A GOLPE DE VERSOS
Alonso Velásquez Claro (Nano)
 

PREFACIO
Por Guido Pérez Arévalo

La Playa de Belén tiene aires de villa, algo de bucólico y mucho de nostalgia. Tiples y guitarras, poemas y canciones, se suman en sus noches de luceros titilantes. Todavía resuenan los ecos de las tertulias de cocina, donde los trasnochadores, acomodados sobre rústicas banquetas, hablaban de espantos y tesoros fabulosos o acudían al palique de humor criollo. Se servía café humeante mientras las volutas del cigarrillo recreaban su agonía en las paredes de tapia pisada, decoradas con hollines centenarios.

Al calor de leños fulgurantes, del café se pasaba con frecuencia a la copa de aguardiente y la cadencia del tiple convocaba a la canción de serenata. Los playeros crecieron en aquellos ambientes coloquiales con fondos de bohemia, donde alegre saltaba la copla escondida y la musa pulía versos de acento inmortal.

En casi todos los hogares hubo siempre un altar con velas encendidas, un ramillón para sacar el agua esquiva de la acequia, una machetilla para picar el pasto de las bestias, un tiple, un ramo bendito y un baúl con fardos de versos, retratos y esquelas de amor. Algunos elementos de ese patrimonio se perdieron en el viaje del tiempo, pero el cultivo de los valores espirituales continúa como un legado inalienable.

Las nuevas generaciones campean con ese legado en los amplios corredores de las casas de estilo colonial, en las gradas del atrio, en un andén de callejuela, en la tienda de la esquina, en las aulas del colegio, en la casa de campo, o en el rincón de un estoraque. Mañana estos escenarios tendrán, también, el sabor de la nostalgia.

«A GOLPE DE VERSOS», surgió de nuestro ambiente coloquial. Su autor, Alonso Velásquez Claro, escanció su sed cultural en las veladas de bohemia, en el cultivo de los placeres espirituosos, en las costumbres ancestrales, en el maravilloso entorno de su solar nativo.

Desde la infancia entró en contacto con la música y el verso. Los adultos disfrutaban de la fuerza de sus sentimientos y los jóvenes aplaudían el tono irreverente de su expresión poética.

Han corrido muchos años desde su tiempo de estudiante de bachillerato, pero hay una huella muy profunda en los claustros del Colegio Fray José María Arévalo, donde todavía lo reclaman en cada acto cultural, en cada aniversario, para cantar con él, el himno que compuso para la Institución o para oír su disertación sencilla, con la carga de su propia filosofía. Para exaltarlo, jóvenes y adultos decidieron identificar con su nombre la Casa de la Cultura y la Biblioteca del Colegio. Para reconocer sus méritos, en 1983, la Organización de Integración y Desarrollo le otorgó la condecoración «El Ramillón de Oro». Se conservan ejemplares del periódico escolar, «IMPACTO», fundado para desfogar sus iras contra la clase dirigente de la época. En Cúcuta, en 1978, repartía entre sus amigos «TESTIMONIO», un periódico impreso en mimeógrafo con las hieles de su reclamo social. En una de sus ediciones, hice su primera síntesis biográfica. Conté, entonces, que aquel muchacho de 22 años era el autor de tres volúmenes con más de 100 poemas, escritos en tres cuadernos en deterioro galopante, amenazados por el uso y por el tiempo. Hablé de su propia Dulcinea, la mujer que rondaba en cada uno de sus versos; ella era el objeto de sus reproches, el motivo de su tristeza, la pasión encendida.

Posteriormente, incursionó con éxito en el cuento y obtuvo galardones por sus actividades musicales en diversos escenarios. Sus disciplinas intelectuales y artísticas fueron su pasión, su alimento, su fuerza vital, no su redención económica, porque él llenaba sus anhelos con los recursos de la imaginación.

En Girón tiene su nido familiar, su fábrica de versos, su guitarra, su libreta de apuntes, su pluma magistral. Sus sueños no. Sus sueños están en otra parte porque, según se ha dicho, uno no está donde vive sino donde ama.

La poesía de Alonso Velásquez ha evolucionado, se ha vuelto más universal: la paz y los temas que inciden en las desdichas de la patria y del mundo, hacen parte de su recopilación poética.

Su libro «A GOLPE DE VERSOS» recoge la expresión altiva de su condición irreverente, el tributo a la tierra de sus afectos, el mensaje bíblico, la evocación de la ternura y la constancia eterna del amor.

Guido Pérez Arévalo
Chinácota, 9 de septiembre de 2003

 

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