| |||||||
¡Qué
descripción tan maravillosa de los momentos en que el gozo anhelante nos
enloquece cuando estamos próximos al pueblo de nuestras querencias! "A
lo lejos se ve, mi pueblo natal, no veo la santa hora, de estar allá".
Imagine cada uno la llegada a su lugar de origen o de inmensos afectos después
de una larga ausencia. Como mis viajes más frecuentes son a Ocaña,
partiendo de Cúcuta, puedo expresar el sentimiento cuando luego del Tarrita,
la carretera se precipita por laderas y de pronto muestra un poco la silueta de
Ábrego; desaparece el poblado y al cabo de otro tramo de descenso vuelve
a aparecer. Vienen los suspiros: ¡esa es la tierra de mi madre y de todos
mis abuelos! Continúa el viaje y antes de una hora se llega a la Ermita.
¡Estamos en las goteras de Ocaña! ¡Ocaña a la vista!
Un nuevo golpeteo en el corazón por tantos recuerdos gratos de la niñez
y la adolescencia. Todas estas emociones las van pregonando los versos con ritmo
de salsa de Jairo Varela: "Se vienen a mi mente bellos recuerdos, infancia
alegre que yo nunca olvidaré". Y prosigue con el retrato grabado en
el alma: "Luces de esperma en el fondo se divisan, titilantes igual que estrellas
en el cielo, y el ruido incesante del viejo trapiche, sustento eterno de todos
mis abuelos". De
donde quiera que se avizore el entrañable lar, desde el avión, desde
el cerro, desde las primeras casas al entrar, nos estremecemos con nostalgia.
Bien lo volvió a expresar este compositor que nos acaba de abandonar: "Ya
vamos llegando, me estoy acercando, no puedo evitar que los ojos se me agüen". Yo,
lo confieso, no soy salsero. Para decirlo con aquel chiste flojo, las salsas que
me gustan son las de mostaza y tomate. En verdad soy vallenatómano, de
la vieja guardia, de Bovea y sus vallenatos, de Jorge Oñate, del Binomio
de Oro en la época de Rafael Orozco y su acordeonero Israel Romero, de
los hermanos Zuleta, de los hermanos López, de Alfredo Gutiérrez,
de Diomedes Díaz, del Trío de Oro con guitarras, de algunos cantos
de Otto Serge, y de seleccionadas interpretaciones de Jean Carlos Centeno, Jorge
Celedón, Silvestre Dangond y Daniel Celedón. Pero esa composición
de Jairo Varela, "Mi pueblo natal", oído al descuido, desde un
principio me cautivó. He leído que en muchos lugares de Colombia
y particularmente fuera de ella, a la gente en verdad se le aguan los ojos cuando
escucha la melodía que identifica como pocas la añoranza de la patria
chica. Es esta de aquellas canciones que impactan al instante, que se pegan, y
que perduran como un himno. Por "Cali pachanguero", la canción insignia de Cali, el fundador del Grupo Niche entra a la gloria reconocido por los vallunos, pero es por ese hermoso poema con música a su natal Quibdó que su fama vivirá en el alma de todos los colombianos de hoy y de muchas generaciones posteriores. ¡Qué gran poeta era Jairo Valera! orlandoclavijotorrado.blogspot.com | |||||||