ANTOLOGÍA DE ESCRITORES Y POETAS DE OCAÑA Y SU PROVINCIA
Por Gabriel Angel Páez Téllez
Boletín Literario 19
Biografía sucinta de la obra de Daniel Álvarez Cardona

DANIEL ALVAREZ CARDONA

Nació en Ocaña el 11 de marzo de 1834 y falleció en Agua de Dios, el 10 de febrero de 1867. (Rf. Revista Hacaritama 265. Año 1997.

Este poeta es de los primeros literatos de Ocaña; de allí su trascendencia.

El Dr. Margario Quintero Jácome, médico y filántropo que también rindió culto a la poesía, estuvo entusiasmado por editar un libro de Poemas en donde recogió gran parte de la producción poética de Álvarez Cardona, Lubín Lobo Barbosa y José Domingo Jácome, entre otros; pero el libro de compilación poética se quedó en proyecto; y muchos escritos en verso y en prosa se perdieron, desde esa lejana época en donde en Ocaña y su región comenzaba a florecer el culto por la belleza de la palabra escrita.

El Dr. Lucio Pabón Núñez que se interesó por los cultores de la literatura en Ocaña y su provincia, especialmente; nos dice que Daniel Álvarez Cardona, que a veces figura como Daniel Cardona, sobresale en la mitad del siglo XIX como un bardo de noble y sencilla inspiración, escritor que merece ser recordado por la limpidez de la forma y la autenticidad radiosa de su desolación.

Álvarez Cardona perteneció al grupo literario Liceo de Hacarí (fundado el 4 de marzo de 1860). Sus primeros versos aparecieron en el periódico HACARÍ y en otras publicaciones de la época.

Hay en su producción poética un profundo acento melancólico de expresión serena y noble.

En los libros que consulté no aparece que tuviera formación académica adelantada en estudios formales; es decir, en un centro de educación superior; es posible que, como muchos de su generación, fuera un escritor autodidacto, formado en la lectura que para muchos grandes hombres ha sido su Universidad.

La expresión del sentir literario de Álvarez Cardona está muy cercana a lo que José Eusebio Caro identificaba con la poesía. "El canto del hombre y nada más". En ese canto hay dos cosas dice el insigne poeta granadino: La voz y el sentimiento; las dos cosas juntas son la poesía. La voz sin el sentimiento expresado es sólo música; el sentimiento sin la voz es sólo pasión.

Los versos que aquí transcribimos muestran a Álvarez Cardona en esa faceta propia de su sensibilidad; se sumó a lo anterior, la terrible enfermedad de la lepra, por la época incurable. Enfermo en su alma y espíritu se internó en la ciudad del dolor, como se llamó en Colombia al lazareto de Agua de Dios.

Sus versos tienen en ocasiones ese timbre melancólico; en otros, se refleja abiertamente su tragedia interior...

UN NOMBRE

Yo vi en el campo, púdica, una Rosa
en su tallo mecerse temblorosa
al asomarse en el Oriente el sol;
y amorosa, suspirando al Aura,
en su cáliz el nombre de Rosaura
al beber sus perfumes murmuró.

Yo he escuchado en las horas silenciosas
de la tarde, las brisas rumorosas
en las ramas de un sauce suspirar;
y en su lánguida queja tembladora,
como el eco de un arpa genitora,
el nombre de Rosaura oí nombrar.

Yo he visto moverse, vagarosa,
del crepúsculo en la hora silenciosa
una sombra… una sombra virginal;
y he escuchado, entre lúgubres cantares,
las montañas, las fuentes, y los mares,
el nombre de Rosaura murmurar.

¡Ah! cuantas veces mi doliente lira
(que hoy, al pulsarla, de dolor suspira)
quiso ese nombre célico cantar!
mas en mis manos trémulas vibrando,
al pulsarla, ese nombre modulando
oí sus cuerdas de oro retemblar.

Cuando Dios con su dedo tremebundo
(rasgando el velo que lo oculta al mundo)
el vuelo del tiempo detendrá,
sobre una palma de oro suspirando
un ángel, ese nombre venerado
¡al compás de su lira cantará!

RECUERDOS TRISTES

Pasaron veloces mis horas de gloria;
volaron fugaces mis sueños de amor,
y tristes recuerdos tan sólo dejaron
que, crueles, avivan mi agudo dolor.

Con dulces placeres la bella inocencia
en mi tierna infancia mi pecho halagó;
y la dulce mano de mi tierna madre
de inocentes flores mi sien coronó.

Mas ¡ay!, ya pasaron tan dulces momentos,
veloces huyeron, jamás volverán:
mi suerte infelice sólo me ha dejado
los tristes recuerdos y el duro penar.

Ya nada en el mundo mi pecho ambiciona;
tan sólo el deseo de gemir y llorar;
y sólo la tumba su asilo me ofrece,
en donde tranquilo podré descansar.

 

Nota: Al copiar la expresión infelice me pareció que estaba mal escrita; sin embargo, así aparece el poema en dos textos consultados. Finalmente encontré esta forma infelice, como una de las diferentes variaciones correctas del idioma para expresar infelicidad (Véase LAROUSSE. Dudas e incorrecciones del Idioma), página 316.)

G. A. P. T.


Medellín, 31 de diciembre de 2005