EL CABALLERO DE LAS ANIMAS.
(Temática del poema adjunto)
Por Gabriel Angel Páez Téllez.

Apreciado Guido:

Nuestra apreciada ciudad de Ocaña, por su ancestro español; al igual que otras regiones de su antigua provincia, tiene múltiples leyendas que se sitúan en el terreno supersticioso, tan común en los pueblos de América latina.

Me sorprendió que el amigo Luis Eduardo Páez García, no relacionara en su artículo Creencias y Supersticiones de Ocaña, el tema de don Julio Durán que de niño escuché: era quien "sacaba" las ánimas del cementerio a recorrer algunos barrios de Ocaña.

Trata de recordar y encontrarás que este era un tema del cual se hablaba en Ocaña; al igual que otros personajes como: "La Mula Maniá", "La Luz Corredora", "El Cura sin Cabeza, "La Llorona", entre otros.

Don Julio Durán no es un espanto. Fue un ocañero que resolvió mandar una promesa; y contaban que desde el 2 de noviembre iba al Cementerio local de Ocaña a llevar las ánimas a recorrer algunos barrios.

Don Julio al pasar por los andenes de las callejuelas, tocaba las ventanas en altas horas de la noche y pedía un padrenuestro por las almas de los muertos.

Es posible que el buen hombre deambulara solo por los barrios: El torito, El Tejarito, La Costa, Villanueva, entre otros; pero las gentes aseguraban que las ánimas le seguían.

Las buenas entre fervorosas y asustadas, por lo imprevisto de la petición en horas de la noche, rezaban por las almas benditas del purgatorio.

Por la mañana, muy temprano, regresaba don Julio al cementerio a llevar las ánimas y repetir la salida a la siguiente noche, hasta que finalizaba el mes de noviembre.

Una señora me comentaba que don Julio no podía volver la vista atrás. En mi curiosidad de siempre le pregunté y por qué; y me dijo: "No lindo, porque lo despedazan".

Te imaginas, en una noche oscura y lluviosa al buen hombre pidiendo una oración por los difuntos...

Pues yo me lo imaginé y lo describo en los endecasílabos que te envío para la amable audiencia de la página que diriges.

En relación con este personaje lo llamo: EL CABALLERO DE LAS ANIMAS. En el poema hay dos estilos Décima y Soneto, corte endecasílabo.

Es posible que los ocañeros que lean esta ambientación al poema adjunto hayan oído de don Julio Durán, que es posible aún tenga familiares vivos en nuestra ciudad; o en la antigua provincia ocañera.

Por lo anterior, trato este tema con todo respeto; reitero que se trata de una promesa de tantas, como en la Costa Atlántica, en donde en Semana Santa se azotan; no obstante la prohibición de los sacerdotes católicos a esta práctica controvertida de honrar a Dios o los santos.

Un paisano me comentaba hace años en Ocaña: "Cierto que el Señor, la Virgen o los santos, no piden que se les paguen promesas; pero si se mandan es para cumplirlas; o si no que le pregunten a don Antón García de Bonilla lo que le pasó por no cumplirle a santa Rita de Casia..."

Don Julio, tal vez por un favor recibido del Señor: asumió sacar las benditas ánimas a recorrer algunas callejuelas de Ocaña en altas horas de la noche y pedir oraciones por ellas, práctica piadosa cristiana, que a la muerte, nadie ha asumido reemplazarlo.

En este poema relaciono también a ANTON GARCIA DE BONILLA, rico encomendero que vivió en Ocaña y era dueño de grandes haciendas en lo que hoy es el Norte de Santander el Sur del Cesar, respectivamente; especialmente en Aguachica (Cesar).

Don Antón mandó una promesa a santa Rita de Casia, cuando sus hijas y sobrinas se enfermaron gravemente, víctimas de una epidemia. El rico español, casado con doña María Téllez, le prometió a la Abogada de Imposibles en su Capilla de Ocaña que sanara su hija y sobrina y le prometió una parte de su riqueza para que le construyeran un templo digno de la santa si curaba a sus familiares.

La hija y las sobrinas sanaron y el rico español se olvidó del asunto, pero como comentaba el escritor Ciro A. Osorio Quintero, la santa no se olvidó de don Antón.

Cuentan que el ingrato promesero, fue condenado a desandar y volver a la Capilla a solicitarle a la santa que perdone su ingratitud.

El cuadro de la santa, Abogada de Imposibles, estuvo hasta hace algunos años en su Capilla de Ocaña; hasta que inexplicablemente desapareció, hecho que denuncié en un artículo publicado en www.cocota.com.

Los robos de las obras religiosas afectan nuestro patrimonio artístico colonial, sin que en Ocaña y la Provincia haya quien lo impida.

El arte, en nuestra noble ciudad de Ocaña, no tiene dolientes.

Medellín, enero de 2002.

EL CABALLERO DE LAS ÁNIMAS

(Leyendas de Ocaña)

De julio Durán en su promesa
de las almas llevar en romería.
Se contó hace años que pedía…
Una oración, con súplica y firmeza.
¿Por qué se ofrecía con entereza
a encabezar la etérea caravana,
vagando de la noche a la mañana?
¿Habría perdido el viejo la razón?
Se ignora, mas la procesión…
terminaba con la luz temprana.

No osando volver la vista atrás,
decían que el anciano caminaba;
en tanto, la luna contemplaba:
La noche y la lluvia pertinaz.
La historia se pierde en el jamás;
hoy parece que aquello fue soñado,
como Antón, con su caballo alado,
que anhela encontrar en Santa Rita
consuelo final para su cuita…
¡Sentirse por siempre perdonado!

El dos de noviembre se iniciaba
del penitente, su extraña devoción.
¡Cómo saltaba de susto el corazón!
Cuando entre la lluvia susurraba:

"No olviden decir sus oraciones
por los labios dormidos… siempre yertos.
Hallarán de Dios las bendiciones,
orando por las almas de los muertos".

Decían que a la puerta del cementerio
retornaba el anciano del misterio
al despertar la luz del nuevo día.

Hoy el anciano, ha muerto: Se ha dormido;
Sin que nadie jamás haya podido,
reemplazarlo en su extraña correría.

Gabriel Angel Páez Téllez

Nota:

Gabriel Ángel:

En La Playa de Belén, el caballero de las ánimas se llamaba Daniel Armesto. Era el sepulturero del pueblo. Yo tendría 6 o siete años en aquellos lejanos tiempos.

Daniel recogía las ánimas en la meseta -"donde la muerte sueña con los muertos", como diría Cote Lamus muchos años después- y tocaba, con los viejos nudos de sus dedos, en las ventanas. Los dueños de casa preguntaban: ¿Quién es...? y él, con su voz ronca de sepulturero, contestaba: ¡Alerta, alerta, alerta... que la muerte está en la puerta! y continuaba, mientras los niños temblábamos de miedo: ¡Un Padre Nuestro por las benditas almas del purgatorio! G
uido Pérez Arévalo