| LOS
SÁNCHEZ DE LA MOTA 1.
EN LA PLAYA DE BELÉN Contaba
mi tía Ana, Ana Élcida Sánchez de Pérez, esposa de
Don Hemel Pérez Claro, hermana de mi abuelo materno, Marco Aurelio Sánchez
Manzano, que por los años de la fundación de Ocaña, llegaron
a la región, unos Sánchez procedentes de la población española,
denominada La Mota, y alguno de ellos se estableció en la parte
alta oriental de las capellanías de los franciscanos, hoy La Playa
de Belén. De
sus nombres no tenemos noticia alguna, pero uno de sus descendientes fue bautizado
con el nombre de Claudio, quien a su vez, diera vida a Jesús María
Sánchez, esposo de Petra Manzano. Claudio
Sánchez de la Mota, me contaba tío Bacho (Gervasio Sánchez)
era un viejo alto, apuesto y charlatán, de ojos azules y amigo hasta de
sus enemigos; que se gozaba cabalgando en el mejor caballo y en la mejor montura
que pudiera existir en la región. Esta
versión era confirmada con euforia y regocijo por la siempre acogedora
e incansable hacedora de comidas rápidas y grandes sancochos, Rosabel Sánchez
Manzano, a quien con la mayor frecuencia y entrañable agrado, corríamos
a visitar en su casita de paja, en la Calle de Atrás o de San Diego; y
en sus últimos años de vida, allí en la casa esquinera del
parque, en la parte sur occidental. Siempre la vitrina vieja de su pobre tienda,
lucía alguna de esas empanadas, que por su particular sazón todavía
se reproducen en nuestro agradecido recuerdo de Oración.
Claudio
Sánchez de la Mota habitó las estribaciones de nuestra cordillera
oriental, a la altura que conocemos como la vereda de Borra, en las
márgenes del río del mismo nombre, en nuestra tierra de estoraques,
La Playa de Belén. Desconocemos
quien fuera su esposa, y si además de su heredero, Jesús María
Sánchez, existió otro consanguíneo en línea recta.
Nos
contaron los abuelos que Jesús María Sánchez vivió
toda su vida en la vereda de Borra; fueron sus descendientes los que
se desplegaron hacia la parte occidental de la cordillera, en la vereda conocida
como La Honda. En
el último cuarto del siglo XX, los Sánchez de la Mota, habiendo
perdido las propiedades en Borra, al parecer, por la muerte temprana
del abuelo Jesús María Sánchez, causante del más profundo
sentimiento de soledad y desapego a las cosas materiales, en la abuela viuda,
Petra Manzano, y la inexperiencia de los muchachos huérfanos.
Es
de anotar que entre los hijos de Jesús María Sánchez, la
mitad de ellos acostumbraron a llamar Papá a Gervasio, el Mayor.
Así
los Sánchez de la Mota sin abandonar la Honda, llegamos a establecernos
en la parte urbana del municipio, donde silenciosamente hemos hecho uso de nuestra
entrañable sencillez, cordialidad, espíritu de servidores honrados,
y extraordinario don de gentes, para ganar los corazones de nuestros coterráneos,
hasta embrujarlos con nuestras fantásticas historias.
Tal
vez por ello, hemos ganado un poco de mala fama, como mentirosos; pero en realidad,
nuestras mentiras no han sido nunca ese pecado que ofende a La
Verdad, sino esa manera fantasiosa de querer enseñar a vivir con
las anécdotas de la vida misma. Es
interesante conocer las leyendas y tradiciones de la población de La Mota
del Cuervo, en España; así he podido entender el porqué de
mi simpatía por los molinos de viento, y recuerdo con alegría los
muchos momentos de mi infancia, gastados felizmente en la construcción
de veletas de cartón, atados con una puntilla a un pedazo de espiga de
lata. Así aprendí a ser rápido y a volar con mi imaginación.
Igualmente,
he podido entender el porqué de la dedicación de mi Madre, Aura
Elsa Sánchez, y de mis hermanas, a las labores artesanales, muy a la manera
de las fabricantes de cántaros, en la población de La Mota, y adornadas
con similares virtudes y talentos. No
es gratuito ni mucho menos agregada nuestra particular veneración por la
Santísima María, sino algo esencial a nuestro ser Sánchez
como los Moteños, nacidos al amparo de la laguna Sánchez-Gómez
en España. Mas aún, el apellido Sánchez, patronímico
derivado del nombre propio, Sancho, aunque no tiene un único origen común
para todos los linajes; y cada linaje posee su particular escudo, todos ellos
conservan una cinta de plata con la leyenda latina, en letras de sable "Ave
Maria gratia plena", Saludo del ángel Gabriel, a la Virgen de Nazareth,
que en Belén dio a luz, la Luz que iluminas a todo hombre.
EL ABUELITO MARCO AURELIO Sencillamente,
excepcional; mi abuelito querido. Abuelito, abuelito, siempre estás conmigo;
yo siempre estuve contigo. Dormimos juntos hasta esa noche, cuando la trombosis
hizo tambalear tus fuerzas físicas, mas no tu Espíritu; el mismo
de tu amada Señora, a la que juntos orábamos bajo la advocación
de la Virgen de Belén. Tendría
yo, unos trece o catorce años; pero desde que aprendí a caminar,
ya me habías enseñado a Orar y a trabajar: me sabía de memoria
la hermosa novena de Salazar de las Palmas, y me sabía de memoria que todos
los días tenía que madrugar para irnos al potrero a las labores
de ordeño, sin dejar de ser puntual en la escuela. Y al salir de la escuela,
de nuevo al trabajo ganadero; y así los sábados, menos el domingo,
donde la asistencia a la Santa Misa y el descanso son sagrados.
Imposible,
no descubrir como lema de mi vida, La Oración y las Obras de Pax,
con semejante maestro, que el Maestro de maestros, me quiso regalar...
Imposible
olvidar que la leche, casi toda la dejábamos regalada, a lo largo del Kamino,
junto al lecho del enfermo, del pobre, del más necesitado.
Imposible
olvidar la tienda de Marco Aurelio, la tienda de abuelito, donde se
vendía pan pero se regalaba el café, porque todo el que allí
entraba era un amigo, en búsqueda de un buen conversador, una oportunidad
para despachar la aburrición o encontrar la estera de las ánimas,
enrollando una buena cobija!... Imposible
olvidar la tienda de abuelito, donde nunca se llegó a vender mas de treinta
pesos diarios, y se tenía que distribuir la canasta de cola, de a tres
en cada cajón del armario; porque los carrusos (envueltos)de
café, la panela y el pescado seco se distribuían generosamente a
las casas de los enfermos o de los difuntos, en su velorio. Como me enorgullece
haber sido el niño mandadero al servicio de la entrañable generosidad
del Abuelo Marco Aurelio Sánchez manzano, de los Sánchez de la Mota. PADRE
JESÚS ANIBAL | |