|Noticias Playeras No. 8, órgano informativo de la Colonia Playera residente en Bogotá|Sep. 1974|Entrevista de José Fructuoso Arévalo Pérez y Benjamín Pérez Pérez|Lugar: Convento de los Padres Dominicos, Chiquinquirá, Boyacá|

Charla y palique con Fray Campo Elías Claro

— ¿Qué motivo especial lo impulsó a emprender un largo y penoso viaje para ingresar a un establecimiento de la Orden de Santo Domingo?

— En todo cuanto sucedió en mi sorprendente viaje, que realicé con mi papá desde La Playa a este Santuario de la Reina de Colombia, por allá en los finales de 1925, con mi edad de 11 años, veo el llamado providencial del Altísimo y me hace recordar la frase célebre del franchute León Bloy: "Todo cuanto acontece es adorable". Adorable la circunstancia de una memorable misión dominicana que se realizó en La Playa en los meses del 25. Adorable el que visitara a mi pueblo el dominico antioqueño, Marco A. Londoño, uno de los misioneros, quien se fijó en mí mientras yo jugaba con otros niños en la plazuela del templo, y visitó a mi papá y le propuso el viaje, para estudiar en Chiquinquirá, de su hijo mayor, y la aceptación alegre y entusiasta de mis padres y de mi parte para ese primer llamamiento de Dios. Adorable la devoción a la Virgen de Chiquinquirá, que siempre brilló como una luz inextinguible en mi querido hogar.

Usted sabe que mi papá, siendo aún soltero, peregrinó a pie, por allá en 1912, desde La Playa hasta esta capital religiosa, trono de la Virgen de Chiquinquirá. Creo y tengo la certeza que mi vocación sacerdotal y dominicana es un premio inefable de la Virgen Reina de Colombia al amor que papá y mamá siempre profesaron a la Virgen de Chiquinquirá. Por lo que le acabo de decir, verá usted la razón profunda de aquel mi primer viaje y mi decisión de ser Dominico, a pesar y despecho de mil contradicciones que tuvo que padecer mi papá para lograr el cumplimiento de su palabra y de sus propósitos sobre mi venida a este Convento.

Fray Campo Elías Claro Carrascal, O. P.

 

— Bueno, Padre Campo, interesantes esos detalles de su primera salida, ¿pero qué impresiones conserva de ese primer viaje?

— En estos momentos, a pesar de la distancia, y del tiempo que ha pasado, recuerdo como algo que me dolió muchísimo, la inmensa tristeza de mi mamá Jota al par que admiro la fortaleza de ánimo de mi papá que se sobrepuso a todo lo adverso y amargo de mi partida. Salimos del pueblo en la madrugada y a caballo por la cuesta de Las Liscas. Nos acompañaron hasta Gamarra tío Camilo y tío José, cuidando de nuestro pequeño equipaje. Viajamos por el río Magdalena, rumbo a La Dorada y Girardot, viajamos a Bogotá en Ferrocaril. Nos hospedamos en un hotel "ABC" de San Victorino. Nos dirigimos a este Santuario en bus, y tocamos, después de varias horas de mala carretera, a las puertas del antiguo Convento de Nuestra Señora de Chiquinquirá. El Superior, que ya estaba enterado de nuestros propósitos, nos recibió cordialmente. Y a los pocos días de nuestra llegada, después de cumplir mi papá una promesa ante la imagen Veneranda de este Santuario (rezamos un rosario y entramos descalzos y de rodillas a la Basílica) ingresé al Colegio Apostólico o Seminario Menor de los PP. Dominicos de esta ciudad. Mi papá tornó a La Playa por tierra y yo me quedé para iniciar mis estudios en 1926.

— ¿Cuánto duraron sus estudios sacerdotales? ¿Tuvo durante ese tiempo oportunidad de visitar su tierra?

 
— Mis estudios de bachillerato y de Filosofía Tomista los cursé en Chiquinquirá, donde vestí el blanco sayal dominicano para ingresar a un año de Noviciado. Estuve, por tanto, en esta ciudad durante seis años de bachillerato, uno de novicio y tres de Filosofía. La Sagrada Teología la estudié en el Cuzco (Perú) en una especie de universidad internacional con profesores y alumnos de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. Allí me ordené de sacerdote con un buen grupo de Dominicos el 6 de marzo de 1938, y al otro día, un lunes, por cierto, fiesta de Santo Tomás de Aquino, celebré mi primera Misa Cantada en el templo dominicano del Cuzco y me predicó un profesor colombiano, el R. P. Humberto Molano, O. P. Me ordenó el Arzobispo del Cuzco, el ilustre prelado Monseñor Felipe Santiago Hermoza y Sarmiento que predicaba muy bien y era Terciario Dominico. Al terminar mis cuatro años de Teología en el Cuzco recibí el Grado de Licenciado en Teología. Y regresé a la Patria a fines del 39 y me destinaron los superiores a una Casa que teníamos en Popayán, "la ciudad fecunda" de Guillermo Valencia.

— Mis estudios de bachillerato y de Filosofía Tomista los cursé en Chiquinquirá, donde vestí el blanco sayal dominicano para ingresar a un año de Noviciado. Estuve, por tanto, en esta ciudad durante seis años de bachillerato, uno de novicio y tres de Filosofía. La Sagrada Teología la estudié en el Cuzco (Perú) en una especie de universidad internacional con profesores y alumnos de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. Allí me ordené de sacerdote con un buen grupo de Dominicos el 6 de marzo de 1938, y al otro día, un lunes, por cierto, fiesta de Santo Tomás de Aquino, celebré mi primera Misa Cantada en el templo dominicano del Cuzco y me predicó un profesor colombiano, el R. P. Humberto Molano, O. P. Me ordenó el Arzobispo del Cuzco, el ilustre prelado Monseñor Felipe Santiago Hermoza y Sarmiento que predicaba muy bien y era Terciario Dominico. Al terminar mis cuatro años de Teología en el Cuzco recibí el Grado de Licenciado en Teología. Y regresé a la Patria a fines del 39 y me destinaron los superiores a una Casa que teníamos en Popayán, "la ciudad fecunda" de Guillermo Valencia.

Usted me pregunta si volví a La Playa en mis tiempos de estudiante. Salí de 11 años en 1925 y torné al terruño, sacerdote y fraile, en 1940. En ese lapso no volví a ver a mamá ni a mis hermanos y demás familiares. Papá vino una vez a Chiquinquirá cuando estaba de novicio. Lo acompañó Juan Guillermo Claro. De modo que mi llegada a La Playa, después de tantos años, fue un acontecimiento más extraordinario que la visita de un obispo. El pueblo echó la casa por la ventana. Allí celebré por primera vez mi Misa Cantada el 7 de abril de 1940 y me traje como fruto sazonado de mis primicias sacerdotales a cuatro jóvenes de los cuales dos alcanzaron el sacerdocio, Fray José María Arévalo y Fray Domingo de Guzmán Claro.

— ¿Además de Colombia, en qué otros países ha ejercido su apostolado?

— Estuve unos pocos meses en la ciudad ilustre de Popayán. Luego, después de mi paso por La Playa, en un abril inolvidable del 40, me asignaron a Rubio (Venezuela), donde fui Vicario Cooperador del Párroco Dominico; Profesor y hasta Rector de un colegio, el "María Inmaculada"; Director de un semanario llamado "Reflejos", y Superior de aquella Casa Dominicana. Duré en Rubio cerca de nueve años y allí pasé los mejores días sacerdotales de mi vida. Recuerdo a Rubio como algo entrañable a mi corazón.*

— Como varón eximio, S. R. practica mucho la modestia. Pero sabemos que su sólida formación intelectual, su virtud y dedicación lo han hecho merecedor de posiciones muy destacadas y de grandes responsabilidades dentro de la Orden. ¿Cuáles han sido?

 

— Francamente ustedes me abruman con ese "eximio" que me queda o que cae "gordo". Y lo de "modestia" será, por esta charla, y muy destacado, es la generosidad que siempre ha tenido mi Orden para con este fraile playero. A este magnánimo espíritu de la Orden Dominicana debo, el que, sin ningún merecimiento de mi parte, haya ocupado puestos señeros. Fui Rector del Colegio Santo Tomás de Bogotá en una grave crisis. Fui Superior o Prior del Convento Santo Domingo de Bogotá y de allí pasé a ser Provincial de los Dominicos Colombanos el 18 de octubre de 1961. Y antes, en el Estudio General de los Dominicos en Bogotá, fui profesor de Lógica, de Lugares Teológicos, de Historia Eclesiástica y de Patrología. Creo que he enseñado más de 20 años diversas materias de bachillerato, especialmente, Gramática y Literatura.

Por dos veces viajé a Europa en representación de la Comunidad Dominicana de Colombia; en la primera estuve en España, en el Capítulo Legislativo (especie de Congreso Dominicano) de Caleruega, cuna de Santo Domingo de Guzmán y pude conocer mucho de España, Italia y Francia; en la segunda, fui como Provincial a otro Capítulo muy importante que se celebró en Toulouse (Francia) y tuve la oportunidad de realizar con un grupo de colombianos una interesante vuelta turística por Italia, Suiza, Francia, España y Portugal.

Ahora estoy aquí como director de Véritas, un semanario religioso fundado en 1916, y precisamente, en el mes de septiembre, cumplí nueve años de estar "moliendo bien o mal" en este menester periodístico. Y en Bogotá estuve también dirigiendo una revista titulada "El Santísimo Rosario". Y creo que con todos estos datos estoy sobrepasando todos los "bellos límites" de mi modestia garabatuda. Y no me pregunten más y no me acosen más. Pues eso que ustedes llaman "mis inquietudes literarias" no pasan de ser ensayos baratos que no merecen mencionarse. Y de "mis bellas composiciones poéticas" les puedo decir que son pobres escarceos y divagaciones que no alcanzan a ser en algo aquella "música de las ideas o pensamientos sublimes" de que hablaba o escribía el gran Miguel Antonio Caro, al ponderar y exaltar la auténtica poesía...

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