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abajo del CIELO Nuestra familia, Barriga. Desde 1853 hasta 2008 | ||
ALFREDO
BARRIGA IBÁÑEZ | ||
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Fue el primer hijo del segundo matrimonio. Sus padres, Ángel Ricardo Barriga y Telésfora Pérez, lo engendraron y lo vieron nacer y crecer en "un lugar cerca del cielo", Aspasica, cuando el hogar tenía ilusiones y la patria sólo ofrecía desesperanzas. Ello sucedió el 15 de noviembre de 1884, época en que el país se encontraba en los principios de una guerra civil que culminaría con la derrota de Los Radicales y el triunfo de una idea que cambiaría el Sistema Federal imperante por el Centralista, impuesto por el presidente Rafael Núñez mediante la Constitución de 1886. La contienda fue terrible y aunque breve, se desarrolló en muchas regiones de Colombia. Si nació en plena guerra, asimismo los primeros pasos de su niñez estuvieron sujetos a la marcha de las nuevas normas, favorecedoras de las grandes urbes y desatentas de las regiones lejanas. Aspasica fue una de éstas. Por la distancia, que fue su caso, le tocó soportar las inclemencias del abandono, y como consecuencia, las de la incivilidad. De 1886 a 1900, años en que el tío Eugenio discurrió en su infancia, Aspasica poseyó aproximadamente 3200 habitantes y sólo 130 sabían leer y escribir. Él contó con dicha suerte, pues su padre, al ser de una formación especial en torno a la crianza de los hijos, tuvo que colocarlo en la única escuela de la localidad, fundada, a pesar de no tener edificación alguna, en el mes de mayo de 1867 con sólo veinte alumnos y un profesor, don Pedro Pallárez. La firma que estampó muchos años después en su cédula de 1961, señala del tío Eugenio una letra cuya estética corresponde a un estudiante de cuarto o quinto de primaria. No obstante, su grado de cultura fue tan amplio que con ella dio origen a sucesos notables en la región que escogió para el transcurso de su vida: Los Venados, cercana a Valledupar. Fueron quince los años que transcurrieron desde el día de su nacimiento hasta el mes de octubre de 1899 en que se dio inicio a la Guerra de los Mil Días. No pudo haber normalidad en las zonas que sufrieron la contienda, especialmente en la Provincia de Ocaña, hacia donde arribaron los jefes liberales que perdieron la batalla de Palonegro, desarrollada, como ya se expresó, en los terrenos que actualmente corresponden al aeropuerto de Bucaramanga. La participación de algunos líderes del conservatismo nortesantandereano con soldados extraídos de sus propios pueblos se hizo notable. Al respecto, fueron muy pocos los lugares del Norte de Santander que practicaron, no los ideales, más bien las consignas de los jefes liberales, entre los cuales, El Carmen quedó en la historia, incluso, con hechos lamentablemente dolorosos. Esta hermosa población, que en mayo del 2005 fuera declarada como Monumento Nacional, sufrió los ataques de una policía a finales de la década del cuarenta, la "Chulavita", que acompañada por delincuentes de zonas cercanas, ocasionó asesinatos y organizó aquellos saqueos con que impunemente ensancharon sus riquezas. Todo por ser de filiación liberal. Y si ello aconteció con una comunidad de política diferente, a Aspasica, netamente Conservadora, también le correspondió soportar los sucesos generados por los soldados que acompañaban a los generales liberales de la Guerra de los Mil Días. Y ese paso, así no existieran intenciones de saqueo, se abrió a sangre y fuego para tratar de llegar a Cúcuta, en donde a la postre resultó vencido su jefe, Rafael Uribe Uribe, por el general Ramón González Valencia, como ya se indicó en un capítulo anterior. Es en esta parte de la historia en donde el apellido Barriga le toca colocar a uno de sus integrantes como cuota amarga de la violencia. Se llamaba Campo Elías(1) Barriga Pérez. El
asesinato de dicho familiar era muy nombrado por la tía María(1)
y por mi padre Gilberto(1), quienes en el 1900 estaban todavía infantes;
ella, de ocho años; y él, de apenas uno y medio, el cual, por su
edad no podía memorizar los hechos, y si los recordó en su época
adulta, ello se debió a los relatos de su hermana sobre la forma cruel
como se produjeron. Es muy probable que el tío Eugenio(1) haya estado en
el instante del crimen. Aspasica era, y sigue siendo, una población extremadamente
pequeña y la única diversión se constituía con la
visita y recorrido del parque, lugar en donde posiblemente él se encontraba.
La travesía que podía hacerse hacia cualquier horizonte, requería
de su traspaso, pues todas las calles salían de él y convergían
a él, traspaso que realizó el ejército liberal en dirección
a otras zonas y otras contiendas. Los comentarios de los familiares mayores señalan
que el asesinato se dio en uno de sus costados, cercano a la casa desde donde
habían extraído a Campo Elías(1), pues el abuelo por ser
persona de reconocida cultura tenía que vivir en alguna morada del derredor,
próxima al templo, como la de todo conservador, ubicación que no
se pudo determinar en nuestra visita. Allí la gente no sabe de los habitantes
de principios del siglo veinte. El apellido Barriga, al ser dado a conocer, fue
estímulo de sonrisas. Similares a la amabilidad de sus gentes. Sonrisas
en las casas, en las calles, en las tiendas y en el parque. Eran las que brotaban
los campesinos o las hermosas niñas del colegio, en su momento de recreo.
Sonrisas que hace ciento ocho años serían de muecas y terror, cuando
al hermano del tío Eugenio(1), los liberales que iban de paso le cercenaron
la mano derecha para después acribillarlo en algún punto del parque,
cercano a la iglesia, a la que posiblemente envió su última mirada
para implorar el perdón de los asesinos, el de su alma y así conocer
a Dios, al salírsele la sangre y expirar en el territorio que hacía
catorce años le había visto nacer, un lugar "más abajo
del cielo".
Después del asesinato de Campo Elías, al tío Eugenio(1) y en su edad de diez y seis años le toca acompañar a sus padres y a los demás miembros del hogar, con él diez personas, a la zona escogida para la configuración de aquel futuro que les aliviará en alguna forma el dolor: Ábrego. Según la designación antigua, el límite del municipio está situado a dos "miriámetros" por camino netamente de herradura. Esto es lo mismo que veinte Kilómetros. El viaje, por supuesto, es a caballo; y se haría cumpliendo con el cuidado que practican los desplazados de la actualidad para evitar caer en otra tragedia. Los hijos del primer matrimonio ya son hombres. Honorato, el mayor de todos, ya tiene veintidós años. Verardo, el que le sigue, veintiuno. Veinte Ricaurte. Están en la edad de contraer matrimonio, especialmente los dos primeros de acuerdo con las costumbres de la época. Y posiblemente no lo hacen debido a su situación económica; la que, para las personas de clase necesitada, es igual a la del país en guerra, sometida a los altibajos que genera el conflicto. Es muy probable que el abuelo Ángel Ricardo, como así sucede en el tiempo presente, le haya tocado abandonar las propiedades adquiridas en la tierra dejada. Llegar a la nueva le significa empezar desde cero. Ábrego es una región rica en múltiples elementos. El libro de José de la Cruz Vergel, "Ábrego Gesta y Leyenda", en sus páginas 45, 46 y 47, habla del cobre, plomo, molibdeno y muchos más, incluido el uranio, como integrantes de una minería susceptible de explotaciones. Parece que la cal es poca. Compuesto que interesa conocer; pues el tío Eugenio(1) fue un prodigio en la elaboración de artesanías que incluían ese producto como materia prima. Y si no existe en Ábrego, su experiencia debió arrancar desde Aspasica, lugar en donde se encuentran yacimientos notables. En torno al desempeño de su padre, no fue la minería, ni mucho menos la agricultura, la fuente del trabajo encontrado en la población escogida para la continuación y mantenimiento del hogar. Fueron sus conocimientos de abogado y sus habilidades administrativas para desempeñarse en la región. Su capacidad de líder le induce a aceptar y cumplir con el cargo al que fue nombrado. Ello sucede un año después de la llegada, 1901, en cuyo mes de diciembre lo inicia. Y también sucede en 1902 en varias ocasiones. Es el Jefe Cívil y Militar como ya se dijo anteriormente. Época de guerra. Y todavía faltan como trescientos para que se termine la de los "Mil Días". Mientras tanto, ¿Qué hacen el tío Eugenio(1), los hermanos mayores y algunos menores?. Angustiosamente, participar en ella. Y esa es una realidad que comentan sus inmediatos descendientes, Manuel (2) y Gilberto(2) Barriga Quintero, residenciados en Valledupar y Cúcuta, respectivamente, acontecimiento que fuera expresado por su mismo padre, al enseñarles que en la guerra le habían dado dos tiros, uno en la ingle y el otro en la pierna derecha, lo que en algunas ocasiones, especialmente las de lluvias, le obligaban a caminar cojeando. La Guerra de los Mil Días termina en noviembre de 1902 mediante los compromisos firmados por sus generales en Neerlandia, en el barco Wisconsin y en la población de Chinácota. Fueron más de mil días si se contabilizan las contiendas que se realizaron hasta el mes de junio de 1903. Mientras tanto, el tío Eugenio(1) ¿Qué hace en ese tiempo?, ¿En qué lugar se encuentra?, ¿Cuál es la labor que desempeña para el sustento de su propia vida?, ¿Estaría ya muerto?. Lamentablemente estas son preguntas que no se pudieron resolver sino sesenta y tres años más tarde, y que dieron tranquilidad a los espíritus de la tía María(1) y de mi padre Gilberto(1), después de expresar infinidad de veces en medio de añoranzas y tristezas de llanto: "¡A nosotros se nos perdió un hermanito cuando él cumplió como diez y siete años; y nunca más lo volvimos a ver!". La versión que conservan algunos familiares, entre ellos, el Dr. Armando(2) Solano Barriga, Aliro(2) Barriga Ibáñez, Gilberto(2) y Manuel(2) Barriga Quintero; los dos primeros, sobrinos; y los dos últimos, hijos suyos, se refiere a que el tío se vio en la necesidad de usar un machete y el recurso de la "Defensa propia" ante la agresión que le provocara uno de sus enemigos. La consecuencia tuvo que haber sido grave para que se alejara por tiempos infinitos y regiones insospechables. Los hermanos suyos que a la postre resultaron viviendo en Convención, María(1) y Gilberto(1), tenían razón al expresar que nunca más lo volvieron a ver. Y ese fue el motivo para que con dicha ausencia algunos miembros del apellido nuestro, ubicados en diferentes partes de Colombia, lo señalaran mediante el apelativo de "El perdido".
Raúl(2)
Barriga Ibáñez optó por escoger la región Caribe para
el desarrollo de su labor y el transcurrir de su vida. Se fue de la casa desde
muy joven. En esa ocasión, con el permiso de sus padres. Tenía apenas
diez y seis años. Escogió la costa porque era el lugar más
apetecido por los habitantes de la Provincia de Ocaña, especialmente quienes
poseían inclinaciones comerciales. Si ahora están pavimentadas sus
carreteras, las de antaño eran completamente destapadas y muy atentas en
levantar el insoportable polvero. Los habitantes de los pueblos cercanos al Río
Cesar o al Magdalena se bañaban, no para suprimir el sudor, ni mucho menos
la mugre, lo hacían en sus aguas para alejar la tierra del camino, después
de realizar sus viajes. Ello sucedía en la época en que el Cesar
no era Departamento. Después, ya legalizado, el gobierno cubrió
las más importantes en algunas partes, dejando las sencillas sin pavimentar
como un castigo para los caseríos. Tampoco había electricidad. Ni
gas para las cocinas. Ni acueductos. Ni papel higiénico. Ni sanitarios
y empotrados de la civilización. Pero, en su lugar, había votos,
muchos, muchísimos votos. Las lámparas "Cóleman"
fueron prodigiosas en las noches en que el calor hacía salir a los moradores
hacia una diversión llamada tabaco o ron, o narración de historias,
al solar o patio de las casas. Luego llegaba la hora de dormir y el atrevimiento
de los mosquitos para posarse en cuerpos que no antepusieron toldillos. En la
madrugada, el canto de los gallos, el trinar de las aves o el mugir del ganado
se constituían en una hora que al insinuar el baño, sólo
el de la cara, hiciera también emprender el inicio del trabajo, lo que
en los pueblos era un deber para el sustento; y en los viajeros, el tener que
enfrentarse a las torpezas del camino. A Raúl(2) Barriga Ibáñez,
en su época de juventud le tocó soportar estas inclemencias; más
las laborales, que por sus angustias y situaciones de humor, merecen su consignación
en cualquier texto literario. A manera de ejemplo, ésta, que puede ser
la más sencilla. Y se refiere al momento en que muy cansado, adolorido
y lleno de sudor decidió bajar del carro que manejaba, para extenderse
y dormir sobre una gramilla favorecida por la sombra que proyectaba la carrocería.
Sucedió en una sabana del departamento de la Guajira. No había nadie
en la distancia, lo que inspiró con el silencio una excelente prolongación
de su sueño. Dos horas en treinta y cinco grados de temperatura. Y hubiera
seguido hacia otras dos de no haber sido por la persecución que practicaron
dos seres aparecidos por magias del amor, un burro detrás de una burra,
los que al pasarle intempestivamente por encima y atropellarlo, le obligaron a
expresar la más gruesa y más larga de sus filosofías: En su tierra, Convención, a Raúl(2) los amigos le decían "Cielo". Y todo por la forma del piropo que dirigía a cualquier mujer al verla pasar, bien cerca del oído. "¡Adiós Cielo!", le susurraba. Alicia León, una joven muy bella y familiar de los Mantilla le contestó: "¡Adiós Infierno!", desprecio que lo sumergió en amargas decepciones. Éstas cambiaron el día en que Gabriela Núñez, la hembra más tierna del pueblo le respondió, "¡Adiós Huevón!", para enseguida sentirse en medio de las más sublimes emociones. Ya en la costa, el apelativo con que algunas personas lo recordaban era el de "El avión". Tenía relación con la velocidad de su carro en esas carreteras cuyo polvo levantaba para formar una espantosa nube. Y si el conductor que venía por vía contraria no se retiraba lejos de su derecha, el susto le hacía crecer y explotar sus ventosidades. A la Jagua de Ibirico llegó una tarde de 1963. Se hospedó en un hotel y después del baño salió a relucir su pinta de cachaco por los lados del parque principal; y fue el momento en que le dijo a una joven el piropo con que estimaba a las mujeres de su tierra, "¡Adiós Cielo!", para enseguida comprender que la felicidad desde ese instante había llegado a su corazón. Ella devolvió el cumplido con una sonrisa; y con ella y su sonrisa se quedó para siempre, pues se dio cuenta que era, en verdad, un verdadero cielo. Ligia Angulo se llama, y es una adorable mujer. Se casaron en el mes de enero de 1964, en la Jagua. Empezaron, ahora sí, las acciones que tenía que cumplir para pintar "el cielo" futuro de sus responsabilidades. Mucho
tiempo atrás y en una de las esporádicas visitas que Raúl
hiciera a sus padres, en Convención, a nuestro progenitor le escuchó
decir: Raúl(2) aprendió de memoria el diálogo, y se formalizó en un estímulo para averiguar en las regiones del viejo Magdalena que transitaba, el nombre o los sucesos relacionados con un tío que nadie en el hogar de su padre conocía. También lo preguntó por los pueblos de la Guajira, por los del Atlántico y Bolívar que en ocasiones recorría. Grandes dificultades, como inmenso el territorio de sus indagaciones. Una misión de casi ocho años sin resultado alguno. Y si personalizó su búsqueda, asimismo hubo oportunidades en que rogó a sus colegas la colaboración en las áreas que visitaban. Tampoco ellos, que por amigos le acataban, le daban respuestas de alegría. No obstante, y cuando ya el pesimismo entraba en desilusiones, el milagro llegó en la forma de una estaca y un jagüey, residuo de las aguas del invierno que al empozarse en una hondonada, el campesino conserva para sustentarse él y la sed de los ganados. Raúl(2) recuerda que un día del año sesenta y cinco, ya estando casado, un ingeniero desde Codazzi le solicitó el favor de transportar un ACPM al sitio en donde se estaba abriendo una carretera que conduciría al pueblo de Los Venados, anexo a Valledupar. Aceptó el trabajo y se dirigió al destino. La buena suerte, en este caso, impulsó a que su camión atravesara un pequeño jagüey, con profundidad no tan honda para la altura del automotor. Lo recorrió despacio y al salir de él, notó que en el tablero, la aguja de la temperatura estaba marcando el rojo del peligro. Se bajó de la cabina y al abrir el capó, inmediatamente se dio cuenta que el radiador había sido perforado por una estaca, facilitando la salida de toda el agua. Hizo, en este caso, lo correcto: No poner a funcionar de nuevo la máquina y evitarle así la segura fundición. El
pueblo, desde el lugar en que quedó varado, quedaba a un kilómetro
apenas, siguiendo la dirección de una trocha que hoy es la carretera que
arranca desde el caserío de Caracolí. Se dispuso a cumplir lo que
le había enseñado un mecánico de Convención, Eusebio
Sajonero, "El Chueco", en el sentido de desprender mangueras, bajar
el radiador, observar el sitio de la perforación y mandarla a soldar. Ya
con éste en tierra, le pidió el favor a un muchacho que, como es
la costumbre de todo niño, curioseaba a su derredor: Lo de los huevos y el cemento tiene su gracia; y era la que se empleaba en el caso para desvarar el carro; después se llevaría al técnico que aplicase la dosis de estaño en la boca de la perforación. Mientras tanto, con la clara y el cemento se podía preparar una masa que, como la Sintesolda actual, al recibir el calor del motor quedaba sólida y fuerte, al menos mientras llegaba el momento de hacer la reparación correcta en un taller. Al
volver, el niño le entregó el pedido; pero seguía mirándolo
con intensidad. Raúl(2) recuerda que el trabajo quedó perfecto;
y fue tanta su alegría que al subir de nuevo a la cabina, en un movimiento
brusco no se dio cuenta que sus documentos de identidad cayeron desde el bolsillo
de la camisa al suelo. Y partió sin ellos, cuando el canto de su garganta
entonaba una de José Alfredo: "
después, ya ves, me aguanté
hasta donde pude/ y acabé llorando a mares donde no me vieras tú
".
Aproximadamente a tres cuadras se percató de los gritos y de la carrera
del niño que iba en pos suyo: La
casa donde llegaron estaba situada a una cuadra del parque y de la iglesia, detrás
de unas arboledas que la limitaban con la calle, formando una fresca sombra. Sala
con muebles de estampa antigua, habitaciones y camas ya tendidas por ser las once
de la mañana, al fondo un patio y enseguida un inmenso solar en donde se
erguían algunas matas de yuca que trataban de alcanzar un árbol
de cañaguate, cuyas hojas tumbó el verano para abrirle espacio al
paisaje de sus flores amarillas. Raúl recuerda que al penetrar al patio,
lugar al que previamente le invitaron, observó un anciano con su pelo casi
blanco, observable por debajo de una cachucha. Estaba sentado en un sofá
y al ponerse de pie para alcanzar un bastón, se dio cuenta que su estatura
era la misma de su padre ausente, que sus ojos aún eran verdes a pesar
del tinte enrojecido que a la esclerótica le brindó la ancianidad,
que sus labios habían perdido la grosura y color que tuvieron en tiempos
de antaño, cuando los besos eran de almíbar, como en su alma la
dulzura de la pasión; que las manos eran delgadas y el lugar por donde
pasaban las venas se levantaba para extenderse en ramificaciones que al llegar
a los dedos se enflaquecían y se perdían en la última falange
de sus uñas; que su timbre de voz, cuando contestó el "¡Buenos
Días!" era el mismo que había conocido en su infancia, pero
de otra boca, aquella que siempre le regaló consejos. Era él, indudablemente,
el viejo Eugenio(1), el hermano de su padre, perdido desde hacía sesenta
y tres años en una "Defensa propia" que le hizo abandonar sus
tierras para siempre. Ese fue el momento en que, sin pensarlo dos veces, le lanzó
fuerte y con vibraciones de cariño, las dos palabras que el anciano nunca
había escuchado en su existencia: Quienes
estaban presentes, de inmediato voltearon la mirada hacia el visitante y se sorprendieron
al escuchar esas expresiones que sólo a algunos de ellos, los sobrinos
dirigían. El abuelo le correspondió con su atención y con
la pregunta que devolvió en el instante: Cuenta
Raúl(2) que el tío, apenas escuchó esas palabras, de inmediato
volvió a sentarse, esta vez con el bordón en sus manos y una mirada
que al dirigir al patio empezó a fructificar la acuosidad que se formaba
en sus ojos, especie de nube con que facilitó internamente rociar las tristezas
de su alma. Pero se sobrepuso, y fue la sonrisa el bien que abrió con regocijo
la cartilla de sus recuerdos, estímulo de una actitud que le hizo ponerse
de pie para abrazar, para dejarse abrazar, para besar y dejarse besar en sus mejillas,
y para contestar con una dicha que fue capaz de contagiar a los hijos, en el momento
presentes. La
emoción fue inmensa, no sólo por haber encontrado al tío
que le indicara su padre sino por el hecho de hallarlo con vida, en unos ochenta
y un años que por el momento demostraban ser el hijo más longevo
que tuvo el antiguo Ángel Ricardo. Esa misma emoción se demostró
en los nuevos primos, Campo Elías(2), Emelina(2), Gilberto(2), Eugenio(2)
y Manuel(2), quienes al estar reunidos le expresaron su familiaridad con abrazos
y atenciones extraídos de la alegría. Las preguntas afloraron con la ansiedad de conocer los sucesos de hoy, desprendidos de los del ayer; y ellos, los familiares de Los Venados, supieron de las personas, lugares y cosas que medianamente sabía Raúl(2) y que respondía con la precisión que manaban sus propios recuerdos, titubeando en aquellas que escasamente llegaron a su memoria por la sencilla razón de ser joven en la década del sesenta, por un lado; y por otro, porque también él se hallaba lejos cuando su padre y la tía María(1) referían aquellas historias que todos oíamos pero que nadie profundizaba. Ellos, los nuevos familiares, supieron, entonces, de la presencia de dicha tía y la descendencia que organizara con don Pedro León Solano, en Cáchira y Convención, lugar éste en donde, para ese entonces vivían. "¡Mi hermanita María, tan bella, tenía como diez años cuando yo la dejé!", exclamó el tío, al oír su nombre. Las otras añoranzas fueron narradas mediante recuerdos sumergidos en posibilidades, pues el aprendizaje de los sucesos se fundamentó en referencias vagas, muchas veces perdidas por la falta de comunicación o por haber ocurrido en épocas ya lejanas. Así fue como el tío y sus hijos conocieron de Honorato(1), quien "posiblemente" había muerto; de Verardo(1), de Ricaurte(1), de Sixto(1), de José del Carmen(1), quienes, como Campo Elías(1) al morir asesinado, ya estaban bajo tumba "posiblemente". Las
atenciones para Raúl(2)en ese momento; y todas las que posteriormente se
dirigieron a familiares que quisieron conocer a los hijos del tío Eugenio(1),
después de su muerte, fueron abundantes, con participación de ritmos
vallenatos, de buen whisky, de camuros preparados con culinaria del caribe, y
de esos abrazos familiares que no sólo comprueban rasgos similares sino
que hacen germinar afectos detenidos por el tiempo en los fondos del alma. El
físico de Eugenio(2), hijo del tío, fallecido hace aproximadamente
ocho años, era sorprendentemente parecido al de Ramón(2) Solano
Barriga; el de Manuel(2), es semejante al del mismo Raúl(2); el de Gilberto(2)
y el de Campo Elías(2), enormemente afines, incluido el timbre de voz,
con el de mi progenitor, quien después de sesenta y tres años de
ausencia vino a tener noticias de " El Perdido". No obstante, mi viejo
no logró conocerlo, debido a que, el día en que por fin visitó
Los Venados, su hermano había muerto desde hacía aproximadamente
tres meses. Cuentan que mi padre le habló en la tumba y en ella, el "saludo"
y el "Padre Nuestro" fueron expresados con el Agua Bendita de sus lágrimas. De
"El porqué se perdió el tío", sus descendientes
y algunos familiares de la Provincia de Ocaña lo saben: La contienda y
la "Defensa Propia" que ejerciera con un contrario durante la Guerra
de los Mil Días. De "El porqué jamás regresó",
es una realidad que nadie, ni sus hijos supieron. Sólo las situaciones
relacionadas con experiencias vividas y con palabras que se escuchan, pueden en
ocasiones acercar a las verdades. Del tío Eugenio(1), algunos descendientes
recuerdan sus palabras, filosofía ganada en los acontecimientos de su propia
vida, y son las que más nos acercan a identificar el tamaño de sus
melancolías: El tío Eugenio(1) murió en Los Venados el cinco de enero de 1966, casi doce años antes de la muerte de mi padre; diez y nueve antes que su hermana María(1), quien tenía sobre su semblante aquella imagen que le conoció en sus diez abriles y que con el tiempo se fue atenuando hasta perderse en los vericuetos de su memoria. ¡Paz en su tumba!. Y en nosotros, el reconocimiento hacia un hombre que con sus acciones también dio ejemplo e importancia a su descendencia. FRENTE A LA NATURALEZA Y LA SOCIEDAD, UN TRIUNFADOR EN PLENA LONTANANZA El arribo que hiciera el tío Eugenio(1) a la población de Los Venados se precisa a finales del año 1918. Esto lo dicen sus hijos al recordar que se casó en ese mismo lugar pocos meses después, el 16 de febrero de 1919 con doña Vita Quintero. Así mismo, indican que su padre les comentó que había vivido en El Banco, Magdalena, y que había sido Inspector de Policía en la ciudad de Codazzi. Es lo que refieren de él, sin revelar el tiempo que permaneció en esas dos regiones. Por supuesto que ellos también conocen los nombres de sus abuelos, Ángel Ricardo y Telésfora, de igual manera los de sus tíos, Sixto(1), Campo Elías(1), José del Carmen(1), María(1) y Gilberto(1), del segundo matrimonio; y los del primero, Honorato(1), Verardo(1) y Ricaurte(1), denominaciones que les enseñara su progenitor y que correspondían a los hermanos que vivieron en la Provincia de Ocaña. La verdad es que el autor del presente ensayo, además de los hijos del segundo matrimonio, sólo escuchó hablar de Honorato(1); y en forma vaga, de Verardo(1). Del último, nunca. Sin embargo hay que aceptar lo que ellos expresan sobre Ricaurte(1), por ser parte del recuerdo de su propio padre. Se sabe, así, la época en que arribó a Los Venados. Las preguntas son: De 1902, año en que se alejó del hogar, a 1918, ¿En dónde estuvo?, ¿Qué hizo?. Son cuestiones algo indescifrables, pues sólo se conoce un hecho; y está relacionado con haber tenido dos hijos antes del matrimonio: Uno de carácter putativo en la población de González, Cesar, llamado Felipe Barriga, de quien algunos familiares de la Provincia de Ocaña expresan, sin comprobarlo, que es suyo; y dos, el que también tuvo "naturalmente" y que conocieron quienes nacieron del matrimonio con doña Vita Quintero, llamado Pedro Nel Rizo. Por cierto, muy parecido a su padre. En
torno a su ausencia, no sólo hay que confiar en las palabras de mi papá
Gilberto(1) y de la tía María(1) cuando recordaban haberlo perdido
a partir de 1902. Del mismo modo hay que identificar que desde esta época
a 1918, no se conocen datos que testimonien su presencia por las regiones de Ocaña.
De todos los hermanos del segundo matrimonio se precisan algunos hechos. Así:
La labor del tío Sixto(1) en Ábrego, 1908, comentada anteriormente;
el matrimonio de José del Carmen(1) en 1909; las permanencias de María(1),
Gilberto(1), Honorato(1), Verardo(1) y Ricaurte(1) en la Provincia. De todos ellos
se encuentran evidencias; menos las suyas en el periodo de 1902 a 1918, lo cual
indica que ya estaba "perdido". Afloran así, las probabilidades.
Es muy "probable" que permaneciera en la cuenca del Río Magdalena
correspondiente a los puertos de Gamarra y La Gloria, de la época, caracterizada
por la afluencia de negociantes ocañeros o por las ofertas de trabajo debidas
al transporte, turismo y comercio que demandaban los barcos que navegaban por
él. También es "probable" que la mayor parte de esos diez
y seis años los pasara tanto en El Banco como en Codazzi, una ciudad cuya
cosecha de algodón requirió de recolectores invitados de todo el
país y a la que él debió haberle dedicado una mayor estadía. De ese primer amor no resultaron huellas; simplemente una alusión que, incluso, muy pocos hijos la pronuncian: Se llamaba Eleadora. En el tío Eugenio(1) también quedó la necesidad de usar estrategias para comportarse en un pueblo en el que los dos únicos Conservadores existentes pero sin trascendencia eran, Manuel Ramón Fuentes y Braulio Brochel; de resto, todos sus habitantes pertenecían al Partido Liberal. A la llegada suya, ya fueron tres. Y las estrategias a seguir estaban relacionadas con el adoctrinamiento de sus enemigos políticos, por debajo de cuerda, poco a poco, fundamentado en "lecturas" sobre el periódico que cada quince días le llegaba, el de Laureano Gómez; de tal manera que cuando aparecieran los primeros "¡Arribas!" al partido conservador, la gente se diera cuenta que quienes los daban eran los mismos hijos suyos, y hacia ellos, por más contrarios que se hubieran vuelto, sus padres no tenían aliento para declararles sus maldiciones. Así fue como conquistó a Aldo Quintero, hijo de don Medardo, quien a la postre fue Concejal y diputado. De igual manera sucedió con Luís Rodríguez Valera, un personaje que con el tiempo se hizo doctor y con ello un político de gran renombre, pues fue Gobernador del Departamento, Senador, Secretario de Educación del Magdalena, Subcontralor General de la Nación, Periodista, y fue tanto el cariño que, el día en que ocurrió la muerte del tío, mediante un telegrama rogó el favor de sepultarlo después de su llegada, lo cual se obedeció; y su presencia se formalizó en la pronunciación de aquel discurso con que demostró sus más sensibles gratitudes. Actualmente el pueblo es Conservador. Y todo se le debe a él. Claro que ello vino a suceder mucho después, en la medida del avance de "su estrategia", a la par de aquel amor que como "técnica de una primera vista" entregó a la que fuera la última y mejor mujer de su vida, Doña Vita Quintero (hija de don Andrés Quintero), con quien se casó el 16 de febrero del 1919 para formalizar una descendencia que también es una satisfacción del apellido Barriga, pues practica no sólo el deber de triunfar sino el poder de "Servir" que ha caracterizado a todas las generaciones del antiguo Ángel Ricardo. La dedicación y responsabilidad empleadas en el mantenimiento de su hogar fueron causantes de aquel aprecio con que la gente empezó a tratarle. En él, su espíritu de colaboración se popularizó, de tal manera que, incluso, todos los habitantes lo veían como un ser excepcional, dotado de experiencias y de un sentido altruista muy poco practicado, haciendo que todos los moradores acudieran a su bondad para solicitarle solución a sus necesidades, especialmente de trabajo y de conocimientos. Bien se sabe que el tío provenía de regiones en las que la civilización difería con las costumbres que halló en el nuevo lugar. Las casas, en su mayoría, tenían techos de zinc y las paredes simplemente estaban formadas por tablas de madera. Los pisos eran destapados, sin baldosas, de tierra apretujada por las constantes pisadas que sobre ella ejercían sus moradores. El agua de beber se traía en burros y dentro de recipientes especiales, desde el río cercano. Los patios, los solares, la cocina y todo lo que encontraba en su interior no eran sino manifestación de una manera de vivir propia de muchos caseríos de la Costa, abandonados por el gobierno y por las bondades del progreso. El tío sabe cómo arreglar esas cosas y tiene un alma que, además de ser suya, la presta a los demás pobladores, así pertenezcan o hayan pertenecido al partido liberal. Les enseña y les trabaja de todo. Reemplaza las paredes de madera por las de bahareque, cuando las personas no tienen el suficiente recurso para hacer más lujosa la vivienda. También recurre a la técnica de "Tapia Pisada", si el dueño posee alguna disposición económica que acreciente la vistosidad ante las demás moradas. Y la gente le pagaba con vaquitas, o con camuros (cruce ovejo-cabra), o con dinero, y así fue acrecentando un patrimonio con tan ascendente fuerza que le obligó a adquirir, incluso con terrenos baldíos cedidos legalmente por el gobierno, una finca de trescientas hectáreas a la que denominó "El Chocó", cuyo embellecimiento y producción salió de su experiencia, de su ingenio. A dicha propiedad la llenó de abundante ganado, bonito, controlado, gordito, higienizado y con la facilidad de hidratarse en un río que la rodeaba, El Garupal, con un pozo llamado, "Pozo Izquierdo", cercano al lugar por donde se penetraba a la finca y donde el tío encontró una mina de piedras calizas que a la postre utilizó, después de construir el horno, para quemarlas y producir aquella cal con que blanqueó la mayor parte de las casas del pueblo que él mismo había arreglado. El cinco de enero de 2006, Eugenio(1) Barriga Pérez cumplió cuarenta años de muerto. Está enterrado en el Cementerio de Los Venados, en una tumba donde también reposa su esposa, Doña Vita Quintero, fallecida diez años antes, el 20 de julio de 1956; lugar en cuyo frente se detuvo mi padre Gilberto(1) para llorarle y comentarle que si hubiera tenido dinero, habría venido con el fin, más que de verlo, conocerlo, después de esa dimensión sobrenatural que se llamó sesenta y cuatro años de ausencia. "¡Paz en tu tumba, querido viejo!".
1. Campo Elías(2) Barriga Quintero. Nació el 15 de diciembre de 1919. Sus últimos años los pasó en Valledupar; lugar en donde murió el 23 de octubre de 2007. Su nombre recuerda al familiar que asesinaron en la Guerra de los Mil Días. En su semblante se halla el físico de los Barriga del segundo matrimonio del abuelo Ángel Ricardo. Se casó con una señora extraordinaria, obediente de los preceptos Cristianos, pues cuidó a su esposo en su senilidad y estado deficiente de salud en forma amorosa y dedicada. Se llama Olga Monsalvo. Tuvieron los siguientes ocho hijos: 1.1.
Campo Elías(3) Barriga Monsalvo. Es abogado. Dos hijos: Miguel Elías(4),
Administrador de Empresas; y Pablo Elías(4), Oficial de la Policía. 2. Manuel(2) Barriga Quintero. Le dicen "El Negro"; y ello debe ser por cariño, pues es blanco y colorado. Fue el último primo a quien tuve el agrado de conocer. Extraordinario en sus atenciones, similares a la organización del hogar que formara con doña Élcida Lúquez a partir del 30 de marzo de 1966, día de su matrimonio. Viven en Valledupar. Sus hijos son: 2.1.
Carlos Manuel(3). Ingeniero de Petróleos de la U.I.S, Universidad Industrial
de Santander, Bucaramanga. Casado con Lucini Ulloa. Hijos: Niños, Dayana(4)
y Manuel Carlos(4). Residenciados en Barranquilla. 3. EUGENIO(2) BARRIGA QUINTERO. Me satisfizo el haberlo conocido. De físico similar al de algunos familiares Solano Barriga, nuestros comunes primos. Nació en Los Venados y murió en Valledupar. El mes de abril ofrece la coincidencia de su nacimiento y de su muerte en un mismo día; pues ambos sucesos se dieron el 12, uno en 1922 y el otro en 1998, para un total de 76 años de vida. También con cualidades de atención que hacen recordarlo con inmenso cariño. Paz en su tumba. Casado con la señora Juana Almenárez. Sus hijos son: 3.1
Sonia Mercedes(3) Barriga Almenárez. De físico similar a Mercedes(2)
Barriga Ibáñez. Es profesora en Valledupar. Casada con Gustavo Días.
Hijos: (a) Lucía(4), Lic. de la Univ. de Pamplona, casada con Álex
Daza. Hijos: Andrea(5), Carlos Gustavo(5), Juan David(5) e Israel(5). (b)Gustavo
Rafael(4), casado con Katty Páez, un hijo, Santiago(5). (c)Juana Claudia(4),
estudios de derecho; casada con David Ortega. Hijos: Rafael de Jesús(5),
Vanesa(5) y Natalia(5). (d)José María, Administrador de Empresas.
Casado con Yorleydi Núñez. Una hija, Valentina(5). 4. Emelina(2) Barriga Quintero. Llamada así, por el cariño que tuvo su papá Eugenio(1) con una prima suya, Emelina Solano Torrado; y colocó su nombre en el bautismo de su hija, año de 1934, sin saber que, en "su" lejanía, ocho años atrás, en 1926, otras dos mujeres llevaban también la misma denominación: Emelina(2) Solano Barriga y Emelina(2) Barriga Suárez. Fue una mujer adorable. Además muy hermosa. Tuve la fortuna de conocerla al viajar ella, a raíz del "famoso hallazgo de "El Perdido", desde Los Venados a Convención, lugar en donde quería conocer a sus tíos Gilberto(1) y María(1)Barriga Pérez, hermanos de su padre. Además, fue una líder política y social en su pueblo natal, lo que en esa región de "Francisco el Hombre" denominan como "Cacica". Murió del corazón en Valledupar y luego enterrada en su pueblo, Los Venados. Se casó dos veces; la primera con el Señor Sabas Peña; la segunda con el Señor Augusto Magdaniel. Sus hijos son, del primer y segundo matrimonio, sucesivamente: 4.1.
Henry Elías(3) Peña Barriga. Es abogado y ejerce en Valledupar.
Casado con Edith Charrys. Tienen dos hijos, Sabi(4) y Henry(4). Estudiantes.
Es una rica fuente de información relacionada con nuestros ancestros. De él supe que existieron dos matrimonios del abuelo Ángel Ricardo; también los hijos que nacieron, los lugares en donde vivían y sus estados civiles. En el año 1957 y debido a una necesidad, su padre, Eugenio(1) Barriga Pérez, le recomendó que fuera a Convención, pues allí vivían "posiblemente" sus hermanos Gilberto(1) y María(1). Comenta el primo Gilberto(2) que al llegar a Aguachica "Me ahuevé"; esto es, le dio miedo llegar a una población cuya región había tenido antecedentes horribles de violencia. "¡Y fue una lástima primo... ", se lamenta en la conversación, "...¡pues al ahuevarme, impedí que los tíos que quedaban con vida supieran en donde estaba mi Papá!". Con la anterior indicación, se puede concluir que el tío Eugenio(1) probablemente estuvo en Ocaña, lugar en donde le expresaron las cosas que sabía de los hermanos de Convención. De allí el nombre de "Emelina", colocado a su hija en 1934, tal vez al darse cuenta que ya existían tres sobrinas suyas con dicha indicación, la del tío Verardo(1), la del tío Sixto(1) y la de la tía María(1). En el año 1957, con excepción de Eugenio(1), de mi papá y de la única tía, todos los hijos del abuelo Ángel Ricardo ya habían muerto. La siguiente es la descendencia suya, ese primo atento y familiar que si tuviera la cara de su hermano Campo Elías(2), sería la misma estampa de mi padre Gilberto(1). 5.1. Vitalia(3) Barriga Salcedo. Hija de doña Aniceta Salcedo Acosta. Es licenciada en Educación. Vive en Barrancabermeja y está casada con el señor Manuel Ramón Mallorca. Tienen los siguientes hijos: Manuel Ramón(4), Ingeniero Electrónico; Luís(4) y María Cristina(4), también profesionales universitarios; y María Eugenia(4), bachiller. 5.2. Eugenio Enrique(3) Barriga Salcedo. Vive en Guaimaral, una región cercana a Los Venados y en la que ejerce sus labores comerciales. Tiene cinco hijos: Annelise(4), Comunicadora Social de la Universidad de Pamplona; Yair(4), María Eugenia(4), María Tomaza(4) y Leysmer Eugenio(4), estudiantes. 5.3. Vialis Mariela(3) Barriga Salcedo. Esposa de Aldo Quintero Araujo, fallecido, aquel personaje a quien el tío Eugenio(1) "convirtió" al conservatismo. Vialis es profesora y vive en Los Venados, lugar en donde se caracteriza como una líder que gestiona constantemente los problemas sociales que los gobiernos local, departamental o nacional han descuidado. Tiene los siguientes hijos: Carlos Andrés(4), Ingeniero Civil; y Luís Alberto(4), estudiante de bachiller. 5.4. Bedis Marina(3) Barriga Salcedo. Es Licenciada. Casada con el profesor Samuel Torres. Viven en Cúcuta y tienen tres hijos: Kendis Catherine (4), abogada; Mayerly Carolina(4) y Liseth Vanessa (4), estudiantes. 5.5. Emiro Fidel(3) Barriga Salcedo. Los títulos de Derecho adquiridos, además de ornar su intelecto, también convergen en su amabilidad, en su actitud por querer favorecer a los demás, entre los cuales, quienes poseemos el apellido Barriga resultamos fortalecidos en gratitudes. Ha sido alto funcionario de varias empresas del estado en Cúcuta y otras partes de Colombia, dedicando relaciones humanas que obligan a recordarlo y a apoyarlo en todas sus gestiones. Tuve la buena suerte de acudir a su favor por motivo de una Operación del Corazón que me practicaron; y él, como servidor no sólo de la empresa de salud, asimismo del apellido, demostró su excelente cariño para con los miembros de su misma sangre. Residenciado en Cúcuta y está casado con la doctora Preselia Roa, con quien tiene dos retoñitos, Emiro Gabriel(4) y Emiro Fidel Jacobo(4). También posee los hijos, Emiro Alberto(4), abogado; y Emiro Andrés(4), estudiante de bachillerato. 5.6. Gilberto Alfonso(3) Barriga Salcedo. Vive en Guaimaral, Cesar. Bachiller comerciante. Tiene dos hijos, Magre Cecilia(4) y Chobina(4), estudiantes. 5.7. Laudith(3) Barriga Salcedo. Vive en Valledupar. Es abogada. Tiene tres hijos, José Mario(4), abogado; Jesús Alberto(4) y Vanesa(4), estudiantes. 5.8. Gilberto(3) Barriga Grau. Hijo de la señora Mercedes Grau. Vive en Cúcuta y tiene tres hijos: Diego(4), Camilo Ernesto(4) y Gabriela(4), estudiantes de educación primaria. 5.9. Carlos Rafael(3) Barriga Grau. Residenciado en Cúcuta. Dos hijos: Carlos Jesús(4) y Mauricio(4) Barriga García. Estudiantes. 5.10. Gary Gregorio(3) Barriga Villanueva. Ingeniero Industrial. Vive en Cúcuta. 5.11. Ludi Barriga(3) Rocha. Residenciada en Guaimaral, Cesar.
CARLOS ALBERTO(3)
BARRIGA ALMENÁREZ El apellido Barriga del abuelo Ángel Ricardo está sembrado en muchas partes de Colombia, siendo la región nortesantandereana su mayor apropiación. Con él, la descendencia de Sixto(1), uno de sus hijos, se ubicó preferiblemente en la ciudad de Bogotá, aunque dirigió sus ramas a Bucaramanga, Ibagué y a diferentes países del mundo. De igual manera ocurrió con la del tío Verardo(1), cuya estirpe también cumple, entre valiosas consideraciones, con los resultados triunfales que determina la educación. Las demás ramificaciones del árbol genealógico, excepción dada a las del tío Eugenio(1), fueron extendidas en la Provincia de Ocaña; facilitando que varias familias se ubicaran así mismo en la frontera del departamento y en muchas regiones de la nación. Ello se observa en la de Honorato(1), en la de Gilberto(1), José del Carmen(1) y María(1), con asentamientos preferibles en las zonas de sus crianzas. En lo concerniente a la descendencia del tío Eugenio(1), salvo la derivación existente en Cúcuta mediante la presencia de Gilberto(2) Barriga Quintero, la mayoría se ubicó en la costa atlántica, resultando como sede principal la región de Valledupar y la prolongación de algunas cunas en las demás partes del caribe. Barranquilla, una ciudad cuya alegría no se mide solamente por el entusiasmo de sus carnavales, de igual manera recibe al apellido Barriga para que participe en sus tradicionales expresiones de cultura. Carlos Alberto(3) Barriga Almenárez hace parte de esa formación intelectual con que "La Arenosa" se ofrece a sus moradores; y lo está cumpliendo con acciones políticas y filantrópicas en una manera tan sobresaliente que irradia con satisfacciones el alma del apellido. Hace algunos años, nadie de los Barriga ubicados en el Norte de Santander sabía de él. El día en que se descubrió su presencia en Barranquilla, aquellos que lo trataron se trajeron no solamente el concepto de su cultura; también, y fue lo que más gustó, el de sus atenciones: Magníficas. En esa ocasión, los dos Carlos de Cúcuta hicieron el viaje. El uno, Peñaranda Barriga; y el otro, Barriga Ibáñez. Posteriormente, con él serían tres. Hay que aclarar que el trayecto terminaba en Valledupar, lugar en que cumplirían con algunos negocios de carácter ganadero. El trabajo se hizo; mas al saber que en "La Arenosa" vivía y laboraba otro Carlos perteneciente a la familia, se fueron en su búsqueda; sin dificultad alguna ya que la distancia era de cuatro horas y por carretera muy bien pavimentada. La sorpresa de su presentación fue igual de emotiva al artículo del día que, elaborado por él, leyeron en el periódico El Heraldo, en el que comentaba algunos acontecimientos políticos de la región. Empezó, desde ese instante, la apreciación de la cultura que poseía y proyectaba el nuevo primo por esas zonas de la costa. Por mi parte, el día en que conocí a Eugenio(2) Barriga Quintero, su padre, en la ciudad de Valledupar, me di cuenta que la lozanía de su rostro se había desaparecido por la invasión de sus sesenta y cuatro abriles. Su seriedad poseía un rictus esculpido en medio de sus ojos y debajo de las significantes arrugas que surcaban su frente. Diríase que la ausencia de la sonrisa marcaba un semblante en donde se escondían situaciones de amargura. Pero no sucedía así; ya que, desde el momento en que conoció nuestra familiaridad, como por encanto le vino la sonrisa; y en gran alegría desapareció las deficiencias que afeaban su cara para proyectarse en su ambiente de atenciones. Él había conocido a mi padre Gilberto(1) cuando estuvo en el pueblo de Los Venados, tres meses después de la muerte de su hermano, Eugenio(1) Barriga Pérez. Alguien me contó que la constancia, el apego, la presencia suya en cada uno de los pasos que dio mi padre, justificaron los cuidados hacía un tío que nunca había conocido y que desde esos momentos empezaba a adorar. Eso fue verdad. Y lo demostró aquella ocasión en que al identificarnos como hijos de él, de inmediato colocó las expresiones de felicidad que antecedieron a sus bondades. Hoy recuerdo al primo Eugenio(2) con la magnitud de un cariño que sabe responder al que él tuvo por mi padre. Pienso en su figura, sorprendentemente parecida a la de Moncho Solano Barriga; recuerdo la forma de su caminar, lenta como la de muchos familiares; por supuesto que no tan exagerada como la de un antepasado que decía, sobre su misma parsimonia, "¡Para qué me afano, si algún día llego!"; añoro sus atenciones y deploro la lejanía que me impidió acudir a su entierro, hace ocho años; una muerte que no le hizo saborear el triunfo de la totalidad de sus hijos. Recientemente, al investigar sobre la descendencia suya, me di cuenta de sus valores y de su postura a favor de los intereses comunitarios. Representa el desempeño dado por el antiguo abuelo, Ángel Ricardo; y de pronto, el de quienes vivieron más atrás, dimensión a la que no logró llegar el presente ensayo pero que probablemente fue lejana a la siguiente sentencia, puesta a consideración de ley: Generación que es indiferente a las soluciones sociales, va camino al aislamiento. En la descendencia de Eugenio(2) Barriga Quintero hay grandes satisfacciones. De ellas, sin aminorar los valores de los demás hermanos, me sorprendieron el intelecto y la función comunitaria desarrollados por Carlos Alberto(3) Barriga Almenárez. De haberlos conocido, tal como los son actualmente, a su padre se le hubieran desaparecido las arrugas de la cara. No están representados únicamente en sus estudios profesionales, que son excelentes; también se vislumbran en las laborales y en las ejecutadas a favor de la sociedad, dentro de las cuales escogió la política, pero la bien concebida, como la forma más elocuente para resolver problemas. El trato que infunde Carlos(3) genera simpatía por las maneras inacabables de su optimismo. Parece que en su comportamiento se incrustara el espíritu de su abuelo Engenio(1), el mismo que al llegar por primera vez a Los Venados, una región liberal siendo él conservador, con un acervo de cualidades demostró ser importante mediante el impulso de sus acciones. Carlos(3) es alegre como los carnavales en los instantes de estar alegre. Serio en los momentos de enfrentarse a objetivos de responsabilidades. Certero en sus apreciaciones y eficiente en los consejos que son resultado de su experiencia, de su estudio. El día en que arribó a Cúcuta a fin de colaborar en la campaña política de su primo y tocayo, Carlos(3) Barriga Peñaranda, pude admirar dos situaciones salidas de su ingenio; una, el hecho de haber colocado su experiencia en la organización total del Proyecto Senatorial, pues hizo corregir deficiencias e impulsó el fortalecimiento y dinamismo de las sedes restantes del país, entre las cuales, las de Bogotá y Villavicencio, así como la de Valledupar y otras de la costa, poseían notables inconsistencias. Los resultados de la campaña fueron maravillosos, pues Carlos(3) Barriga Peñaranda cumplió con sus anhelos de ser por otra ocasión, Senador de la República, y en ella, el acrecentamiento de la satisfacción familiar. La segunda situación que contemplé y fue muy acertada, se relaciona con la presentación que se le hizo de nuestro familiar, Antonio(3) Barriga Vergel, de quien se expresó, después del correspondiente saludo: "¡Es la primera vez que lo veo; y me parece estar ante una buena persona!". Carlos Alberto(3) Barriga Almenárez es ampliamente conocido en el ámbito político de Barranquilla; de allí la experiencia que descargó sobre el Proyecto Senatorial de su pariente, el otro Carlos. Ha sido Diputado en el Departamento del Atlántico; así mismo, Notario de su capital. Todo ello es consecuencia, además de su optimismo, de los amplios estudios sobre Derecho en diferentes ciudades de la patria. Es abogado. Especialista en Derecho Notarial y de Registro. Especialista también en Gerencia Pública. De igual manera obtiene un Magíster en Administración de Empresas, un Diplomado en Contratación Estatal y otro en Sociedades; el primero obtenido en la ESAP, de donde logró así mismo el de Administración Pública; y el segundo, en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Los anteriores son actitudes intelectuales de su vida para dirigir la comunidad; no obstante, lo que más le engrandece está representado en su gestión altruista, cuya obra, "Hogar para el Acompañante del Enfermo", cuando llegue a su realización total, le va a apartar un campo honorífico en la historia no sólo del Departamento del Atlántico sino también en la de Colombia. Al darse cuenta de las dificultades que sufrían aquellas personas con familiares enfermos en los hospitales de Barranquilla, desde ese momento se propuso levantar una institución que ofreciera atenciones de hospedaje, alimentación, salud y hasta de medicamentos a bajos costos. Eso de observar hombres o mujeres que duermen en las aceras de las clínicas, sin recursos y con hambre, mientras adentro su pariente es examinado de acuerdo con las capacidades económicas, fue una problemática que disgustó en su alma. La fundación va a ser levantada; tengo seguridad. Su dinamismo entrará por los ojos de semejantes o empresas a quienes solicitará su ayuda. Y va en camino, pues ya consiguió un área inmensa para la construcción, a más de tener alrededor de trescientos empleados que ofrecen por todo el Atlántico no sólo rifas sino también la oportunidad de quedar en una placa que eternizará los nombres de los donantes. Incluso, hasta la Presidencia de la República, cuyo Mandatario es su amigo, ha prometido brindar los suficientes aportes. En torno al nombre que llevará la institución que quiere fundar, un día me propuso que fuera yo quien lo determinara dentro de los representantes de la familia. Y la verdad, puede haber alguien de nuestro apellido; para el caso, el médico Tomás Barriga, hermano de Gabriela Barriga, esposa de don Antonio Villavicencio, quienes participaron con hechos revolucionarios y aprobaron el Acta de la Independencia de 1810. No obstante, en la Colombia actual hay personas que, como Carlos Alberto(3) en la cualidad altruista, merecen la eternidad de su nombre y sus obras. Para ello, sería válida esta razón social: ANDRÉS GÓMEZ, y se refiere al médico que falleció junto a todos sus acompañantes en el mes de marzo de 2006 en un accidente de aviación, mientras llevaba un niño enfermo para que fuese atendido en una clínica de una ciudad lejana, labor filantrópica que incansable y desinteresadamente realizaba por toda la nación. Dicho nombre sería muy grato. Carlos
Alberto(3) Barriga Almenárez ha originado la sonrisa de su padre ausente.
De igual manera sucederá con la de aquellas generaciones que al recordar
sus obras, sentirán la complacencia que les dejó su sangre; y una
historia que alumbrada por su intelecto llevará así mismo la bondad
de sus realizaciones. | ||