EL CAMELLÓN

Daniel Quintero Trujillo

 
 


Por los años 50 del siglo pasado, existió en la población de SAN JOSÉ DE CONVENCIÓN (Norte de Santander) una calle de gran comercio denominada El Camellón, allí llegaban todos los días y muy especialmente los domingos los habitantes de las veredas con las mulas cargadas de productos cosechados en sus fincas: café, panela, maíz, yuca, plátano, rollos de leña, latas de manteca, para ser vendidas en ese enigmático lugar a los grandes comerciantes del pueblo, como Don Antonio Velásquez García, Campo Elías Salazar y Carlos Mendoza, que residían en casonas construidas con pilares en las faldas de la Quebrada San Juan, como si fuera la casa en el aire, tenían grandes balcones para contemplar no sólo el paisaje, sino para controlar el desplazamiento de los campesinos por los caminos retorcidos que confluían al Camellón. Además se encontraban almacenes de telas como el de doña Enriqueta Mendoza, la sastrería de Dalyn Yaduro y pequeñas tiendas de artículos para el diario vivir.

Desde tempranas horas hasta avanzada la tarde se escuchaba el eco del comercio que se confundía con el ruido de las aguas de la quebrada que al estrellarse con las inmensas piedras blancas incrustadas en el lecho, producían un murmullo semejante al de las abejas cuando elaboran la miel en el panal.

Muchos de esos campesinos eran analfabetas, pero expertos en la agricultura y el manejo de los números que les permitía llevar su pequeña contabilidad agrícola.

El comercio se desarrollaba como si fuera un trueque, ya que el dinero en efectivo para pagar los productos no se veía, por cuanto el hombre del campo venía desde meses atrás, consumiendo al fiado mientras llegaba la producción de su parcela, para pagar y lo poco que le quedaba, después de cruzar cuentas en el libros de deudores, era invertido en la compra de insumos como el ACPM, gasolina y abonos químicos.

La calle se observaba congestionada por compradores, campesinos, caballos y mulas que habían servido como medio de transporte, quedando repletas de cagajón con olor a orines fermentados de jumentos. En esa calle, también estaba instalada la Herrería de El Turco, que no daba abasto de cambiar herraduras sueltas y desgastadas de estos animales de transporte que tenían que prepararse para el regreso.

Mientras tanto en la cantina descansaba el campesino, sentado tomándose una cerveza y escuchando en la rokola canciones de arrabal como Aquellos Ojitos verdes. Te estoy expiando por el ojo de la llave o el corrido de Juan Charrasqueado evocando amores y machismo.

El origen del nombre de esa calle, se debió al saludo que un compadre hiciera a su amigo, en la madrugada de un día cualquiera – cuando los lugares aun carecían de nombre – y éste se desplazaba por ese sector comercial ¿Para donde va compadre tan temprano? Le pregunta y el compadre le respondió “Al Camellón” El término es como sinónimo de trabajo duro, en remembranza al trabajo de los camellos del lejano Oriente que se desplazaban con vituallas para el mantenimiento en el desierto.

Por esa época los comerciantes organizados celebraban las fiestas patronales del mes de julio y el día del Camellón era el 25, la calle se engalanaba con festones de colores, el altar de la Virgen del Carmen para la celebración de la Santa misa y la retreta a los acordes de la música destemplada de una banda.

En ese festejo estaban presentes el Alcalde con su cuadrilla de funcionarios, los estudiantes de las escuelas y colegios para escuchar el sermón del cura haciendo referencia a que “Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico al reino de los cielos" mensaje que alertaba a Don Antonio, el rico más rico del pueblo, a darle buen trato al campesino y humanizar sus relaciones comerciales.

Una vez terminaba la ceremonia religiosa, se comenzaba el festival de pólvora con cohetes multicolores, totes y canillas, para luego subir a la plazuela, donde los esperaba Miguel Quintero montado en su caballo palomo para unirse a la cabalgata organizada por Carmelo Solano y Aliro Conde, cabalgando por las empinadas calles empedradas para disfrutar del encierro de madera y la embestida de vacas bravas y matreras a uno que otro parroquiano ya borracho, que terminaba en el hospital o el cementerio, ya qué era el sello de que las buenas fiestas.

Danielquintero47@gmail.com

Finca la Cuadra Firavitoba

Octubre 14 del 2013.