LA BOMBA DE TIEMPO DEL CATATUMBO

Por Luis Eduardo Páez García


 

A todos los males que nos aquejan, se suma la "rebelión" de los campesinos que cultivan hoja de coca en la zona del Catatumbo y que ahora amenazan con bloquear las carreteras y desplazarse hacia las cabeceras municipales. La causa, según ellos y algunos alcaldes del área, es que al secular abandono de los sectores rurales se ha respondido desde las esferas gubernamentales con la erradicación manual de los cultivos de coca, y que no se les ha ofrecido otras alternativas válidas para mejorar sus precarias economías.

La situación no deja de ser preocupante, sobre todo cuando se enfoca periodísticamente el asunto, avalando la presunta revuelta de quienes, manipulados por los grupos guerrilleros o paramilitares que operan en el Catatumbo, amenazan otra vez la frágil situación de orden público que se vive en la provincia de Ocaña desde hace ya varias décadas. El sábado pasado (23 de octubre) un medio radial transmitió la entrevista hecha al alcalde de Teorama quien, en vez de poner de manifiesto la amenaza siniestra que lleva consigo el cultivo de la hoja de coca en los municipios de Teorama, San Calixto, El Carmen y Convención, dedicó su tiempo a pontificar sobre la falta de presencia estatal, minimizando los cultivos con el cuento de que ocupan apenas unas pocas hectáreas. El problema del Catatumbo es de una magnitud preocupante. Por años el descuido del Estado colombiano y la falta de presencia de la fuerza pública han permitido que tanto guerrilleros como paramilitares sienten sus reales allí, atrayendo una multitud de jóvenes y niños movidos por el afán de hacer dinero fácil, sin importar las consecuencias que ello implique.

No son pocos los testimonios de personas que visitan esas apartadas regiones, sobre cómo esos niños y jóvenes deambulan por bares y otros establecimientos haciendo alarde de sus billetes y de sus armas ante la mirada complaciente de las autoridades que, para evitarse mayores males, optan por hacerse los de la vista gorda. La prostitución infantil es también uno de los azotes que recorre el Catatumbo. Y lo más indigno, es que todos aquellos males que se producen en la zona del Catatumbo repercuten en las cabeceras municipales de Convención, San Calixto, Teorama, El Tarra, Tibú, El Carmen y Ocaña, convertidos en peligrosas vías o corredores del narcotráfico. Nada hay, decente, que pueda justificar el cultivo y comercialización de la hoja de coca; nada hay decente que pueda justificar la decadencia moral en que paulatinamente ha venido cayendo la antigua provincia de Ocaña por obra y gracia del tráfico de la droga maldita.

Así, pues, que si bien debe ser una prioridad para el gobierno colombiano la erradicación de estos cultivos y la captura y judialización de los autores de este tráfico ilícito, lo es también la oportuna presencia estatal con obras y programas sociales que liberen a los habitantes de los sectores rurales de la esclavitud a que ahora se encuentran sometidos.

Los males no se combaten con otros males, es decir, que no puede salirse alegremente a los medios de comunicación a manifestar tácitamente una complacencia por el descontento de los cocaleros. Los periodistas ocañeros deben asumir un papel responsable en el tratamiento de este delicado asunto que pone en alto riesgo la estabilidad de la región.

Disgústele a quien le disgustare, Colombia sigue siendo un Estado de Derecho y no un país donde cada quien viola la ley con el ya obtuso argumento del "derecho al trabajo". Recordemos que hace años el famoso Paro del Nororiente, movido y organizado por la guerrilla, convirtió nuestra ciudad en un inmenso baño público y en una gigantesca cárcel para los ciudadanos. Fenómenos como este no pueden volver a repetirse nunca. Ojalá este asunto, al igual que el de la carretera del Agua de la Virgen, haga parte de la agenda que se lleve ante el Presidente de la República por parte de nuestra dirigencia política y social..