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abajo del CIELO Nuestra familia, Barriga. Desde 1853 hasta 2008 ALFREDO
BARRIGA IBÁÑEZ | ||||||
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Podrá considerarse la magnitud de la expresión atribuida a Libardo Parra Toro, conocido como Tartarín Moreira, poeta del grupo de los "Panidas" de Medellín, en el instante posterior a la muerte de su hijo, "¡...en todo, en todo me obedeció mi hijo. La única vez que me desobedeció fue cuando se murió!". Tremenda, como temática de la tristeza, la frase pronunciada señala no sólo las categorías de modo, tiempo y lugar en que fuera pronunciada, también puede indicar la desesperanza y la tortura del corazón ante la muerte de un hijo, que es en la vida lo que más se quiere. En el tío Honorato(1), el anterior padecimiento le trajo sus desdichas, no sólo en una sino en múltiples ocasiones durante el fin matrimonial perseguido por él y la mujer que más adoró en su existencia, doña Ana Rosa Torrado. Salvo el amor que brindó a doña Rosa Posada en su época de soltería, con quien tuvo un hijo denominado Vidal(2), al tío Honorato no se le encuentran otros amores. Su hogar fue uno solo; y dentro de él, la alegría por el nacimiento de sus retoños podrá considerarse como una forma sana con que la naturaleza cumple con los preceptos divinos. Sin embargo, esa alegría logró cambiarse por la nostalgia ante el fallecimiento de muchos de ellos. He preguntado a varios descendientes de segunda línea del tío Honorato(1), entre ellos a Antonio(3) Vergel Barriga, a Ana Rosa(3) Peñaranda Barriga, a Antonio(3) Barriga Vergel, y otros, sobre los nombres de sus tíos; y ellos responden que sólo saben de Otilia(2), de Rosana(2), de María Elena(2), de Edilma(2), de Vidal(2), de Carlos Emiro(2) y de Alberto(2), de quienes, con excepción de María Elena(2), hay hijos. Agregan, además, haber sabido de Luís Antonio(2), un tío que falleció en la década del cuarenta del pasado siglo. Desconocen los nombres de Sara(2), Rita María(2), Carlos Julio(2), María Esther(2), Isabel(2), José del Carmen(2) y Celina María(2), nombres que reposan en Actas de Nacimiento tanto de Ábrego como de Ocaña. La pregunta es, ¿Si sólo hay datos sobre Luís Antonio y Rita María como hijos de Honorato(1) y Ana Rosa que fallecieron, qué ocurrió con los demás que desconocen?. La otra pregunta es, ¿Si de éstos tampoco identifican descendencia alguna, qué pasó con ellos?. La respuesta está dada dentro de la lógica: seguramente murieron a temprana edad. ¡Qué pesar por un hombre tan especial que como el tío Honorato(1), le haya tocado soportar tan inmensas desdichas!. A
continuación, la lista de todos sus hijos. En una columna se lee NCMTO.,
significa NACIMIENTO. En otra se aprecia BTMO, quiere expresar BAUTISMO. Ellas
contienen las fechas en que hubo nacimientos y respectivos bautismos. 1.
Vidal Rosa Posada. 18 IV 1908. 15 VI 1908. 214 12 2.
Rita Ana Rosa 21VII 09 25VII 09 318 12 3.
Otilia. Ana Rosa 21XI 10 28VII 11 13 4.
María Ana Rosa 6-V 12 9X 12 173 13 5.
Rosana Ana Rosa 14-IX-14 25- I-15 90 13 6.
Sara Ana Rosa 1-XII-15 2-XII-15 453 13 7. Luís Antonio, casado con doña Margarita Álvarez. Comerciante extraordinario y con una visión sorprendente en la realización de sus negocios. Poseyó, y en tan corta edad, varias empresas, entre las que se recuerdan un gigante depósito de materiales misceláneos, una fábrica de jabón y otra de velas. Hijo de Honorato(1) y Ana Rosa; está enterrado en el cementerio principal de Ocaña y en la misma tumba de su padre, ubicada mediante el número 396. Murió en Ábrego el 17 de julio de 1940 a los 22 años, de "revotación" biliosa (sic), según lo dice la Partida de Defunción. Se le dio sepultura con rito de segunda clase. Si nació en Ocaña, tuvo que haber sido en 1918; o sea, antes de su hermano Alberto. Tuvo un hijo, póstumo, llamado Luís José. Nacido el 19 de 0ctubre del 40; bautizado el 20 de octubre del mismo. PADRINOS, Leopoldo Álvarez y Rodelinda Vera, según consta en el Folio 262 Libro 24. Murió el 22 de octubre de 1940, tres días después de nacido y por haberse roto el cráneo, como así lo expresa el certificado de defunción. ¿Qué le pasaría?. Se le dio sepultura con rito de cuarta clase. 8.
Alberto Ana Rosa 1-I- 21 17-IV-21 262 36 9.
Carlos Ana Rosa 11VII-22 15VII-22 25 37 10.
Carlos Ana Rosa 26-IX24 5-XII-24 296 37 11.
María Ana Rosa 163 37 12.
Isabel Ana Rosa 28VIII-26 2X-26 150 38 13.
José del Ana Rosa 14VIII-27 20VIII27 270 38 14.
Edilma Ana Rosa 10XII28 13VI29 61 39 15.
Celina Ana Rosa 18-VI-30 30-IX-30 343 19 . ACLARACIÓN: En los datos anteriores se observa una columna denominada LIBRO; y debajo de ésta, sucesivamente unos números. Pues bien, los números 12, 13 y 19, corresponden a LIBROS que contienen actas de nacimiento en la población de Ábrego; los números restantes, 36, 37, 38 y 39 pertenecen a la Iglesia Santa Ana, cuyo Párroco, Monseñor Bayona, también de Ábrego, se comportó maravillosamente en los momentos de la presente investigación ancestral.
A nivel universal, la distancia ha sido una de las causas del escaso o nulo conocimiento entre los integrantes de las ramas familiares. Por el contrario, la cercanía siempre es un estímulo para el aprecio. A manera de ejemplo, los Barriga descendientes del abuelo Ángel Ricardo, ubicados en Convención, Norte de Santander, hijos de María(1) y de Gilberto(1), siempre permanecieron unidos, en una ocasión bajo un mismo techo; después, bajo un afecto en el que se compartían abrazos, felicidades, nostalgias y hasta la comida si alguien la necesitaba. La tía María(1), cada vez que veía llegar a cualquier sobrino, la pregunta más importante de su curiosidad, era, "¿Ya almorzátes?", cuestión que de contestarse negativamente bastaba para que ella de inmediato, así fuera de su propio plato, acomodara la porción con que quería satisfacer nuestras angustias. ¡Tan bella!. De igual manera sus hijos, con quienes la diferencia de algunos años de edad nos obligaba a brindarles, junto al cariño, un respeto digno de todas las consideraciones. Era un circuito cerrado conformado por Barriga Ibáñez- Solano Barriga; y en esa área nos identificábamos hasta los dolores de estómago, las felicidades decembrinas, los noviazgos con otras fuentes de la sociedad, las ilusiones educativas y hasta los sufrimientos por irremediables ausencias. Nos quisimos mucho. Afecto que incluso se prolonga entre los descendientes, que son prácticamente seguidores de una hermandad no solamente dada por el apellido sino por las influencias de la sangre. Los Barriga de Convención, doce hijos de Gilberto(1) y ocho de María(1), especialmente los ubicados de la mitad hacia abajo respecto al orden de nacimiento, al principio no supimos de los Barriga de otras poblaciones. No fue sino que ellos llegaran para que la sorpresa y las alegrías se proyectaran hacia sus vidas. Los primeros que arribaron a nuestro hogar, el de mi padre Gilberto(1), fueron Alberto(2) y Carlos Emiro(2), hijos de tío Honorato(1). Ya eran hombres y nosotros apenas unos niños. Venían por cuestiones de negocios y en sus propios camiones. Iban de paso. Año de 1953. Con su llegada, al viejo se le notaba que había aparecido la felicidad. A nosotros también, porque nos daban monedas. Pero nos ponían a bajar arrobas de café o de harina desde sus automotores. Había estimación para ellos. ¡Claro, eran primos!. Tres o cuatro años más tarde; y después de muchas llegadas, uno de ellos, Emiro(2)(Miro), trajo un hijo, Jairo(3), de nuestra misma edad, y con su llegada nos pareció que alguien de similares sentimientos había venido para configurar nuestros regocijos. Lo tratábamos con el mismo aprecio con que considerábamos a los primos cercanos, los hijos e hijas de la tía María(1), que eran mayores. Después volvió, ya en plena pubertad, y fue el motivo para que los bailes juveniles de Convención se agrandaran mediante la participación suya y nuestra. Época del sesenta. Cervecera. Trasnochadora. Deliciosa. Y más con su presencia; que armonizaba con su cualidad de buena persona. Y no lo volvimos a ver, especialmente yo, sino después de cuarenta años, cuando ya las arrugas empezaban a hacer estragos en las mutuas lozanías. Y sucedió lo mismo que antes, en torno a la estimación; acrecentada porque el abrazo tenía el sello del antiguo afecto y la etiqueta del escabroso "Bolegancho". Edilma(2), hija de Honorato(1) Barriga, también estuvo en Convención en compañía de su hermano, Alberto(2)(Beto). Parecía una diosa por su esplendor; mujer agraciada que colocaba en sus encantos la arrogancia de su juventud en comportamientos sanos de admiración, hechos divinamente para la dulzura. Tan atractiva y tan bella. Y este era el problema para mi padre Gilberto(1), su tío, quien, por estar cuidándola, se alejaba momentáneamente de su trabajo y en un orgullo que llegaba hasta los cielos imponía respeto a los enamorados que se le acercaban. Cuentan mis hermanos mayores que el viejo se enfrentó a un galán, personaje de estirpe económica a quien se le conocían sus fechorías en los noviazgos, y no fue sino notar el recelo para que así lo consolara: "¡No se preocupe, tío, que este bobo no hace parte de mis ilusiones!". Y tenía que ser así, ya que ella, despreocupada y feliz, se marchó al siguiente día a Ocaña, lugar de su residencia. De haberle gustado, hubiera regresado; y no lo hizo, pues para la época tenía un destino ensortijado con el hombre que más amó su corazón y con quien organizó su descendencia: Don José Rosario Peñaranda. Con la visita que hicieran Carlos Emiro(2), Alberto(2) y Edilma(2), hijos de Honorato(1), a Convención, el aprecio por los primos Barriga se ensanchó. Lo cual igualmente sucedió cuando, por el mismo periodo del año 55, observamos llegar, en esta ocasión al hogar de la tía María(1), a Sixto(2), Marlén(2), Mercedes(2) y Eduardo(2) Barriga Suárez(2), hijos de tío Sixto(1) y Doña Elvira Suárez, también ya fallecidos; y ese fue un motivo para comprender que, similar a esa forma de las hasta ahora conocidas dos familias, (la de Gilberto(1) y María(1)), nacieran complacencias por los dos nuevos miembros de una misma sangre, los de Tío Honorato(1) y Tío Sixto(1). Y qué lástima no haber conocido en esa etapa a los descendientes de Ricaurte(1), Verardo(1), José del Carmen(1) y Eugenio(1), de quienes tuvimos certeza de su existencia, especialmente de los últimos, muchos años después, cuando ya los hijos del principal tronco, Ángel Ricardo, habían fallecido. Hace aproximadamente veinte años y bajo una anécdota digna de comentar en renglones adyacentes de este ensayo, los Barriga de Convención supimos sobre la presencia de una familia de similar apellido por las regiones de Valledupar. Después de algunas idas y venidas comprendimos que se trataba de los descendientes de Tío Eugenio(1), uno de los primeros hijos del segundo matrimonio del abuelo Ángel Ricardo, perdido desde la época de su adolescencia, cuando la guerra de los Mil Días atropellaba la existencia de sus generaciones. Con algunos de ellos nos conocimos posteriormente y no sobra decirlo, son excelentes. De igual manera, y esto no hace sino pocos meses, por motivo de las investigaciones que conllevaran a la acumulación de datos para el presente estudio, encontramos en la población de La Playa de Belén una ancianita de 95 años de edad, cuya figura, expresión de sus ojos, timbre de voz, arrugas en su rostro y en sus manos, nos dio a entender que era de nuestro apellido, pues se semejaba inmensamente a la tía María(1). Después ella misma nos comentó que era hija de José del Carmen(1) Barriga, hermano de mi padre Gilberto(1), lo que nos indujo a besarla, a abrazarla, a consentirla; situaciones que más tarde y con gran alegría me tocó repetir al encontrar por los lados de Cúcuta una hermana suya, de 81 años, con descendencia también maravillosa para el estímulo de nuestras alegrías: Ramona Ecilda(2). Más adelante, en la sección que corresponde al Tío José del Carmen(1) Barriga Pérez, se conocerán sus historias. Sobre los hijos de Tío Honorato(1), fue un gran placer haber conocido y disfrutado la cercanía de Alberto(2) "Beto", Carlos Emiro(2) "Miro" y últimamente a Edilma(2) "Mima", cuya muerte en el 2005, en verdad, nos hizo entristecer el alma. Si con ellos fue una alegría, un inmenso pesar fue el no haber conocido a las demás hermanas, Otilia(2), madre de Antonio, Javier y otros primos de apellidos Vergel Barriga que después enunciaremos; a María Elena(2), maestra toda una vida y sin descendencia, cuyo sentimiento maternal dejó plasmado en el espíritu de Jairo Barriga(3), hijo de Carlos Emiro(2) como ya se comentó y a quien crió bajo insinuaciones de un recto vivir; y haber conocido a Rosana(2), madre de Fanny(3), Mary(3) y demás hermanas de apellido Torrado Barriga a indicar posteriormente. María Elena(2) y Edilma(2) murieron en Cúcuta, 1995 y 2005, respectivamente; Otilia(2) en Ocaña y Rosana(2) en Bahía Solano(1958), departamento de Chocó, lugar en donde se hallaba trabajando su esposo, Don Hernán Torrado.
De acuerdo con los datos obtenidos en libros eclesiásticos de Ábrego y Ocaña, se logra concluir sobre el nacimiento de quince hijos. Catorce con su señora, Ana Rosa Torrado, y el que engendrara con la señora Rosa Posada, antes de casarse, llamado Vidal. A continuación, algunos complementos sobre la descendencia de Honorato(1)Barriga León, de la que solamente quedaron siete hijos: 1. ELENA(2) BARRIGA TORRADO. No dejó familia. En su vida se desempeñó como maestra en algunas poblaciones del Departamento, siendo en mayor frecuencia la de su ciudad natal, Ábrego, lugar en donde muchos de sus alumnos la recuerdan con gran cariño. Fue una de las primeras docentes de la Normal de Ocaña. Poseyó un colegio en Ábrego durante la década del cuarenta del pasado siglo. Fue profesora de Rosa María Peñaranda, esposa de Carlos Emiro(2) (Miro)Barriga. A un hijo de éste, Jairo(3), le brindó todos los cuidados y atenciones de una verdadera madre. Jairo, residenciado en Bogotá, a su vez tiene dos hijas: Lina(4), estudiante, y Alejandra(4), quien es actualmente Ingeniera Industrial. Con
excepción de Edilma(2), Otilia(2) hace parte de aquellos familiares a quienes
no tuve la fortuna de conocer. Está enterrada en Ocaña en el mismo
panteón en que reposan sus padres, Honorato(1) y Ana Rosa, y en el que
también se halla su esposo, don Cayetano Vergel Páez, igualmente
de Ábrego. Otilia murió el 19 de febrero de 1996, en Ocaña.
Sus hijos son: 3. ALBERTO(2) BARRIGA TORRADO. Casado con doña Fanny Vergel. Sus hijos son: -Javier(3) Alberto Barriga Vergel. Nacido el 14 de julio de 1954, en Aguachica. Excelente humanista y Abogado. Representa esa cuota con que el apellido Barriga ha sentido la nostalgia de la Colombia amarga, asediada por la violencia desde los orígenes de su vida republicana. Cayó asesinado el 16 de junio de 1995, cuando apenas contaba con 41 años de edad. Dejó tres hijos: Tania(4), Mauricio(4) y Alberto(4) Barriga Daza. -Luís Antonio(3) Barriga Vergel. Nacido en Ocaña en el año 1956. Es ingeniero Civil con obras de reconocido nombre en todo el Norte de Santander. Actualmente radicado en Cúcuta. Ejerce su profesión en su ciudad natal y en otras regiones del departamento. A él se le debe la investigación del apellido Barriga para la confección del respectivo árbol genealógico y del cual, mediante su autorización, me auxilio en la realización de algunas estructuras del presente ensayo. Tiene dos hijos: Sergio David(4) Barriga Rodríguez y Julián Andrés(4) Barriga Rodríguez. -Martha(3) Barriga Vergel. Nacida en Ocaña. Es graduada y ejerce su profesión como Administradora de Empresas. Reside en Cúcuta y tiene dos hijos: Lorena(4) Landazábal Barriga, abogada de profesión, vive actualmente en Londres con su niña, Sofía(5) Rodríguez Landazábal. Fernando(4) Landazábal Barriga, licenciado en Educación Física, es también hijo de Martha(3) . -Yolanda(3) Barriga Vergel. Nacida también en Ocaña. Pintora, y su técnica predilecta, el óleo sobre tela. Los tópicos de su preferencia tienen relación con el paisaje. Una de sus obras, dentro de tantas, se llama "Mi bello Valle", un tríptico en el que plasma la tierra en que vivieron sus ancestros paternales, Ábrego. Reside en Cúcuta y tiene tres hijos: Catherine(4), Cristian(4) y Jessica(4) Durán Barriga. -Luz Enith(3) Barriga Vergel. Nacida en Ocaña. Comúnmente denominada como "Lucy". Residenciada en Cúcuta y próxima a obtener el título de abogada. Tiene una hija: Yenny Andrea(4) Gómez Barriga, quien a su vez posee una hija, Laura Nathaly(5) Hurtado Gómez. 4. CARLOS EMIRO(2) BARRIGA TORRADO. Son sus hijos: -Jesús(3)
Barriga Peñaranda. Casado con la Señora Lelia Rodríguez Cárdenas.
Residenciados en Cúcuta. Tienen dos hijos: Andrea(4) y Estéfanny(4),
estudiantes. Son hijos prematrimoniales, además, de Jesús: Fabio(4)
y Mónica(4) Barriga. También estudiantes universitarios. Los anteriores son hijos y nietos de Carlos Emiro(2) Barriga Torrado y Doña Rosa María Peñaranda. Los siguientes también son descendientes de él, tenidos antes del matrimonio: 1.
Emiro(3) Quintero. Radicado en Cúcuta. Tiene seis hijos. John Alexis(4)
Quintero Duarte, bachiller. Un joven emprendedor, lamentablemente asesinado dentro
de esta violencia que debilita la patria. Murió el 26 de abril del 2007.
También son hijos de Emiro: Gérson Emiro(4) Quintero Duarte, bachiller;
Edwin Erney(4) Quintero Duarte. Estudia Ingeniería Industrial. Cristian
Emiro(4) Quintero Niño, es Zootecnista-veterinario; Fabián Emiro(4)
Quintero Niño, estudiante; Andrés Leonardo(4) Quintero Niño,
Ingeniero Electrónico. Asimismo un representante en la rama de la ciencia.
Ha creado entre otras cosas, un robot, en vía de perfeccionamiento, cuya
función se fundamenta en caminar e ir a apagar una vela para inmediatamente
regresar al lugar de origen. 5. EDILMA(2) BARRIGA TORRADO. Casada con don José Rosario Peñaranda. Deja los siguientes hijos: -Luís
Antonio(3) Peñaranda Barriga. Casado con doña Aleyda Jiménez.
Sus hijos: John(4), José Luís(4) y Ángel David(4), todavía
estudiantes. 6. ROSANA(2) BARRIGA TORRADO. Casada con don Hernán Torrado. Deja las siguientes hijas: -Fanny(3)
Torrado Barriga. Radicada en Cúcuta. Tiene tres hijas: -Mary(3)
Torrado Barriga. Radicada en Bucaramanga. Siete hijos. -Eddy(3) Torrado Barriga. Residenciada en Aguachica, Cesar. Una hija: Celina(4) -Edilma(3) Torrado Barriga. Radicada en Cúcuta, Tres hijos: Érica(4), Harold(4) y Mauricio(4) Sánchez Torrado.
Experimenté gran alegría al encontrar los datos de Vidal(2). Ojeando los folios del Libro de Bautismos que va de 1900 a 1910 y al estar buscando todo aquel que tuviera el apellido Barriga, sorpresivamente hallé en la Parroquia de Ábrego sus referencias, un personaje ligado a mis recuerdos porque al vivir en Convención, le decía "Tío" a mi padre Gilberto(1), y yo, cuando muchacho, sin saber por qué. Vidal era hijo de doña Rosa Posada y de Honorato(1) Barriga. Había nacido en Ábrego el 18 de abril de 1908 y fue bautizado el 15 de junio del mismo, siendo sus padrinos Don Heriberto Garcés y María Trinidad Peñaranda. Recuerdo con gran cariño a Don Heriberto, siempre vestido de negro y con un libro en sus manos; una personalidad de inmensa cultura, seria, respetable, quien viviera por pocos años en Convención en casa de tía María(1) por ser el esposo de su hija, Mercedes(2) Solano Barriga. De Vidal(2) evoco muchas cosas. Su delgada figura, su pelo eternamente blanco, sus ojos verde amarillos; todo, todo parecido a los rasgos de mi padre, incluso su caminado y sus arrugas, especie de sello con el que justamente se marcaba el amontonamiento de los años, pues yo a él siempre lo vi viejo. ¡Claro, había nacido en 1908!. De igual manera conozco el motivo por el cual quedó con apellido "Posada" y no con el que legalmente debió llevar: Barriga. El día en que su padre, Honorato, lo llamó para decirle que lo iba a reconocer, Vidal, quien desde niño empezó a mostrar el genio en los rictus de su cara, le expresó: "¡Papá! Entre Barriga y Posada; mejor me quedo con el Posada". ¿Tenía razón?. Ofrecía su trabajo principal a la Compañía gringa de petróleos, SAGOC, unas veces en el pueblo de Tibú, Norte de Santander, y otras en La Esmeralda, caserío de Convención, lugares a los que llegaba con la paciencia de los "santos" y de los que salía con la impaciencia de los "gringos", de tanto exprimir su sudor. De los "santos", porque Vidal(2) tenía en su casa un taller en el que esculpía a mano o con moldes especiales toda serie de imágenes para vender y también sobrevivir, muchas de las cuales reposan en hogares y en varias iglesias de la provincia. En él se repitió el talento escultórico de su abuelo, Ángel Ricardo Barriga, de altas valoraciones, comentado por varios descendientes y que, al repetirse en sus habilidades, una vez suspendió con una incomodidad de mil demonios al conocer por alguien que el concilio Vaticano II retiró su calidad de "Santo", a "San Emigdio", el de los truenos, rayos y temblores, amigo de los habitantes de Ábrego e imagen producida por él mayormente, y a la cual, por motivo de su "desantificación" no se la volvieron a comprar. En cuanto a la impaciencia generada por el sudor que le extraían los gringos, también está ligada a los peligros ocasionados en su trabajo en plena selva del Catatumbo, cuidando y manteniendo el oleoducto que transportaba el petróleo de Colombia a los Estados Unidos. Una vez, de las muchas, fue atacado por los indios motilones, inabordables en esa época, y de la embestida resultó herido por una flecha que le atravesó su garganta. Él mismo partió el sector de la punta y regresó el sobrante por el orificio de entrada, para luego, sangrando a mares, llegar al hospital de Convención en donde pudieron salvarle la vida. Después de la muerte de su señora, doña Rosa Gálviz, Vidal murió en Ocaña, año 1996. Dejaron los siguientes cinco hijos y nietos: 1. Gloria(3) Posada Gálviz. Casada con don Efraín Quintero, residenciada en Ocaña. Tiene seis hijos; y todos profesionales. Martha(4), Danilo Hernando(4), Jhonny(4), Marcela(4), Claudia(4) y Francisco(4). 2. Azael(3) Posada Gálviz. Radicado en Ocaña. Tiene tres hijos. Jimmy Hernando(4) q.e.p.d; Jhovanny(4) y Nubia(4). 3. Rosana(3)Posada Gálviz. Residenciada en Ocaña. Sin descendencia. 4. Mary (3) Posada Gálviz. Residenciada en Ocaña. Dos hijos: Juan Pablo(4) y Johana(4). Estudiantes. Universitario, el primero. 5. Pablo Helí(3) Posada Gálviz. Residenciado en Cúcuta. Dos hijos profesionales y uno en proceso de serlo: Juan Carlos(4), Ingeniero de Producción y Químico, Pablo Vidal(4) y Armando Hely(4), Administrador Público. GRACIAS, INOLVIDABLE HONORATO(1), TU BONDAD ILUMINA LA HISTORIA DE TU DESCENDENCIA No fue sino conocer tus acciones para empezar a quererte. Con sabor a dignidad, la palabra de tu nombre supo detenerse en la memoria de nuestras gratitudes. Por tu humanismo, especie de paraíso en el que la felicidad significó la complacencia de todos aquellos que caminaron contigo, que sintieron hambre y frío cuando su vida era difícil y tú les diste abrigo. Por tu humanismo, habrá recuerdos en todas las generaciones. Mi padre Gilberto(1) y mi tía María(1), los últimos hijos del abuelo Ángel Ricardo, cada vez que pronunciaban la expresión "gracias", se acordaban de Dios y pensaban en ti, que eras la evocación de todas las noches y todas las mañanas entre un mendrugo de pan y una ternura que se llamaba hogar, y fue el que tú les diste cuando a ellos les asedió la soledad. Qué hubiera hecho mi viejo cuando murió el tuyo; si fue bebé en plena guerra y su orfandad asimilaba las angustias de una patria en ruinas. Ocho añitos tenía cuando le enseñaste las primeras vocales y las normas de una carpintería en donde talló el honor hacia la eternidad. Y más aún, ella mujer, la tía María(1), y bella como lo fue su corazón, qué hubiera hecho sin los consejos de tu aliento y el camino que le mostraste sobre las cosas correctas de la vida. Hermoso Honorato(1), qué lindo hubiera sido el haber expresado en tus oídos un "TE QUIERO TÍO" al verte venir con un ramo de laureles, el mismo con el que, como un vino de exquisitos huertos, rociaste en la bondad de todos tus hijos y todas tus generaciones. Un "TE QUIERO" por el pan que pusiste en las bocas y por el abrigo que extendiste en los lechos de mi papá Gilberto y la Tía María(1), quienes llegaron a la ancianidad por el nutrimento que no sólo fortaleció sus cuerpos, también su espíritu en la pronunciación de tus recuerdos, como si representaran el mismo nombre de la felicidad. Una vez, de hace muchos años, yo, que desde niño y por mi viejo empecé a quererte, de improviso tropecé con una tumba en el cementerio de Ocaña. Decía "Honorato Barriga" y "Luís Antonio Barriga", el hijo que murió a los 22 años y sería con su partida el peor sufrimiento de tu alma. Recuerdo que toqué tres veces la lápida y en ese rito te anuncié el saludo. Era la época del sesenta, la de la juventud, relámpago en el que los nombres y las cosas pasan sin luz y sin sentimientos. Hoy, cuando los años significan arrugas y coloraciones de plata, al investigar y elaborar este ensayo me he dado cuenta de lo importante que fuiste. Cuando leí tu nombre, en varias ocasiones recordé el "Padrenuestro" que siempre vivía en tus labios; y hoy, al examinarlo en el folio eclesiástico de tu muerte, no lo toco con mis dedos; lo hago con las fibras de mi nostalgia para que las palabras sean leídas por las generaciones siguientes y sepan que fuiste un hombre de bien, de caridad, de cielo, digno de todas las imitaciones. En el "Acta de tu Defunción", te dejo mis gratitudes.
"En
la parroquia de Santa Bárbara de Ábrego a cuatro de diciembre de
1946 se le dio sepultura eclesiástica con rito de segunda clase al cadáver
de Honorato Barriga, casado con Ana Rosa Torrado, hijo legítimo de Ángel
Barriga y Liboria León, murió anoche, a las diez, en la población,
de congestión cerebral y a los sesenta y ocho años de edad. Recibió
en forma urgente los últimos sacramentos. Doy fe. Casualidad: Tío Honorato(1) murió el mismo día de Santa Bárbara, 4 de diciembre, santa de su devoción, como es para los ocañeros la Virgen de Torcoroma. Había venido desde Ocaña a visitar a su hija Otilia(2) y en Ábrego le sorprendió la muerte. Allí mismo lo enterraron, por eso la "Partida de Defunción" reposa en la parroquia de Ábrego. Posteriormente fue inhumado en Ocaña, en la misma tumba de su hijo Luís Antonio(2), muerto seis años antes. "Hijo legítimo", según se lee en el "Acta" anterior, significa que Ángel Ricardo Barriga y Liboria León, madre de Honorato(1) en un primer matrimonio, estaban casados por la iglesia, institución religiosa que impartía, para el caso, la legalidad. Muerto en 1946 a los sesenta y ocho años de edad, significa también que había nacido en 1878. Prácticamente murió joven. El tío Honorato(1) se casó con Ana Rosa Torrado, hija de Federico Torrado y Julia Vergel. Ella, su señora, era hermana de quien fuera alcalde de Ocaña, don Luís Felipe Torrado, hermana igualmente de Carmen y de Ramón Torrado. Este último es el padre de doña Elvira, quien a su vez es la madre del Dr. Orlando Clavijo Torrado, un abogado y destacado periodista, buen amigo y ex Juez de la República. Complemento:
Este ensayo empecé a escribirlo en el mes de junio de 2005. Un año
atrás había terminado una novela de género épico que
en octubre del presente 2008 entregaré al concurso mundial, "Casa
de las Américas". La he titulado provisionalmente, "Fueron más
las Decepciones"; o, "El Indeseable Retorno de Enola Gay". En dicha
obra incluyo un personaje principal llamado "Honorato Eugenio"; y es
un homenaje de gratitud a los dos hermanos que más pronunciaba mi padre,
Gilberto Barriga Pérez. El primero, por haber sido su protector; y el segundo,
porque, a pesar de saberlo vivo en alguna parte de Colombia, nunca lo pudo visitar
y, por consiguiente, conocer. Esta historia también se narra más
adelante.
Yo era un niño de ocho años cuando el primo Alberto(2), "Beto", tenía treinta y dos en la época de su viaje a Convención en que le conocí. Su porte cinematográfico se prendió en mi memoria, no sólo por su elegancia sino por la cantidad de monedas que me regaló. Nunca lo olvidé. Además, los niños nunca olvidan a los mayores por la justa razón de tener ya formados sus rostros; más bien éstos confunden el semblante que poseyó el niño en el ayer por haberse sometido a su natural transformación. De manera que cuando, al cabo de aproximados quince años le volví a ver, inmediatamente lo reconocí; pero él a mí, no. Tenía
un hotel en Bucaramanga, bautizado por él como "Hotel Torcoroma",
en especie de gratitud hacia esa virgen de los ocañeros de la que fue especial
y eternamente devoto. Al estar ubicado en el costado norte del Parque Centenario,
lugar en el que funcionaban San Andresito y todas las oficinas de transportes
intermunicipales, ese era el sector en que yo arribaría para viajar a Convención,
después de mi grado como maestro en la inolvidable población de
Piedecuesta. Tenía guayabo, esencialmente del alma, pues el del cuerpo
lo mitigaba con una cerveza que compré en una tienda, abajo del hotel.
En un momento determinado y sin saber que él vivía en éste,
lo vi salir; y fue el motivo de una alegría que desbarató la resaca
del día, ocasionada en la noche anterior por el festejo de un título
que me autorizaba para ejercer mi profesión. Después de nuestro encuentro en Bucaramanga, en el que descubrí su gusto por comer carne y huevos de tortuga, lo volví a tratar muchas veces. Espacio de la vida en que inclusive observé crecer y formar educativamente a sus hijos, todos profesionales actualmente, conocidos dentro de un cariño que prodigué cuando ellos eran, en la "Ciudad Bonita", todavía unos niños. Javier, el mayor, nacido en Aguachica, abogado, intempestivamente asesinado al frente del Instituto de los Seguros Sociales, en Cúcuta, el 16 de junio de 1995; Luís Antonio, ingeniero de reconocida experiencia y realizaciones en tres provincias del Departamento, Cúcuta, Pamplona y Ocaña, lugar en donde ejerce su profesión en el momento; Martha Torcoroma, administradora de empresas, cuyos conocimientos aprovecha en la organización y fortalecimiento de empresas relacionadas con la dirección de condominios; Mary Yolanda, pintora y propietaria de una escuela en la que el arte pictórico se ejecuta en la más brillante de sus docencias; y Luz Enith (Lucy), con realizaciones en grupos teatrales de la región, contadora pública y en preparación para obtener próximamente el título de abogada. Todos ellos son hijos de Alberto(2) y doña Fanny Vergel, matrimonio civil que realizaron en el año de 1952, San Antonio, Venezuela. Además de los anteriores, dejó dos hijas naturales, dignas de mencionar en el presente estudio por sus valores y por la manera sana con que contribuyeron en la prolongación de la descendencia, pues sus hijos también son profesionales. Ellas son, Marlene Márquez, residenciada en San Cristóbal; y Magola Quintero, radicada en Ocaña. El primo Alberto(2) Barriga Torrado nació en Ocaña. En la partida de Bautismo de la Iglesia Santa Ana se pueden observar los siguientes datos: Fecha de nacimiento, primero de enero de 1921. Día en que fue bautizado, 17 de abril del mismo año. Nombre único, Alberto. Hijo legítimo de Honorato Barriga y Ana Rosa Torrado. Abuelos paternos, Ángel Barriga y Liboria León. Abuelos maternos, Federico Torrado y Julia Vergel. Padrinos, Jacinto Tumbargo y Emelina Barriga. (Tumbargo es Quimbayo). Aunque la descendencia del abuelo Ángel Ricardo, especialmente la del tronco desprendido de la abuela Liboria León, se caracterizó por sus inclinaciones al comercio, también se vislumbran campos humanísticos y en ellos en forma excelente la práctica del arte, disciplina del espíritu en la que la pintura sobresale con rasgos afamados. Parece que la primera esposa fuera prima de la segunda, doña Telésfora Pérez, quien también llevaba el segundo apellido, León. Es una lástima que para la realización del presente ensayo no se haya contado con libros parroquiales de Ocaña, esencialmente los que reposan en la diócesis. De haberlo conseguido, el estudio sobre Noé León, uno de los exponentes de la pintura primitivista en Colombia y bien comentado por García Márquez y Obregón, hubiera aclarado lo que se afirma por algunos familiares de la provincia, en el sentido de que el señalado artista hizo parte de nuestra estirpe. Pues bien, en torno al aspecto comercial identificado en primacía por descendientes Barriga León, se puede concluir que "Beto" fue un modelo. Él mismo lo decía: "¡A mí si me venden un bobo, lo compro, pero que sea bien barato. Enseguida lo pongo a que me haga mandados y después lo vendo!". Cumplía así con el principio comercial de invertir bien para después "vender bien". Con su hermano Carlos Emiro(2) ejerció un dinamismo notable en el montaje y triunfo de toda clase de negocios. Le iba favorablemente; incluso si la separación era una necesidad en el logro de objetivos comerciales. Ella se produjo sólo en una oportunidad; aquella en que, por cuestiones de una mejor educación para sus hijos, escogió la ciudad de Bucaramanga en la organización del hotel y la selección de los colegios. Después volvieron a encontrarse; y esta vez por el deseo de tener a su hermano cerca, lo cual sucedió al saber que éste había resuelto radicarse en la ciudad de Cúcuta, en donde el comercio internacional invitaba a la adquisición de un mejor porvenir. Fue entonces cuando resolvió trasladarse y montar el Hotel Colón, ubicado en el parque del mismo nombre, el que junto al Hotel Torcoroma, situado en el parque Nacional, cuyo propietario era su hermano, también ofreció los resultados de la afluencia venezolana en la obtención de dividendos. Alberto(2)
Barriga fue un familiar extraordinario. Esa parte del fenotipo que caracteriza
a la descendencia del abuelo Ángel Ricardo y dada en su rostro colorado
y en su caminar lento, también se aprecia en la de mi hermano Sixto Fariel(2).
Son idénticos en sus pasos y hasta en el timbre de la voz. La bondad, de
igual manera, estaba en su comportamiento, en un corazón que trabajaba
bajo los impulsos de la responsabilidad hogareña y la atención de
los parientes de otras tierras que acudían a sus servicios. Muchas veces
lo visité, no solamente para saborear sus amabilidades; también
para disfrutar de su humor, que era constante y digno de carcajadas. Una noche,
antes de conducirme a la oficina de Alcohólicos Anónimos, enseguida
de la puerta de entrada del hotel, le recordé la siguiente historia: "Beto" Barriga Torrado: ¡Tanto le quise!. Lo que más lamento fue el no haber podido acudir a su entierro, en Cúcuta, año de 1992, como sí, por fortuna, lo hice varios años antes con su hermano Carlos Emiro(2). La distancia, esa cruel anomalía del la tierra, no permitió el deseo de abrazarlo, incluso de llorarlo en sus arrugas de setenta y un abriles, por lo bello que fue con mi padre y conmigo, desde la época en que, de niño, me regaló ternuras y después, el vino aquel que a ambos nos brindó felicidades. El primo Beto está enterrado en el cementerio San José de Cúcuta, en la espalda de la escultura sobre unas manos que se yerguen hacia el cielo. He visto "Paz en su tumba" y dichas en su alma, y son las respuestas de una virgen de Torcoroma que colocó eternidades en los rincones azules del más allá. Emiro(2), como Alberto(2), fue atento conmigo en la época de mi niñez; y con el tiempo, adornó la familiaridad con bonitas consideraciones. Tenía un corazón para servir y un rostro para las alegrías. Se tornaba rojo en el instante del regocijo, y entusiasmado, para señalar que su optimismo era triunfante. También era serio en sus relaciones sociales y comerciales, que fueron las más visibles en el gobierno de su vida. La amabilidad siempre iba acorde con la forma de su sonrisa, conducta que todos le recuerdan en la provincia de Ocaña, especialmente aquellos que fueron sus amigos y lograron sobrepasar los ochenta que él no alcanzó, pues, a pesar de haber poseído una salud extraordinaria, intempestivamente le apareció la parca cuando su madurez apenas concluía. Se antecedió a su hermano, Alberto(2), en diez calendarios, hasta el día del año 92 en que se encontraron y siguieron, ahora sí, inseparables para siempre, en esa ocasión bajo una felicidad azul, como en sus vidas lo anhelaron. Emiro(2) le llevó a Alberto(2) la delantera en muchas cosas, incluida la de la muerte. En el comercio, labor que primó en los descendientes Barriga León, el primero en llegar y organizar negocios en Ábrego fue él; enseguida arribó Alberto(2). Después regresó a Ocaña en busca de nuevas oportunidades; y no las halló sin la presencia y consejos de su hermano; luego pasó a Convención y territorios de la costa; de igual manera le siguió. Posteriormente se radicó en Aguachica y en Codazzi, lugares en donde montó el "Restaurante Madrid", muy concurrido por trabajadores de las algodoneras, y allí estuvo Alberto(2) con sus dependencias. Cuando se radicó en Cúcuta, desde Bucaramanga llegó su hermano para montar un negocio similar, un Hotel, que ubicado en el costado norte del parque Colón, también dio los resultados que Emiro(2) estaba logrando con el que ya había erigido en el parque Nacional, en cuyo patio regía la Virgen Torcoroma de la que ambos fueron adoradores. Después vino el último negocio, el que para adquirirlo, necesitó del balance de todas sus bondades... y se fue a lo lejos, el 10 de noviembre de 1982, a "más allá del sol", con cuya llama alumbró para que su hermano arribara diez años después y gozara por fin de la ilusión que leyeron y practicaron en la Biblia sagrada de todos sus ancestros. Tuve
la satisfacción de haber asistido al sepelio del primo Carlos Emiro(2),
en Cúcuta, cuyo cuerpo fue velado en su casa del barrio Ciudad Jardín
e inhumado en el Cementerio "Jardines de San José". Me parece
escuchar la voz dolorida de Alberto(2), emitida desde el aposento, en un timbre
que igualaba el sonido que producía mi padre al pronunciar melancolías. Carlos Emiro(2) había nacido en Ocaña; y precisamente dos días antes de que muriera su tío Verardo Barriga León. En su Certificado de Bautismo, (Folio 296, libro 37) se logran apreciar los siguientes datos: Partida
de bautismo Número 2 Se distingue en el margen izquierdo de la anterior Partida de Bautismo una aclaración que dice: Contrajo Matrimonio con Rosa María Peñaranda el 3 de julio de 1953 en la parroquia de Ábrego. Como se observa, Carlos Emiro(2) es netamente Ocañero. En esa misma ciudad habían nacido los hermanos que iban desde Luís Antonio(2) hasta Edilma(2) "Mima", ocho en total, pues los otros siete de los quince, nacieron en Ábrego. Ocaña constituye el área primordial de sus realizaciones y los lugares en donde va a crear un destino en el que el comercio tendrá como modelo las actividades de su padre y de su hermano Luís, verdaderos triunfadores, destino en el que sus relaciones sociales contarán con el ambiente festivo de la ciudad natal y, en torno al amor, con el esplendor de las mujeres. Respecto a la alegría ocañera, comentada y evidenciada en textos que llaman a sus carnavales como fieles expresiones de la cultura, va a tener un contacto en el que dará origen a una forma de los pasatiempos en épocas de fiestas: El Disfraz del Capuchón. Por otro lado y relacionado con las jóvenes de la provincia, especialmente con las de su Ábrego ancestral, va a dar origen a una técnica en el hallazgo del amor, similar a la que mucho después y con otro personaje sería narrada por García Márquez en la obra "Crónica de una Muerte Anunciada". Comercialmente,
Carlos Emiro(2) empieza a organizarse desde la primera mitad de la década
del cuarenta en Ocaña, al principio de su adolescencia. Esto se logra conocer
por un caso que lamentablemente sobrellevó en su establecimiento al acudir
en defensa de su padre, Honorato(1), a quien una persona en estado de ebriedad
ofendió y trató de agredir físicamente. Cuentan que en sus
sesenta y cinco años de edad, su viejo le visitó en el negocio de
restaurante y billares que poseía junto a su hermano Alberto(2), ubicado
en pleno centro de la ciudad y denominado el "A B C". Nadie recuerda
el motivo de la agresión. En todo caso parece que fue ocasionada por el
borracho, ya que, debido a la gravedad de la consecuencia, a "Miro"
no le correspondió pagar ni un minuto de cárcel, pues todos los
asistentes lo defendieron con sus testimonios. Lo que sí se conoce es la
respuesta al ver a su progenitor en peligro, en el sentido de desenfundar una
pistola e inmediatamente dispararle al brazo derecho, lo que en un principio incitó
la huída del ebrio y después su ausencia de la población.
El susto le obligó remontarse para siempre, pues el hombre jamás
volvió. Y con justa razón, ya que, desde la entrada del negocio
y motivado por el grado inseparable con que se trataban los dos hermanos, alguien
le alcanzó a gritar: La verdad, ninguno de los dos era violento. Ya vivieron, ya murieron; y la historia que dejaron aparece sin mancha, aspecto que en forma similar se identifica en todos sus ancestros y familiares de igual o más bajo nivel dentro del árbol genealógico en que se desenvuelve el apellido. Cualquier persona está en la obligación de defender la vida y honra de los seres de su entorno, y con mayor razón si se trata del padre, que, en el caso del tío Honorato(1), dejó admiraciones sobre su conducta, admiraciones que nuestros viejos, Gilberto(1) y María(1), recordaban y son merecedoras de reconocimientos. Junto al "A B C", finalizando la década del cuarenta, Carlos Emiro(2) levantó al lado del negocio de Tobías Vergel un almacén en el que se ofrecía productos de toda índole. Lo denominó "Barriga y Vega", miscelánea cuya propiedad y beneficios compartía con el amigo Luís Vega, un dinámico comerciante con quien se turnaba cada dos días en un perifoneo que publicitaba desde una camioneta panel, por calles de Ocaña y pueblos vecinos, las mercancías que lograban adquirir en otras ciudades. Con el transcurrir del tiempo y quizás por la violencia que para el momento germinó en toda Colombia, el segundo quitó su apellido y retiró sus derechos sobre el establecimiento. Quedó simplemente como "Miscelánea Barriga", pero con la publicidad y fama necesarias para demorar un lustro más, con ganancias que encausaron a Emiro dentro de las inversiones. Compraba y vendía casas, una de las cuales, la más romántica, por sus patios, entejados, solares, frutales y frescuras, apartó para que fuera el nido del hogar que pensaba construir. Pero todavía no tenía novia; y el proceso de su consecución demoró lo que demora un vaso de agua en la boca de un cucuteño enguayabado. Fue
en el año cincuenta y tres. Su juventud de veintinueve septiembres, simpática,
festiva, económicamente resuelta y asediada por bellas mujeres, no aguanta
más la soledad. Piensa entonces en el futuro y se va a Ábrego, pueblo
de sus preferencias y lugar en donde habían nacido sus primeros hermanos.
Allí revoletea en varias ocasiones por el frente de la droguería
de don Miguel Peñaranda, llamada "Fátima", en cuyo mostrador
y parte posterior observa una jovencita muy linda, muy agraciada y tan cordial
que, desde el primer instante en que la percibe, le hace sentir un sudor que no
mana de la frente sino de su propio corazón. No obstante, sigue de largo
para detenerse en cercanía y de nuevo, de nuevo regresar. Regresar para
mirarla, para remirarla detenidamente y permitir con su emoción el loco
deseo de entrar. Un entrar para salir y proseguir de nuevo su camino y a dos metros
atreverse a retornar. Y es otro entrar, otro salir y otro volver a entrar; esta
vez, sólo para preguntar y comprarle un "Mejoral", medicamento
con el cual opta por salir. Y se ausenta y regresa al segundo, ahora para indagar
sobre la efectividad del "Sonrisal". Lo compra y sale, mas recuerda
que necesita agua para su disolución, entonces retorna e ingresa, y en
vez del agua decide preguntar por "Enterovioformo" (sic), el que, en
su afirmación, de inmediato le hace variar el sentido de su dolencia, pues
no está en sus intestinos sino en el corazón la causa de su tribulación.
Al fin de idas y venidas, de entradas y salidas, de medicamentos que pregunta,
compra y no compra, de miradas a la belleza de sus manos, de su cara, de sus labios
y figuras artísticas de pasión; al fin de sus penalidades resuelve
expresar lo que le insinúa su desesperación: Y en eso estriba la semejanza con lo narrado muchos años después por García Márquez en su obra "Crónica de una Muerte Anunciada", similitud no de palabras pero sí en la forma fulminante como Bayardo San Román, sin haberla conocido nunca, requiere el amor de Ángela Vicario, al verla pasar radiante por el centro de la plaza mientras él la observa desde una tienda para decirle, luego, a una empleada, palabras más, palabras menos: "Dígale que me voy a casar con ella...". La
situación de la joven que atendía la droguería fue de sorpresa.
No supo qué hacer, si hablar sobre la efectividad del Sonrisal o las ventajas
del Mejoral o agradecer esas palabras que por lo intempestivas le abstrajeron
el rubor y penetraron fácilmente a su alma. Se recordó que su padre,
Don Ramón David Peñaranda, atendía una paciente en el diván
de la contigua habitación, destinado precisamente para aplicar inyecciones
y el tratamiento de algunas deficiencias de salud, de las que el padre era un
sabio en corregir. En
la mente de Carlos Emiro(2), parece que existió la noción de un
tiempo fastidiado por las distancias; de manera que cuando propuso realizar el
matrimonio a los ocho días, fue el padre quien resolvió la situación: El
casamiento se realizó el 3 de julio de 1953 en medio de una suntuosidad
poco vista desde hacía más de trescientos años por toda la
región. La misa fue concelebrada en la iglesia de Ábrego por cuatro
sacerdotes y participación de doce padrinos, seis mujeres y seis hombres,
esposos de reconocida estimación en la provincia, entre los que se recuerda
a don Carlos Días Bayona y Señora y a don Socorro Carrascal y Señora.
Asistieron familiares y amigos invitados del mismo Ábrego, de Ocaña,
de El Carmen, de Río de Oro, de La Playa de Belén, de Convención;
y en ellos, mi hermano Aliro, en plena adolescencia, más flaco y pálido
que Agustín Lara, con derecho a aumentar tres kilos por la cantidad de
platos y licores que ingirió. Mi hermano recuerda las canciones de la serenata
ofrecida en la noche anterior al matrimonio, "Mi cabaña", "Rayito
de Luna", "Hurí" y "Negrita", interpretadas por
la orquesta de "Rocho", un director cuyo nombre sólo vino a saberse
en el momento de su muerte, José de la Rosa Vergel, y motivo por el cual
numerosas personas al leerlo en el cartelón del funeral, a pesar del aprecio
que le tenían (como "Rocho"), no acudieron al sepelio. Así
mismo, mi hermano recuerda los instantes en que los novios salieron de luna de
miel en un flamante modelo 52, en medio de una canción que expresan, unos,
ser del maestro colombiano Adolfo Marín, y otros, del compositor venezolano
Ramón Carrasco; se llama "Los Cisnes", cuyo inicio es: "Un
cisne más blanco que un copo de nieve / en un limpio lago tenía
su mansión/ allí muy tranquilo pasaba los días/ allí
no sentía penas ni dolor...", en ese momento interpretada maravillosamente
por ella, la novia. Era el tema de su preferencia; cantado con una voz dulce que
todavía conserva; melodía que, incluso, hace poco fuera plasmada
en un C. D. en medio de otras canciones, especialmente para dar evidencia de sus
cualidades artísticas. Carlos Emiro(2), mientras tanto, en sus gustos de
vena popular se explayaba sobre una canción de José Alfredo Jiménez,
autor mexicano, llamada, "Canta, Canta, Canta", cuyo inicio es: "¡Si
quieres que me arranque el corazón / y ponga junto a ti mis sentimientos
/ espera que termine mi canción / tú sabes que yo cumplo un juramento...",
melodía que jamás olvidó y que era la respuesta a muchas
de las situaciones experimentadas en su vida. Si alguien, por ejemplo, le decía,
ya en Cúcuta: Con Rosa María tuvo una unión feliz y eterna. Ocho hijos. Unos nacidos en Ábrego y otros en Ocaña. Everardo(3), Carlos(3) y Elizabeth(3), de Ábrego. Jesús(3), Pedro(3), Gloria(3), Mary(3) y Magda(3), oriundos de Ocaña. En su comportamiento, los hijos mantienen el aprecio ancestral para quienes poseen sus mismos apellidos. Criados bajo la constancia del amor, hicieron cumplir en sus padres la más anhelada de sus ilusiones, poder celebrar las Bodas de Plata en una unión que repitiera dichas antiguas. Y las hubo el 3 de julio de 1978, esta vez con menos pompa parroquial pero igual de concurrida a la de veinticinco años atrás. Fue en el Hotel Torcoroma del Parque Nacional, Cúcuta, en una reunión a la que se invitaron solamente familiares y amigos más cercanos. No obstante, y motivados por el constante aprecio que les tenían, todos los empleados del Palacio Nacional, vecino al Hotel, con regalos, ramilletes y festones acudieron a la celebración, cuyo recinto no permitió la aglomeración y con sillas y mesas adicionales hubo necesidad de ocupar la Calle Octava que le limita. Carlos
Emiro(2) Barriga fue un hombre estimado socialmente. No adicto a la bebida y sí
a la alegría que nacía del jolgorio y la cultura populares. En la
época de finales del cincuenta y auxiliado por las ventajas del negocio
"HACARITAMA" que junto a su hermano poseía, bar y Restaurante
ubicado en predios donde actualmente funciona la Alcaldía de Ocaña,
para esa época organizó e institucionalizó los bailes de
carnavales en su grandiosa pista, con participación de orquestas venidas
de la costa atlántica, entre las cuales la del "Chato Montes"
con su cantante Nubia González despertó la alegría y ocasionó
que en años posteriores fueran invitadas agrupaciones de gran renombre.
Nuncira Machado y su cantante Tony Zúñiga; la orquesta de "Peyo
Torres", la de Los Hermanos Martelo, Los Corraleros del Majagual y muchas
más, fueron sociedades que, al alternar con la telonera y muy buena de
"Rocho", dieron salud y vida a las festividades de enero realizadas
en Ocaña. En los primeros años del sesenta, la apertura del carnaval
revistió las consideraciones propias del folclor y la cultura. Ya no eran
simples fiestas con bailes y borracheras; ya la presencia de espacios en la Emisora
"Ecos de Ocaña", ya la participación de exposiciones artesanales,
ya la organización de comparsas y desfiles entre los que se destacaba el
de los niños, 28 de diciembre, día especial que él originó,
y muchas cosas más, hicieron del carnaval de Ocaña un acto para
el sano esparcimiento, aun vigente con el interesante "Desfile de Genitores"
que tradicionalmente se presenta. En esa época, Carlos Emiro(2) Barriga
inventó el Capuchón, una especie de manto de coloración negra
y fantasmal que cubría todo el cuerpo y al cual solamente se abrían
dos perforaciones con el fin de facilitar la visión de las personas. Para
ello, él mismo solicitó, planeó y controló, auxiliado
por funcionarios de la alcaldía, la postura del atuendo bajo numeraciones
que concordaban con el nombre de su verdadero dueño, inscrito preventivamente
en una oficina gubernamental. Con el tiempo, dicho disfraz se prestó a
malas intenciones, pues ya no eran dos personas de diferente sexo quienes bailaban
entre sí; ya eran del mismo, hombre con hombre, que es lo más criticado
y lo que permitía hacer comentarios alusivos al siguiente día: La inteligencia humana se manifiesta en la solución de los problemas generados en la naturaleza, característica que en Carlos Emiro(2) se cumplió mediante creaciones. Él lo fue con la familia y la sociedad que le circundaba. En lo único que no fue original se refiere a la imitación que hiciera de su padre al favorecer a los integrantes de su mismo apellido. Así como Honorato(1) auxilió a mi papá y a la tía María(1), así a él se le recuerda el haberse hecho cargo, ya huérfanas, de todas las hijas de una hermana suya, a quienes apoyó en su educación, manutención, casa y hasta con la autorización para el correspondiente matrimonio; pues ellas lo consideraban con el cariño de un verdadero padre. Tanto al primo Alberto(2) como a él, les quise con la adoración de una gratitud que empezó cuando yo era un niño y me daban monedas. Después me brindaron atenciones y el gusto de ver en sus rostros la alegría por mi presencia. Muchas veces en la vida me encontré con ellos, incluida aquella ocasión en que, al ir con mi padre y mi hermano Aliro, procedente de Bogotá y cansados, hacia Convención, nos dio por acudir y solicitar unas gaseosas en un restaurante denominado "Madrid", desconocido para nosotros, que existía en pleno cruce de la vía que de Aguachica conduce a la costa y a Ocaña. El señor que extrajo del refrigerador las bebidas y las dio a un mesero para colocarlas en nuestra mesa, al darse cuenta que quien salía del baño era su propio tío, casi sufre un infarto por la emoción y por el fuerte grito que expresó ante los viajeros: "¡Hola tío Gilberto!". Era Carlos Emiro(2), y tenía más de veinte años de no verse con él. La despedida se hizo al otro día, después de sus notables atenciones, de sus abrazos y de un reloj de cuerda y pulso que regaló a mi padre y que conservo todavía por ser el mismo que llevara "mi bello anciano" en los momentos de su muerte. Prendido a sus creencias religiosas, adoró a la Virgen de Torcoroma, Santa de los ocañeros, constantemente mantenida en sus negocios e invocada en la solución de sus quebrantos. Sin embargo no fue ella a quien acudió en los momentos de su muerte, cuando todavía era un hombre joven, pues Carlos Emiro(2) murió a los 58 años el 10 de noviembre de 1982. Acudió a Jesucristo por medio del "Padre Nuestro", legado a la humanidad con que devotamente se dialoga con Dios. Y con él, acompañado de su esposa e hijos que circundaban su último lecho, se quedó pronunciando aquella parte final que dice, "... y líbranos del mal. Amén", para enseguida fallecer. Me dio satisfacción haber acompañado a la familia en su sepelio. Cosas del cariño. También la siento al observar en mis frecuentes idas al cementerio que, como en la de su hermano Alberto(2), ubicada a cien metros de distancia, hay paz en su tumba y parabienes suyos en el más allá. Y en mi alma, la oración de un "Padre Nuestro", repetido con gratitudes que nunca, nunca morirán.
Pedro Luís(3) es hijo de Carlos Emiro(2); quien a su vez lo es de Honorato(1); y éste, de Ángel Ricardo, el primer eslabón de todos los Barriga que se hallan familiarmente en el presente estudio. Encontramos, así, al hijo, al padre, al abuelo y al bisabuelo; parentesco que llega hasta el grado de tatarabuelo al tenerse en cuenta que los retoños de Pedro Luís(3) hacen parte de la misma genealogía. Esta
investigación familiar presenta referencias sobre ocho de los nueve hijos
del antiguo Ángel Ricardo. Lamentablemente de uno de ellos, Ricaurte, no
obstante haber escudriñado libros, de entrevistar a personas de mayor edad,
de visitar regiones e indagar su estirpe, no se pudo encontrar información
suficiente. A pesar de todo, de él algo se halló, aunque muy insignificante
para la recopilación de su historia. Sobre la anterior "insignificancia",
expuesta en un libro de una antigua Notaría de Ocaña, se expone
lo siguiente, complementado con una información familiar: En todo caso, de los nueve hijos del abuelo Ángel Ricardo acá expuestos y la correspondiente descendencia, se puede concluir una veracidad: el respaldo familiar en circunstancias difíciles. Esa fue una cualidad de Honorato(1) al proteger a sus hermanos menores ante la muerte de sus padres; también lo fue de María de Jesús(2) Barriga Vergel en similar eventualidad; así mismo Carlos Emiro(2) Barriga Torrado al apoyar las hijas de una hermana suya en los instantes de orfandad que más le necesitaron; de igual manera Sixto(1), María(1), Gilberto(1), y muchos más, quienes en el medio familiar practicaron esa función social que, estando consignada en religiones del mundo, en la católica se indica con las palabras de Cristo: "Amaos los Unos a los Otros". Y esa cualidad, que vertida a la filosofía China significa "felicidad", es la que más engrandece a Pedro Luís(3) Barriga Peñaranda cuando responde con obras a la solicitud de múltiples allegados. Son incontables sus acciones a favor de la familia; entre ellas, la organización de "LA CASONA", una hermosa vivienda con área campestre situada en el margen izquierdo de la Vía Boconó que de Cúcuta conduce a San Antonio, Venezuela, remodelada en su estilo antiguo con requerimientos arquitectónicos de la modernidad y que, como una especie de "Club Familiar" fuera dedicada, según él mismo lo expresa, "Para dar más integración a la familia". Con similar bondad, su afecto por el apellido también se traduce en la realización de un Mausoleo en el Cementerio La Esperanza de Cúcuta, para depositar en un sólo lugar, los restos de los consanguíneos que ya fallecieron. Razón tenía un pariente nuestro, Carlos Alberto(3) Barriga Almenárez, quien al conocerlo por primera vez se expresó de esta manera: "¡Al primo Pedro se le sale el alma por los ojos!". Confieso, sinceramente, que este estudio, de no haber sido por su insistencia y por su patrocinio económico, no se hubiera realizado. A nadie, de los que estamos cobijados por el apellido del viejo Ángel Ricardo, se le había ocurrido tan grata idea. Todo empezó en el entierro de su tía, Edilma(2) Barriga Torrado, sucedida al principio del 2005, en un momento después de su inhumación cuando, al acercarse, me expresó la importancia de investigar el Árbol Genealógico de nuestro apelativo, misión que, por algunas inquietudes a precisar, me rogó elaborar. Le contesté afirmativamente. ¿La
verdad?, ¡Para el tiempo señalado le incumplí!. Mas no fue
por voluntad sino por la necesidad de realizarme una intervención quirúrgica
en ese órgano que, por cuestiones del amor, o de la grasa, del sedentarismo,
de las harinas, del estrés, de los sustos, de las "piedras",
del cigarrillo, de la genética o del abundante vino, no pocos miembros
de nuestro apellido les ha tocado "irse" cuando todavía no han
cumplido la suficiente edad: el corazón. Efectuada la operación
y ya repuesto de la salud, en una reunión, el primo Pedro(3) me enseñó
el árbol genealógico que había elaborado nuestro común
familiar, Antonio(3) Barriga; y allí fue donde asimilé la ansiedad
suya por conocer aspectos estructurales de nuestros ancestros. En ese entonces
le dije: La cercanía y el conocimiento que obtuve sobre el hogar paterno de Pedro Luís(3), principiando por el afecto que deposité a su progenitor cuando yo apenas era un infante, es algo que me induce a concluir sobre sus amabilidades, sus valores y sus virtudes, y ellas son riquezas del espíritu que recibiera, primero de su abuelo materno, Don Ramón David Peñaranda, un hombre afectuoso no sólo en su hogar, también un verdadero altruista al obsequiar, sin meditación alguna, los terrenos que sirvieron para que se levantara el Hospital actual de Ábrego; y segundo, los aportes humanísticos de su padre, Carlos Emiro(2), cristiano y devoto de la Virgen Torcoroma, quien murió pronunciando el Padrenuestro, rodeado de su señora y todos sus hijos, entre los cuales, él, que apenas tenía diez y siete años, lo expresó con la devoción que emanaba la tristeza y bajo la promesa de auxiliar a sus familiares en los momentos difíciles. El tiempo pasó con sus zancos de gigante y en la vuelta de veinticinco calendarios, después de trabajos arduos que acomodaron su vida sobre objetivos triunfales, se puede concluir que ha cumplido con lo que propuso en medio de la "Oración Divina". En la rama de su abuelo Honorato(1), correspondiente al árbol genealógico del apellido Barriga, además de poseer una descendencia con valores artísticos y culturales, igualmente se aprecia la actitud de algunos miembros en el desarrollo de hechos comerciales. En Pedro Luís(3) se distinguen estos valores; y son la consecuencia de una virtud en la que también su padre, Carlos Emiro(2), con su dinamismo empresarial y humanístico, colaboró mediante ejemplos y consejos sobre las ganancias que hay que ocasionarle a la existencia. Mas esa cualidad no está sola, lo cual sería un desperfecto. Ella tiene que seguir lineamientos de enseñanzas cristianas en torno al amor a los demás; de la misma manera, cumplir con las orientaciones de las "Constituciones Políticas" al estipular que la propiedad debe satisfacer objetivos sociales; mandatos que él ha sabido justamente desempeñar. Pedro Luís(3) ama la pintura, porque en su sangre se encuentra la virtud de Noé León, aquel protagonista del primitivismo colombiano, ligado al apellido de su bisabuela, doña Liboria León; y quien, entre paisajes de montañas, personas, calles y empedrados, dispusiera de los caballos como el atractivo más elocuente de comunicaciones ancestrales. Pedro Luís(3) ama la música, porque en su alma discurren los cantos de Doña Rosa, su progenitora, una caricia agradable de sonidos y turpiales; y los de su padre, inmersos en pentagramas mejicanos donde la filosofía de la vida se practica con amores y bondades. Ama y con ilimitada estimación, toda manifestación de humor que ocasione una sonrisa. Para ello es amigo y contratante de los artistas de televisión, "Sábados felices", quienes albergan calendarios de felicidad para eternizar las carcajadas de los colombianos. Y si el deporte posee significados de salud y diversión, su apoyo y sostenimiento del "Cúcuta Deportivo" también señala el favor suyo hacia los gustos populares. Pedro Luís(3), definitivamente, ama al "Amor", porque es la única forma con que puede apreciar las cualidades de la vida. Ese vida es su esposa, Liliana, de cuya ternura nació una trinidad de sentimientos: Pedro(4), Mateo(4) y Simón David(4), para quienes le vale la pena alabar a Dios y perseguir con ello las cosas grandes de la existencia. Si este libro es el resultado de mi afecto por la historia, por los conocimientos literarios y gramaticales expuestos en largos años en universidades y colegios, también es una consecuencia de las cualidades de su alma, crisol donde se doran las sensibilidades de nuestros antepasados. Ello representa la forma espiritual hacia donde convergen mis agradecimientos. Con los años, las generaciones venideras probablemente reconocerán el trabajo de mi mente; pero sobre él, además de su inteligencia; igualmente recordarán las inquietudes de su familiaridad. | ||||||