Publicado enel semanario"LA PROVINCIA DE OCAÑA" y la revista"V & C-Valor & Compromiso".

TRICENTENARIO DE LA VIRGEN DE TORCOROMA
Por Orlando Clavijo Torrado


A 9 kilómetros de Ocaña se encuentra la montaña conocida hoy como El Agua de la Virgen, pulmón vegetal de un frescor sin igual.

Una carretera aceptable conduce hasta el inicio del graderío que termina en la capilla construida en 1882. Pero del mismo Ocaña, tomando de la esquina conocida como la Luz Polar, se puede ir a pie encontrando al poco de salir de la ciudad el viejo camino, empinado y sinuoso, utilizado o bien para ejercitarse físicamente o bien para ofrecer la fatiga de su recorrido tras un milagro de la Virgen.

Todo comenzó en una madrugada. El mes y el día son imprecisos. El año sí se estableció: 1709. El cerro Torcoroma coronaba la parcela del mestizo Cristóbal Melo, casado con Pascuala Rodríguez. El relato revela que tenían dos hijos, José y Felipe. Entre el ajuar contaba la familia con un trapiche; la molienda daría el suficiente guarapo para beber y para convertirlo en panela. Siendo la época de cortar la caña, no había en dónde verter el zumo; se requería un dornajo o canoa al efecto. Cristóbal se dirigió al cerro con sus hijos, y en el sitio observó, palpó y calculó en el boscaje los inmensos árboles, y finalmente se decidió por uno al que con su hijo mayor acometieron con sus hachas. Pero el árbol no dio la medida deseada, por lo que fue desechado. El más antiguo documento sobre el episodio, escrito por José Nicolás de la Rosa, "Floresta de la Iglesia", dice que "prosiguió Melo buscando otro por aquellos montes". Ninguno le satisfizo. Aquel árbol quedó allí abandonado, pendiente sobre un barranco, y sólo luego de un año, en que "apretando la necesidad del dornajo por llegar ya el tiempo de labrar su miel", volvió a ser objeto de su atención. Era el único que definitivamente le agradaba al bueno de Cristóbal Melo. Llevó a José para que "le ayudase a labrarlo. Trózalo a la distancia que pudo dar el palo de longitud, y luego mandó a su hijo que le fuese descortezando por el lado superior. Hízolo así, y habiendo levantado aquella rústica corteza, vio Cristóbal formada de medio relieve en el corazón del madero, una imagen de Nuestra Señora, con la forma y ropaje de Concepción." Un delicioso aroma desconocido se esparció por el monte. En la corteza arrancada "estaba la misma efigie figurada en hondo". Con suma reverencia llevaron los trozos a su casa. La fama de los milagros de la Virgen de Melo se extendió pronto. El cura párroco de Santa Ana, don Diego Jácome Morinelli, acudió a la finca a examinar los rumores, y cerciorado de que se trataba de la aparición de la Virgen María determinó que debía rendírsele culto en la propia iglesia matriz, y así organizó una solemne procesión con todos los eclesiásticos y una inmensa concurrencia de fieles desde la montaña hasta el centro de la ciudad. Ello ocurrió el 16 de agosto de 1711. Desde entonces se ha tenido como fecha de celebración de la aparición este día aunque no corresponda a la verdad histórica. Misteriosamente, en el lugar en donde estaba plantado el árbol brotó una fuente que, pese al paso del tiempo y a las sequías, nunca se ha extinguido. Muchos atestiguan los beneficios de esta agua pura y cristalina.

En 1774 se levantó un expediente con declaraciones de don Miguel Antonio Copete, padre sacristán mayor, don Juan Antonio Lamberto y Torrado, cura doctrinero, don Juan del Rincón, de 84 años de edad, don Tiburcio Cañizares, de 75 años, don Miguel Antonio de Aro, comisario de la Santa Cruzada, del presbítero don Pedro José Maldonado, y de don Simón Tadeo Pacheco, cura doctrinero de San Juan Crisóstomo de La Loma y pueblos cercanos. Las atestaciones fueron rendidas ante el notario Joaquín Quintero y giraban todas en torno a que la imagen se apareció en la astilla de un árbol cortado para hacer un dornajo, a Cristóbal Melo y sus hijos José y Felipe, en el monte llamado Torcoroma.

Los milagros empiezan a inscribirse a partir del opúsculo "Reseña histórica de la aparición de Nuestra Señora de la Concepción en el Monte de Torcoroma de Ocaña", de 1801.

Don Bruno Durán, fino ebanista, padre del ilustre ocañero y ex ministro Argelino Durán Quintero, fabricó una réplica del árbol para ubicarlo en la capilla en honor a la Torcoroma en el centro de la ciudad. La novena fue compuesta por los padres jesuitas; la autoría de los gozos es del padre Rafael Celedón en su tránsito como párroco de la catedral de Santa Ana, antes de ser nombrado obispo de Santa Marta.

En consecuencia, este año, tanto la diócesis de Ocaña, confiada a la protección de la "Virgen vegetal/ más dulce que estrella/ que esclarece suave/ las más negras penas", cual cantó el poeta, como toda la provincia y los devotos regados por el mundo entero, estamos de fiesta por el tricentenario de su aparición. Este 16 de agosto Ocaña se prepara para la apoteosis del acontecimiento por parte de sus hijos, los peregrinos, los visitantes y todo aquel que quiera gozar de la placidez de la montaña milagrosa y conocer la reliquia de la ermita, amén de la alegría y la cordialidad de un pueblo.

orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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Cúcuta, 4 de marzo de 2011.