HOMENAJE
Por: JOSEFINA
ARÉVALO CLARO A pesar de mis escasos conocimientos sobre poesía colombiana,
comparo los versos de mi padre con los del poeta: Guillermo Valencia de quien
leí varios de sus poemas, escritos en laminas de mármol en la pared de su casa,
en su ciudad natal, Popayán A muchos de los personajes a quienes
él dedicó versos, no los conocí, pero desde el momento que me dediqué a leer
y recopilar nuevamente sus escritos, siento que ya forman parte de mi historia.
Para mi papá, el escribir un poema, un soneto o un acróstico era tan
importante, que este momento se convertía en un ritual especial al que nadie
tenia acceso, solo él y su sentimiento, por eso, las personas merecedoras de sus
versos fueron privilegiadas, y muy significativas en su vida. Cuando
se recorren una y otra vez las páginas de Canción del Terruño, se advierte
que nada tan preciso como el nombre, para este poemario, ya que se percata cada
vez más el aroma de la tierra, el calor de la familia y la lealtad por los amigos.
Los adjetivos que utiliza en todos sus escritos son muy acertados porque
al hablar de Colombia, de América, de La Playa y hasta de la palma de vino,
que creo debe haber mucho playero que no se ha percatado de la presencia de ésta
al lado de la carretera en el paseo tradicional a los estoraques, se siente el
amor a patria. Su familia fue motivo preferencial para su inspiración,
en especial sus nietos a quien adoró con el alma, sin dejar por fuera a su adorada
Clara, su Madre, sus hermanos y sus hijas. Nada tan premonitorio como
sus palabras dedicadas en mis quince años ¨No te muevan las falsas ilusiones
aunque tengas el alma adolorida¨. Pero... personalmente me estremece su soneto
NOSTALGIA, que es como su despedida de este mundo después del deber cumplido.
Han pasado varios años de su ausencia, pero cada vez lo siento más cerca
de mi corazón. |