EL
CEMENTERIO CENTRAL DE OCAÑA Por Luis Eduardo Páez García |
Menciona el historiador Luís A. Sánchez Rizo, que el Cementerio Central de esta ciudad se debió " a la iniciativa del Obispo Romero, quien nombró Tesorero a don Juan Antonio Jácome M. Inició los trabajos el Presbítero Rafael Celedón. La capilla la inició el Presbítero Vicente Rizo y la terminó el Presbítero José A. Quintero". En la prensa de finales del siglo XIX, encontramos datos concretos sobre las campañas cívicas dirigidas a los habitantes de Ocaña para que contribuyeran en la construcción del Cementerio, obra prioritaria en aquellos tiempos, debido a los inconvenientes y problemas de salud pública que significaban los enterramientos en el antiguo Cerro de las Ovejas, luego Cerro de los Muertos, donde se inhumaban los cadáveres desde épocas coloniales. Fueron utilizados también como cementerios, el "solar anexo al convento de San Agustín" y también el solar anexo a la hoy Catedral de Santa Ana. Para 1897, la construcción estaba en pleno apogeo, como lo señala la Revista Mercantil No. 19 de febrero de este año, "bajo la dirección de José A. Jácome M. Todos estos datos históricos se encuentran en la Monografía de la Parroquia, de Monseñor Manuel Benjamín Pacheco Aycardi, Historia de la ciudad y provincia de Ocaña, de Justiniano J. Páez, y la Monografía de Ocaña, de Luís A. Sánchez Rizo, aparte de las notas periodísticas consignadas en los periódicos de la época. Como es apenas natural, el primer Cementerio oficial de Ocaña, de propiedad de la Diócesis, contiene los restos mortales de los forjadores de la municipalidad. Yacen allí ilustres sacerdotes, historiadores, músicos, poetas, escritores, profesores, políticos, empresarios connotados y ciudadanos de Ocaña y la Provincia, cuyas descendencias aún perviven. Los Carvajalino, los Duque, los Cabrales, los Jácome, los Arévalo, los Pacheco, Los Ceballos, los Páez Courvel, los Navarro, los Rincón, los Pineda, los Roca, los Niz, los Vergel, los García, y muchas otras familias que participaron en la construcción del actual municipio de Ocaña, e incluso de varias poblaciones de la Provincia, tienen en el Cementerio Central su última morada material. De allí que este inmueble haga parte del Patrimonio histórico urbano y requiera de atención y cuidado por parte de la Diócesis y de la Administración Municipal. Felicitamos a quien está a cargo de la administración del Cementerio, por parte de la Diócesis, por su celo en mejorar las instalaciones, pero hay que cuestionar también el hecho de la destrucción sistemática de las bóvedas y panteones antiguos (siglo XIX), donde reposan, entre otros, Prefectos de la provincia de Ocaña e ilustres personajes que forjaron nuestro suelo. Recordemos que los terrenos sobre los cuales se construyeron las bóvedas o panteones, fueron COMPRADOS por las familias ocañeras; es decir, en el lenguaje actual, son propiedad privada, al estilo de los edificios de propiedad horizontal, donde cada quien es dueño de su espacio bajo una común administración, que en este caso sería la de la Diócesis de Ocaña. Cualquier demolición, refacción o cambio que sufra una bóveda o tumba o panteón particular, se convierte, de hecho, en un atentado contra la propiedad privada. |