RESEÑA HISTÓRICA DE LA PARROQUIA DE LA PLAYA DE BELÉN
Luis García Benítez, Presbítero
 

Compilación e ilustración: Guido Pérez Arévalo
Tomada del Boletín Eclesiástico, órgano de la Diócesis de Santa Marta,
ediciones 186 a 193, de mayo a diciembre de 1931. Cortesía: Padre Jesús Aníbal Pérez Sánchez.

Acuarela de Eusebio Posada Rincón, 30 de julio de 1887. Álbum: Museo Antón García de Bonilla.
Archivos: Don Álvaro Claro Claro.
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Atchivos: Doña Doris Claro de García
Archivos: Dr. Luis Eduardo Páez García
 
 
La Playa, una de las poblacioncitas más pintorescas de la provincia de Ocaña, en el departamento Norte de Santander, está situada a 73 miriámetros de Bogotá, latitud 9, longitud 0; 55'55 E. Su topografía es algo que llama la atención del viajero que por primera vez pisa sus tierras; situada en una de las abras que se encuentran en el norte dejando las aguas de "El Algodonal", se halla rodeada de cerros escarpados de tierra durísima, semejando ruinas de templos y castillos medioevales. Su temperatura media es de unos veinte grados centígrados pero estando acariciada por las frías brisas que vienen de la vecina población de Aspasica, goza de un clima favorable al desarrollo de las enfermedades nerviosas, encontrándose sin duda por esta razón gran número de neurasténicos.
Construcción de la primera torre del último templo
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La región que ocupa hoy la Parroquia de La Playa constituyó los dominios del Cacique de Patatoque, el cual tenía por vecinos a los jefes de otras parcialidades, denominadas Oropoma y Erobuco; estas tres regiones conocían como Jefe supremo al Cacique Bucurama, el que tenía su asiento en las serranías de Capitánlargo. Últimamente se han descubierto algunos sepulcros de los indios habitadores de esos sitios, pero la pobreza de su contenido nos da a entender muy a las claras que sus moradores no se distinguían por sus riquezas.

Como fundadora de La Playa puede considerarse a la señora doña María Claro de Sanguino, pues ella fue la que construyó la primera casa en el paraje denominado "Llano Alto" por el año de 1857.

En el año citado haciendo la Visita Pastoral en la provincia de Ocaña el Ilmo. Sr. Fray Bernabé Rojas, de la Orden de Predicadores, de paso para Aspasica, viniendo de La Cruz, se hospedó el prelado en el sitio de Patatoque, en casa del señor don Jesús Rueda. Allí celebró la santa misa en un oratorio y aprovechando tan propicia ocasión los señores Jesús Rueda, Juan Esteban Vega y Tiburcio Álvarez le suplicaron tuviera la bondad de concederles permiso para edificar en el sitio de "Llano Alto" una capilla en honor de San José. El celoso y santo Prelado de la Diócesis de Santa Marta, viendo la piedad y recta intención de tan buenas gentes no vaciló en acceder a sus deseos y así continuo el viaje dejando en manos de tan celosos vecinos el permiso solicitado.

Con entusiasmo, fruto natural de ese sincero y profundo amor a Dios nuestro Señor, que se encuentra en las regiones del interior de la República, se principió la obra del nuevo templo; todos los vecinos mostraron su generosidad y buena voluntad, todos quisieron que sus nombres figuraran en la lista de los benefactores; el uno donaba maderas, el otro material, el de más allá ofrecía su trabajo manual gratis por varios días y semanas. Con tan poderosa ayuda no podía retardarse la terminación; en efecto, el 4 de diciembre de 1862 se verificó la bendición solemne del nuevo templo; presidio la ceremonia el R. P. Milán, misionero, y fue apadrinado por los sacerdotes ocañeros presbíteros don Natividad Cabrales y don Isidoro Sánchez Lemus.

Hay un nombre que no podemos olvidar al llegar aquí y es don Juan Claro A., eximio varón que se interesó mucho por la obra y conservación de la antigua capilla. El apellido Claro es uno de los principales de La Playa, y desde el origen de la Parroquia no hay obra buena y de progreso en la cual no figure alguno de este apellido descendiente, sin duda, de don Juan. Los pueblos con frecuencia se olvidan de sus benefactores y muchas veces por ingratitud, por rivalidades u otras pequeñeces tratan de olvidar sus beneficios; obra del historiador imparcial es el sacudir el polvo del olvido.

En vista de lo dicho podemos fijar la fecha de la bendición solemne de la iglesia en honor de San José, como la de la fundación o erección del pueblo de La Playa.

Esta iglesia no subsistió largo tiempo; yendo el pueblo en camino de progreso, el padre Venancio Arévalo, cura de La Cruz, propuso al vecindario la idea de emprender los trabajos de la nueva iglesia; con el mismo entusiasmo de otros tiempos fue acogido el proyecto.

La nueva Junta Directora de los trabajos de la iglesia quedó constituida por los señores don Juan Claro, Miguel Dolores Claro, Pedro Claro, José Benigno Claro y Matías Vega. Al leer estos nombres se ve confirmado una vez más lo que dijimos al principio de nuestro escrito, sobre la labor de la familia Claro, desde los primeros días de la vida de La Playa.

En el Libro IV de Bautismos, página 209, hay una nota sobre la bendición de la nueva iglesia; presidió la ceremonia el Ilmo. Sr. Francisco María Ródenas; estuvo acompañado de varios sacerdotes, y organizo la fiesta el Sr. Pbro. D. Alberto Jaime, siendo en ese entonces cura de La Cruz.

Antes de pasar adelante es de justicia reconocer que el padre Andrés Morales dirigió con gran celo y entusiasmo los trabajos de la primera capilla.

No hemos podido dar hasta ahora con el Decreto de inauguración de la Parroquia, pero nos atrevemos a afirmar que al Ilmo. Sr. Ródenas correspondió la creación de esta nueva feligresía. En el número del Boletín Eclesiástico correspondiente al 30 de abril de 1906 tropezamos con el siguiente decreto:

Nosotros, Fray Francisco Simón y Ródenas, menor capuchino, por la gracia de Dios y
de la Santa Sede Apostólica,Obispo de Santa Marta, *

CONSIDERANDO:

Que son graves los inconvenientes que se presentan para el cumplimiento de los deberes religiosos, a una parte de los fieles de la parroquia de La Cruz, a los que residen en las secciones denominadas La Labranza y los Cerros, por las frecuentes avenidas del río del Algodonal, que les impide el paso, teniendo que acudir entonces el cura de La Playa, lo que les causa doble derecho.

Que estas dos secciones están inmediatas a la población de La Playa, como tuvimos ocasión de observarlo en nuestra visita pastoral.

Que es extenso el vecindario de la parroquia de La Cruz y en nada menoscaba la categoría^ ría de aquella importante parroquia.

DECRETAMOS:

Los límites de la parroquia de La Playa serán los siguientes: Tomando como primer punto de partida de desembocadura de Quebrada Seca, con el río del Algodonal, aguas arriba de dicha quebrada, lindando por el norte con la jurisdicción de Ocaña hasta su nacimiento en el alto del Atico; y de aquí tomando todo el camino real que va de Ocaña para El Cincho, límites actuales con Aspasica, hasta dar al paso del río Borra, aguas arriba de éste hasta el alto de San Miguel en la quiebra donde nace la quebrada del Arado, punto llamado de los Potreros, mirando hacia el occidente; aguas abajo de la mencionada quebrada hasta su desembocadura con el Algodonal, en el punto de Oropoma; río abajo de éste hasta llegar a la confluencia de Quebrada Seca, que se fijó como primer lindero.

Este decreto principiará a surtir sus efectos el día primero de mayo del año en curso. Quedan derogadas todas las disposiciones anteriores que se hubiesen dictado sobre el particular.

Comuníquese a los Señores Curas de La Playa, La Cruz, Aspasica y Ocaña. Dado en Santa Marta, a 17 de marzo de 1906.

Fray Francisco. Obispo de Santa Marta.

Este decreto sufrió una reforma: hojeando el principio del libro de bautismos correspondiente a 1911, encontramos algo sobre el particular que no tuvimos la curiosidad de copiar.

En realidad de verdad la parroquia de La Playa necesita una seria reforma en materia de límites; tal vez el haber estado bajo la jurisdicción del párroco de La Playa la parroquia de La Vega de San Antonio del Cincho no ha hecho sentir en toda su fuerza la necesidad, pero estamos seguros de que tarde o temprano esto se impondrá. Cuando estuvimos encargados de la administración espiritual de La Playa, principiamos en compañía de don Pedro Claro, viejo conocedor de la región, un estudio preliminar a fin de que sirviera de base para hacer la debida petición al prelado; lo conservamos para en caso de necesidad entre nuestros papeles curiosos.

La primera carpintería la abrieron en La Playa los señores Antonio Velásquez y Jesús María Velásquez. La tenían en el corredor, de la actual casa cural que da para la iglesia; eso tuvo lugar por los años de 1860 a 1864. En ese mismo sitio tuvo la primera escuela privada don Jesús María Velásquez allá por el año de 1863 y en él también existía el horno en donde se quemaba el material para el templo.

La primera tienda la abrió el señor don Santander Arévalo, en el sitio que en la actualidad ocupa la casa de familia de don Ramón Claro; la segunda en el local que hoy ocupa la tienda de los señores Arévalos.

El 28 de junio de 1926 los señores Trino Durán, Guillermo Arévalo y Alfonso Duran instalaron en el mismo sitio, en que se conserva hoy, el primer billar.

Antes de seguir adelante nos creemos en la obligación de aclarar un punto importante. La Iglesia actual la estrenó el P. Jaime, siendo cura párroco de La Cruz (Hoy Ábrego), pero la bendición solemne, hecha por el limo. Sr. Ródenas, la organizó el Padre Castro y a ella asistieron los presbíteros Espejo, Rizo, Jaime, Gerardino y Conde, y el hermano capuchino Fray Manuel, familiar en ese entonces del Prelado.

La lista de sacerdotes que han tenido a su cargo la administración espiritual de La Playa no es muy larga, sin duda por lo relativamente joven que es la parroquia.

El primer sacerdote que figura trabajando en esta parte de la Viña del Señor es el presbítero Andrés Morales, por allá en el año de 1862. Vino a sucederle el 16 de Octubre de 1882 e1 Padre Pastor Arévalo, quien estuvo fecundizando con su celo esta porción de la Diócesis Samaria hasta el año 1888, en el que tropezamos con el Presbítero Venancio Arévalo. Ocho años duró su administración; vino después el Presbítero Moisés Valentini este sacerdote parece llevado por Dios a La Playa para que descansara allí; pues habiendo llegado el 14 de diciembre de 1896 apenas alcanzó a celebrar el Aguinaldo, cuando fue atacado de una enfermedad mortal que lo llevó a la tumba muy en breve. Sacerdote ejemplar debía ser el Padre Valentini, pues su recuerdo se conserva aún con cariño entre las personas que lo conocieron. El 14 de marzo de 1897 hallábase administrando la parroquia el Presbítero Alberto Jaime. Los sacerdotes que hemos mencionado hasta el presente, parece que no fueron propiamente curas de La Playa; atendían, eso sí, a las necesidades espirituales de ella, pero todos, exceptuando el Presbítero Velentini, estuvieron revestidos con el carácter de párrocos de Ábrego. Es el Padre Gerardino el que propiamente puede considerarse como el primer párroco de La Playa. El día 21 de mayo de 1899 lo vemos ya al frente de la nueva parroquia. Tocó
le a este sacerdote gobernar en los agitados años de la última guerra civil que asoló el suelo querido de la Patria. Más adelante hablaremos de sus desvelos paternales de aquella época de triste recuerdo para todo colombiano.

El 10 de junio de 1905 entró a sucederle el Presbítero Samuel Polo C; un año escaso fue su administración, pues el 4 de abril de 1906 fue nombrado para este puesto el padre José Aguado, quien gobernó también por un año, siendo su remplazo el Padre Cristóbal Castro. Cuatro años fue pastor de esas almas el citado sacerdote; el 9 de enero de 1911 ocupó el puesto el Padre Alfredo Sánchez Fajardo, al año siguiente, el 14 de febrero de 1912, tomaba posesión en virtud de legítimo nombramiento el Presbítero Elberto Sarmiento M; corta fue su permanencia en la feligresía, el 29 de abril de 1912 llegaba a La Playa el Padre Francisco Angarita. Casi a los dos años cumplidos, el 29 de junio de 1914, lo remplazaba el Presbítero Senén Miraval tres meses y unos días duró en La Playa, el 10 de octubre del mismo año se despedía, en obediencia a órdenes superiores, de sus noveles vecinos. El 4 de marzo de 1915 fue nombrado de nuevo, párroco de la feligresía de que nos ocupamos, el Presbítero Alfredo Sánchez Fajardo. Su estadía en esta ocasión fue del 4 de marzo de 1915 al 13 de febrero de 1919. El 6 de abril de 1919 recibían en La Playa, como párroco, al Presbítero Ángel Cortés. Este sacerdote es el que ha regido por más largo tiempo los destinos espirituales de la Parroquia; al frente de ella lo encontramos hasta febrero de 1931, mes en que entró a remplazarlo el Presbítero Fernando Sarmiento. Durante la administración del Padre Cortés cúponos en suerte, en unas justas vacaciones, que le concedió el Prelado, hacer sus veces como párroco excusador; llegamos el 13 de febrero de 1928 y salimos el 24 de mayo del mismo año; hay en el corazón una gratitud inmensa para con todos y cada uno de sus habitantes.

Verdadera satisfacción y motivo de un justo orgullo es para el Clero samario detenerse a estudiar la labor desarrollada en bien del progreso espiritual y material de La Playa por los diversos sacerdotes que los prelados han juzgado oportuno encargar de la administración parroquial.

El Padre Morales fue el alma de la primera capilla que existió en La Playa, como ya se ha dicho; fueron su brazo derecho en la realización de sus aspiraciones los señores Tiburcio Alvarez y Juan Claro. Se encargó de la fabricación de la teja y del techo de este primitivo templo el señor José Antonio Gómez y la obra de carpintería la tomó a su cargo el maestro Jesús María Velásquez. De ninguna otra manera más noble podía perpetuar su Nombre el Padre Morales que levantando la casa del Señor.

Del mismo modo legó su nombre a la posteridad el Presbítero Venancio Arévalo, él ideó y realizó el pensamiento de una nueva Iglesia más amplia y cómoda, de acuerdo con la exigencias del rápido desarrollo de la aldea. Temístocles López era el nombre del maestro de albañilería que dirigió los trabajos del templo actual. Al P. Jaime, como cura en ese tiempo de La Cruz, se le debe la hechura de la torre y el suministro de muchas de esas pequeñas cosas de que necesita urgentemente un templo para el litúrgico desarrollo de las funciones sagradas.

El Presbítero Velentini, como hemos dicho no pudo desarrollar programa alguno por haber sido sorprendido por la muerte a los pocos días de posesionado. Legó a sus feligreses el perfume de sus virtudes y sus mortales reliquias.

Al Padre Gerardino le correspondieron los difíciles tiempos de la guerra civil, motivo más que suficiente para excusarlo si no hubiera podido realizar ninguna obra material. Más no fue así. Todavía con gratitud inmensa recuerdan los playeros los desvelos de su antiguo párroco por suministrarles los víveres indispensables en aquellos días aciagos. Ahí está la antigua casa cural, la que tuvo la satisfacción de dejar techada; pero su celo fue mucho más allá, tuvo habilidad para conseguir fondos en tiempos tan calamitosos y emprender la hechura del frontis y del atrio de la Iglesia. Los hijos de La Playa llevados de ese sano criterio que caracteriza a los pueblos morales, miran al Padre Gerardino como a uno de sus más activos párrocos; tal vez algunos otros pudieron realizar mayor numero de obras, pero no en las criticas circunstancias que le correspondieron al Padre Gerardino. Para completar su obra regaló un local para construir las escuelas pero, por desgracia, la parroquia no ha venido a aprovecharse de este valioso obsequio pues sin duda por incuria ya de los párrocos, ya de la Junta de Fábrica, se perdió la escritura; ninguno se ha preocupado de sacar una copia de la Notaría y en la actualidad La Playa solo es poseedora del recuerdo del obsequio de su excura párroco. 1/

La labor del Padre Cristóbal Castro no fue menos activa que la del sacerdote anterior. A este Ministro del Señor se le debe el establecimiento de dos obras que han rendido mucha gloria a Dios nuestro Señor. La instalación de Cofradía del Santísimo Sacramento y la del Pan de San Antonio. Hoy podemos leer en el libro Copiador de Oficios en las páginas 46 y 55, respectivamente, las notas dirigidas por el Párroco al Prelado pidiéndole la institución canónica. El Pan de San Antonio fue una obra que recibió especiales bendiciones del cielo; semanas hubo de recolectarse en la Alcancía del Santo hasta $25.oo; con este dinero se socorrían los pobres de La Playa, de Aspasica y los presos de Ocaña, más tarde uno de loa sucesores del Padre Castro resolvió darle otra inversión piadosa a estos fondos y entonces el Santo Taumaturgo se encargó de cegar la fuente. iOh cuanto bien se haría en las parroquias si todos los sacerdotes continuaramos las obras que encontramos establecidas en ellas aunque no fueran de nuestro gusto. El Padre miró por el culto y dotó a la parroquia de un juego de candelabros, que aún se conservan, del cáliz grande que se usa en la actualidad, de un juego de dalmáticas, y del sagrario grande que hoy se ve en la sacristía.

La instrucción pública no fue descuidada por el Padre; valiéndose de su influencia trabajó por el establecimiento de la primera escuela oficial; al principio funcionó como alternada, hasta que el Inspector de Instrucción Pública, señor don Rubén Sánchez, la dividió en dos, funcionando la de niñas en la casa de la plaza, donde en nuestro tiempo vivía el Señor Natividad Torrado, y la de niños en la casa habitada por don Ramón Pérez. El primer maestro fue el señor don Pedro Rizo y la primera maestra la señorita Petrona Arévalo. Faltándole a la casa cural los últimos retoques para ser habitable se preocupó de ella hasta terminarla por completo.

Satisfecho debió sentirse de su labor el Padre Castro al despedirse de La Playa pues con su actividad procuró no ser un siervo inútil.

 

Las energías del Padre Sánchez Fajardo encontraron un campo ya abonado por sus antecesores y dispuesto a recibir la semilla que se le arrojara y hacerla germinar exuberante. Al Padre Sánchez se le debe el atrio de la casa Cural, la baranda del corredor, las vigas de hierro para reforzar el techo de las piezas del frontis y la hermosa estatua del Sagrado Corazón de Jesús, que aún hoy en día los playeros ostentan con orgullo en su templo. Al haber de este mismo sacerdote hay que abonarle la instalación de la primera Junta Católica el 16 de mayo de 1915. Esta junta ha sido reemplazada hoy por la fábrica, la cual maneja los fondos provenientes del diezmo y de la primicia y de acuerdo con el párroco, que es su presidente innato, emprende todas aquellas obras que según las circunstancias se van juzgando necesarias. Los habitantes de La Playa recuerdan con cariño al Padre Sánchez Fajardo y tienen aún presentes sus modales correctos y naturalmente finos.

La administración del Padre Elberto Sarmiento, aunque muy corta, no por eso pasó sin dejar algún recuerdo. A este tiempo se deben el cuadro de Ánimas, que adorna todavía uno de los altares laterales, y la imagen del Resucitado.

Vinieron enseguida los años en que la Parroquia estuvo gobernada por el Padre Francisco C. Angarita. Los Playeros reconocen en este sacerdote a uno de los más organizadores que han tenido.

El Padre Angarita ara hacer fructificar la semilla que iba depositando en el surco, resolvió primero acercar, en cuanto fuera posible, a los feligreses a la fragua del Divino Amor, de ahí que emprendiera la organización del Apostolado de la Oración. Una vez empapados en este santo espíritu creyó llegada la hora propicia de consagrar la Parroquia entera al Sagrado Corazón, y con tal objeto organizó una fiesta muy solemne el lo. de mayo de 1914.

Deseoso de que el culto externo revistiera esa solemnidad a que tiene derecho. Si consideramos las divinas prerrogativas del Ser a quien va dirigido, se esmeró por dotar la iglesia de varias cosas de urgente necesidad, compró una hermosa custodia, un elegante palio; un estandarte de la Inmaculada y un sepulcro para la procesión del viernes Santo.

Tiene el Padre Angarita una gloria, tal vez ignorada de la mayor parte del clero samario; a él se le puede considerar como fundador de las Hojas Parroquiales en Colombia, pues fue el primero, que nosotros sepamos, en sacar esta clase de importantes publicaciones. Según leímos en el Copiador de Comunicaciones, página 85, en el año de 1913 se dio a luz el primer número, editado en una imprenta de la vecina población de Ocaña. Con sumo interés nos dimos a buscar en el Archivo Parroquial, todos los números que alcanzaron a salir, pues estas cosas mientras más añejas son más interesantes, pero nuestra labor fue del todo inútil, ni siguiera con un número tropezamos. Si acaso por una casualidad el Padre Angarita o algún vecino poseyera la colección, haría una obra de espíritu público muy de agradecer obsequiándola al Archivo Parroquial, porque no creemos que haya otro lugar más aparente para guardarla. La instrucción pública fue también objeto de sus desvelos. Por las comunicaciones conservadas en el Copiador, página 88, pudimos cerciorarnos de que al Padre Angarita debe La Playa la creación de las escuelas de las agregaciones de Curasica e Higuerón, las cuales, gracias a Dios, todavía se conservan. Pero fue aún más allá su celo; viendo que muchas personas necesitadas de instrucción por sus múltiples ocupaciones no podían asistir a las escuelas diurnas, resolvió abrir una nocturna, cosa que realizó con el beneplácito general de los vecinos el 3 de febrero de 1914.

Cada vez que estudiamos más y más el carácter de"las diversas parroquias nos persuadimos que los pueblos son siempre agradecidos con los sacerdotes que se esmeran por hacerlos prosperar y avanzar, aunque a primera vista no parezca realizarse tal cosa.

Después de diez años de ausencia de La Playa, cúponos oír, aun de labios de personas que no simpatizaron del todo con su antiguo párroco, alabanzas para su celo y espíritu organizador.

Nos ha llegado el momento de ocuparnos de la administración parroquial más larga que ha tenido La Playa, la del Pbro. D. Ángel Cortés. Agotado el Padre Cortés por su prolongada permanencia en varias parroquias del río Magdalena, resolvió el Prelado actual trasladarlo a La Playa para que allí recobrara sus fuerzas perdidas. Unos cincuenta años podía tener el Padre cuando empuñó las riendas de la administración espiritual de esa importante parroquia de la provincia de Ocaña.

Bajo varios aspectos hay que estudiar el gobierno parroquial del Padre Cortés. Si lo miramos en cuanto al cariño de sus feligreses para con él, sin temor a equivocarnos podemos afirmar que fue general y constante, pues no sólo duró los primeros años de su permanencia sino todo el tiempo que allí vivió.

Mucho hizo el Padre Cortés ya en el terreno espiritual, ya en el material. Trabajó con gran constancia en la extirpación del concubinato público, hasta lograr que la gente, con la exageración propia de las ordinarias conversaciones, llegara a decir que en La Playa no había uno solo viviendo en mal estado. No se llegó hasta esa bendita meta, pero no se puede negar que obtuvo muchísimo. Entre las asociaciones que merecieron su atención figura en primer lugar la del Santísimo Sacramento y la del Catecismo. La primera celebraba todos los meses una exposición costeada con fondos de la Cofradía y contribuyó en gran manera a propagar la comunión frecuente; la segunda verificaba las reuniones dominicalmente. Compró ornamentos para cambiar los ya deteriorados; cambió el antiguo altar de ningún mérito artístico por otro que vino a darle realce al ya vetusto templo.

Para favorecer la industria nacional encargó a Ocaña, una imagen de las llamadas de farol, de Nuestra Señora de las Mercedes, la patrona de la Parroquia. El 21 de septiembre de 1920 preparó él P. Cortés una gran fiesta para la recepción de la nueva imagen, y en medio de la santa alegría de sus buenos hijos hizo su entrada triunfal.

Entre las obras materiales llevadas a cabo por el Padre Cortés está la hechura de la nueva casa cural, contigua a la iglesia. Viendo que la pasada por el boquerón de la calle que trae los vientos fríos de Ascpasica inconvenientes para la salud de los sacerdotes, al volver acalorados de los divinos oficios y que por otra parte el inconveniente de estar la antigua casa construida al pie del duro peñasco, impedía el poderla ampliar, convenció a los vecinos de la necesidad de emprender la construcción de una nueva. Todos se llenaron de entusiasmo, todos quisieron cuál más cuál menos, poner su óbolo para la obra, de tal manera que en poco tiempo el Sr. Cura estaba instalado en su nueva residencia.

Del 13 de febrero de 1928 al 23 de mayo del mismo año, cúponos la satisfacción de hacer las veces de párroco en La Playa, mientras el Presbítero Cortés iba a tomar un descanso muy merecido, en su pueblo natal, al lado de los suyos, cosa que hacía años no había podido realizar.

Faltaríamos a la verdad si dijéramos que no guardamos grato recuerdo de esa temporada. Es tan agradable trabajar en una parroquia que ha sido regada con el sudor de sacerdotes apostólicos. De sus habitantes perdura aún en nuestra mente la memoria de su caritativa acogida y de la buena voluntad con que apoyaron nuestras pobres iniciativas.

Durante este corto lapso de tiempo nos fue dado estudiar de cerca el carácter y condiciones de la parroquia. Sus habitantes en lo general son sencillos y francos. Un caso que nos pasó en la primera confesión que hicimos al campo los pinta de bulto. Yendo en compañía de un vecino muy honorable nos dirigió de pronto esta pregunta: "Es verdad, señor Cura, que usted es muy bravo?" La respuesta, como ven nuestros lectores, no era tan fácil de dar por aquello de lo trabajoso que es tener la ciencia del nosse te ipsum; nos contentamos con preguntarle, y tú cómo lo sabes? A lo que él nos contestó: que así lo había dado a entender el Padre en el púlpito; ante esa respuesta nos limitamos a decirle que el tiempo le diría la verdad. Dicho individuo nos distinguió siempre con amistad.

La corrupción en La Playa, por lo menos en ese tiempo, no era extraordinaria, pero si hay que confesar con dolor que los casos de amancebamiento que encontramos en la población eran de personas principales, y, por desgracia, como tan a menudo se ve, de la misma autoridad.

El vicio que corroe a La Playa y que con el tiempo producirá funestísimos resultados en las generaciones futuras es el de la bebida. Raro es el domingo que la calle real del pueblecito no presente el cuadró desagradable de una serie de embriagados dando que hacer, y una vez más decimos que los que están obligados a dar el buen ejemplo son los primeros en dar el malo. Todavía recordamos un hecho curioso que nos pasó un domingo. Como a las ocho de la noche, llega una pobre señora a avisarnos que un hijo en plena embriaguez amenazaba herir a otro; volamos al lugar de reyerta y en vista de la ausencia de las autoridades resolvimos llevarlo personalmente al calabozo, humildemente nos obedeció, pero por el camino, nos decía: Padre, el Corregidor y sobre todo el que guarda la llave de la cárcel están más borrachos que yo. No pudimos menos de reirnos en medio de nuestra tristeza.

La vida de La Playa la constituye el Cultivo de la cebolla. Todo el mundo desde el más grande hasta el más chico está al corriente de los medios más aptos para poder lograr buena cosecha. Ordinariamente cogen varias cosechas al año. Los centenares de cargas que se producen son vendidos en Ocaña y de allí se les exporta a la Costa.

La primera pesa la estableció en La Playa el señor don Francisco Pérez y algunos años después el señor Ismael Arévalo abrió una segunda. Tanto la una como la otra han perdurado hasta el presente.

Hay una cosa cuya necesidad se hace sentir en la población y que traería múltiples bienes, es el establecimiento de un día de mercado público. En toda la provincia de Ocaña para un fenómeno muy raro, y es el de no haber mercado público; las gentes se abastecen de todo en las tiendas de la localidad. Si esta laudable costumbre se estableciera, sería un medio eficaz para que el pueblecito presentara los domingos un aspecto muy alegre, pues ahora la gente del campo inmediatamente después de la misa regresa a su casa, quedando la población en una soledad propia de un día de entre semana; el comercio se intensificaría, los hoteles tendrían más vida y muchos víveres se abaratarían. Con todo, difícilmente creemos que esto llegue a implantarse; un grupo de individuos, ordinariamente de dinero e influencias, tienen el acaparamiento de los víveres en sus establecimientos para conservar la antigua costumbre. Cuan raro es el encontrar hombres de verdadero espíritu público.

A nuestra llegada el Padre Cortés acababa de obtener del Ministro García Benítez el establecimiento de la oficina telegráfica. El Sr. cura generosamente cedió unas piezas de la antigua casa cural para la instalación de la oficina y vivienda de la empleada y un grupo de vecinos ayudo a la compra de los muebles necesarios. Tanto odio de los malos para con el sacerdote; sin duda por la soberbia que en ellos despierta el ver que su paso por por todas partes va marcado con el sello del progreso espiritual y material.

Ya el 23 de febrero de 1925 encontramos en La Playa estafeta de correos, pero tan pronto como se instaló el telégrafo se unieron las dos oficinas. Figuraron como administradores de correos los señores Justo Guerrero Arévalo, Ismael Arévalo, Octavio Manzano y Guillermo Arévalo, respectivamente La señorita Benilda Romero, fue la señalada por el Ministro en Febrero de 1928 para desempeñar la Jefatura de la nueva oficina telegráfica.

Nuestra primera preocupación fue darle una seria organización a la recolección del diezmo. Para esto solicitamos del Sr. Recolector las libretas de los recibos de los tres o cuatro años anteriores; en posesión de estos documentos formamos una lista general, en la cual se especificaban los nombres y años que habían pagado; al venir un vecino a pedir un servicio al Sr. Cura no había necesidad de solicitar el recibo, bastaba buscarlos en la lista, que por varios domingos consecutivos, se fijó públicamente en la plaza. Varias irregularidades notamos, tales como las de pagar el diezmo de la primera cosecha y querer servirse de ese mismo recibo para la segunda. Con franqueza confesamos que no encontramos dificultad en la implantación de estas medidas y que ellas hicieron aumentar la renta.

La adoración Perpetua ocupó también nuestra atención. Después de formar nuevamente los turnos, establecimos el rezo de los oficios los viernes y la costumbre de que cada adoradora diera al salir la hora correspondiente, para así suplir la falta de reloj público.

Se compraron algunas cosas necesarias para el servicios de la casa cural y admirados de la pobreza que mostraba la pieza del digno Sr. Cura Párroco, nos propusimos arreglársela comprándole lo preciso para que quedara confortable para su avanzada edad. Más tarde supimos que la cama corrió la misma suerte de las que en repetidas ocasiones le obsequiaron al Santo Cura de Ars. Para proveer a la compra de algunas cosas indispensables para el culto, Dios nos deparó generosos corazones, distinguiéndose entre ellos el del culto anciano, hijo de la población, Sr. D. Pedro Claro. A su caridad debe La Playa la nueva cruz procesional y los ciriales, un hermoso copón y más que todo la bella imagen de la Patrona y sus andas respectivas. Dios le pague su generosidad y que tan diciente ejemplo sirva de modelo a las generaciones presentes y futuras.

El Sr. Claro poseedor legitimo de la casa que queda a espaldas de la iglesia parroquial había ya hablado para hacer una permuta por la antigua casa cural; este cambio traía a la parroquia la gran ventaja de facilitar el medio de ampliar el templo y la misma actual casa cural. Al saberse nuestros intentos se nos criticó la medida y se llegó a decir, eso sí a espaldas nuestras, que la antigua casa cural no era de la iglesia sino del corregimiento. ¿Cuál era la causa de la oposición? Que ya se pensaba en la creación del municipio. El negocio proyectado dejaba a La Playa sin casa consistorial, escuelas y telégrafía. !Siempre nuestro gran espíritu público en acción¡

Creemos de justicia manifestar que el Sr. Claro había hablado varias veces con nosotros sobre el medio más práctico de hacer su testamento. Pensaba dejar a la iglesia algún terreno para que producido sirviera para llevar una Comunidad Religiosa v. gr. las Betlemitas, a regentar las escuelas de la localidad. Cuando la idea iba a cristalizarse la obediencia nos llamó de nuevo a la capital de la Diócesis. Personas como ésta deben merecer la gratitud de su pueblo.

A principio de Mayo se supo que el Padre Cortés regresaba de nuevo a la parroquia. El entusiasmo principió a germinar y a medida que la fecha se acercaba crecía más y más. El día de la llegada La Playa presentaba un aspecto de suprema alegría; todas las calles estaban adornadas con banderas y gallardetes y desde temprano un grupo como de treinta niños emprendieron la ascensión del alto montados en caminadores borricos. A las ocho o nueve de la mañana la gente seria formaba la segunda cabalgata y una nube de pueblo se apostaba a la entrada. Como a las once del día en medio de todos sus hijos y de detonaciones de cohetes y de repiques de campanas hizo su entrada el P. Cortés a su amada parroquia.

Después de haber tratado largamente la vida espiritual de la parroquia, bueno es que nos detengamos a consignar algo sobre su vida civil.

El 30 de noviembre de 1913 se elevó el caserío de La Playa a la categoría de Corregimiento del Municipio de Aspasica. Los señores Ramón Ovallos M., Agapito Pérez, Manuel Peña, Heriberto Claro; Ismael Arévalo, Agapito Pérez; Sixto Ovallos M.; Felipe Claro; Guillermo Arévalo; Ramón Claro; Tomás Arévalo; Ramón Claro; Francisco Pérez B.; Pedro J. Claro; Santiago Pérez B.; Ramón Arenas; Tomás Arévalo; y Felipe Claro fueron en su orden los que desempeñaron el puesto de corregidor. Como se ve algunos estuvieron por dos veces al frente del primer puesto civil del Corregimiento.

¿Qué decir de la obra material por ellos desarrollada? Hay que confesar con dolor que gue ninguna. ¿Tuvieron ellos la culpa? La falta absoluta de armonía con la cabecera del municipio y la mala voluntad que Aspasica le cobró a La Playa al saber que trabajaba para arrebatarle la categoría de capital municipal, contribuyó para anular toda obra de progreso.

La Playa, no obstante todo esto, iba llegando a la mayor edad; por un fenómeno muy natural desde que se dio cuenta de su desarrollo, importancia, riqueza de su suelo y situación topográfica, principió a germinar en ella el deseo de ser elevada a municipio. Esta idea fue muy bien por el Sr. Cura, Pbro. D. Ángel Cortés, quien acompañado de la buena voluntad y entusiasmo de varios vecinos comenzó a trabajar por la realización del proyecto, tratando el asunto con los diputados a las Asambleas de esos años, escribiendo cartas a Bogotá y a Cúcuta, tratando el punto con el Sr. Gobernador en una de sus visitas y nombrando un agente especial donde se creía necesario.

Cuando fuimos a La Playa en 1928 estaban los trabajos un poco paralizados pero bajo la ceniza de una aparente calma ardía el fuego del entusiasmo por llegar a la meta de los deseos. Nuestro modo de pensar no agradó a los vecinos por no estar de acuerdo con el de ellos. La Traslación de la cabecera nos pareció desde ese tiempo fuente de eternos odios entre los dos pueblos; Los playeros se quejaban de los Aspasicas porque no se acordaban de ello sino para cobrar las contribuciones, mas no para emprender una obra de mejoramiento; nosotros no creíamos que el remedio estuviera en el traslado, pues estábamos seguros que al hacerse vendrían los desquites de los otros, no logrando con lo proyectado sino el mero cambio de plañidores; por eso en el telegrama de felicitación a los playeros por su triunfo los alertábamos para que en su modo de proceder obraran con sus vecinos como ellos querían que los tratasen. El tiempo ha venido con su mudo lenguaje a probar que teníamos mucha razón al pensar así.

A nosotros nos parecía mejor trabajar por la creación de un nuevo municipio tomando algo del vasto territorio de Ábrego, de esta manera cada pueblecito hubiera conservado su autonomía y la mala voluntad en vez de aumentar hubiera desaparecido por completo. Así se lo manifestamos a un grupo de vecinos de Aspasica en una ocasión en que estando encargados de la Parroquia fueron hasta La Playa a encontrar al Sr. Provicario General, que iba a hacerles la primera visita revestido de tan elevado cargo. Por lo que nos contestaron pudimos darnos cuenta que una gran terquedad los llevaría a no ceder un punto en cualquier sentido que tendiera a cambiar el orden establecido.

Había otro motivo para que pensáramos que aún no era el momento de proceder. La Playa, como pueblo relativamente reciente, carecía de un personal bien preparado para desempeñar los cargos de alcalde, personero juez y consejeros; juzgábamos que era mejor atender por ese entonces a la formación de la juventud para que más tarde el Sr. Gobernador no tuviera que verse obligado a echar mano, al hacer el nombramiento de alcalde, de individuos extraños que no tienen ningún nexo con la población y que si en cambio ostentan una vida moral poco recomendable y casi siempre el vicio de la embriaguez. Los cortos años de vida municipal no servirán para demostrar que no andábamos descarriados en nuestro modo de pensar.

Sobre todas estas causas había una poderosísima para quitarnos las ganas de ver a La Playa convertida en municipio. ¿Cuál era? Los perjuicios que en lo moral le traería la cabecera. Siendo simple Corregimiento estaba libre de verse visitada de cierta clase de personas que no buscan más que la corrupción, el vicio, el escándalo; al serlo nuevos visitantes se verían en sus calles cada día; nuevos dolores de cabeza para el pobre párroco y nuevas ofensas para Dios Nuestro Señor, perdiendo la población su mejor timbre de honor, el de ser una parroquia modelo de moralidad.

Todo lo expuesto hasta aquí era nuestro personal modo de ver; además no hubo tiempo de exponer estas ideas de modo que pudieran germinar. La labor de la traslación se siguió adelante hasta que logró cristalizarse. El 3 de Mayo de 1929 pasaba la cabecera a la población de La Playa, siendo el primer alcalde el Sr. Ramón Vergel Vaca, administración duró hasta el 20 de agosto del mismo año, en que se hizo cargo de la alcaldía el Sr. D. Pedro Villamizar. Su gobierno fue sumamente corto, el 8 de septiembre era reemplazado por el Sr. Sixto Ovallos M.

Los aspasicas no podían resignarse a ver arrebatadas de su población las oficinas municipales. Si los playeros trabajaban por realizar sus intentos, aquellos hacían otro tanto en contrario. Ya en los comienzos habían logrado los vecinos de Aspasica echar bajo los trabajos de sus contendores; una vez más estuvieron sus intentos; un lado débil sirvió a sus apoderados para lograr que el gobierno departamental ordenara que la cabecera se trasladara de nuevo a Aspasica. Todos estos triunfos y derrotas contribuyeron poderosamente a agriar los ánimos de los habitantes de los dos pueblos.

Si la gota de agua cayendo continuamente sobre la dura piedra logra taladrarla, la constancia de la ciudadanía general o parcial en el logro de un deseo es factor poderosísimo para llegar a la meta. Los hijos del valle de Nuestra Señora de las Mercedes no cejaron en lo emprendido; la derrota los enardeció más y más, y su persistencia los llevó a ver decretada en firme la traslación el día 8 de abril de 1930. La alegría y satisfacción de los vecinos se exteriorizaron con la celebración de unas fiestas de plaza.

En esta segunda época han desempeñado el cargo de alcalde el Sr. D. Sixto Barriga hasta el 21 de abril de 1931; el Sr. D. José María Pezzoti por tres días y el Sr. D. Luis E. Guerrero hasta el presente.

De estos tres, hasta el día de hoy, es el primero quien más se interesó por la parte material de la población. El Sr. Barriga emprendióla hechura de unos cuantos camellones y con la cooperación de los vecinos trajo el agua a la plaza, mejora de gran utilidad para el vecindario. Lástima que el Sr. Barriga no se hubiera preocupado de dejar bien sentado su nombre y asuntos referentes a la moral y buenas costumbres.

El Sr. Pbro. D. Ángel debe considerarse como el iniciador y el alma mater de esta empresa. Su entusiasmo, su influencia sus dinero siempre estuvo a la orden cuantas veces fue necesario. Si algún retrato debiera figurar en el Salón del Concejo al lado de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús es el de este humilde sacerdote que se consagró con alma, vida y corazón a buscar el adelanto de la población en todo sentido.

Al lado de este sacerdote son acreedores a la gratitud de los hijos de La Playa los señores Ramón Ovallos, Emeterio Claro, Agapito Pérez, José Trinidad Durán, Francisco Arévalo, Alfonso Durán, Santiago Durán, Ángel María Durán, Domingo Pérez, Eladio Claro, Guillermo Arévalo, Pedro Claro, Víctor Arévalo, Ramón Claro, Natividad Claro, José del Carmen Pérez. Hermenegildo y Basilio Ascanio, Ramón Bayona, Bernardino y Francisco Pérez B., Juan Velásquez y Juan M. Luna.

De las personas extrañas deben recordarse por los servicios y cooperador que prestaron los siguientes señores: Ramón Pérez H., Guillermo Cote Bautista, Arturo Bueno, Roberto Delgado, Manuel Roca Castellanos, Francisco Yáñez, Carmelo Núñez, Ángel María Carabela, Arturo Buenahora. Benedicto Puerto Monroy, Enrique Pardo Farelo, Luis Eduardo Romero y algunos otros que se escapan a nuestra pluma.

El Concejo sesionó por primera vez en La Playa el 2 de noviembre de 1929. Seis obispos, sabemos con precisión, han visitado la Parroquia de La Playa. Fue el primero el Excmo. Sr. Bernabé Rojas en 1857, cuyo paso por su territorio dio lugar, según lo hemos dicho al principio de nuestro escrito, a la fundación de lo que en la actualidad es la Parroquia de La Playa de Belén.

Por los libros de la Parroquia deducimos que el Excmo. Sr. Romero hizo dos visitas al ese entonces pequeño caserío. La primera el 13 de febrero de 1868 y la segunda el seis de septiembre de 1889. En el segundo libro de bautismos, página 49, tropezamos con la firma de este eximio obispo de la diócesis samaria

El excmo. Sr. Celedón hay recuerdo de que hubiera estado en La Playa cuatro veces. La primera el lo. de noviembre de 1892, la segunda el 26 de septiembre de 1895, la tercera el 16 de octubre de 1896 y ultima el 8 de octubre de 1897. A este benemérito Prelado debe la parroquia su erección la que como hemos dicho tuvo lugar en diciembre de 1895, y la erección canónica de las primeras viacrucis en el año de 1897, como puede verse en el libro tercero de bautizos, página 9.

El Excmo. Sr. Francisco Simón y Ródenas visitó a La Playa el 17 de abril de 1900. El templo actual recibió su bendición solemne de manos de este santo prelado.

El 19 de enero de 1915 el Excmo. Sr. hacía su primera y única entrada triunfal a La Playa de Belén, dejando entre los vecinos un grato recuerdo de su carácter amable y bondadoso.

El Excmo. Sr. García ha estado cuatro veces en la parroquia; el 27 de enero de 1919 hacía su primera Visita Pastoral; el 6 de septiembre 1923 la segunda y la tercera el 22 de junio de 1927. Fuera de esto estuvo en febrero de 1928 haciéndole una visita fraternal al entonces cura excusador de La Playa.

Del beneficio de las misiones ha gozado La Playa por tres veces; la primera fue predicada por los Reverendos Padres Fray Ángel y Fray Alejandro de Valencia, de la orden de los Menores Capuchinos y tuvo fugar a principios de julio de 1908. La segunda fue dirigida por los Padres de la Compañía de Jesús y principió el 6 de noviembre de 1916. La tercera la hicieron tres Padres Dominicanos, de apellido García, Lopera y Londoño, en el año de 1925. Fuera de estas misiones generales el R. P. Muñoz, más tarde Arzobispo de Guatemala, principió a predicar el 18 de enero de 1915 unos retiros especiales para meros hombres. Inútil nos parece el anotar que grande fue el fruto cosechado por medio de todos estos trabajos apostólicos.

Fuera de las fechas notables que hasta el presente hemos anotado hay algunas otras que no debemos dejar pasar desapercibidas. El 25 de febrero de 1917 se bendijeron las campanas que hoy figuran en el campanario como viejas. El 23 de abril de 1923, La Playa vestía de luto; uno de sus hijos serviciales al templo, el señor don Arcadio Durán, bajaba al sepulcro. Este hombre ejemplar sirvió de sacristán por largos años de su vida y todavía se recuerda en el pueblo con veneración y gratitud su nombre. A las once de la noche de la fecha indicada entregaba su alma en manos de Dios confortado con todos los santos sacramentos.

El 21 de septiembre de 1902 hizo su entrada triunfal la antigua imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, la que obsequiada por la familia León.

El once de septiembre de 1905 la pequeña parroquia se despertó bajo la impresión de una profanación hecha a la Divina Majestad. Un loco de nombre Inocencio Pérez se entró de noche a la iglesia por un caño que había donde hoy está la actual casa cural y acercándose al Sagrario se sacó la sagrada forma echándosela en el bolsillo. La falta no revistió la gravedad que a la primera vista se supuso por haber sido perpetrada por un pobre hombre privado del recto uso de la razón.

El 20 de junio de 1930 se inauguró el teléfono, mejora que irá a prestar un gran servicio para el desarrollo del comercio de la población.

Hay en la iglesia parroquial un cuadro de la Inmaculada Concepción, el que por los datos que pudimos recoger fue pintado hace cerca de un siglo por un ocañero llamado Miguel Quintero. A este pintor se le atribuyen varios otros cuadros, entre ellos uno de la Divina Pastora que reposa en manos de D. Antonio Claro.

La Playa como población relativamente joven y entregada por completo a la agricultura, no puede presentar todavía a ninguno de sus hijos diplomado en cualquiera de las carreras que abrazan aquí en Colombia los jóvenes. Es de esperar que en un porvenir no muy lejano se remediará esta necesidad. En la actualidad La Playa es la parroquia que más alumnos tiene en los claustros del seminario y hay fundadas esperanzas de que dentro de breves años algunos de sus hijos escalarán los peldaños del santuario. Esta labor importantísima, como muy bien nos lo enseña la experiencia, no es obra de realizarse de la noche a la mañana, y más en esta época en que una de las principales dificultades del éxito, cual es la escasez de dinero, ha venido a tomar proporciones alarmantes.

El carácter de los habitantes de la población que nos ocupa es sencillo, franco y patriarcal, de ahí que casi todas las personas que van a establecerse en ella guardan un grato recuerdo de su permanencia. Sus hijos gozan de regular talento, el que esperamos se vaya perfeccionando más y más a medida que se atienda mejor las escuelas, adoptando en ellas métodos adecuados para ir desarrollando convenientemente las facultades de los niños. Las facciones físicas son bastante perfectas, de ahí que no sea raro encontrar entre las jóvenes algunas que llaman la atención por su belleza. Le sería muy provechosa a La Playa una inmigración sana de otras poblaciones, para así evitar esos matrimonios entre parientes, los que no traen ningún buen resultado para el mejoramiento de la raza.

En lo político predomina en La Playa el elemento conservador, pero podemos decir que hasta la hora actual no es un pueblo de presiones banderizas exaltadas; allí pasada la lucha tirios y troyanos viven en completa armonía.

La Playa está llamada a ser, si no una población de área muy grande por no permitírselo la topografía de su suelo, si una población de rico comercio entre las de la provincias de Ocaña. Después de recopilados los datos que hemos publicado se nos informó que los señores Arévalos habían llevado el primer auto a su pueblo natal. El recorrido no era muy largo por no contar con terreno plano bien extenso; se contentaba con ir de la plaza a una de las agregaciones vecinas denominada "El Algodonal".

Para confirmar lo que más arriba hemos dicho sobre el carácter de los hijos de La Playa vamos a reproducir con suma complacencia un rasgo edificante del cual fue testigo el Pbro. D. Francisco C. Angarita.

Siendo párroco de La Playa el citado sacerdote se le presentó un día a su despacho el Señor don Miguel Claro, persona algún tanto tímida, a hacerle la siguiente pregunta: Padre, yo le debo una suma de dinero a don AtanasioPérez, pero hoy cuando se la fui a pagar me ha dicho que yo no le debo nada y por tanto no me ha aceptado el dinero. Yo tengo conciencia de que se la debo y por eso es deber míoel pagársela. ¿Qué hacer? El Sr. Cura le hizo presente que don Atanasiocon la respuesta que le había dado lo exoneraba de la obligación. A esto se apresuró a contestarle el Sr. Claro: Padre, usted no debe decirme eso, ni aconsejarme que me quede con lo que no es mío Deseoso de tranquilizarlo el Sr. Cura llamó a don Atanasio, pero la medida no produjo efecto sino que dio lugar al diálogo más encantador entre aquellos dos hombres honrados de los cuales el uno porfiaba para que se le recibiera el dinero y el otro para rechazarlo. Viendo el Sr. Cura que no había medio para que aquellos hombres cedieran, les propuso que de común acuerdo cedieran el dinero al Pan de San Antonio.

Aquí ponemos punto final a esta mal pergueñada monografía. No nos ha impulsado a tomar la pluma sino la gratitud a la simpática parroquia que con tanta caridad nos albergó durante casi cuatro meses. Quiera la Santísima Virgen de la Merced, su celestial patrona, derramar sobre ella sus bendiciones maternales en abundancia para que de esta manera florezca en su seno cada día más y más la virtud y desaparezcan los vicios; sus hijos se multipliquen y con su perfecta formación moral e intelectual sean palanca poderosísima de su rápido y sólido progreso, no solo material sino también espiritual, ya que éste es el que dignifica y eleva a los pueblos.

1/ RECTIFICACIÓN

Con suma complacencia nos apresuramos a hacer una rectificación de los siguientes conceptos publicados en el numero 187 de El Boletín Eclesiástico; al tratar en la Monografía de la Parroquia de La Playa del solar que dejó el P. Gerardino a beneficio de la instrucción pública decíamos: "por desgracia la parroquia no ha venido aprovechándose de este valioso donativo, pues sin duda, por incuria ya de los párrocos, ya de las Juntas de Fábrica se perdió la escritura". El Sr. Pbro. D. Cristóbal Castro L., antiguo párroco de la población cuya historia escribimos, nos ha suministrado datos interesantes que nos obligan a volver sobre este punto, pues bien sabemos que la historia es la expresión de la verdad.

Cuando el Padre Gerardino se ausentó del país para ir a perfeccionar sus estudios en Roma, le hizo una escritura de confianza al Padre Castro del mencionado solar, con orden de trasladarla a quien correspondiera cuando el pueblo construyera el local. Como volviere de Roma y aún no hubieran hecho nada en La Playa, quiso el P. Castro devolverle la escritura, pero el otorgante se negó a recibirla diciendo, de manera galante, que lo mismo estaba en sus manos que en las de él. Pasado algún tiempo vino el Padre Cortés a La Playa; al tener conocimiento de que existía tal donación y queriendo construir la casa cural situada al lado de la iglesia, pensó en vender el solar para invertir el dinero, en la obra proyectada. Tocó, como era natural, el punto con el Padre Castro y éste le indicó que lo mejor era dirigirse al Padre Gerardino, cura en ese entonces de Ciénaga, en atención a que siendo él el donante le correspondía el cambio de inversión que se le iba a dar al solar.

El padre Cortés le escribió al Excmo. Sr. Obispo tratándole sobre el particular; como resultado de esta carta el Padre Gerardino se dirigió al Padre Castro facultándole para dar la escritura a quien ordenara el Padre Cortés. EL Sr. Emeterio Claro compró el solar y después de haber dado el dinero correspondiente al Padre Cortés recibió la escritura el Padre Castro.

Se había pues equivocado la persona que nos informó sobre el particular y con esta aclaración todos los lectores de la Monografía quedarán informados de la historia del solar dado por el Padre Gerardino a la Parroquia de La Playa. Ahora sí comprendemos perfectamente la razón de no haber tropezado con la citada escritura.

Lo que acabamos de decir lo apoyamos en cartas que tenemos a nuestra vista de los Presbíteros Castro, Cortés y Gerardino.

2. NOTA DE GUIDO PÉREZ ARÉVALO:

Monseñor Luis García Benítez, hermano del obispo Joaquín, fue mal informado. El inmueble fue transferido a la parroquia por escritura número 211, del 3 de mayo de 1910, de la Notaría Pública del Circuito de Ocaña, Departamento de Santander (copia de doña Rosalba Claro Sepúlveda, publicada en www.laplayadebelen.org), por Praxedes Claro, Marcos Vega y el presbítero Gerardino. Los dos primeros adquirieron el inmueble por adjudicación en el juicio de sucesión de Juan Esteban Vega (Benedita, esposa de Praxedes, y Marcos, eran hijos de Juan Esteban); el tercero, dice la escritura, por haber dirigido la construcción de la casa, como cura párroco, con dineros recaudados en el vecindario.

Posteriormente, por escritura pública número 81, del 5 de marzo de 1932, de la misma Notaría, el obispo Joaquín García Benítez de la Diócesis de Santa Marta, vendió la casa a don Pedro Claro Velásquez, por la suma un mil pesos ($1.000.00). El padre Ángel Cortés inició las obras de la nueva casa cural en el inmueble aledaño al templo. Un informe del sacerdote al obispo de Santa Marta (5 de enero de 1937), publicado en Temas de Historia, dice: "...procedí a ampliar la casa cural y, en efecto, hoy cuenta ésta con ocho piezas útiles, fuera de comedor, cocina y letrina... Ya verá S. E. Rma. que hay casa suficiente, con tres patios y una granja para establecer una comunidad religiosa que viniera a enseñar y a dar buen ejemplo a las niñas de esta región que, dicho sea de paso, bastante lo necesitan".


* El papa Francisco aprobó el primer paso para la beatificación de tres españoles.

El papa Francisco aceptó este jueves el reconocimiento de las "virtudes heroicas", paso previo a la beatificación, de tres religiosos españoles, el capuchino Francisco Simón Ródenas, el agustino Sebastián Elorza Arizmendi, y la monja Clara de la Concepción.

El Sumo Pontífice recibió este miércoles al prefecto para la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, para firmar la promulgación de los correspondientes decretos, informó la oficina de prensa del Vaticano. Entre éstos están los de Simón Ródenas, nacido en Alicante, el del guipuzcoano Elorza y el de la monja logroñesa.

La promulgación de las "virtudes heroicas" supone que a partir de ahora se les otorgará el título de "venerables" y se comenzará el proceso para continuar su beatificación. Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado (santo) es necesario generalmente un segundo milagro, aunque el pontífice puede obviar el procedimiento.

De esta manera comenzará el proceso para la beatificación del capuchino Simón Ródenas, que llegó a ser obispo de Santa Marta, en Colombia. Nació en 1849 en La Aparecida, pedanía de Orihuela (Alicante, España); tras pasar un periodo en un monasterio en Francia entró en la orden los capuchinos y en diciembre de 1891 embarcó con una expedición de capuchinos destinados a la misión de La Guajira.

Allí estuvo dedicado a la evangelización de los nativos y al frente del Seminario diocesano de Santa Marta, y fue superior de varias residencias misionales. En 1903, el papa san Pío X lo nombró obispo de dicha diócesis. Falleció en el convento de la Magdalena de Massamagrell (Valencia) en 1914.

Elorza Arizmendi fue un fraile agustino nacido en Idiazábal (Guipúzcoa) que ingresó en el Monasterio de la Vid (Burgos) en 1904, como laico y un año después profesó sus votos. Fue gran benefactor de los más pobres y falleció en 1882; sus restos descansan en la capilla mayor de dicho monasterio.

La monja Clara de la Concepción (cuyo verdadero nombre fue Juana de la Concepción Sánchez García) nació en Torre de Cameros (Logroño) en 1902 e ingresó en la Orden de las Clarisas en el Convento de Santo Domingo y falleció tras 53 años de vida religiosa en Soria el 22 de enero de 1973.

EFE. 3 de abril de 2014


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