¿Qué
pasa en Hacarí? Lo que
está ocurriendo en Hacarí recuerda, de alguna manera, los episodios
de Marquetalia. Después
de 60 años de haber comenzado la guerra revolucionaria de las Farc contra
el Estado, seguimos sin comprender que la hecatombe tiene varios orígenes,
uno de ellos el relacionado con el comportamiento oficial con las comunidades. No
es necesario recalcar sobre lo sucedido en Marquetalia con los campesinos que
se levantaron en armas contra el Estado, sobre el trato que recibieron entonces
de los organismos de seguridad del Gobierno frentenacionalista de la época. Lo
que está ocurriendo en Hacarí recuerda, de alguna manera, los episodios
de Marquetalia, cuando los campesinos que nada tenían que ver con las guerrillas
de Pedro Antonio ‘Tirofijo’ Marín, acosados por el Ejército, sin
acceso a víveres, sin poder salir de sus veredas, sin poder siquiera hacer
escuchar sus justas protestas, se decidieron a apoyarlas. Entonces la guerra se
hizo incontenible. Estos
días, a través de los medios de comunicación que antes no
existían, los campesinos de Hacarí y el Catatumbo pueden, casi en
tiempo real, informar de los sufrimientos a los que están sometidos, por
razón de la guerra entre el Estado y las guerrillas del Epl y el Eln. El
Ejército no está en su derecho de combatirlas: está en su
obligación básica, fundamental, señalada por la Constitución
y por las leyes, de hacerlo, con todos los recursos oficiales a su alcance, y
de procurar garantizarle, sin descanso, seguridad y tranquilidad a la población
civil, ajena al uso de las armas. Y
si el Epl, en el caso, es factor de disturbio del disfrute de tranquilidad tanto
en Hacarí como en otros lugares, pues el Ejército debe aplicar los
correctivos idóneos para normalizar la situación. Pero,
respecto de los civiles, un mínimo de serenidad y de mesura que otras veces
ha faltado, se hace imperativamente necesario, si no se quiere que la historia,
tan persistente, a veces, se repita con las consecuencias que hoy todos repudiamos. En
medio de versiones contradictorias de parte del Ejército y de los voceros
de la población, en algunas veredas del municipio continúan los
enfrentamientos, que por ahora han dejado como saldo varios soldados y un par
de civiles heridos, activación de campos minados y helicópteros
impactados. Hay que
recordar que en una democracia, los soldados son soldados, nada más. No
son ni fiscales ni jueces. Como funcionarios del Estado que son, tienen la obligación
fundamental de poner en conocimiento de las autoridades competentes cualquier
delito del que tengan conocimiento. No pueden ni investigarlo ni juzgarlo. Sabemos
cómo, muchas veces, la subversión se aprovecha camuflándose
con la población civil, para atacar y defenderse haciendose pasar por simples
campesinos. Esto no es nuevo y en este tipo de combates es difícil discernir
quien tiene la razón. Los
organismos de seguridad del Estado tienen todo el respaldo social que les sea
menester, pero sus responsables, soldados de todos los grados, deben también
ofrecerle al pueblo garantías de que no darán un solo paso en falso
que conduzca de nuevo a hechos más graves y lamentables. Un
poco de calma y de comprensión de los problemas en que están metidos
los campesinos del Catatumbo no solo es oportuna sino imperiosamente necesaria. Más
puede la miel que la hiel, enseña la sabiduría popular de siglos. |