EL
MERCADO PÚBLICO DE OCAÑA: CRÓNICA DE UNA TRAGEDIA Por Luís Eduardo Páez García | ||||||
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De inmediato, procedieron a llamar al Cuerpo de Bomberos de la localidad. El Teniente William Pacheco, diligente Comandante de la Unidad, ordenó el desplazamiento de las tres unidades al sitio reportado, que fueron reforzadas por una unidad de Aguachica y la máquina del Aeropuerto de Aguas Claras. Según su declaración a los medios de comunicación, tuvo que sortear, antes de llegar al Mercado, los cotidianos trancones y la falta de colaboración de conductores que aún no entienden que hay que ceder el paso a los vehículos de bomberos, ambulancias o móviles de la Policía, cuando suenan las sirenas respectivas. Al llegar al Mercado, el incendio había cobrado ya proporciones significativas y decenas de curiosos de apostaban en las calles y carreras en torno al inmueble. Muchos de los curiosos, angustiados ante el incendio, se convirtieron en espontáneos voluntarios que, en vez de permitir la agilización de las tareas bomberiles, obstaculizaron las mismas, armando tremendo lío con las mangueras. Las horas fueron transcurriendo y la conflagración tomó proporciones dantescas. Llantos y gritos se escuchaban por doquier. La
fuerza pública, pese a su oportuna intervención casi se vio impotente
para contener a los dueños de los locales que querían ingresar a
la fuerza al Mercado, pese al riego evidente de explosiones y derrumbes de la
vieja estructura. Un intenso olor a productos químicos se esparció
por el ambiente, producido por la combustión de infinidad de materiales
agroquímicos almacenados en varios comercios. Lo
más doloroso del caso fue el saqueo a residencias y negocios por parte
de desadaptados sociales que aprovecharon la confusión reinante. Por fortuna,
la Policía Nacional y el Ejército lograron contener a los vándalos.
En Ocaña, la actividad del Mercado ha sido diaria, de manera contraria que en el resto del país donde se efectúan mercados semanales; así lo registra don Manuel Ancízar en su obra Peregrinación de Alpha, escrita en 1850. Desde finales del siglo XIX, la prensa local comenzó a debatir el tema de la construcción de una plaza de mercado en la ciudad. Sin embargo, no fue sino hasta el 17 de enero de 1943 cuando se concluye y se inaugura el MERCADO PÚBLICO, siendo gobernador del Departamento el doctor Carlos E. Ardila Ordóñez. En el acto solemne de inauguración, llevó la palabra el doctor Carlos Quintero Hernández, Presidente del Concejo Municipal. La obra fue construida por el municipio en un lapso de 14 meses, con una inversión de $90.225.57. La edificación constaba de dos plantas, 40 locales para tiendas, 87 mesas recubiertas de granito, de las cuales 16, dedicadas a los expendios de carne, estaban encerradas en malla para proteger los productos de las moscas. Así mismo, contaba con 20 puertas de hierro, 8 de ellas enrollables, 9 inodoros y varios lavamanos, según lo registra el historiador Guillermo Solano Benítez en el Tomo 3 de su obra 50 años de vida nortesantandereana. El Mercado fue construido por el italiano Aladino Benigni, quien fue autor también del Teatro Avenida. Con el tiempo, la falta de planificación urbana, la desidia de las administraciones, etc., el Mercado se fue convirtiendo en un evidente riesgo para usuarios, propietario y todo el sector aledaño. Una verdadera "bomba de tiempo", según afirmó el Teniente William Pacheco quien, de pasó, señaló que hace ya varios años el Cuerpo de Bomberos ofició a las autoridades locales sobre el riego que corría el Mercado Público. Resultados: Pérdidas económicas que fluctúan, según los entendidos, entre 8 y 10 mil millones de pesos, la angustia de los damnificados y la posibilidad de un traumatismo en el abastecimiento de víveres para la población ocañera.
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