Coloquialmente
la llamaban Colo. No es un apodo, la Real Academia Española trae dos acepciones
para el mencionado vocablo: «1.
Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna
otra circunstancia. 2. Chiste o dicho gracioso con que se califica a alguien o
algo, sirviéndose ordinariamente de una ingeniosa comparación».
Es un hipocorístico, como lo son: Yaya, por Laureana; Tila, por Silvia;
Chiche, por Arnulfo; Cuya, por María del Rosario; Luco, por Raúl;
Anchebo, por Misael; Fuliche, por Faride; Capelucho, por Ismael; Toodía,
por Edilberto; Mello, por Romelia. Hipocorístico, dice la RAE, es un «nombre
que, en forma, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa,
familiar o eufemística».*
Capelucho es diminutivo de capel, «capullo
del gusano de seda».
Ñeque no era hipocorístico, la Rae le da el significado de «fuerte,
vigoroso»;
pero puede ser el nombre de un roedor. El poeta, Emiro Antonio, coloquialmente
llamaba «ñequito
(a)»
a familiares y amigos; a él lo llamaban «ñeque». El
temperamento, que es una manera de ser y se relaciona con el carácter,
los hechos y las reacciones de los seres humanos, tuvo un significado muy importante
en la existencia de la Dama Mayor de la familia Arévalo Claro. Zoila Rosa
inspiraba respeto en todos los escenarios y recogía, con facilidad, el
afecto de sus interlocutores. Algunas personas la veían un poco adusta,
pero la formalidad tenía su origen en su condición de persona seria,
impertubable y racional. Su conversación era moderada y discreta; su voz
era suave, como un susurro. Sonreía con alguna timidez, era afable y conciliadora,
pero firme en sus decisiones, limpia en sus virtudes, justa en sus juicios, noble
en sus principios y valores. Cuando
hablo de la tía Zoila Rosa, no olvido a la señora de la casa, a
la matrona espiritual y cariñosa, a mamá Juanita, quien se ganó
el amor de José Francisco, el respeto de sus hijos y el cariño de
sus nietos. Ella, por supuesto, ocupó con dignidad el lugar que le correspondía.
La Dama Mayor falleció
en Ocaña, soltera, el 11 de agosto de 1984; fue sepultada al día
siguiente en el terruño amado. En
el momento de su deceso, en el hospital Emiro Quintero Cañizares recuerda
el padre Ismael, se oyó un prolongado aplauso y un canto religioso
entonado por sus familiares. Reunidos en la Casa Mayor, después de su imhumación,
sus hermanos firmaron un documento con el compromiso de conservar, como un patrimonio
de carácter cultural y familiar, el inmueble donde habían nacido.
La Casa Mayor es gemela de la casa vecina del lado sur, que perteneció
a Ismael Arévalo Claro, hermano y socio de mi abuelo José Francisco.
El día 14 del
mismo mes, víspera de la fecha de su natalicio, el padre Ismael promovió
una sentida serenata, con las canciones que gustaban a la hermana fallecida: «Todo
llora tu ausencia»,
«Quisiera»
y «No
llorres más»,
conocida por nosotros como «Abrojos».
Con dos tiples y una guitarra, Emiro Antonio, José Edilberto y Jesús
Ovallos Arenas, acompañaron la interpretaron de las canciones en la Casa
Mayor. Las dos primeras fueron grabadas en 1984 por el dueto «Juancho
y Alfredo»
(Juancho Peláez y Afredo Barriga), con la autorización de su autor,
don Benjamín Pérez Pérez, padre de las Hermanitas Pérez
y hermano de don Francisco María, el noble esposo de la tía Cuya.
Sobre las canciones, fue publicada una nota en la obra, «Más
abajo del Cielo»,
capítulo
11, del doctor Alfredo Barriga Ibáñez, catedrático,
músico y notable escritor, oriundo de Convención. Todo
llora tu ausencia Ritmo:
Bolero Autor: Benjamín Pérez Pérez Noches
de azules veranos Llenas de dulce esplendor; Todo me fuera muy grato, Hoy
no sufriera yo tanto Si tú volvieras mi amor. Solloza
el alma, amargamente, Y es tan terrible, fatal tu ausencia; Estás
tan lejos, quizás te pierdo Y de ti tal vez solo quede Cual flor
marchita El fiel recuerdo, el fiel recuerdo De una ilusión. Todo
está en calma y silencio, Nada se oye a lo lejos, Sólo en
mi alma se agita Una añoranza infinita Al calor de tus recuerdos. Todo
conmigo llora tu ausencia, El jardincito, la enredadera, Y hasta la fuente
si hablar pudiera, Qué te diria, qué te dijera, Que no te
hablara de mi pasión. | Quisiera Ritmo:
Pasillo Autor: Benjamín Pérez -Quisiera
en esta hora Mi amor, mi bien, Decirte
con mis notas qué inmenso es mi
querer; y cuánto es lo que mi alma por
ti se angustia y llora, y cuánto
es lo que me haces mi negra padecer.
Si
tú supieras Cuánto he llorado Al
ver en humo volverse mi ilusión, Ya que altanera Has despreciado La
ofrenda noble De mi joven corazón. Al
verte indiferente Con ansias me provoca Sorprenderte
muy a solas Y traerte contra miPara
vengarme, besándote esa boca, para estrecharte Con
loco frenesí Y así mi alma
de dichas llena Te cuente quedo La
historia de mi amor Entonces sepas Cuánto
envenena La miel de un beso Dado
siempre con pasión. |
| No
llores más Daniel Santos No
llores más, que tu llanto me entristece No
es pecado el sacrificio que tu has hecho, Olvida
tu traición no eres culpable, yo te juro Que
mas nunca te desprecio... En
la vida todos tienen su pasado, pero el mío es
tan triste y pesaroso Muchas veces, de
tristeza voy cantando, por el camino que
florecen los abrojos. En
la vida todos tienen su pasado, pero el mío es
tan triste y pesaroso Muchas veces, de
tristeza voy cantando, por el camino que
florecen los abrojos. |
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Un
recuerdo El
Terruño, publicación semanal dirigida por Donaldo Durán Castillo
y redactada por Carlos Daniel Luna Manzano, dice en su edición número
5, del 19 de agosto de 1933: «Para
Ocaña y Gamarra, en viaje de paseo, siguieron el domingo pasado las apreciables
señoritas Leticia, Juana de Dios, Zoila y Silvia Arévalo, acompañadas
del señor Basilio Ascanio. Gratas impresiones les deseamos».
Zoila y Silvia tenían 15 y 14 años, respectivamente. Doña
Juana de Dios, casada con José Francisco el 5 de junio de 1916, tenía
un poco más de 37 años. Leticia, hija de Ismael Arévalo y
Gumercinda Pérez, era contemporánea de Silvia María, casó
después con Efraín Claro Franco. El paseo incluía viaje en
una vagoneta del cable aéreo, que se había inaugurado con mucha
pompa el 7 de agosto de 1929. La altura de las torres deparaba sorpresas en cada
itinerario por las condiciones atmosféricas; la experiencia era maravillosa.
Dos
sentimientos, expresados desde esquinas diferentes, guardan el sagrado testimonio
de su condición humana: Un acróstico y dos sonetos, elaborados con
las finas plumas de dos poetas terrígenos. Con estos poemas exaltaron sus
ojos, azules como el cielo o el mar y le regalaron el sol y las estrellas. |