Colegio de la Presentación de Chinácota
Por Guido Pérez Arévalo
 
 

El 8 de agosto de 2016 se cumplieron 123 años de la llegada de las Hermanas de la Presentación a Chinácota. Las trajo el párroco, José de Jesús Peralta, para que dirigieran el hospital y fundaran un colegio. La Madre Bertilda vino a instalar la casa, en la fecha citada, con las hermanas, Benigna y Clara. Corría el año 1893. Posteriormente, llegó la Madre francesa, María Ebbón, con las hermanas San Francisco y Luisa Emilia y, en febrero de 1894, celebraron la presencia de la hermana Catalina de la Cruz, reconocida institutora.

 

A la madre Ebbón se le ha otorgado el título de fundadora. Vivió en Chinácota hasta el 13 de marzo de 1924, día de su deceso. La conocían en el campo y en la ciudad por su infatigable trabajo social: llevaba alimentos a los pobres, atendía a los enfermos y cuidaba a los huérfanos y a los ancianos. Durante la epidemia de viruela les recortaba el pelo y las uñas.

No había obra de caridad que no estuviera entre sus tareas cotidianas; recorría el sector rural con la ayuda de un borrico que le regaló el General Ramón González Valencia. Durante la guerra, el animalito fue llevado a un campamento por los combatientes, pero la Madre Ebbón acudió al General Uribe Uribe y obtuvo una orden para su devolución. La madre volvió a Chinácota con el borrico tirado por un pequeño lazo.

El colegio fue fundado en 1894, como establecimiento privado. En 1914, por Ordenanza No. 27 del mes de marzo, se determinó que a partir del primero de julio funcionaría como plantel de educación secundaria para señoritas, a cargo de las Reverendas Hermanas de la Caridad, con el nombre de Colegio Provincial de la Presentación, de Nuestra Señora.


La institución ha funcionado siempre en el lote donado por don Francisco Bautista Pabuence y la edificación fue levantada por la madre fundadora, con los sueldos que las Hermanas devengaban de las escuelas, las limosnas de los buenos vecinos y las contribuciones de los Reverendos Padres Otálora y Lizardo
.

Muchos recuerdos dejó la Madre Ebbón en Chinácota, hasta sus restos mortales, que reposaron durante algunos años en el cementerio, y fueron trasladados, con motivo de la conmemoración del cincuentenario, a la casa de estudios.

 

En una urna, "primorosamente tallada", las exalumnas los llevaron desde el cementerio hasta la capilla donde quedaron en cámara ardiente. Al día siguiente los depositaron en un monumento levantado en el patio de la entrada. Durante la ceremonia se instaló una placa de mármol de Mutiscua, con la siguiente inscripción: "Agosto 8 de 1.893 - Agosto 8 de 1.943 - La ciudadanía de Chinácota, llena de gratitud para con la esclarecida Comunidad de las R.R.H.H. de la Presentación, coloca esta placa sobre las cenizas venerandas de su fundadora y Primera Superiora en esta ciudad Rvda. Madre María Ebbón quien consagró su vida en aras de la educación y de la caridad, en el cincuentenario de su advenimiento, como justo tributo de reconocimiento y admiración".

En el año 2002, la placa se encontraba instalada al lado de la puerta principal del Colegio.

 

La Madre Fundadora dejó una profunda huella, pero algunas expresiones suyas pasaron a la historia de la comunidad con la fuerza de sus virtudes. Las cronistas religiosas registraron valiosos testimonios en los Anales de la institución, que recuerdan, especialmente, su consagración al servicio social.

Quiero rescatar una expresión de la Madre María Ebbón, relacionada con mi curiosidad por la lengua muisca, que en estos días alertó mi interés después de leer los "Nombres Geográficos Indígenas en el Departamento del Atlántico", obra breve del presbítero Pedro María Revollo, publicada en Barranquilla en 1932.

"Como era francesa —dicen las cronistas religiosas— no llegó a adquirir un castellano muy correcto. En su pronunciación, la palabra Chinácota no era esdrújula sino grave: "De Chinacota al cielo y en el cielo un rotico para mirar a Chinacota". Así, sin tilde, pronunciada como palabra grave.

En esa preciosa frase, que expresaba su cariño por Chinácota, existe un encuentro con la investigación lingüística del presbítero Revollo. Vean por qué: "Chinaca —dice el presbítero— es un islote de aluvión, a la margen izquierda del Magdalena, en el distrito de Sabanagrande. En Santander existen las poblaciones de Simacota y Chinácota (que debió ser Chinacota porque los indios no tenían esdrújulos)…".

En el año 1944, el colegio tenía matriculadas 111 niñas, 10 de ellas internas, y 37 niños. Cinco alumnas recibieron su diploma
de grado.

"Así el Colegio -dicen las cronistas- alcanzó lo que no había logrado en todos los años que lleva de fundado".

El Director de Educación, Don Hernando Urquijo, orientó la institución hacia la pedagogía, asistió al acto de clausura de tareas y respaldó los diplomas con su firma.

 

Alumnas graduadas en 1944: Sentada, Teresa Paredes B.; de pie: Carmen Sofía Castro S., Alcira Gómez M., Lola Cabrales C. y Victoria Aillón P. (Tomada del Prospecto del Colegio de la Presentación, de 1944. Publicado por la Imprenta Parroquial. Cortesía de doña Myriam viuda de Ruiz).

Chinácota tiene una inmensa deuda de gratitud con las Hermanas de la Presentación. Las alumnas formadas en sus claustros han participado activamente en el desarrollo de la región y construyen cotidianamente una sociedad más justa.

Estos apuntes tienen como fuente los archivos históricos del Colegio de la Presentación de Chinácota, consultados en el mes de diciembre de 2001, con la amable colaboración de la Hermana Paulina Blanco.

Cúcuta, 5 de agosto de 2016.

 

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