UN PUEBLO EN LA OSCURIDAD

Por Daniel Quintero Trujillo


 

Esta historia aconteció en el pueblo de Cote en 1955, año del juego del trompo y de los barriletes y quien relata, era un niño de 8 años que estudiaba en la escuela.

El pueblo situado en la cordillera oriental, límites con Venezuela, de calles empedradas, respiraba el olor de la caña y el café. Los habitantes se dedicaban a las actividades agrícolas y en el mes de Octubre llevaban las cosechas al almacén cafetero de propiedad de Don José Moreno, un próspero comerciante que viajaba a Aruba para cambiar los productos por camiones marca Ford, tipo F8 y aparatos eléctricos importados de Estados Unidos.

La luz se generaba por un motor diesel, instalado en una casona de la quebrada San Juan que los pueblerinos llamaban La Planta. Cuando la luz llegaba, la iluminación se asemejaba a una vela opaca y titilante, similar a las de los pesebres de Diciembre que prenden y apagan. Todos los habitantes estaban atentos a la llegada de la luz de 7 a 9 p.m. horario de prestación del servicio de alumbrado. Los estudiantes aprovechaban para concluir sus tareas y los adultlos, sacaban los taburetes a la puerta de la casa para conversar con los vecinos, narrar cuentos y hablar de política.

Aconteció que Don José, el comerciante de café, había traído para vender elevadores eléctricos Winchester que adquirieron para mejorar la iluminación.

El lunes cuando el pueblo se iluminó… sus habitantes corrieron a instalar los elevadores, de inmediato el pueblo quedó a oscuras y en el silencio de la noche se escuchó el eco del desconcierto

¡Carajo esto se jodió!

Era la planta que se había paralizado por no tener capacidad para generar un alto voltaje. La gente se acostó pensando qué pasaría al día siguiente, mientras el Alcalde preparaba a la luz de una vela la Ordenanza Municipal.

Cuando salí de la escuela al terminar la jornada de la mañana, observé, cerca del salón del billar, ubicado en la plaza principal, a un policía vestido de caqui con un tambor haciendo redobles en señal de atención. Era José de la Rosa, que leía el bando:

El Alcalde de Cote en uso de las atribuciones legales y considerando que en la noche anterior el pueblo quedó a oscuras Ordena:

Artículo Primero. Prohíbase el uso de elevadores.

Artículo segundo. Se ordena decomisar los aparatos en toda la población.

Artículo tercero. Quien infrinja la presente ordenanza será llevado a la cárcel.

Cúmplase en forma inmediata.

Al terminar de leer el Bando, el administrador del billar, un señor de baja estatura y anatomía circular que escuchaba atento, tomó por el cuello al policía y le dijo “Oye José de la Rosa, si quieres llévame de una vez a la cárcel, porque yo seguiré utilizando el elevador ¡Qué más cárcel que este pueblo!”

Los habitantes respetuosos de la ley, cumplieron la ordenanza, mientras que en las noches se veía a José de la Rosa, jugar en el billar con el administrador del salón y el pueblo siguió en las tinieblas, iluminado por la planta, las velas, la luna y las estrellas.

@daniquinterot

Bucaramanga, julio de 2012

 

24 de septiembre de 2013.