El poema tiene como punto de partida una invocación a lo celeste, la mirada a María y estar entre los fieles, pero lo que importa no es este dirigirse a una instancia sobrehumana sino las circunstancias y el estado espiritual que han llevado a volver la mirada hacia allí:

Llevaba caminado el corazón,
pecho de par en par, como tu cielo.
La mano cimbra: fui para saber
y regresé negado. Esto que escribo
lo padecí en tu nombre donde la luz
fue concluida. Ahora, perdóname

Y luego:

Nada. Esto lo digo yo, el prisionero.
Y desde dentro fui a mi piel, por esto
tengo andado el camino de la carne.

Lo que aquí está dramáticamente contenido (tras el verso: "He golpeado en una puerta, y nada") es el sentimiento de sí y de la realidad de todos como lo diferente, un ir estéril hacia lo de afuera en busca de un significado, de un contenido y de una dirección que justifiquen el propio existir, la fe y la pasión. Si se han roto los lazos con el mundo es porque la propia alma se ha negado, aunque sin proponérselo y como una expiación. ¿Oh es que se trata de la expiación de algo que no se sabe ni se nombra? Entonces, en esta negación, aquello que sobreviene es el sentimiento de exclusión, y al lado de ésta el presentimiento de la existencia concluida:

Lluvia abajo, esperando: manos, ojos:
acaso la esperanza, acaso el sueño.
Todos abrimos el amor durante
una esperanza: la piedad, la luz
piensa encenderse y el pecho queda solo,
oscuramente solo. Advenimiento
de otra distancia. Cómo ir, volver,
y limpiando las llagas, regresar?

El poema es oscuro, o casi indescifrable, pero se desarrolla en la contraposición entre la interioridad y la realidad o el corazón y el mundo. El peregrino ha llegado a un santuario, pero tal sitio no es más que el testimonio de su propia caída: no va a él sino ha llegado a él. Hay una atmósfera de pesadumbre, de pérdida y zozobra, de reclusión y de dolor que va dibujando una sucesión de pensamientos sin ilación y sin destinatario. Están el protagonista y quien escribe, que al final se hacen uno y son el mismo en esta senda de la desesperanza. Ahora bien, delante del estado de reclusión en si mismo y en medio de esta desesperanza que signa el presente se levanta la imagen de la infancia. Y la infancia viene a ser el momenlo en el cual la realidad y el mundo son un campo dispuesto, como el propio existir un campo ilimitado, cuando "lo otro" no es ajeno, ni hostil ni indiferente, momento en el cual la existencia está todavia depositada en las propias manos y la vida está hecha de aire respirable. Sólo que la vocación de la infancia no representa un alivio ni un asidero, sino, por el contrario, resulta una intensificación del drama:

En la infancia soñaba con viajar:
tenia unas ganas locas de ver islas
y de llenar la noche con estrellas
nuevas. Si yo no he muerto todavía
para qué recordar. Si soy la huesa
donde sueñan los huesos los abuelos
debo esperar, pedir, tender la voz
a la limosna, al triste pan de vida.

Entonces ha de venir la plegaria. A veces, el poema parece convertirse en un delirio. La espera es un instante vacío, de súplica, de irrealidad y de abandono. Aquí, en este no tener ya nada delante, surge la noción central del poema, al la cual hace alusión el título, noción que se formula diciendo que vivir no es más que el acto de sobreponerse. En una primera instancia, esta noción formulada está nada más como un hacer frente a las cosas y así mismo, un desesperanzado y heroico sobrellevar la realidad:

Nada resta
sino el último esfuerzo. Mas si todo
se pierde iodo sobra.

Y en otro lugar:

El todo es esperar cuando se han hecho
los mayores esfuerzos. Pero allí
en ese instante todo se le olvida.
No basta el sufrimiento, ni la falta de ansia
si se desea...

La expresión es casi críptica. Y es este hacer frente a algo casi instintivo, un acto despojado de razón, un sobrevivir que lo une a los otros peregrinos, a esa mullitud que da lástima y que es su propia herida. Es el desfile de exvotos, cirios y literas entre la conmiseración. Sin embargo, en un segundo paso, delante de la zozobra del sentimiento de la existencia concluida, se abren las circunstancias de la propia intimidad y este sobreponerse al mundo y así mismo se convierte en un acto encaminado a instaurar el movimiento de la propia existencia en el circulo cerrado de lo íntimo:

Yerma la noche, yermo el día, yermo
el aire, lo tremendo de las aves
caídas, desalado del cielo, sólo
a veces una página escrita:
"Estoy íriste por nada, porque estoy
trisle. Mas hoy cerré muy bien las puertas,
cerré mi cuerpo para no salirme.

"El Milagro" es un poema entre narrativo y reflexivo; es una historia en la que el protagonista habla de su caída y de su sueño en un isntante último, cuando se mira en medio del presagio del fin.

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DAVID BONELLS

Epílogo

El tiempo, del que tanto hablaba en sus versos, ha terminado por hacer justicia a Cote. Le ha otorgado el respeto de los Nortesantandereanos y el lugar que le corresponde en el panorama de la Literatura Nacional.

Extraña personalidad la suya. Alternaba la política con la literatura y las dos cosas con una pasión desenfrenada de vivir. La fuerza de su poesía radica precisamente ahí.

Su itinerario político y literario estuvo siempre orientado hacia el acierto. No se contentaba con lo ya adquirido, quería superarlo todo. Era un hombre en permanente ascenso: Diplomático, Secretario de Educación, Parlamentario y Gobernador de su Departamento, la muerte lo sorprendió cuando el Presidente Valencia lo acababa de llamar a ocupar un ministerio.

Igual cosa sucedió con su quehacer estético: Su obra es el resultado de un trabajo intenso. Cada palabra, cada verso de sus dos últimos libros revelan el conocimiento del lenguaje y el sentido justo de la expresión.

Y es que Cote no daba puntadas al azar. No se dejaba subyugar por el simple juego de adjetivos, ni cocinaba sus versos en los manidos moldes poéticos generacionales. Su poesía obedecía a un laborioso trabajo de alquimista. Era un poeta de taller.

A tres décadas de su muerte, la obra de Eduardo Cote Lamus se ha liberado de las ataduras del tiempo. Forma parte ya del patrimonio político e intelectual de nuestro Departamento. Su nombre quedará definitivamente vinculado a la vida Colombiana, y especialmente, a la vida del Norte de Santander.

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