Un
aforismo popular sabiamente sentencia, "RECORDAR ES VIVIR". Para este
día 4 de Diciembre, que señalan 150 años de fundado nuestro
terruño llegan a mi mente, vivencias de remotas épocas, recordados
en cada instante de vida por hechos que marcaron la satisfacción por la
labor cumplida.
Sin
pergaminos de poetisa, oradora, o historiadora, cumplo con la narrativa de algunos
acontecimientos ocurridos en la promisoria Aldea, perteneciente al municipio de
Aspasica hoy municipio de La Playa de Belén, y distinguida el 10 de septiembre
de 2004, por el gobierno nacional, a través del Ministerio de Cultura,
como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional.
Recuerdo
el decreto 00226 de 9 de marzo de 1987, firmado por el entonces gobernador de
Norte de Santander, doctor Eduardo Assaf Elcure, que mencionaba que desde esa
época sin fecha de vencimiento y por libre remoción debía
asumir las funciones de alcaldesa del municipio de La Playa de Belén, previa
aceptación ante el juez municipal; esta función la desempeñé
hasta noviembre del mismo año.
Como
un homenaje a mis ancestros quienes con esfuerzo, pujanza y trabajo, formaron
lo que en principio fue una aldea, acepté esta noble misión. Mi
labor fue desempeñada con mucha honestidad, plena de estoicismo, obteniéndose
positivos logros en salud, educación y atención en el área
rural.
En
ellos su calidad de vida fue mejorando en respuesta a las acciones que se tomaron
en el Paro Nororiental, que reclamaba del gobierno nacional mayor atención
a sus necesidades vitales. Ocurriendo por ello el cierre de vías a Ocaña
y a pueblos aledaños; es así como el programa PNR (Programa Nacional
de Rehabilitación) incluyó al municipio y se obtuvieron los auxilios
iniciales para la realización de programas de gran envergadura en carreteables,
alumbrado urbano y rural, educación, salubridad, cultura y embellecimiento,
que en administraciones posteriores se han continuado .
Mis
funciones fueron más allá de ser la primera alcaldesa y primera
autoridad para dar cumplimiento a los preceptos de la ley; puesto que resolver
problemas judiciales, seguridad, familiares y personales, visualización
de obras en el terreno, etc., fueron prestados con la mayor dedicación
a quienes lo necesitaban y lo requerían.
Ahora,
siempre por costumbre la alcaldía expedía un decreto recordándoles
a los habitantes anualmente, durante las fiestas patronales, la sana costumbre
de pintar el frente de los inmuebles. Con este ordenamiento todos ellos, casas,
colegio, escuela, tiendas, registraduría, tesorería, alcaldía,
juzgado, etc.; cumplieron con un color único, para lograr el tinte armónico
que nos catapulta como una "población blanca".
Baluarte
fundamental desde la iglesia fue el presbítero Valeín Carvajal,
Q.E.P.D, quien, antes de misa de 7: 00 p.m., leía el decreto por altoparlante
y al finalizar la homilía, recordando esta obligación, que a don
Gotardo Velásquez no le satisfizo; fue así como ante mi, en la alcaldía,
se despojó del sombrero, con la insinuación de que lo echara a la
cárcel si no le permitía pintar la casa de azul.
El
dialogo, la tolerancia y la cultura se conjugaron entonces para lograr la aceptación
del notable personaje y poder así armonizar con el Parador Turístico,
Martha Mónica en remodelación por IFINORTE, apoyado por el gerente
coterráneo, Doctor Guido Pérez Arévalo, consagrado benefactor,
catedrático, gestor e historiador.
De
la colonia residente en Cúcuta nos visitó el 12 de octubre de 1987
el doctor Alirio Claro Ojeda, funcionario de ECOPETROL, fallecido en accidente
aéreo en el cerro El Espartillo; como visionario propuso elaborar una valla
en la entrada del casco urbano, ofreciendo la Bienvenida y, en la meseta donde
vivieron Desiderio Parada y la señora Ventura (hoy tierras de Luis Ruedas),
imaginó sembrar arbolitos con el nombre, que al florecer en amarillo, anunciaran
la proximidad del terruño. Esta idea fue descartada por lo estéril
del terreno y por el respeto a la propiedad privada .
En
viajes realizados por algunos vecinos al municipio San Pedro del Río (Estado
Táchira, Venezuela), observaron y comentaron la posibilidad de patentar
la hechura de letreros en madera para identificar los sitios destacados de la
localidad. Desde entonces se mejoraron las viviendas, puertas, aleros y ventanas;
las calles se iluminan ahora con hermoso estilo colonial y las paredes se engalanan
con materos de barro que expresan la variedad y los colores del jardín
nativo.
Como
logro en el desempeño de mis funciones, anoto que por periodicidad de dos
veces a la semana, y venido desde Ocaña, se contrató a Don Juan,
profesor de música, para la enseñanza y práctica de las personas
con mayor inclinación, talento, dedicación, comprensión,
y ejecución hasta virtuosa de las partituras y con el tiempo se armonizaron
y organizaron en una verdadera Banda, representativa del municipio en diferentes
eventos culturales; inicialmente locales y luego solicitados por otros municipios.
Con mensajes y visitas especiales se logró la concientización de
la prohibición de tala de árboles, que con el tiempo han repercutido
en la necesidad y disponibilidad del agua a nivel municipal, regional, nacional
y mundial.
Los
universalmente conocidos Estoraques, moles de tierra casi pétrea, que semejan
ruinas y castillos milenarios, que sirven y han servido de inspiración
a múltiples poetas entre ellos el nortesantandereano, notable cucuteño,
exgobernador Dr. Eduardo Cote Lamus, empezaron a recibir desde entonces la atención
del gobierno y con mayor ímpetu se programaron acciones a ejecutar con
el tiempo. Mi administración tuvo un período muy corto. Todo se
manejó por Decreto, pues eran acuerdos políticos del momento, los
que primaban en la región y no clasificaba para ello el buen desempeño
que se lograba en el bienestar de la comunidad. Por ley, desde el año 1988
se inició la designación de alcaldes por elección popular
y la continuidad del progreso ha tenido mayor apoyo gubernamental en lo económico,
estructural, cultural, viabilidad, salud, educación, etc.
Reconocimiento
especial merecen los hombres de esta región, algunos, quienes con callosas
manos de rudos campesinos santandereanos, son símbolo de trabajo, de amor,
amistad y de reiteración de la vida.
Quiero,
por último, mostrar un documento, guardado celosamente por mí y
con la rigurosidad del tiempo, que da razón del origen del terreno donde
está hoy la casa cural y la iglesia. Es una escritura identificada con
número 211, cuyo propietario, señor Juan Esteban Vega, mi bisabuelo,
donde entrega en Enajenación Perpetua una casa grande con solar, para cumplir
con los oficios religiosos de esa época; fué llamada San José
de Belén de la Playa.