Chabelo
Una mujer siempre niña
Por Luis Mariano Claro Torrado
 
Un día como hoy, 16 de agosto de 1956, en La Playa de Belén, vereda La Rosa Blanca, finca Bella Vista, llegó a la familia Claro Torrado, una hermosa niña, hija de Juan Nepomuceno Claro Bayona (qepd) y Rosabel Torrado Claro; sus padrinos de bautizo fueron Don Juan Bautista del Carmen Ortiz Claro -Don Carmelo Ortiz- (qepd) y Doña Sotera Ortiz Ortiz (qepd). La fiesta de bautizo -recuerda mi hermana Eucaris- fue en casa de los padrinos, donde se compartió en familia, se bailó al ritmo del grupo Bovea y sus Vallenatos; la pieza musical, "El pájaro amarillo", es uno de los recuerdos que ha trascendido en las vivencias de nuestra historia familiar.

Chabelo creció hasta ser una mujer, con la dulzura de la infancia, como si se hubiese detenido en el tiempo de una niña amorosa; si, -una niña grande- que regalaba abrazos y besos a propios y extraños, un ser maravilloso que, con la ternura de un ángel, era la primera en recibir las visitas con una explosión de alegría y espontaneidad. Hoy, quiero rendirle un homenaje a ELIZABETH CLARO TORRADO, conocida en mi familia como "CHABELO" o CHABELITA, para algunos amigos de mis hermanos en Cúcuta.

Cuando Chabelo tenía dos años, padeció resfriados y gripes que se fueron agravando; una noche, del mes de agosto de 1958, cuando yo estaba recién nacido, enfermamos los dos de una fuerte gripe, la fiebre superaba los 40 grados centígrados. Los niños siempre son sorprendidos en las noches por la fiebre, como un enemigo silencioso y enigmático; mi mamá desesperada dijo: "Juancho qué hacemos, la niña se nos muere" -recuerda mi hermana Yolima- (al sentir la impotencia de no poder controlar la fiebre de Chabelo) y los únicos recursos disponibles, en las horas nocturnas y en el campo, eran los métodos ancestrales y la sabiduría de nuestros mayores, que consistían en aplicar paños de agua tibia en la frente, frotar los pies con aguardiente alcanforado, bebedizos de plantas medicinales y agua de panela con limón. "Yolima y Graciela -dijo papá-, llévensela a mi compadre Juan Guillermo Claro". Confiaba plenamente en su sobrino, por su honestidad, sabiduría y acierto para el diagnóstico y aplicación de medicamentos. Había ganado mucho prestigio como boticario. Después de examinar a Chabelo, recetó dos jarabes: uno color rojo y otro color blanco; recomendó una cucharada mezclando los dos jarabes, evidentemente, la fiebre bajó. Años después, el primo Juan Guillermo se radicó en Ocaña, en el sector del mercado, donde logró consolidarse como un referente médico, hasta el punto de convertir su hogar en uno de los consultorios más visitados de la ciudad durante más de 50 años. Por sus buenos servicios y generosidad, se le recuerda como una persona muy notable en la región, sus pacientes, todos de escasos recursos económicos, le dieron el honroso título de "médico de los pobres".

El caso de Chabelo fue más complejo, la fiebre afectó las meninges, causándole una discapacidad intelectual y trastornos en el aprendizaje. Mi hermana Eucaris la recuerda "como una niña muy bonita", a quien le encantaba sentarse en la mecedora que mi padre tenía en el corredor de la casa para descansar, después de labrar la tierra con el azadón, regar la cebolla con el ramillón y cuidar los cultivos de pancoger. En el campo se sobrevive con la escasez del dinero en efectivo, pero se cuenta con la abundancia de los productos agrícolas y frutas silvestres, propios de la región. Chabelo creció con muchas dificultades. "La niña -dice Eucaris- demoró mucho en caminar, y mamá le aplicaba clara de huevo en las rodillas, sin falta, todos los días, para fortalecer las articulaciones y los músculos", así logró que Chabelo caminara.

Al cumplir la edad de 8 años, Chabelo ingresó a la Escuela de Niñas de La Playa de Belén, las profesoras trataron inútilmente de aplicar sus métodos de enseñanza-aprendizaje de la época, pero ninguna de ellas identificó las dificultades de motricidad que la afectaban para escribir y desarrollar manualidades. En el poco tiempo que estuvo en la Escuela, no logró avanzar en su aprendizaje, por la falta de experiencia y predisposición para evaluar las habilidades básicas e implementar métodos de educación especial que le mejoraran su expresión oral-escrita, para fortalecer su motricidad fina. Es más, la escuela se convirtió en una tortura por la presión de las profesoras, ante las dificultades que tenía Chabelo para cumplir con sus tareas. Cuando mamá le preguntaba, "¿Chabelo ya hiciste las tareas?" Ella, muy, inquieta, respondía: "mi ya, ya, mi, ya, Ammá, ya", y escondía el cuaderno debajo de la almohada. El tiempo corrió y ni la Escuela, ni las compañeras, cautivaron la atención de Chabelo. Mi mamá la retiró de la Escuela por sugerencia de mi padre, "esas viejas -le dijo- no fueron capaces de enseñarle nada, no tienen paciencia, sacala, Rosa, de esa joda, con nosotros aprende lo necesario", enfatizó mi papá.

Por esa época, mi papá tuvo grandes dificultades económicas y mi mamá hizo grandes esfuerzos para atender y cuidar a sus siete hijos con la ayuda de Juan Abel, Yolima, Eucaris y Graciela, nuestra querida hermana Claro Franco. La carga prolífica y el amor de mis padres permitieron que cada dos años, nuestro hogar fuera bendecido con un hermano más, Jesús Emiro, María Helena y Diomedes.

Chabelo continuó su vida en casa junto a mi madre, jugando con sus cabalongas, creciendo en forma tranquila, con el amor incondicional de toda la familia. Se expresaba a su manera, con el encanto de una niña grande; a mi mamá le decía: "Ammá"; a los hermanos nos llamaba a cada uno, en su lenguaje: Juan Abel, "Aabel"; Yolima, "Ima"; Eucaris, "Cari"; Cecilia, "Iriría"; Bernardo, "Nnaddo"; Mariano, "Nnano"; Jesús Emiro, "Mimíro"; María Helena, "Nenna" y Diomedes, "Mmeddes". A los sobrinos más cercanos: Antonio Fco. José Niño Claro, "Tonno"; Adriana Ricaurte Claro, "Nanita"; Karla Gabriela Niño Claro, "Kala"; Nathaly Claro Chacón, "Mana"; Andrea Viviana Zequeda Claro, "Annea"; María F. Claro Chacón, "Nanda"; Juan Pablo Claro Prada, "Uanpi"; Catalina Claro Valencia, "Tata"; Valeria Claro Valencia, "Aale"; Santiago Claro Prada, "Annti"; María Camila Rincón Claro, "Ammita"; Mariana Claro Chacón, "Nanna"; Juan Manuel Claro Valencia, "Uanchi"; María Gabriela Herrera Niño (sobrina nieta), "Cucú"; Don Antonio Niño Prato, "Atonno"; Christian Herrera, "Kiti" y a mi amada esposa Yolanda Prada, "Yoyo".

En su vida se le conoció un amor platónico, Daniel Hernández, acólito de mi hermano Jesús Emiro, desde la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en el barrio Zulima hasta su pascua; él es un buen amigo de la familia que al confrontar la información, me dijo: "si Mariano, eso decía Chabelita, a veces me guardaba comida y se ganaba los regaños de Doña Rosa" y según cuentan mis sobrinas: "siempre que él llegaba, Chabelo salía a recibirlo y le decía: "hooola Naananiel, se sonrojaba, sus ojos brillaban de emoción como niña enamorada.

Mi sobrina Karla Gabriela, guarda un recuerdo hermoso, sobre la fuerza de la tía Chabelo cuando la invitaban a comprar dulces con su prima Adrianita, quien hoy vive en Dublín, Irlanda; las tomaba de la mano, salía corriendo toda emocionada, las elevaba por el aire como muñecas de trapo. Era un momento de mucha adrenalina -cuenta Karlita. Ella lo disfrutaba porque era una mujer con un corazón de niña. Era una explosión de alegría; colaboraba en las actividades domésticas, como barrer, lavar platos y, lo más importante, la compañía para mi madre.

Su personalidad de niña grande y su manera de expresarse, siempre llamó la atención por su espontaneidad y sus muestras de cariño a los familiares y amigos que nos visitaban. También tenía su temperamento y reaccionaba, con cierta rudeza cuando sentía que le vulneraban sus derechos: "acuco apá -decía con firmeza-, acuco apá". Papá la apoyaba en todo. "Eucaris, recuerda que en una oportunidad uno de mis hermanos le dijo: "Esta boba de Chabelo si es cansona". "¿Boba ella? -replicó mi padre- es más viva que todos ustedes"; tiempo después, cuando vivió con mi hermano sacerdote Jesús Emiro, en las diferentes parroquias, estaba muy pendiente de las actividades religiosas, asistía a todas las eucaristías, saludaba con ese cariño y si veía a uno de los acólitos molestando, le decía: "acuco Mimíro" era como su ángel guardián. Recuerda Eucaris que cuando se le preguntaba: "¿Chabelo vas a comer ya? -Ella respondía- mi hambe ná, boba". Se le servía y no dejaba nada.

Entre los recuerdos más bellos que tengo y, quizá se haya prestado para demostrar la preferencia y el gran amor que mi padre profesaba por su hija, fue una vez que iba para Ocaña a vender la cosecha de cebolla cabezona; esa tarde, al terminar de cargar el camión de Picuque, "hija -le dijo papá-, mañana se va conmigo para Ocaña". La felicidad inundó el rostro de mi hermana y empezó a mover las manos como si quisiera volar y salió en estampida hasta la cocina a contarle a mi madre: "Amma, ammá, ammá, ammá, mi caña, caña, mi caña". "Sí, si Chabelo -dijo mamá-, qué bueno, te vas para Ocaña, pero dejá de ser tan escandalosa". Esa era la manera de celebrar y les contaba a todos que se iba con el papá para Ocaña. Aquella noche, Chabelo quizá no pudo conciliar el sueño pensando en la feliz aventura del día siguiente. Así fue, muy temprano los recogió el taxi de Sayo Claro, amigo y pariente de mi papá. Seguramente, papá y Sayo aprovecharon el viaje para hablar del precio de la cebolla, del verano eterno de La Playa de Belén y de los problemas del país. Hasta hoy se desconoce cómo fue ese día de compras del padre amoroso y galán con su hija, pero lo más interesante fue el momento de la llegada, mi padre todo orgulloso y elegante, con su sombrero Borsalino, se bajó del taxi y extendió la mano para ayudar a bajar a una elegante señorita, vestida con un pantalón rojo de terlenka, bota-campana y una blusa de fondo blanco, estampada, con colores fuertes. Fue un día feliz para ella y, él, con su temperamento fuerte y la calidez que lo caracterizaba, logró demostrarle el amor de padre.

Una de las grandes preocupaciones de papá, era el futuro de mi hermana Chabelo: "¿Quién se hará cargo de ella -decía- cuándo yo no esté?". Así era papá, siempre pensando en su niña grande. Fallecido mi padre, Chabelo se convirtió en la compañera y colaboradora incansable de mamá; era madrugadora, hacendosa en los oficios más sencillos de la casa, no aprendió a cocinar, pero estaba atenta a todo. En 1981, se decidió su viaje a Cúcuta, cuando la mayoría de los hermanos vivíamos en esa ciudad. Yolima la recibió en su casa y se acordó su ingreso al Instituto de Educación Especial La Esperanza, ubicado justo al lado del polideportivo del barrio Quinta Oriental. Aún recuerdo su cara de felicidad cuando la llevaba; al recogerla, se despedía de la profesora y sus compañeros con ese cariño muy característico de su personalidad. Allí hizo la primera comunión y participó en varios eventos. El tiempo en el instituto fue como de un año, toda vez que tenía 26 años y sus compañeros eran niños y niñas entre 10 y 12 años; nos dio a entender que los niños eran muy pequeños. Su asistencia fue muy provechosa porque mejoró su motricidad fina y aprendió a socializar con los extraños.

El 4 de enero de 1986, Juan Abel, mi hermano mayor, contrajo matrimonio con Isabel Chacón Ovallos y fijaron su residencia en la casa paterna, Bella Vista, en la vereda Rosa Blanca, en La Playa de Belén, fue entonces cuando, con mi hermano Bernardo, decidimos tomar en arriendo, un apartamento en Bogotá, ubicado en la calle 41 con carrera 22 en el barrio La Soledad, a media cuadra del famoso Park Way, allí en un tercer piso, volvimos a estar juntos con mamá, Cecilia, Chabelo, María Helena, Diomedes y yo. Bernardo, siguió viviendo en un apartamento de la calle 39 con 22, mi hermana Eucaris siguió trabajando en Cúcuta, cuidando de su hija Adriana. Yolima, mi hermana mayor continuó residenciada con su familia en Cúcuta.

En el apartamento de La Soledad en Bogotá, compartimos muchas reuniones con paisanos y amigos, fue una época de felicidad y unidad familiar, gracias a la generosidad de mi hermano Bernardo, quien solventaba económicamente todos los gastos. Allí Chabelo fue muy apreciada por los vecinos, en especial la entrañable familia Salcedo Neira de Girardot. Recordamos con inmensa gratitud y cariño a don Farid (qepd), doña Lily, Sandra Yaneth, hoy radicada en Italia, Cilia Zamaris, radicada en Girardot y Farito, hoy el Dr. Farid, médico Otorrinolaringólogo.

En noviembre de 1987, por circunstancias familiares y de la vida, mi Madre, Cecilia, Chabelo y María Helena, regresaron a Cúcuta donde se radicaron definitivamente. Por esa época mi hermano Jesús Emiro estaba terminando Teología en el seminario mayor de Cúcuta y se preparaba para recibir el Diaconado. Mi mamá, orgullosa de su hijo religioso, quería acompañarlo en ese acto litúrgico. Obviamente Chabelo, siempre a su lado, así se cumplía la recomendación de papá. Cuando mi hermano Jesús Emiro se ordenó como sacerdote, el 18 de noviembre de 1989, mamá y Chabelo lo acompañaron en las diferentes Parroquias.

Entre los años de 1995 y 1996, cuando mi hijo Juan Pablo tenía un año, nos acompañó durante varios días, recuerdo cómo se divertía con su sobrino. En esa oportunidad tuve que llamarle la atención porque le encantaba estar en la terraza del apartamento, mirando para la calle y cuando la llamaba, "Ajooo Nnano, -decía- que onnito acá, úucuta, uff uucho aalor".

La salud de Chabelo fue relativamente buena, siempre se caracterizó por ser fuerte y saludable. Sin embargo, a finales de 1996, fue necesario extraerle un quiste del seno derecho y el resultado fue benigno, se recuperó en forma rápida y la vida continuó sin novedades. Por no tener facilidad para expresarse claramente y por no cumplir con rigor los controles médicos requeridos, el quiste generó una masa maligna que endureció el tejido, a tal punto que mi madre, un día ayudándole a vestirse, tocó el seno derecho y se sorprendió por la rigidez. "¿Chabelo por qué tenés eso? "-ella le contestó- "mi luele ná". ¡El seno está como una piedra!, Dios qué será eso? -exclamó mi madre. Ese día de noviembre de 2010, los hermanos Claro Torrado tuvimos sentimientos de culpa y dolor en el alma. Se decidió que mi hermana María Helena, acompañada de Isabel, esposa de Juan Abel, la llevaran al consultorio del doctor Joaquín Celis, quien diagnosticó inmediatamente cáncer de mama avanzado, por el color de la piel y la dureza del tejido. Para comprobarlo ordenó una mamografía. Los resultados se conocieron el 24 de noviembre de 2010, el doctor Celis, en forma pausada, dijo: "Es demasiado tarde, el cáncer ya hizo metástasis". "Yo no fui capaz de entrar a escuchar al médico, -recuerda mi hermana María Elena- me encerré en el baño a llorar". Chabelo en su inocencia, decía: "Nenna a mi pere, a mi pere, no lore boba, mi luele ná".

Desde ese día, todos los hermanos contribuimos de una u otra manera en el tratamiento y acompañamiento en la evolución de su enfermedad, y el proceso de quimioterapia y radioterapia, autorizado por la EPS. El tratamiento fue muy invasivo y doloroso, los efectos secundarios son peores que la enfermedad, por esa razón la mejor opción en la fase 4 del cáncer, lo mejor, es no iniciar el tratamiento de quimioterapia, dejarlo quieto, dejar pasar el tiempo y si no hay dolor, fortalecer el sistema linfático, con suplementos vitamínicos que garanticen, un final tranquilo y con calidad de vida.

La fogosidad y la alegría de Chabelo se fueron apagando, como la luz de una veladora, por la rudeza del tratamiento. Sin embargo, cuando la llevaban a las sesiones de radioterapia, "volvía con una alegría desbordante, abrazaba a las enfermeras y saludaba a los pacientes que se sorprendían de su positivismo -recuerda María Helena con inmensa nostalgia-. Su inocencia de niña grande, no le permitía dimensionar la gravedad de su estado de salud. En el mes de octubre de 2011, fue hospitalizada durante ocho días, por un herpes ocasionado por la bendita e implacable radioterapia.

El fin de año de 2011, fue muy triste para nuestra familia, porque la salud de mi hermana empeoraba con una velocidad alarmante. Recuerdo con plena claridad lo acontecido la noche del martes 4 de enero de 2012, ese día recibimos la visita de mi hija Susan, que nos acompañaría en un viaje familiar por Ocaña, La Playa de Belén y Cúcuta, donde visitaríamos a Chabelo. Esa noche, hablé varias veces con mi hermano sacerdote, Jesús Emiro, y él me recomendó modificar la ruta, empezando por Cúcuta, porque Chabelo estaba hospitalizada con pronóstico reservado y recordando lo sucedido esa noche en la clínica, con la señora Luz Valencia, secretaria de mi hermano en la parroquia, quien reemplazó a María Helena porque estaba muy cansada: "Chabelita -me dijo-, estaba muy inquieta, al llegar le tomé la mano, me miró y apretó mi mano. A las 2:00 am pasó el médico y dijo: "ella está muy delicada, estamos buscando un cupo para trasladarla a la UCI. A eso de las 3:30 am trató de quitarse el oxigeno y se agitó mucho, llamé a las enfermeras y trataron de reanimarla, Chabelita se fue tranquilizando y lentamente dejó de respirar, se murió. -concluyó- Luz Valencia, amiga cercana a la familia, muy entregada al servicio.

Esa madrugada del 5 de enero, siendo las 4:00 am, me despertó el timbre del teléfono fijo y al otro lado del auricular mi hermano Jesús Emiro, lo escuché entre sollozos: ¡Mariano, Chabelo se murió, se murió Chabelo Mariano! Lloramos juntos, fue un momento sensible, muy triste y de sentimientos encontrados; era la primera de los 10 hermanos Claro Torrado que partía al encuentro con el Creador.

¿Cómo olvidar a esa niña con cuerpo de mujer, amorosa, con un corazón gigantesco que hoy cumpliría 64 años? No es posible. Cada vez que llego a Cúcuta, a visitar a mi mamá y hermanos, extraño ese grito emocionado de Chabelo "Nnano, Nnani, Nnani, ¡¡¡ajooo!!! Má, má, Nenna, eelló Nnano, Yoyo y ñiños".

¿Cómo te extrañamos Chabelo? Extrañamos tus abrazos y besos, llenos de inmensa ternura, de cariño infinito, de un amor tierno, cálido y sincero. Chabelita, te amaré por siempre. Amén, amén y amén.

Feliz cumpleaños en el Cielo, eres un ángel.


Bucaramanga, agosto 16 de 2020

 
   
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