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Todo
el mundo habló de la fallida reforma constitucional sobre la justicia,
pero la realidad es que de los millones de colombianos que saben leer -supongamos
35- apuesto a que el 99, 80 por ciento no leyeron ni una palabra del texto; esto
es, que solo un 0,20 % lo leyeron, completo o no, no sabemos. ¡Cómo
será que ni el presidente de la Cámara de Representantes, Simón
Gaviria, ni el ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, lo leyeron! Los graciosos,
recordando la cartilla de leer de primaria "Nacho lee" salieron de una
vez con otra, "Simón lee", y al pobre hijo del expresidente le
acomodaron la poesía de Pombo "Simón el bobito". El
texto de la reforma no fue socializado. Yo, lo confieso, vine a conseguirlo después
de muchos esfuerzos. Ahora, como nadie quiere que lo tengan por ignorante, no
hay quien no diserte con suficiencia sobre el tema, ocultando que cuanto captó
se debe a los comentarios de los noticieros radiales y de la prensa, aunque quedó
en evidencia que muchos periodistas se referían a la reforma sin haber
posado sus ojos sobre ella. Así se maneja la opinión pública
en este país. Si el amable lector quiere constatar con sus amigos y vecinos
cuántos leyeron la propuesta enmienda constitucional haga el ensayo. Yo
lo hice, y ni mis colegas abogados pudieron demostrar que la habían leído.
El
propio Simón Gaviria admitió que el escrito es extenso y complicado.
Entonces, si pensamos que en el Congreso no todos son abogados sino que hay ingenieros,
médicos, economistas, ganaderos, comerciantes, pastores protestantes, sin
profesión, o de profesión políticos o sea encantadores de
serpientes que viven del blablablá, hágame usted el favor de contestarme
qué porcentaje de esos señores leyeron y entendieron los 27 artículos,
la mayoría con largos parágrafos. De los 27 artículos 8 estaban
dedicados a la creación del Sistema de Gobierno y Administración
Judicial y Consejo Nacional de Disciplina Judicial, organismos que reemplazarían
al desprestigiado Consejo Superior de la Judicatura. Otros artículos tocaban
con la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación. ¡Pero
quién dijo miedo para criticar! ¡Ahí estamos! Tal vez lo que
exaltó los ánimos fueron los resguardos que los congresistas quisieron
consagrar contra las cortes, porque no hay qué negar el pánico tan
arrecho que les tienen al punto que temblaban cuando tuvieron que desbaratar lo
construido, archivar el proyecto de reforma. ¿La Corte Suprema de Justicia
nos irá a investigar? se preguntaban, mas el pocotón de abogados
del Palacio de Nariño los tranquilizaron. Para mi esos resguardos son justificados,
pues particularmente la Corte Suprema de Justicia está politizada y por
encima de ella no existe poder humano en Colombia. ¡Es la verdad! En
fin, sin entrar a debatir si toda la reforma era buena o mala, o si había
alguna parte buena o qué parte era mala, si de ella algo se salvaba o no
había nada qué rescatar, lo que quiero resaltar es una característica
de nuestra idiosincrasia: la superficialidad, el dejarnos llevar, el hablar por
hablar - como se llama un programa de medianoche de una cadena radial -, criticar
sin conocer, rajar a gusto. ¡Claro!¡No se olvide que criticar es el
principal deporte nacional! Porque de lectura andamos de últimos. Creo
que la respuesta de un encuestado mío a la pregunta de si había
leído el proyecto de reforma lo dice todo: "Yo de esa vaina no sé
ni mierda; pero que es mala, es mala". 5 de julio de 2012 | ||||||