CRONIQUILLA

HIPOCORISTICOS
Por Orlando Clavijo Torrado


 

Don Gustavo A., hombre sencillo, oriundo de Mutiscua, vecino de mi padre en el barrio La Merced, nos reprochaba amablemente porque le decimos Yiya a mi hermana Edilia. “Si ella tiene ese nombre tan bonito, ¿por qué le ponen apodos?” Por mucho que le expliqué que no se trataba de un apodo sino una forma cariñosa de llamarla, y que es costumbre y esencia de la provincia de Ocaña, don Gustavo nunca lo aceptó ni lo entendió. Igual le sucedió al profesor Hipólito Latorre Gamboa, también de Mutiscua, quien estuvo diez años en Convención y escribió un librito publicado en 1964, “Perfil de un pueblo- Apuntes sobre Convención, N. de S.” (Se me antoja que a las gentes de las provincias de Cúcuta, Pamplona y Chinácota, se les hace difícil entender este rasgo de los ocañeros). En efecto, Latorre le dedicó un capítulo a los “Nombres propios de personas y su correspondiente alias”, y da un listado. Qué pena, profe, pero allá no usamos alias, usamos hipocorísticos; un momentico, y ya le explico, con todo respeto.

Antes de entrar en materia, hagamos algunas precisiones: güicho, según los de afuera, es todo nativo de la provincia de Ocaña. Dicha noción está muy extendida, pero no la sabía un ingenuo campesino de Hacarí a quien le preguntó un cucuteño tan pronto lo oyó hablar: ¿usted es güicho?, a lo cual respondió rápido el labriego: no, yo soy Moncho.

Para mejor ilustrar qué tan arraigado es este uso fíjense con qué dirección se puede marcar el sobre de una carta en los pueblos de la provincia: "Señora/ Aracely Salazar/ Convención/ frente a la tienda de Beto”. La única tienda de Beto en Convención es justamente la de Beto Santiago. No pregunten por Alberto Santiago: nadie lo conoce.

Se trata de un habla convencional – no porque sea de Convención –, que todo el mundo entiende en la provincia, con el que no hay pierde: “Andá - le ordena la madre al hijo - y me comprás unas cocotas donde Mene, la que vive al lado de Ico, pero que sean de las que trae Mundo de la finca”. “¿Cuál Ico?”, pregunta el pelado. “So bobo, el hijo de tu padrino Cheche Espinel?” (Para los profanos: Güicho es Luis, Moncho es Ramón, Mene es Marlene, Ico es Federico, Mundo es Edmundo y Cheche es Eliécer). En Ábrego no es raro ver afiches en campaña electoral así:

 

“Vote por Chengo”. Incluso en Bucarasica, en un reinado de belleza a una candidata la distinguían como “Chucha la de Chana” (traducción: Jesusa la hija de Sebastiana). Para el extraño a la provincia o que no se ha metido de lleno en su idiosincrasia, ese lenguaje resulta esotérico.

Con todo, si bien este uso en nuestro departamento es más acentuado en la provincia de Ocaña y se aplica a un gran porcentaje de nombres, es común en la costa y se oye en todo el país, pero limitado a pocos nombres – en Cúcuta, por ejemplo, tenemos de candidato a la alcaldía a Goyo Angarita, que no es ocañero sino cucuteño -. Y si indagamos más encontramos que se trata de una práctica en todos los idiomas.

Hablamos del hipocorístico, cuya raíz griega significa “acariciador”, pues entraña cariño, intimidad, dulzura y hasta voz infantil. De hecho, muchos hipocorísticos nacen de los vocablos balbucientes de los niños, como Lele por decir Isabel, Yeyé por decir Daniel. La Nueva Enciclopedia Espasa brinda la más completa definición al respecto: “Hipocorístico, ca. adj. Gram. Se dice de los nombres que en forma diminutiva, abreviada o infantil se usan como designaciones cariñosas, familiares o eufemísticas, como Lola por Dolores”. El diccionario de la RAE enseña que se usa también como sustantivo.

Decía arriba que los hipocorísticos se emplean en el mundo entero. He aquí algunos de personajes influyentes: Bill Clinton: nombre original William Jefferson; Ted Kennedy: nombre puesto en la pila bautismal, Edward Moore; Liz Taylor o la recientemente fallecida actriz Elizabeth Rosemond Taylor; 'Lolek' no era otro en el trato familiar que Karol Józef Wojtyla, el papa Juan Pablo II.

Es que ni el mismo Jesucristo se libra del hipocorístico: hay confianzudos que lo llaman Chucho y, más aún, con diminutivo: ¡Ayúdame, Chuchito!; ¡lo juro por Chuchito lindo! ¿Y acaso saben ustedes de dónde viene Pepe? Pues del mismo San José, o Padre Putativo, que se abrevió en P.P.

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