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pesar de mis escasos conocimientos sobre poesía colombiana, comparo los
versos de mi padre con los del poeta: Guillermo Valencia de quien leí varios
de sus poemas, escritos en laminas de mármol en la pared de su casa, en
su ciudad natal, Popayán. A
muchos de los personajes a quienes él dedicó versos, no los conocí,
pero desde el momento que me dediqué a leer y recopilar nuevamente sus
escritos, siento que ya forman parte de mi historia. Para
mi papá, el escribir un poema, un soneto o un acróstico era tan
importante, que este momento se convertía en un ritual especial al que
nadie tenia acceso, solo él y su sentimiento, por eso, las personas merecedoras
de sus versos fueron privilegiadas, y muy significativas en su vida. Cuando
se recorren una y otra vez las páginas de Canción del Terruño,
se advierte que nada tan preciso como el nombre, para este poemario, ya que se
percata cada vez más el aroma de la tierra, el calor de la familia y la
lealtad por los amigos. Los
adjetivos que utiliza en todos sus escritos son muy acertados porque al hablar
de Colombia, de América, de La Playa y hasta de la palma de vino, que creo
debe haber mucho playero que no se ha percatado de la presencia de ésta
al lado de la carretera en el paseo tradicional a los estoraques, se siente el
amor a patria. Su
familia fue motivo preferencial para su inspiración, en especial sus nietos
a quien adoró con el alma, sin dejar por fuera a su adorada Clara, su Madre,
sus hermanos y sus hijas. |