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Nadie
hubiera imaginado que un hombre de color llegara a ocupar la presidencia de los
Estados Unidos de América. Inaudito, en un país tan racista. Y ahí
tenemos a Barack
Hussein Obama II - como es su nombre completo - un afroamericano con ancestros
de Kenia, en la Casa Blanca desde el 20 de enero de 2009. Otro caso insólito:
los Papas. ¿Acaso los italianos no tenían el monopolio del cargo?
Pues ocurrió lo inesperado: un polaco, el cardenal Karol Józef Wojtyla,
rompió la secuencia que se consideraba invulnerable al ser proclamado en
1978 para remplazar a Juan Pablo I; fue el amado por todos Juan Pablo II. A la
muerte de éste vendría en el 2005 el renombrado teólogo alemán
Joseph Aloisius Ratzinger, que asumió el trono pontificio con el nombre
de Benedicto XVI. Digamos
que estos acontecimientos causaron asombro, un sano asombro, dentro de lo tradicional,
enmarcados dentro de la vertiginosa metamorfosis que se está experimentado
en la mente del individuo moderno. Sin embargo, la humanidad se había asombrado
en sentido negativo, o mejor, escandalizado, no hacía mucho tiempo, puntualmente
en las décadas del 60 y el 70 del siglo pasado, con el arribo al poder
de dos caníbales en países africanos. Es verdad que el mundo está
evolucionando, cavilaban las gentes, ¿pero cómo es posible que seres
de alma tan negra - más negra que su piel, anotó un diplomático
- sean las que dominen? Hablamos de Jean-Bédel-Bokassa, emperador de Centroáfrica
entre los años 1966 y 1979, y de Idi Amín, amo supremo de Uganda
de 1971 a 1979. Se comentaba que tras el derrocamiento de Bokassa se logró
descubrir en la nevera de su cocina trozos de cuerpos humanos, particularmente
de niños. Por su parte, Idi Amín dijo, relamiéndose, después
de devorar los dedos de un general suyo al que había matado a sangre fría,
que la carne humana tenía gusto salado. Era
dable afirmar que la criatura racional había vuelto a las andadas, que
el mundo se había enloquecido. Cualquier cosa absurda podía suceder
en la política. Y no sólo en otras latitudes sino en nuestro propio
continente, en nuestra propia Colombia y aquí en la parroquia. En efecto,
en Bogotá se vio que un gamín accedió al concejo distrital,
y que un filósofo y matemático se bajó los pantalones, enseñó
el blanco trasero y al poco tiempo fue galardonado con la alcaldía mayor,
alcaldía que hoy comanda un exguerrillero del M19. En Bolivia, un indígena
mascacoca es el presidente; en Venezuela, un teniente coronel golpista desgobierna
desde hace doce años y pretende permanecer en el solio hasta que San Juan
agache el dedo, y exguerrilleros que fueron crueles asesinos y terroristas conducen
varios países - Daniel Ortega en Nicaragua, José Mujica en Uruguay,
Dilma Rousseff en Brasil - . Los ejemplos serían abundantes, de muchos
Estados y líderes y de tantos lugares de Colombia. Esa
es la democracia y ella permite el desmadre. Por eso en Cúcuta - para aterrizar
cerca - , con la amplia votación de sectores humildes que están
eligiendo a personas de su clase, hubo un alcalde exsacerdote afiliado a un grupo
insurgente; su sucesor, un tipo virtualmente analfabeta - sólo había
cursado cuarto grado de primaria - , oriundo de una vereda santandereana, a continuación
del cual surgió una expolicía quindiana, la famosa Negra María
Eugenia Riascos, de funesta administración, y en el departamento gobernadores
como el anterior William Villamizar y el actual Edgar Díaz, muy ligados
políticamente a aquel burgomaestre hoy recluso en la Penitenciaría
Nacional de La Picota condenado por homicidio. orlandoclavijotorrado.blogspot.com | ||||||