EL
Viaje de Mary Luz
Pasadas las siete de la noche, del sábado 11 de julio de 2015, se nos fue
Mary Luz. Había nacido el martes 23 de febrero de 1943, en La Playa de
Belén, en el hogar de Luis Jesús Pérez Amaya y Silvia María
Arévalo Claro. Vivió desde los cinco años en Ocaña,
donde se casó con José Amaya Salazar. Tuvieron dos hijos, José
Luis y Sandra Ximena, y tres nietas: Silvia Juliana, Mary Gabriela y Sabrina.
Graves quebrantos de salud la llevaron a la habitación 834 de la clínica
FOSCAL de Bucaramanga. Aquella
noche, Jairo todavía caminaba por las instalaciones de la clínica,
rumbo a su hogar, cuando fue llamado por José. Yo recibí el anuncio
cuando me desplazaba con Irma, Silvia Fernanda y mis amigos Carmelo y Análida
de Mendoza. Regresamos inmediatamente. José
y su hijo, José Luis, presenciaron su último suspiro. Se fue apaciblemente.
El médico la había sedado para mitigar su intenso sufrimiento. José,
José Luis, Jairo y Luz Marina estuvieron siempre a su lado. Mildreth viajaba
desde Ocaña cuando sus actividades docentes lo permitían. Jimena
acompañó a su mamá durante 25 días. Daniel, Sabrina
y Silvia Juliana, también vinieron. Irma, Silvia Fernanda y yo, llegamos
el jueves desde Cúcuta. Con la voz apagada por sus dolencias, me había
dicho, a través del celular, que me veía en sus sueños con
una camisa de cuadros rojos, «te llamo y vos no me hacés caso, ¡qué
pasa, hombre!». El viernes, por razones de trabajo y estudio, Daniel, Jimena
y las niñas regresaron a St. Cesaire, Canadá. Presentíamos
el término fatal, pero no imaginábamos una realidad tan dura. Después
de la partida de papá y mamá, Mary Luz congregaba a sus hermanos
y era el punto de referencia familiar. Fungía de madre. ¿Y
Marthica, su inseparable compañera? ¿Qué sería de
ella? El
12 de noviembre de 1988 llegó a nuestro puerto la barca de las verdades
eternas. Mamá ingresó en esa bruma de destinos invisibles. El dolor
lacerante de su ausencia es una estela sin fin. Hay un mensaje de esperanza al
otro lado, una hermosa luz de ignotas consecuencias. ¡Vive Dios! El paraíso
es la gran promesa. ¿Y
Marthica, su inseparable compañera? ¿Qué sería de
ella? Quedó en los brazos tutelares de papá. Fue su inseparable
compañero. Pero el barquero volvió el 11 de mayo de 1995. Y del
mismo puerto se llevó a mi viejo. Y volvió por Güicha el 19
de junio de 2004, sobre encrespadas olas, en la misma barca. Y mostró los
remos como anuncio fatal de su regreso. ¿Y
Marthica? ¿Qué sería de ella? Ante los restos mortales de
papá, «es mía», dijo Mary Luz. Y fue su hija, su hermana,
su compañera inseparable, durante veinte largos años. Y fue de José,
de José Luis, de Jimena y de Mildreth. Y de sus nietas, Silvia Juliana,
Mary Gabriela y Sabrina. Y todos ahora la reclaman. Sus hermanos hemos dicho ¡presente!
porque es necesario asumir la responsabilidad que más convenga. Y Marthica
no contesta el celular porque está de visita en la casa de Orfelina, la
hermana de José, o porque salió con Mary Gabriela a la tienda de
la esquina. El pasado fin de semana estaba en Bochalema porque Mildret la llevó,
con su hija, su suegro y José Luis, a visitar a su familia. | | |