Antología de Escritores y Poetas de Ocaña y su Provincia
Boletín Literario No. 11 - LUIS EDUARDO PÁEZ COURVEL

 

Por Gabriel Ángel Páez Téllez

 

Poeta, pedagogo, ensayista, historiador, orador y político.

Nació en Ocaña el 30 de junio de 1906 y falleció en la ciudad de Cúcuta el 20 de junio de 1950. (Rf. Revista Hacaritama, número 264, año 1997)

En el año de 1924 con el tríptico LA TEMPESTAD se hizo acreedor a su primer éxito literario en un concurso que tuvo como jurados, entre otros al poeta Adolfo Milanés y al reverendo Padre Ignacio María Egaña, SJ, de nacionalidad española y profesor de literatura.

De él escribió el académico Ciro Lobo Serna: Luis Eduardo fue poeta como Felipe Antonio Molina, en la prosa y en el verso; leer sus prosas es adentrarnos en un mundo de armonías, que vibra, al mismo tiempo con una orquestación de ideas. Leer sus versos es deleitarnos todavía más…

Páez Courvel cursó en Ocaña la educación primaria e inicios del bachillerato; posteriormente, obtuvo el título de bachiller en el Colegio de San Bartolomé de la ciudad de Bogotá. Sus estudios en educación superior los hizo en abogacía que terminó, pero su quehacer intelectual y consagración a las investigaciones históricas y científicas; y en parte por su carácter y olímpica apatía por las formalidades academicistas, no se preocupó por recibir el título respectivo.

En su fecunda actividad profesional organiza en Bogotá una oficina jurídica, posteriormente se desempeña como abogado de la Richmond Petroleum Company, cargo que le permite indagar, en el Archivo Histórico Nacional y en los archivos de algunas poblaciones, datos importantes para su obra Historia de las medidas agrarias antiguas, texto que contribuye notablemente al acervo histórico de Colombia.

En el año 1941 se desempeña como juez civil municipal y juez 2º Penal del Circuito de Ocaña. Posteriormente asume la rectoría del Colegio José Eusebio Caro, plantel en donde había iniciado su bachillerato; continúa en la labor directiva docente como vicerrector del Colegio Santander de Bucaramanga.

En el año 1994, fallecida su primera esposa, casó en segundas nupcias con doña Margarita García. Sus hijos, especial: Luis Eduardo y Álvaro, han continuado con éxito la meritoria labor literaria que enaltece a su padre: uno de los pilares de la intelectualidad colombiana a través de los años.

En el año 1945 aspira y obtiene una curul como diputado a la Asamblea del Norte de Santander, antes había sido concejal de Ocaña y Diputado por el Departamento Norte de Santander. En su ascendente representación en los cuerpos colegiados en el año 1947 es elegido Representante a la Cámara, posteriormente, jefe de su partido político en la provincia de Ocaña, y Secretario de Hacienda del Norte de Santander, respectivamente. Desempeñando con entusiasmo esta misión de servidor público, y cuando se perfilaba como uno de los hombres más promisorios de Ocaña y su provincia, lo sorprendió la muerte natural en la ciudad de Cúcuta, a los 44 años de su meritoria existencia.

Páez Courvel fue ante todo un literato excepcional y una de las inteligencias más preclaras del Norte de Santander.

Su verdadera vocación fue la literatura; y su incursionar político, según el escritor y periodista Ciro A. Osorio, le quitó valioso tiempo que hubiera podido dedicar para el cultivo de la belleza literaria escrita y hablada, que tantos triunfos conquistó para su nombre; y en especial, para el prestigio de Ocaña, como ciudad culta y representativa de la más noble tradición literaria

De estilo pulcro y castizo, sus escritos lo muestran como poseedor de una vastísima formación estética y humanística.

Teodoro Gutiérrez, poeta y crítico escribió en una oportunidad en carta a Páez Courvel: "Gocé leyendo su prosa, y comparándola con lo que por acá hacemos, la nuestra resulta enteramente notarial o judicial, no sé cómo llamarla…

Críticos literarios, entre otros: Eduardo Zuleta, José Fulgencio Gutiérrez, y Lucio Pabón Núñez, elogiaron la contribución de Páez en el acervo literario e histórico de Colombia.

Leonardo Molina Lemus, escribe: El pensamiento de Páez Courvel fluía siempre florecido de imágenes que lo empujaban de modo inadvertido a los dominios de la poesía.

Fue un poeta extraviado en los meandros de la historia y de la política.

La Biblioteca Pública "Páez Courvel", importante espacio de cultura en la ciudad de Ocaña perpetúa la memoria de uno de los personajes más representativos de la ocañeridad culta.

A Continuación dos muestras del emérito escritor y poeta: Luis Eduardo Páez Courvel.

LA TEMPESTAD

(Uno de sus primeros escritos literarios)

I

Duerme el Rabí Jesús; la nazarena
faz reclina en la borda dulcemente;
por su partida barba rueda ardiente
una lágrima casta de azucena.

Sueña, transfigurado por la pena,
con la Cruz y la Hiel, con la doliente
mirada de simón, que se arrepiente,
y con los doce hermanos de la Cena.

Y sueña con el cántico sonoro
de la tarde pascual, y con el oro
que expira bajo el pórtico del día.

Y ve surgir de entre los pliegues rojos
de la judaica multitud, los ojos
azules y profundos de María.

II

Incéndianse las aguas; la grandeza
Juvenil del Señor humanizado
duerme; sobre el Profeta desmayado
la tempestad preludia su rudeza.

Saltan rojas las ondas; la grandeza
del mar, hasta el confín empurpurado,
hincha su lomo cárdeno y manchado
que el sol de Tiberiades despereza.

¡" Señor, le dicen al eterno Ungido,
si la tormenta nuestra proa ha hundido;
si ya no bogan los cansados remos;

Si le dijiste a la de Jairo; ¡vive!
haz que la barca al palmeral arribe,
y sálvanos, Señor, que perecemos".

III

Y Jesús con la clámide escarlata
que del broche del rabínico florece,
de pie, mirando el mar, su faz parece
radiosa flor de palidez de plata.


Y con el airado verbo que arrebata,
y que en sonoras vibraciones crece,
la diestra en el azul:¡ Calla; enmudece!
--dice - y en su mano de marfil dilata.


Muere la tempestad. En la ribera
riega sus esmeraldas la palmera
y filtra miel de su collar salvaje;


En tanto que Jesús, con su suspiro,
prende la débil llama de un zafiro
en el lejano incendio del paisaje.

FRAGMENTOS DE SU PROSA ADMIRABLE

El siglo del milagro (1700-1999).

… La Virgen aparecida, tal como la describen los contemporáneos del suceso y como puede contemplarse en la actualidad, tiene forma de concepción, con las manos juntas en trance de ruego y los ojos fijos en lo alto.

La astilla que sirvió de cubierta lleva, en bajo relieve, la misma efigie milagrosa. La imagen de Torcoroma, como lo afirman los declarantes, "no ha sido compuesta ni pulida por mano humana". Un nudo de la propia astilla del corazón del árbol le hace de rodilla, formando el pliegue de la vestidura.

La Virgen de Torcoroma, en torno de cuya fuente milagrosa se congregan las humanas miserias para buscar su caridad y su gracia, es el símbolo de la tierra, la cifra de su espíritu, el apreciable tesoro de Ocaña legendaria. La noble fibra vegetal, labrada por la mano de Dios para consuelo de los humildes, ha superado nuestras heráldicas divisas y se levanta, intemporal y radiante, más pura que los ángeles, para coronar, con su grandeza, la historia de Hacaritama. No fue esculpida en piedra, ni cincelada en metales, ni transportada al lienzo por el pincel de los hombres. Nació labrada en vegetales ropajes, blanca, serena y pura como la fibra armoniosa que tejiera el milagro para ventura de los humildes.

LAS CALLES DE OCAÑA COLONIAL.

"Calles de mi tierra, trazadas por la geometría de la emboscada, prestas a la acechanza, recogidas en el silencio, abrazadas a los caminos, en perpetua vigilia; calles de mi tierra, tatuadas en su piel centenaria, fino guadamacil adobado al fuego de las tendencias, con historias fabulosas, iluminadas por la tragedia; por aquel rincón amable, discretamente cordobés, fulgió revuelo de las espadas por los embelecos de doña Beatriz, la más bella rapaza de los contornos; por aquella calleja, aciaga y melancólica ,pasó el torbellino de los colorados, con don Jácome el caudillo, sobre caballos desbocados, fragmento vivo de un friso legendario, y por allá lejos, en los huertos de geranios, donde se anuncian los campos con fecundos olores de establo, pasan ráfagas de lamentos, que se desgarran el silencio, mientras los búhos doctorales trazan parábolas litúrgicas sobre las copas de los barbatuscos"

Medellín, 07 de noviembre de 200