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enviado por el escritor Gabriel Ángel Páez Nostradamus
¿Quién
fue Nostradamus del que tanto se escucha hablar en los últimos tiempos,
y qué valor tienen sus profecías? Por: P. Miguel Ángel
Fuentes, VE Nostradamus, junto al monje al libro apócrifo
atribuido al obispo irlandés Malaquías (1095-1148), se han convertido
en dos profetas del milenarismo de nuestros días, en un mundo que creía
liberarse de la fe y que ahora abraza la superstición. Michel de Nostredame
fue un médico de gran éxito en especial cuando se trató de
combatir la peste que se abatió contra la Provenza en el siglo XVI.
Nació de una familia judía, de la tribu de Isacar, en Saint-Remy
(Provence, Francia), en 1503. Sus ancestros, buenos conocedores de la medicina
y de las matemáticas, se habían hecho cristianos por efecto del
decreto de Luis XI (1461-1483) que amenazaba a los judíos no bautizados
con la confiscación de sus bienes. En consecuencia, sus abuelos paternos
tomaron el apellido de "Notre-Dame", y los maternos el de "Saint-Remy",
su lugar de proveniencia. Nostradamus (tal es su nombre latinizado),
después de doctorarse en medicina a los 26 años, viajó por
la Provence, el Languedoc, Italia y Luxemburgo. Se casó dos veces. Después
de la muerte de su primera esposa y sus dos hijos (a quienes no pudo salvar de
la peste, lo que le valió el desprestigio momentaneo) se retiró
a la Abadía de Orval en Luxemburgo; allí escribió sus primeras
"profecías". Después de mucho vagabundear se estableció
definitivamente en Salon-de-Crau, y pasó el resto de su vida estudiando,
escribiendo e interesándose grandemente por el ocultismo. En
1547 comenzó a escribir una serias de "profecías" que
agrupadas en cien estrofas de cuatro versos cada una fueron llamadas "Centurias
astrológicas". Dejó diez centurias. Su libro fue condenado
por la Iglesia Católica en 1781 e incluido en el Índice de libros
prohibidos. Los poderosos de la época sintieron un gran respeto por él,
pues le atribuían poderes especiales de los que dependía su dominio;
en general, gran parte de la nobleza de su tiempo sentía un gusto morboso
por las ciencias ocultas, sufría de profunda superstición y por
tal razón llenaban sus cortes de adivinos, agoreros, ocultistas, magos
y astrólogos que les sorbían los sesos y las arcas. Nostradamus,
falleció en 2 de julio de 1566. Además de las "Centurias"
se le atribuyen otros escritos conocidos como "Presagios" y "Predicciones".
Todos
sus escritos son lacónicos, oscuros y susceptibles de múltiples
interpretaciones; entre otras cosas por estar escritos en provenzal del siglo
XVI y mechados con otras lenguas (latín, español, francés,
hebreo). Además, para que tengan algún sentido, sus comentadores
se ven obligados a trastocar las letras de muchas palabras de modo tal que éstas
puedan hacer referencia a cosas conocidas; así por ejemplo afirman que
Rapis tendría que significar París, Nercaf designaría a Francia,
Henryc sería Chipre, etc. Los comentarios, por lo general violentan el
texto mismo del "profeta" o son tan arbitrarios que pueden ser substituidos
por otros igualmente válidos. Además de esto, para poder obligar
a que algunos versos hagan referencia a un acontecimiento concreto, muchas veces
los comentaristas se ven obligados a sacar y combinar versos de diversas centurias.
En cuanto a las pretendidas profecías cumplidas, se trata verdaderamente
de aplicaciones caprichosas; a lo más, coincidencias "forzadas".
Así, por ejemplo, los versos en los que algunos han creído reconocer
una profecía de Napoleón dice: "De simple soldado él
alcanzará el imperio, de ropa corta el llegará a larga. Bravo en
las armas, mucho peor en la Iglesia, él humilla a los padres como el agua
ensucia la esponja" (Centuria VII). Esto cuadra a Napoleón... a Septimio
Severo, a Tito, a Maximinio Trácio, etc. ¡Nostradamus está
describiendo el prototipo del militar perseguidor! De
otra se dice que profetiza a Hitler o a Napoleón: "De la parte más
profunda de Europa Oriental nacerá un niño de familia pobre, que
por su hablar seducirá a muchos pueblos. Su reputación crecerá
más en el reino de Leste" (Centuria III). Sus comentaristas se pelean:
si Leste designa a Egipto podría ser Napoleón, por la campaña
allí realizada; si significa Japón, podría ser Hitler, por
su alianza... si... Evidentemente como profecía poco valor tiene.
El texto de la Centuria I, E. Cheetham, uno de sus principales comentaristas,
cree entenderlo como profecía de la Revolución Francesa; y H. Roberts,
otro de sus seguidores, ve el indudable preanuncio de la Revolución Rusa.
En
otra unos ven la ejecución de Luis XVI (año 1793), y otros la traición
japonesa a Estados Unidos en Pearl Harbor, el último ataque terrorista
a las Torres Gemelas de Manhattan, etc. Algunos de los versos que más
se han difundido en estos últimos tiempos son aquellos que han traducido
del siguiente modo: "En el año mil novecientos noventa y nueve y siete
meses,/ vendrá del cielo un gran Rey de susto./ Resucitará al gran
Rey de Angolmois...". Como es sabido, basándose en estos versos algunos
señalaron que el 9 de julio de 1999 debería haber tenido lugar el
fin del mundo. Otros intérpretes consideraron que la terrible fecha tendría
lugar el 11 de agosto de 1999, cuando sobre el norte de Francia se vería
el último eclipse de sol del milenio. Ambientes de la moda e incluso de
la cultura europeos vivieron con trepidación esos días a causa de
las terribles profecías. Ambas fechas pasaron desmintiendo a los profetas
de calamidades. En síntesis, ¿qué decir? Nostradamus
conocía la historia antigua, principalmente de Roma, y sabedor de que no
hay nada nuevo bajo el sol, preanunció acontecimientos futuros indeterminados,
calcados sobre la experiencia de los acontecimientos y monarcas del pasado; evidentemente
que esto los hace adaptables de una manera o de otra a los hechos principales
de la historia; y no sólo a un hecho sino a muchos. No hace falta ser profeta
para preanunciar calamidades, traiciones, guerras, invasiones, grandes campañas
militares, razas que extinguen a otras razas, etc. Puede ser que personalmente
Nostradamus haya tenido alguna facultad paranormal como la clarividencia, telepatía,
etc; pero esto no lo constituye un profeta en sentido estricto; y además,
estos fenómenos (cuando tienen fundamento real) no pasan de ser manifestaciones
de orden sensitivo y no espiritual; por supuesto, que no se extiende en modo alguno
a los futuros contingentes (es decir, a los actos libres de las creaturas).
El valor y la importancia que el vulgo da a sus profecías depende
enteramente de la tentación de superstición que amenaza al hombre
de todos los tiempos y del hecho de que se sigue verificando el adagio latino:
vulgus vult decipi, el pueblo quiere ser engañado. Hay un gusto morboso
por lo misterioso y oculto, aunque lo que preanuncie sean cosas nefastas. Los
peligros psicológicos -además del serio peligro para la fe- que
esto entraña son de una extremada gravedad. Cuando se llega a
este punto comienza el espíritu de la "necedad profética",
es decir, el afán de lanzar profecías de orden puramente humano
que, por olvidar Quien es el Arbitro de la Historia, se convierten en predicción
de falsedades. A estos dice el Espíritu Santo por boca de Miqueas:
Dejad de babear profecías (Miq 2,6). |