JESÚS CAUTIVO
Por Luis Eduardo Páez García


 

 

En 2012 se cumplen 166 años de la aparición de la imagen de Jesús, grabada en una piedra, en una modesta casita localizada en el barrio de El Carretero. Los sacerdotes e historiadores Manuel Benjamín Pacheco y Francisco C. Angarita escribieron notas sobre el milagroso suceso, que fueron publicadas en la Historia de la Ciudad de Ocaña, Vol. 5 de la Biblioteca de Autores Ocañeros.

Coinciden los autores, que desde un comienzo, el culto obtuvo bastante aceptación por parte de la comunidad y que la celebración del festejo se hizo inicialmente el 25 de septiembre. El primer domingo de julio de 1909, día en que se bendijo solemnemente el frontis y el campanario de la iglesia por parte del presbítero Guillermo Fajardo Castañeda, fue acogido, finalmente, como fecha oficial de la celebración.

De acuerdo con el Presbítero Francisco C. Angarita, la casa en la cual apareció la imagen pertenecía, hacia finales del siglo XIX, a Dionisia Lázaro de Navarro y su hija Cristina. En el patio de esta casa comenzó a construirse la capilla y al morir las dos damas, en 1895, los herederos donaron toda la casa para la capilla. El 25 de septiembre de 1898 la construcción estaba algo adelantada, lo cual permitió que la imagen fuera venerada ya oficialmente.

Este culto data de 1846, y viene a ser una delimitación específica de lo que pudiéramos llamar Culto de Barrio. Este sector de Ocaña es el barrio de El Carretero, hacia el sur de la ciudad.

Monseñor Manuel Benjamín Pacheco, autor de la Monografía Eclesiástica de Ocaña, narra el suceso, así:

"Hacia el año del señor de 1846, habitaba en una modesta casa del antiguo barrio de `El Carretero' la señora Atanasia Portillo, mujer sencilla y de acendrada fe católica, quien por secretos designios Providenciales, tuvo la dicha de hallar la tosca piedra en que misteriosamente apareció la imagen de Jesús Cautivo.

Fotografía de la imagen de Jesús Cautivo. Década de 1930.
 

"Dícese que buscando aquella señora algún juguete para distraer a uno de sus pequeñuelos, mientras se ocupaba de sus labores domésticas, tropezó en el patio de la casa con un pequeño tejo de piedra, y que al tiempo de darlo al niño notó en una de sus caras una rara sombra de imagen de distinción. Dudosa de la realidad, diósela al niño para que jugara. La piedra quedó abandonada por algún tiempo, sin que volviese a ser objeto de atención.

"Más tarde, esa misma sencilla y piadosa mujer, tropezó de nuevo con la misteriosa piedra. La observó cuidadosamente y notó que la sombra antes vista se había aclarado un poco e iba precisando la imagen de Jesús Cautivo.

"Como era natural, la piadosa mujer iluminó su espíritu un tanto con la fe del creyente, decidiendo colocar la imagen en su altar y encender con devoción íntima delante de la indefinida Efigie, una lámpara que ardía día y noche continuamente. Así empezó aquella señora a fomentar el culto de la Imagen que fomentaban sus amigas y visitantes...

"La humilde casa, enriquecida y santificada por la milagrosa Efigie, fue dentro de una peregrinación constante, y a medida que pasaban los días y los meses, paulatinamente iba destacándose la figura, hasta verse perfectamente de medio relieve la hermosa y atrayente imagen de Jesús Cautivo".

Los habitantes del barrio de El Carretero y áreas aledañas, vienen celebrando el festejo de Jesús Cautivo, aproximadamente, desde 1895. Como en todas estas celebraciones, lo religioso se une a lo profano.

“El día de la fiesta, la milagrosa imagen era trasladada a uno de los templos (comúnmente a la iglesia de Santa Ana), en donde se le ofrendaba una solemne misa.

Iglesia de Jesús Cautivo. Fotografía de Carlos Jorge Vega V.
 

Luego la regresaban a la casa de su morada, conducida sobre el pecho por uno de los hijos de la favorecida dueña, dentro de una urna pequeña, cuyas dos obras ostentaban, con mal arte, las efigies de Santa Rita y Santa Bárbara. La conducción se hacía en medio de numerosos devotos y admiradores, al compás de una danza o pasodoble de cualquiera de las bandas de músicos, dirigidas por Rufino Urón, Anselmo Epalza o Bernabé Guerrero. Una vez en su residencia la efigie, se colocaba en la parte principal del altar, en donde se aspiraba el delicioso aroma de rosas y jazmines, mezclados con el de la cera y el incienso. Las mujeres iban a rezar; los hombres, a divertirse, a pasar el rato, como se dice… No faltaba en la casa una exquisita chicha de maíz, con que los deudos obsequiaban a los visitantes” (Francisco C. Angarita).

Para la década de 1960, recordamos la imponencia de este festejo, la multitudinaria procesión acompañada con los acordes de la Banda Municipal en épocas del maestro Rafael Contreras Navarro. Todo el barrio se engalanaba y acudían a él habitantes de todos los sectores de la ciudad.

En tiempos recientes se ha tratado de incorporar a la festividad un componente cultural y deportivo que aún requiere de más organización y altura.

Entre los favorecedores del culto a la imagen de Jesús Cautivo y asiduo asistente a todos los actos religiosos y festejos populares, recordamos con afecto al compositor Alberto Ramírez Quintero.

 
 
Fotografía de la imagen, actualmente