¿POR QUÉ SANTA CLAUS?
Publicado en el suplemento literario "Imágenes" de La Opinión, el 23 de diciembre de 2001

Por Guido Pérez Arévalo


Aquel viejo regordete de luenga barba blanca y abundante cabellera, vestido de rojo con ribetes
blancos, puede ser San Nicolás, Santa Claus o Papá Noel.

Nicolás, un generoso obispo católico del siglo IV, nacido en una antigua provincia del Asia Menor,
fue el origen del simpático personaje que hoy conocemos
bajo esos apelativos; fueron los protestantes holandeses, de Nueva Amsterdam,
los encargados de introducirlo en Estados Unidos. Finalmente,
fue el dibujante Thomas Nast el encargado de popularizarlo a
través de la revista Harper's, entre 1860 y 1880.

San Nicolás es el santo patrón de los niños, los eruditos, las vírgenes, los marinos
y los mercaderes. En la edad media, los ladrones también lo consideraron
su santo patrón. Parece que nadie se quedó por fuera.

La sociedad de consumo nos ha familiarizado con esa figura bonachona,
a través de anécdotas fantásticas. Ahí va en un trineo, tirado por 8 renos,
sobre los caminos eternos del cielo... jo, jo, jo.

La víspera de Navidad, ese viejo zorro estaciona su trineo en los techos de tierra fría,
se echa a las espaldas un costal repleto de juguetes y baja
sigilosamente por la chimenea.

En las tierras cálidas, donde las chimeneas se construyen para adornar la sala
y no tienen conducto, los regalos aparecen como por arte de magia
debajo de la almohada.

Santa Claus es un experto en los gustos de los "hijos de papi": a ellos les trae,
con sorprendente clarividencia, todo lo que han pedido.
Con los pobres, en cambio, es un aguafiestas: siempre les sale con
cualquier cosa... jo, jo, jo.

Me parece, aquí entre nosotros, que a Santa Claus lo inventaron los cristianos
para no hacer quedar mal al Niño Dios.

Bueno... ¿Y por qué Santa Claus?¿Por qué "santa" y no "santo"?
Algún defensor de oficio me asegura que San Nicolás en holandés se dice Sinter Klaas y, seguramente,
por degeneración del vocablo, de allí surgió
el nombre conocido actualmente. Es una hipótesis.

A los seres humanos que alcanzaron durante su vida altos niveles en la virtud,
la Iglesia Católica les da el título de santos; pero no olvida el género, que
es un accidente gramatical relativo al sexo. En consecuencia,
las mujeres serán santas y los hombres santos.

Sin embargo, el adjetivo santo solo se usa cuando precede los nombres
de Tomás, Domingo, Tomé y Toribio; en los demás casos el adjetivo
pierde la última sílaba por aplicación de apócope.
Se dirá, entonces, san Pedro, san Nicolás o san Claus.

La duda es necia. Algo me dice que, como en el caso de la leyenda de la papisa Juana, aquí hay gato encerrado. ¿Recuerdan? Se dice que una mujer disfrazada
de hombre llegó al sacerdocio, fue cardenal y alcanzó el trono papal como
Juan VIII, en el año 847. Se descubrió que era mujer porque durante
una procesión dio a luz un hijo.

Las mujeres ¡Señor! no tienen fronteras.
Recuerden que nos perdieron en el Paraíso.

El escritor religioso, Esteban de Borbón, en el siglo XIII escribió por primera
vez sobre el mito de la papisa. La tradición y obras tan conocidas como
"La papisa Juana" del escritor griego Emmanuel Royidios, se encargaron
de difundir la leyenda. Los teólogos católicos pusieron el grito en el cielo,
pero la versión le dio la vuelta al mundo.

San Nicolás surge en los sueños navideños cuando, clandestinamente, arroja
por una chimenea varias bolsas con monedas de oro para que tres doncellas puedan aportar las dotes exigidas en los matrimonios de la época.
Se cree que a partir de ese relato empezó la costumbre de hacer
regalos secretos en Navidad.

La leyenda y la realidad se confunden en la vida de San Nicolás; seguramente por esa razón, en 1969, el Papa Pablo VI suprimió su fiesta del calendario católico.


 
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