LA CULPA ES DEL MUERTO

Por Daniel Quintero Trujillo


 

Casihago, siempre aspiro a la Alcaldía de su pueblo, antes de ser elegido viajo por campos y veredas, caminó las calles y a todos prometió prosperidad con calidad de vida.

Se hizo querer por los habitantes, a quienes saludaba con alegría y entusiasmo, ellos decidieron que de todos los candidatos que aspiraban, era el más indicado por ser hijo del pueblo, profesional con experiencia en construcción de obras civiles, características que lo hacían triunfador. Ofreció el oro y el moro; su plan de gobierno contenía una lista interminable de proyectos, entre los que figuraban: Educación, mejoramiento de caminos veredales, pavimentación de vías, programas culturales para niños, jóvenes, adultos y hasta se comprometió con arreglar la casa de difuntos.

El día de su posesión fue un acontecimiento extraordinario, no había espacio en la plaza pública, para la ubicación de los ciudadanos, que querían felicitar a su gran amigo.

Aconteció que ya en el ejercicio de su cargo, no se le volvió a ver en las calles, ni en la oficina, atraído por los viáticos de sus constantes viajes, de amigo saludador se había transformado en un hombre esquivo, erudito funcionario prisionero del poder y alejados de sus electores.

A medida que el tiempo transcurría, las obras públicas brillaban por su ausencia, a pesar que el pueblo paga impuestos; cuando el gobierno central asignó los recursos de regalías, para el acueducto y alcantarillado, los señores políticos de turno, que se sentían dueños del terruño, lo cercaron para que a semejanza de un ponqué, distribuyera el dinero en el C.V.Y (Como voy yo), gastos de representación, trámites de papeles, pago de interventoría, así pues lo poco que quedó, sólo alcanzó para abrir zanjas e introducir tubos reducidos dejando al municipio como sí un terremoto lo hubiese destruido, mientras sus habitantes siguen esperando las obras prometidas que: El agua llegue a las llaves, las calles tengan pavimento y el alcantarillado reciba las aguas lluvias que no se proyectaron porque el presupuesto se agotó.

En aquella ocasión, ante la muerte un venerable anciano de la región... Casihago decide llevar la palabra para exaltar su vida, afirmó que era su gran consejero tanto en la campaña política como en el ejercicio de sus funciones, consejos que seguía al pie de la letra.

Los asistentes a la misa fúnebre, al escuchar tan sorprendente afirmación, se miraron entre si...Ya en el atrio rumbo al cementerio se dijeron - Ahora sabemos quién es el responsable de esta hecatombe burocrática.... Y a una sola voz exclamaron:

¡La culpa la tiene el muerto!

Cuando los ciudadanos no aguantaban más el desgobierno, salieron a protestar, delante de ellos llevaban un ataúd... los transeúntes que Observaban la manifestación en silencio, se preguntaban por el significado de tan temeroso simbolismo, de inmediato se escucharon los gritos de los concurrentes:

¡Sólo los muertos son insensibles a los acontecimientos!

Si estamos vivos salgamos a protestar, vivir es un compromiso. El tiempo paso y con él, el mandato de un Alcalde pa´na sirve, por la sinrazón de elegir burgomaestres insensibles, en cuyo transitar van dejando sombra, antes que iluminar con obras de progreso la vida del poblado.

Ya en las vacaciones escolares los que residían en otros lugares y los turistas, llegaban a la municipalidad, de inmediato recorrían las calles para conocer el Monumento a las obras de Casihago, pero sólo se encontraban con un pueblo abandonado, donde sus habitantes comentaban alrededor del Parque la trágica Administración y dispuestos a quejarse al Gran Procurador.... o al Mono de la Pila.

Danielquintero47@gmail.com
Bucaramanga. 2014.

 

4 de abril de 2014.