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Bastaba con que fuera nortesantandereano, y más de la provincia de Ocaña, para que el doctor Lucio Pabón Núñez todo el mundo lo conocía como el doctor Lucio le concediera el favor que requería, en especial de becas o de puestos públicos. No discriminaba si era liberal o conservador, y de ello hay muchos testimonios y mucha gente agradecida. Ya estuviera en algún ministerio, en la rectoría de la universidad La Gran Colombia, en el Senado de la República, o en el periódico El Siglo, acogía con amabilidad al paisano solicitante y le entregaba una tarjeta, con una efusiva recomendación, para su amigo que disponía del cargo o regentaba la institución educativa. La primera noticia que tuve de él fue por boca de mi madre. Lucio estaba muy joven y ya corría su fama como político beligerante. Llegó un día a Ábrego, por el año 1935. Los liberales se alborotaron y algunos sanguinarios lo perseguían para matarlo. Se ocultó en la casa de mi abuelo Ramón Torrado Vergel. Se agazapó detrás de una puerta y de allí le indicó a mi madre, poniéndose el dedo en la boca, que no dijera nada. Los enemigos entraron a la casa, preguntaron por él y al no encontrarlo siguieron su camino. Lo conocí personalmente cuando estando yo de vacaciones universitarias en Bucarasica se apareció allí en una campaña al senado. Me nombraron orador para recibirlo; escribí algunas líneas pero no tan laudatorias sino de reproche porque aquel pueblo era de los pocos que no tenía carretera y ya estaba cansado de tantas promesas. El doctor Pabón naturalmente como buen político lejos de molestarse y a pesar del enojo de algunos miembros del directorio municipal por mis palabras, se me acercó y me dio un estrecho abrazo, me felicitó por mi osadía juvenil, me hizo halagüeños pronósticos y me obsequió, con una dedicatoria generosa, su libro Del plagio y otras influencias literarias. Cuando terminé mis estudios universitarios lo busqué en la universidad La Gran Colombia y el recordar aquel encuentro y su amistad con mi padre fue suficiente para que me extendiera una tarjeta para el doctor Urbano Pérez Sepúlveda, su amigo y compañero de trajines partidistas, presidente del recién creado Tribunal Superior del Distrito Judicial de Ocaña. Pero antes él mismo llamó al doctor Urbano y me postuló. Así obtuve mi primer destino oficial, el de juez promiscuo del circuito de Ocaña. Con los años, representando a la provincia en el gabinete departamental presidido por el señor gobernador Alfredo Yáñez Carvajal, el doctor Pabón me dio su respaldo. Viajé a Bogotá a agradecerle su gesto. Con su inmensa gentileza y humildad me recibió en su hogar, me brindó una copa de whisky que él mismo preparó episodio que me abrumaba al verme atendido por un personaje de su importancia, y más me sentía honrado y avergonzado cuando me llamaba doctor pues no creía merecerlo ante tantos títulos suyos y me invitó a un paseo al día siguiente a una finca sabanera de un cuñado suyo. En tal oportunidad me mostró su cédula de ciudadanía para desvirtuar que su patria chica era Villacaro sino Convención. De esas proporciones eran su dimensión espiritual, su nobleza y calidad humana. Cuanto le pedí como Secretario de Hacienda del Departamento en auxilios para diversos municipios siendo el senador de la República lo propuso y lo logró. Guardo con mucho afecto todos sus telegramas. Me afloran estos amables recuerdos ahora que en este 21 de octubre se cumplió el primer centenario de su natalicio. Haber sido amigo cercano de uno de los hombres más ilustres del departamento y de la nación en el siglo XX sin duda que enorgullece. Y es que figuras como Lucio Pabón Núñez realmente solo nacen cada cien años. El Instituto Caro y Cuervo lamentó como nadie su muerte en el año 1988 pues Pabón Núñez fue además de influyente y decisivo adalid político en ciertas etapas de la vida de Colombia, un brillante escritor, políglota, promotor de las artes y miembro de afamadas academias de historia y de la lengua nacionales y extranjeras. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 23 de octubre de 2013 | |||||||