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En su fecunda actividad profesional organiza en Bogotá una oficina jurídica, posteriormente se desempeña como abogado de la Richmond Petroleum Company, cargo que le permite indagar, en el Archivo Histórico Nacional y en los archivos de algunas poblaciones, datos importantes para su obra Historia de las medidas agrarias antiguas, texto que contribuye notablemente al acervo histórico de Colombia. En el año 1941 se desempeña como juez civil municipal y juez 2º Penal del Circuito de Ocaña. Posteriormente asume la rectoría del Colegio José Eusebio Caro, plantel en donde había iniciado su bachillerato; continúa en la labor directiva docente como vicerrector del Colegio Santander de Bucaramanga. En el año 1994, fallecida su primera esposa, casó en segundas nupcias con doña Margarita García. Sus hijos, especial: Luis Eduardo y Álvaro, han continuado con éxito la meritoria labor literaria que enaltece a su padre: uno de los pilares de la intelectualidad colombiana a través de los años. En el año 1945 aspira y obtiene una curul como diputado a la Asamblea del Norte de Santander, antes había sido concejal de Ocaña y Diputado por el Departamento Norte de Santander. En su ascendente representación en los cuerpos colegiados en el año 1947 es elegido Representante a la Cámara, posteriormente, jefe de su partido político en la provincia de Ocaña, y Secretario de Hacienda del Norte de Santander, respectivamente. Desempeñando con entusiasmo esta misión de servidor público, y cuando se perfilaba como uno de los hombres más promisorios de Ocaña y su provincia, lo sorprendió la muerte natural en la ciudad de Cúcuta, a los 44 años de su meritoria existencia. Páez
Courvel fue ante todo un literato excepcional y una de las inteligencias más
preclaras del Norte de Santander. Su
verdadera vocación fue la literatura; y su incursionar político,
según el escritor y periodista Ciro A. Osorio, le quitó valioso
tiempo que hubiera podido dedicar para el cultivo de la belleza literaria escrita
y hablada, que tantos triunfos conquistó para su nombre; y en especial,
para el prestigio de Ocaña, como ciudad culta y representativa de la más
noble tradición literaria De estilo pulcro y castizo, sus escritos lo muestran como poseedor de una vastísima formación estética y humanística. Teodoro
Gutiérrez, poeta y crítico escribió en una oportunidad en
carta a Páez Courvel: "Gocé leyendo su prosa, y comparándola
con lo que por acá hacemos, la nuestra resulta enteramente notarial o judicial,
no sé cómo llamarla
Críticos literarios, entre otros: Eduardo Zuleta, José Fulgencio Gutiérrez, y Lucio Pabón Núñez, elogiaron la contribución de Páez en el acervo literario e histórico de Colombia. Leonardo
Molina Lemus, escribe: El pensamiento de Páez Courvel fluía siempre
florecido de imágenes que lo empujaban de modo inadvertido a los dominios
de la poesía. Fue un poeta extraviado en los meandros de la historia y de la política. La Biblioteca Pública "Páez Courvel", importante espacio de cultura en la ciudad de Ocaña perpetúa la memoria de uno de los personajes más representativos de la ocañeridad culta. A Continuación dos muestras del emérito escritor y poeta: Luis Eduardo Páez Courvel. |
LA TEMPESTAD (Uno de sus primeros escritos literarios) I Duerme
el Rabí Jesús; la nazarena Sueña,
transfigurado por la pena, Y
sueña con el cántico sonoro Y
ve surgir de entre los pliegues rojos II Incéndianse
las aguas; la grandeza Saltan
rojas las ondas; la grandeza |
¡"
Señor, le dicen al eterno Ungido, Si
le dijiste a la de Jairo; ¡vive! III Y
Jesús con la clámide escarlata
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FRAGMENTOS
DE SU PROSA ADMIRABLE | |
El siglo del milagro (1700-1999). La Virgen aparecida, tal como la describen los contemporáneos del suceso y como puede contemplarse en la actualidad, tiene forma de concepción, con las manos juntas en trance de ruego y los ojos fijos en lo alto. La astilla que sirvió de cubierta lleva, en bajo relieve, la misma efigie milagrosa. La imagen de Torcoroma, como lo afirman los declarantes, "no ha sido compuesta ni pulida por mano humana". Un nudo de la propia astilla del corazón del árbol le hace de rodilla, formando el pliegue de la vestidura. La Virgen de Torcoroma, en torno de cuya fuente milagrosa se congregan las humanas miserias para buscar su caridad y su gracia, es el símbolo de la tierra, la cifra de su espíritu, el apreciable tesoro de Ocaña legendaria. La noble fibra vegetal, labrada por la mano de Dios para consuelo de los humildes, ha superado nuestras heráldicas divisas y se levanta, intemporal y radiante, más pura que los ángeles, para coronar, con su grandeza, la historia de Hacaritama. No fue esculpida en piedra, ni cincelada en metales, ni transportada al lienzo por el pincel de los hombres. Nació labrada en vegetales ropajes, blanca, serena y pura como la fibra armoniosa que tejiera el milagro para ventura de los humildes. LAS CALLES DE OCAÑA COLONIAL. "Calles de mi tierra, trazadas por la geometría de la emboscada, prestas a la acechanza, recogidas en el silencio, abrazadas a los caminos, en perpetua vigilia; calles de mi tierra, tatuadas en su piel centenaria, fino guadamacil adobado al fuego de las tendencias, con historias fabulosas, iluminadas por la tragedia; por aquel rincón amable, discretamente cordobés, fulgió revuelo de las espadas por los embelecos de doña Beatriz, la más bella rapaza de los contornos; por aquella calleja, aciaga y melancólica ,pasó el torbellino de los colorados, con don Jácome el caudillo, sobre caballos desbocados, fragmento vivo de un friso legendario, y por allá lejos, en los huertos de geranios, donde se anuncian los campos con fecundos olores de establo, pasan ráfagas de lamentos, que se desgarran el silencio, mientras los búhos doctorales trazan parábolas litúrgicas sobre las copas de los barbatuscos" Medellín, 07 de noviembre de 200 | |