"P A C H A"
Por Alonso Velásquez Claro
Dedico este escrito a todas aquellas madres que escriben a diario la historia del mundo, con la tinta indeleble del amor y el sacrificio...

Hace muchos años en lejanas épocas de incomparable recordación, cuando yo enfilaba mi caminar por la ruta de los diez años, vivió en una vereda de La Playa de Belén, una señora de la cual yo, personalmente, nunca pude saber cómo se llamaba o realmente cual era el santo que le habían adjudicado en la pila bautismal...

Todos le llamaban "PACHA". A mi me parecía hermoso porque me sonaba a tierra, a naturaleza, a flores frescas, quizás por que había leído en mi primera juventud, algún libro que hablaba de razas indígenas, para las cuales la madre tierra era la "Pachamama".

Era una auténtica artesana... Vivía de fabricar y vender ollas y tiestos de barro..., de auténtico barro...

Un día mi vieja, que nunca se acomodó a las nuevas tendencias de cocer los alimentos en estufa de gas propano, me mandó a comprar donde "Pacha", un tiesto para el ritual de las arepas y una olla "curada" para el "ajiaco con rullas" que tanto me gustaba...

La casa en donde vivía el personaje de mi historia, estaba casi en ruinas. Unas endebles paredes de bahareque y un vetusto techo de paja seca, se soportaban mutuamente y amenazaban con caer desparramados como un castillo de naipes. A un costado de la casucha había un terraplén al cual le habían hecho un hueco ancho y profundo que hacía las veces de horno, para "quemar" las artesanías fabricadas.

Con su característica afabilidad y sencillez, me recibió en el patio de la casita, masticando entre sus grandes dientes un gigantesco tabaco marca "diamante" que según contó, le había regalado un señor de Ocaña que llegó a comprarle unas ollas...

Luego de hablar de varias cosas, le comenté las intenciones que llevaba de comprarle una olla y un tiesto para mi casa... Después de escucharme por un momento me invitó a tomar un poco de café "Vení y te tomás un tintico y ahora buscamos lo que vas a llevar...". Me alcanzó una vieja totuma, la cual estaba quebrada por un lado, pero curiosamente remendada con pita curricán. Después del consabido "¿y vos de quién sos hijo?" y la respectiva respuesta de mi parte, pasamos a la verdadera razón de mi viaje...

Me sacó varios tiestos: unos de color ocre, otros demasiado oscuros para mi gusto. Al ver mi indecisión con respecto al más quemado, casi negro, me dijo: "Ve, no te vas a equivocar con el negrito, que los negros a veces son más buenos que los otros...". En esos momentos aprendí mi primera lección sobre anti-racismo en la filosofía elemental pero sabia de una campesina artesana. Su frase me marcó tanto que aún hoy, después de haber trashumado tantos caminos y conocido tantas y tan diversas formas de pensar, sigo creyendo que a veces tanto estudio, tanto pensamiento moderno, y tanta tecnología, van acabando con la gente y con esa sabiduría simple con la cual Dios premió a todas a aquellas personas que como "Pacha", aún sin conocer una vocal, nos enseñaron mucho más que los actuales sistemas educativos...

Después de envolverme en unos periódicos viejos un tiesto, una olla y un plato hondo que le envió de regalo a mi mamá, nos despedimos en el patio de tierra suelta, no sin antes recomendarme: "Acordáte de volver por aquí, quién quita que topés lo que estas buscando...". Quizá, premonitoriamente, estaría sentenciando mi peculiar gusto por la conversación con personas mayores que yo, acción que complementaba con una desmedida afición por la lectura, la cual aún conservo...

El plato de sopa que "Pacha" le regalase a mi mamá en aquella ocasión, fue su eterno compañero de merienda y ella nunca lo cambiaba, sobre todo cuando para el almuerzo preparaba las suculentas sopas de fríjol con rullas, de las cuales hablaba al comienzo. Decía que la comida en ese plato de barro quemado, le sabía a gloria... Y debió ser así, porque a mí el recuerdo de mi viejita me sabe a lo mismo cuándo cada vez que puedo me tomo la sopa en ese mismo plato, adobada a veces con la imprudencia de una lágrima furtiva...

Girón, Mayo 6 de 2007


MENSAJES
 

4. Bogotá, 11 de mayo de 2007

Hola Alvaro, estaba por escribirte para contarte que estuve mirando la página de la Playa y muy bueno el articulo de Alonso y tu comentario… aunque creo que hay un error de personajes… Chavela la que vivía pegada a su mamá no era hija de Pacha la “Artesana”, esta chavela (Isabel), era hija de una Sra. María, de Aratoque; eran campesinas muy pobres, venían al pueblo y la gente les daba comida, ropa y cositas… y ciertamente esta Chavela tuvo un hijito precioso… era un mono de ojos azules que llamaba la atención… así que vale la pena aclarar el cuento…

Aida debe conocer bien la historia, porque Pacha la “Artesana”, después de ser vecina nuestra en la Rosa Blanca… yo la recuerdo porque nosotras íbamos allá y ella nos regalaba barro para hacer ollitas y platos... (allí hicimos nuestro aprestamiento para la vida), se fue a vivir a Santa Bárbara en las tierras de Tío Leonidas, pues, Dionisio, amediero de Tío Leonidas, era o es ( no se si está vivo) hijo de PACHA… El cuento está bueno, cuando me quede un rato… indagaré y te cuento… Mamá también debe tener la información precisa…" Luz Marina Claro


3. Cali, 11 de mayo de 2007

Mi estimado Alvaro:

Yo como soy de la generación de Ricky Martin, te voy a completar la historia de Isabel y María. Resulta que Isabel y María iban por todo Aratoque, Fátima y sus alrededores pidiendo ropa y mercado, es cierto, María Jamás desamparaba a Isabel, hasta que murió. María tuvo un hijo que se llama Luís (Güicho, mejor dicho), hijo de Abelardo Rincón, era un monito divino de ojos azules, como dice Luz Marina.

Te quedo debiendo la edad.Hoy día María vive en la vereda Guarumal, más allá de Los Curitos y según tengo entendido Güicho, quien trabaja con un señor Miguel Rincón, también en Guarumal; como que no le ayuda mucho a su mamá y por esta razón, María todavía sale a pedir ropa y mercado por las casas de las veredas y del pueblo. Ella recibe un subsidio del Estado con el que compra mercado, pero según ella se le desaparece y al preguntarle responde que quién sabe si no será Güicho el responsable… Lineth Pacheco Rueda


2. Bogotá, 10 de mayo de 2007

Difícil leer ese texto ALONSO y no sentir melancolía por todas cosas hermosas que solo se viven en nuestra... En nuestro castillito de arena...

Buen escrito, me llenó de esa melancolía que solo invade mi vida al pensar en ese pueblo tan lejano y ala vez tan presente... GRACIAS PRIMO!!!! Mery Lorena Tarazona


1. Cúcuta, 8 de mayo de 2007

Alonso, será porque pertenecemos a la misma generación (La de la guayaba) en las que vivimos hermosas épocas en La Playa. Este artículo me remontó de nuevo en el tiempo y me hizo revivir pasajes de la vida guardados en lo recóndito de nuestro cerebro, esperando una chispa que los activara.

Cómo olvidar a PACHA (Confieso que al comienzo, por su indumentaria, sentía algo de temor cuando entraba a la tienda de Papá) con sus habituales tiestos y ollas de barro. Tenía un pollero descolorido por el tiempo en el que guardaba los "encargos" comprados en la tienda para sus necesidades cotidianas: tabaco, panela, sal, etc.

A propósíto, su hija, Chabela -creo que así le decían- jamás la dejaba sola en los viajes al pueblo; a pesar de su retardo era quien vigilaba que entregara el billete correcto, que los encargos estuvieran completos y las vueltas se recibieran como debe ser.

Mi mamá siempre decía que al morir Pacha, Chabela tambien moriría de pena moral. Como cosas de Dios, Chabela tuvo un hijo que debe rondar por los 25 años y se convirtió en la razón para seguir viviendo a la muerte de PACHA. ¿Qué será de la vida de Chabelo? ¿También moriría? ¿Sigue con su hijo?

Los de la generacion de Ricky Martin, creo que tienen los datos para culminar esta historia.¡Buena esa Alonso! Alvaro Claro Claro