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Estas son cosas de grandes y de hombres, y hay que saberlas hacer -Replicó
Toño.
A
las cinco y treinta, como ya era costumbre en aquella casa, la comida estaba servida.
Una deliciosa arepa de maíz pelado, asada en brasas con hoja de plátano
y rellena de queso criollo, reposaba en la mesita auxiliar de la cocina, al lado
de un buen pocillo de café con leche. Tan rápido como les fue posible
comieron y salieron con hijos, nietos, sobrinos y demás familiares a participar
del sermón de las siete palabras que estaba por comenzar en la iglesia.
Llegaron
y se ubicaron muy cerca al altar y a las personas que este año tendrían
el honor de decir una de las 7 palabras. En la nave central de la iglesia los
nazarenos hacían una especie de calle de honor, en la nave de la derecha
y frente al Sagrario, estaban los Caballeros del Santo Sepulcro acompañados
de sus respectivas esposas y en la nave izquierda las damas del Sagrado Corazón
de Jesús. Junto al altar, esperando el comienzo de la eucaristía
se encontraba el coro y en el balcón la banda municipal.
La
ceremonia litúrgica comenzó a las siete en punto y sobre las ocho
y treinta, las luces del templo bajaron, la banda se preparó y se realizó
como ya era costumbre la representación de la crucifixión, dándose
por terminada con la interpretación del himno nacional y el inicio de la
procesión.
-
Toño, vámonos antes de que termine la procesión, este es
el mejor momento del año para encontrar las múcuras.
-
Tenés razón, vamos a la casa por las cosas y a cambiarnos.
Decidieron
subir por el otro camino, el de acceso vehicular. Iban fascinados mirando la hermosa
noche de luna llena y esperando el momento oportuno para salir en búsqueda
de su tesoro. Llegaron a la casa y se encontraron con la vieja y fiel Ronda, que
entusiasmada los esperaba. Mientras Chago terminaba de alistar los implementos
que recién había comprado y servían, según él,
para detectar oro pero en especial múcuras, Toño sentado en un asiento
en el corredor seguía contemplando la noche.
-
Chago Vení acá, mirá aquello en el cerro. ¿Será
una múcura?
-
Dejame ver
No sé, pero podría ser. Mirá que brilla
suave y va aumentando de tamaño.
-
No sé Chago, pero vámonos de una, porque la procesión está
por terminar. Parece que es por los lados de la Santa Cruz. El camino más
fácil es por donde Alonso, pero tendríamos que pasar por el pueblo.
Mejor demos la vuelta por la vía que va para El Reposo.
Dicho
esto, emprendieron camino hacia la misteriosa luz que cada vez estaba mucho más
cerca. Llevaban una gran mochila, un foco, las agujas o aparatos como decían
los nietos, un pico, una pala y el corazón lleno de alegría como
nunca antes. Ronda lideraba la expedición por la carretera despejada y
muy clara gracias a la buena noche que hacía. Al entrar al caminito que
llevaba al sector donde estaba la luz hicieron una pausa. La adrenalina los invadía
tenían temor de hacer realidad su fantasía y perder la ilusión.
Hicieron una corta oración y recordaron dejar de lado el egoísmo,
la envidia, la codicia o cualquier sentimiento similar porque "las múcuras
no aparecen a quien no las busca con el corazón limpio".
Cada
año, cuando llegaba el viernes santo, salían mientras estaba la
procesión del Santo Sepulcro buscando la múcura que habría
de cambiarles la vida y corroborar las muchas historias que desde niños
habían escuchado sobre los tesoros enterrados de esas épocas en
que los españoles llegaron por las tierras de los motilones.
Cada
vez estaban más cerca, llenos de alegría y con un poco de miedo.
Soñaron tanto con esta noche que no podían creer que tuvieran al
alcance de sus manos lo que ellos cada vez estaban más seguros que sería
una múcura. Estando ya muy cerca la luz comenzó a disminuir hasta
que se apagó totalmente. Ellos sin embargo, llegaron al sitio donde creían
estaba aquella luz, utilizaron las agujas especializadas, cavaron un poco y encontraron
una especie de piedra que marcaba algo que no supieron interpretar.
Contentos
por haber logrado un poco más que en otras veces pero entristecidos porque
la luz se apagó mucho antes de que pudieran llegar al sitio exacto, volvieron
a casa.
Cuando
llegaron, estaban las luces encendidas y la familia reunida en la sala debatía
temas triviales y disfrutaba una rica aromática de valeriana para ir a
dormir tranquilos y profundamente. Nadie intentó preguntar como les había
ido, pues ya sabían que muchas veces habían fracasado en el intento.
Pero esta vez algo parecía diferente, un extraño brillo en su mirada
decía que llegaban satisfechos, aunque no del todo. Les dieron las buenas
noches y prometieron el día siguiente contarles su gran aventura cuando
estuvieran menos cansados.
Muchos
cuentan que aquello no fue más que otra expedición perdida, pero
lo cierto es que Toño y Chago vieron acabar sus días sin que nadie
supiera el verdadero desenlace de aquella historia. ¿Encontrarían
la múcura que tanto estaban buscando? De la extraña piedra que marcaba
oro solo se supo que Chago la llevó a Santa Marta para que fuera examinada
y de las expediciones de semana santa en búsqueda de la múcura,
esta se cuenta como la última.