EL CALVINISMO DE LÓPEZ MICHELSEN

Olger García Velásquez
Cúcuta, 20 de febrero de 2006

 

 

Con ocasión de la reedición del libro La estirpe calvinista de nuestras instituciones, cuyo autor es el ex presidente de la República Alfonso López Michelsen, aflora en un pequeño círculo el debate sobre la ética protestante aplicada, no a la instituciones políticas que nos gobiernan, pues ese es otro debate asaz académico, sino a la vida privada. Entonces vale la pena hacer algunas reflexiones sobre los principios esbozados por Jean Calvino y expuestos y seguidos en Colombia por el ex presidente López.

Si miramos detenidamente nuestro estilo de vida respecto a comportamientos en los negocios, en la intimidad, en las relaciones familiares o en nuestra profesión, inmediatamente entendemos que, según la doctrina calvinista, estamos "predestinados, desde la eternidad, a condenarnos". El dogma calvinista impone a sus prosélitos dos exigencias fundamentales: trabajo arduo y austeridad en el gasto. Con esta combinación se le rinde homenaje al Creador y se obtiene el éxito económico. Entonces, el que prospera es porque es virtuoso y el que fracasa es porque es pecador. Hay que trabajar con diligencia y vivir modestamente. La riqueza es el premio que Dios concede a los elegidos por practicar las virtudes. ¿Y cuáles son esas virtudes? Hay que ser parcos y moderados en los gastos, máxime cuando se tienen compromisos económicos; hay que ser puntuales y diligentes; renunciar al baile, al juego y la bebida; condenar la música estridente y toda forma externa de vanidad social. Debemos ejercer nuestro oficio sin distraernos en otro; así las cosas, no debemos apartarnos de nuestra profesión ni considerarla mejor o peor que la de los demás, porque ello equivale a criticar designios divinos. Lo que el Creador quiere es que trabajemos en nuestra profesión, la perfeccionemos continuamente y hagamos un capital.

Si somos implacables con nosotros mismos en el cumplimiento de nuestros compromisos y de la palabra empeñada, tenemos el derecho de exigir otro tanto de nuestros deudores. Lo importante es acrecentar el patrimonio común y retirar de él lo estrictamente necesario para vivir. Esta es la concepción calvinista del oficio de banquero y, lo reconozco, puede endilgarse el calificativo de ambiciosos, pero no tiene fundamento la acusación.

Yo no me comprometo a seguir milimétricamente estos postulados, pero algunos me sirven para reunir un billete y salir de algunas deudas que acosan, especialmente con el municipio.

olgergarcia@hotmail.com

 
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