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En muchas ocasiones, nos hemos referido a la importancia de la unidad de la antigua Provincia de Ocaña, como condición de desarrollo armónico y de consolidación del poder regional frente al olvido o la indiferencia del Estado. La vasta zona que comprendía el territorio entre Tamalameque y Cáchira y entre el Lago de Maracaibo y el río Magdalena, se fue desmembrando poco a poco, perdiéndose primero la franja sobre el Magdalena, y luego importantes áreas agrícolas localizadas hoy en el sur del Cesar y de Bolívar. La visión miope y el interés politiquero, las consecuencias de las guerras civiles, entre otras causas, recortaron las viejas posesiones capitulares de Francisco Fernández de Contreras, dejando, ya para 1849, una zona reducida, pero muy significativa que los legisladores agruparon en la Provincia de Ocaña. Hoy, los municipios de la provincia, cada uno con su carga de necesidades, de abandonos, de fatigas históricas, de violencias; sometidos al expolio, a la desidia, a la corrupción, se han vuelto presa fácil de los populistas y tramposos que cada cuatro años, junto con una tropilla mediocre y filibustero, entran a las administraciones para saquearlas, ante la mirada cómplice de los organismos de control y de nosotros mismos, que nos hacemos de la vista gorda ante la agonía paulatina de nuestros solares nativos. 2008, a Dios gracias, arranca con los bríos juveniles de alcaldes probos, capaces, llenos de sueños y esperanzas que compartimos no sólo aquí en ocaña, sino en toda la región. Ya estamos viendo algunos resultados y, sobre todo, la participación ciudadana, antes apática y desconfiada. La cultura, por ejemplo, vuelve a escucharse en los escenarios administrativos, no como una carga, sino como actor de peso en la estructuración de las políticas municipales. Personalmente, he visto a ingenieros, médicos, abogados, economistas, escritores, pintores, gestores, administradores de empresa, sacerdotes, líderes comunales, etc., acudir prestos al llamado para conformar equipos de trabajo y mesas sectoriales cuyo objeto ha sido el de analizar los diferentes tópicos del municipio. Pero me sigue preocupando la poca solidez de la unidad regional. Todavía existen recelos, dudas, intentos de sobresalir violentado al otro y manipulaciones politiqueras que mucho daño hicieron en el pasado y lo hacen ahora nuevamente. Y es que volvemos a olvidar nuestra propia experiencia histórica; caemos en los mismos errores del pasado imaginando que cada municipio es autosuficiente y mejor que el otro. Nada más lejano a la realidad. Los diez municipios de la región de Ocaña se necesitan mutuamente; sus exiguas economías no dan para armar tolda aparte olvidándose de su común origen, su común historia social, cultural y política, y la urgente necesidad de integrase fraternalmente para poder exigir y luchar contra el centralismo y el peso geopolítico que ejercen otras regiones de Colombia. Por fortuna, esta situación sí la han entendido los gobernadores William Villamizar Laguado y Horacio Serpa Uribe, quienes ahora trabajan unidos por consolidar El Gran Santander. Desde estas páginas, hacemos un llamado a la unidad regional, a deponer toda actitud individualista y construir un bloque regional capaz de responder a los retos que el mundo globalizado nos impone. | ||