PREOCUPACIÓN EN OCAÑA Y LA
ZONA DEL CATATUMBO

Por Luis Eduardo Páez García

Durante las últimas semanas, diversos acontecimientos de orden público han sacudido la región de Ocaña, dejando, como siempre, una estela de muerte y el temor entre los ciudadanos honestos que día a día tratan de sobrevivir en condiciones económicas y sociales bastante precarias.

Tres atentados con artefactos explosivos que cobraron la vida de una modesta estilista; incursiones de la guerrilla en San Calixto, asesinato de ciudadanos heridos, transportados en ambulancias; asesinatos en los cascos urbanos de varios municipios de la región; atentados contra personas y extorsiones en los sectores comerciales. En fin, otra vez la ola de violencia que cíclicamente ha venido azotando nuestra sufrida provincia de Ocaña. Esta situación, al igual que otras que son del interés general regional, como la contaminación y disminución de los recursos hídricos o el cultivo y comercialización de productos agrícolas, no pueden ser tratados de manera aislada.

Se requiere con urgencia que los alcaldes de toda la región de Ocaña, incluyendo sur del Cesar y sur de Bolívar le pongan más atención a estos sucesos preocupantes y se tomen las medidas pertinentes junto con la fuerza pública y la sociedad civil que, a veces, permanece impávida ante la violencia. De nada valen las declaraciones reiteradas de los mandatarios a través de los medios de comunicación, donde expresan su voluntad de cambio, su interés por la paz y el desarrollo. De nada nos ha valido contar con un Defensor Nacional del Pueblo, oriundo de la región. De nada han valido los partes de las Fuerzas Armadas y de Policía reportando éxitos militares en el área. Los resultados tétricos están a la vista de todos. Muerte y destrucción, angustia generalizada, miedo y silencio! Tal es el panorama que se observa terminando el mes de mayo de 2009. La sociedad no puede seguir indiferente ante la gravedad de los acontecimientos. Se requiere, con suma urgencia, conjurar los males que nos han traído el tráfico ilícito de cocaína y el hecho de haber convertido a la zona de Ocaña en corredor para estas actividades.

Nos seguimos preguntando, desde esta columna, si realmente las autoridades han comenzado ya a indagar sobre el enriquecimiento ilícito, sobre las denuncias que la comunidad hace a través de los medios de comunicación y, óigase bien, sobre la efectividad de los cuerpos de inteligencia que operan en Ocaña y en la región. Es un secreto a voces que los periodistas de Ocaña comentan sobre la aparición de "gente rara" en algunos barrios de Ocaña y en varias poblaciones de la provincia. Y cuando decimos "gente rara", nos referimos a individuos que no tienen actividad profesional conocida, que no se sabe a qué se dedican ni de donde proceden. Por supuesto que todo el mundo es libre para transitar por el suelo colombiano. Pero cuando existen condiciones especiales que ameritan la indagación, es un deber de las autoridades estar alerta sobre la presencia de ciudadanos extraños, de motocicletas sin placa o de costosos vehículos que transitan a altas horas de la noche por la ciudad.

Si usted, amigo lector, conoce la presencia de personas extrañas en su barrio, o residenciadas en algún hotel o residencia local, o movimientos raros en viviendas, por favor, diríjase a la autoridad de Policía o a las Fuerzas Armadas, el CTI o la Fiscalía. ¡Alguien debe y tiene que investigar lo que está pasando en Ocaña en nuestra querida región!