SOMOS HIJOS DEL CATATUMBO

Por Daniel Quintero Trujillo
Educador y Escritor


 
 


El Catatumbo donde nací, bella región ubicada en la parte Nororiente de Colombia, conformada por los municipios de Convención, El Tarra, Hacarí, Teorema, San Calixto, La Playa, Sardinata, El Carmen y Tibú, bañados por las aguas del río que le da el nombre a la región.

Los recuerdos de infancia son imborrables: el brillo de las luces en el cielo que en las horas de la noche nos asustaba y nos causaba admiración. Reunidos para jugar muy cerca a la quebrada San Juan del Municipio de Convención, contemplábamos detrás de los árboles el relampagueo característico de la región, era como ver inmensas serpientes de colores que se movían en forma sigilosa, inventábamos leyendas afirmando que eran los disparos de fusiles de los animas, para que no hiciéramos ruidos en la calle, pero los niños más adelantados de la escuela, ya habían escuchado de sus Maestros que eran los relámpagos o el centelleo de las nubes, que como faros iluminaban el Río para orientar a los barqueros y pescadores. En la etnia Bari lo definían como la concentración de millones de cocuyos que todas las noches se reúnen en el Catatumbo, para rendir tributo a los padres de la creación.

Después de haber jugado a los toros bravos, escuchábamos en la distancia la orden de nuestros padres, que llamaban a recluirnos en las casas porque muy pronto se apagaba la incipiente luz eléctrica, producida por un motor diesel que funcionaba de 7 a 9 de la noche. Ya en la madrugada se sentían los truenos y la lluvia que caía sobre el tejado produciendo una música de aplausos que prolongaban nuestro sueño hasta el amanecer y al desplazarnos para ir a la escuela por las calles empedradas, donde corrían las aguas residuales, observábamos, cómo del techo de las casas caían gotas de lluvia; mientras los campesinos transitaban por los caminos de herraduras con las mulas cargadas de los productos del campo como el plátano. El café y la yuca, para vender en el mercado del pueblo que permanecía en el atraso por falta de la presencia del estado, pues los habitantes solo eran significativos cuando tenían que recurrir a las urnas para votar.

Las escuelas urbanas y rurales eran viejas casas, con incomodidades para albergar a los niños que ante la falta de escenarios deportivos se recreaban jugando en pequeños patios y los Maestros impartían sus enseñanzas buscando el desarrollo intelectual de sus educandos, pero que se veía obstaculizado por las limitadas oportunidades de continuar los estudios, ya que muchos escolares desertaban para ayudar a los padres en los trabajos agrícolas; algunos otros, que cuando estaba lloviendo demasiado, no los mandaban porque tenían que cruzar crecidas quebradas y a los padres les daba miedo que se los llevara la corriente; los pocos que asistían a las clases tenían que caminar largas jornadas por caminos encharcados y peligrosas montañas para poder llegar a la Escuela. En la actualidad esta situación se ha agravado por el conflicto armado ya que muchos campesinos han tenido que desplazarse con sus hijos y los infantes que se quedan han ingresado al trabajo como raspachines y muchos maestros han sido declarados objetivo militar por los alzados en armas.

Era impresionante la carretera que conducía de Convención a Cúcuta, por la vía a Tibú, los viajeros además de embarcarse en destartalados buses, debían transitar por angostas carreteras que bordeaban abismos y montañas, pasando por puentes de madera, ahora recuerdo que en unos de esos viajes a la Capital del Departamento Norte de Santander para presentar el examen de Admisión a la Universidad Nacional, cuando el bus llego a Tibú los pasajeros acudían a los rastrojos a realizar sus necesidades porque esos territorios carecían de servicios sanitarios.

Los habitantes asistían a los puestos de salud por problemas de anemia y las parasitosis, además de enfermedades por infecciones gastrointestinales al consumir aguas contaminadas, enfermedades que aun no se curan con medicamentos sino con proyectos de salubridad y voluntad política de lograr bienestar social para todos los pobladores de la zona.

Hoy el Catatumbo se ha convirtió en uno de los primeros rincones de la explotación petrolera en Colombia, con petróleo en abundancia y de alta calidad. En 1918 se aprobó la llamada Concesión Barco, propiedad del general Virgilio Barco, con la finalidad de que una única empresa, Compañía de Petróleos de Colombia S.A. (con capital estadounidense), tuviese el derecho a explotar, procesar y distribuir o comercializar el oro negro encontrado, pero que nada a aportado al desarrollo regional.

Cuenta la historia oral de la región que un estadounidense que cuidaba los campos petroleros, se mató en un carro al transitar por una pendiente donde solo había tres o cuatro casas de bareque. Desde entonces empezaron a nombrar al caserío como Filo Gringo, vereda del Tarra,donde hoy siglo XXI hasta ese caserío han ingresado traficantes de cultivos ilícitos que le han cambiado los cultivos agrícolas por los cultivos de Coca creando la economía ilícita de los narcóticos y con ello el desplazamiento de una mano de obra hacia ese tipo de cultivos que dan mayor rentabilidad; ya que un bulto de plátano o yuca tiene el valor de un día de salario mínimo mientras que un Kilo de Coca es vendido por el valor de 200 veces ese costo sin necesidad de llevarlo por las empinadas montañas a los mercados municipales, debido a que hasta esas montañas se desplazan los compradores.

Muchos de los hijos del Catatumbo, son hijos de la violencia que se gesto en la región originada por la guerra entre los grupos al margen de la ley; son huérfanos, a quienes les mataron a sus padres, hermanos, amigos y vecinos. Por eso Hoy son frecuentes las marchas campesinas para reclamar los derechos sobre la tierra, nombramiento de Maestros y el apoyo del estado a los proyectos productivos que mejoraren la calidad de vida, pero lo único que reciben es el desprecio por parte de los que gobiernan, llegando a comparar al Catatumbo con la Zona del Bronx de Bogotá, olvidando que esta tierra es rica en agricultura, yacimientos y de hombres y mujeres que Luchan por un mejor futuro y que a pesar de la pobreza y ser hijos de campesinos ,han logrado escalar peldaños en el desarrollo intelectual, cultural y científico, eso si, sin el apoyo de las políticas del Estado. Debemos aclarar que quienes hemos nacido en estas tierras somos gente buena, intelectuales, campesinos, trabajadores, dignos de respeto, que no nos deben comparen con ningún vicioso o delincuente, porque solo deseamos el bienestar de nuestro país y en especial de toda la zona del Catatumbo.

Colombia tiene una deuda social por pagar con toda la región del Catatumbo y los gobernantes, compañías petroleras y los que se lucran del mercado de la coca han sido cómplices del atraso de la región al no proyectar inversión social que estimulen el desarrollo integral de la región.

También es sorprendente como muchos políticos de la región del Catatumbo han ocupado Ministerios y han llegado al parlamento pero lo único que han hecho es lucrarse del cargo sin defender los intereses de la gran mayoría de campesinos e indígenas que siguen esperando que La Paz de Colombia llegue a esa Zona con inversiones, justicia social y deje de ser demagogia convertida en una firma de acuerdos donde todo seguirá siendo igual.

COROLARIO.

Mientras paseaba por la plaza de mercado de Ocaña,una ventera atareada en su quehacer, observa al hijo adolescente descansando en el taburete recostado a la pared, contrariada con esa actitud dice: “Hijo Ayúdame … ¡sin hacer nada! … Parece que fueras el presidente”. Esto me hizo reflexionar que los habitantes de la región del Catatumbo tienen claro que – los que gobiernan – en nada contribuyen por el desarrollo de estas tierras.

danielquintero47@gmail.com.

Bucaramanga, junio 2 del 2016.