Antología de Escritores y Poetas de Ocaña y su Provincia
Boletín Literario No. 13
CIRO A. OSORIO QUINTERO
Por Gabriel Ángel Páez Téllez
 

Periodista, poeta, crítico, cronista y académico. Nació en Ocaña en 1915 y falleció en Barranquilla el 28 de octubre de 1991. (Rf. Horizontes Culturales, Número 14, página 11).

Fue uno de los escritores más fecundos y talentosos que haya tenido la ocañeridad. Páez Courvel dijo de Osorio Quintero. "Es uno de los cronistas más sobresalientes de la literatura ocañera: Aquel vigor de la palabra castiza, aquel gracejo inimitable de la sintaxis cervantina, aquel despabilado ingenio del arcipreste, aquel plañir de galanteo y amoríos que van prendidos a nuestra lengua como cintas y embelecos de encaje, le dan añejas resonancias y acerados fulgores a su prosa deslumbradora".

Lucio Pabón Núñez, en el libro LOS CRONISTAS, en la introducción respectiva escribe: " Ciro A. Osorio Quintero está espléndidamente dotado para continuar la obra de Alejo Amaya y Milanés: ama su tierra con altísimo fervor, investiga en viejos autores y en archivos polvorientos, sabe escribir con corrección y elegancia, y con brillo poético. Y es que también sobresale como trovador".

Osorio Quintero vivió gran parte de su vida en Barranquilla, pero su amor al terruño nativo: Ocaña fue el común denominador de todo cuanto escribía y proyectaba en nombre a favor de la cultura colombiana.

En la introducción a su libro de crónicas: "EL VALLE DE LOS HACARITAMAS, Estampas y paisajes de una ciudad histórica", aparece la dedicatoria que escribió para esta obra. En ese escrito, una vez más el eximio pensador ocañero se muestra en su verdadera dimensión de escritor comprometido ante todo por su sencillez y el amor por sus ancestros y los valores que enaltecen a la persona humana.

"Este libro - haz un poco silvestre de artículos y crónicas intrascendentes de ayer y de hoy sobre seres y cosas entrañables - es un modesto homenaje filial a Ocaña, la ciudad que me vio nacer, donde aprendí a amar a Dios y a Colombia, donde vi florecer muchas de mis más caras ilusiones y morir dos de los grandes amores de mi vida: mis padres a cuya memoria venerada dedico, lo mismo que a mi esposa y a mis hijos, estas páginas elementales y humildes".

Osorio Quintero escribió también poemas, pero su producción más apreciada está en su exquisita prosa en donde se muestra como un maestro del idioma español.

A mi pesar, por el espacio de esta columna literaria, sólo copio apartes de las dos crónicas, cuya lectura es un deleite del espíritu.

BARBATUSCAS
Fragmento.

Para hablarles de las barbatuscas a quienes no conozcan suficiente el encanto bucólico del paisaje ocañero, habrá que empezar por decirles que el barbatusco es un árbol gigantesco, un tanto esquelético y fantasmal, de escaso follaje y muy precario valor maderable, cuyo mérito casi único puede decirse que reside en su pequeña y preciosa flor: la barbatusca. (1).

Se da este corpulento espécimen vegetal en las zonas de clima frío y medio y se le encuentra en las montañas, donde suele servir de sombrío a las plantaciones de café; en los bosques cercanos a las ciudades y aún como árbol ornamental, en los parques de los mismas; pero también, y muy especialmente, a las orillas de las fuentes y de los ríos, donde a lado y lado se levantan sus altos troncos desnudos alineados y numerosos como centinelas insomnes, custodiando silenciosos el paso callado y rumoroso de las aguas.

Por algunas épocas en los Santanderes corresponden casi siempre a los meses de marzo y abril y coinciden más o menos exactamente con el tiempo de cuaresma y semana santa, el barbatusco se desprende completamente de sus hojas para cubrirse por entero de una millonaria profusión de flores pequeñas y sencillas, cuyo color de candela, vivo y extenso, le da al árbol un extraño y hermoso aspecto mitológico, de encendida antorcha descomunal, levantada como un símbolo en medio del verde acentuado y profundo de la naturaleza circundante.

……….

La barbatusca tiene la forma de una pequeña mariposa y está integrada por un pétalo abierto y levantado, como en ala airosa adherida por un extremo a otro pétalo, semicerrado como un estuche y de mayor consistencia, ambos de color rojo encendido, como ya se dijo. El segundo pétalo tiene la particularidad de que ,desprendido del primero y al soplarse por su extremo anterior un tanto entreabierto produce un leve sonido agudo, como si fuese un pequeño silbato vegetal. Por lo que la flor resulta muy solicitada por la chiquillería que de ella llena los bolsillos para ir por las calles arrancándole, con la fuerza de sus carrillos inflados, sus finas notas musicales.

Pero la verdadera particularidad de las barbatuscas está en que no empleándose como adorno personal ni hogareño sí en cambio se aprovechan en las comidas, y las gentes, por lo menos en nuestras tierras ocañeras, las buscan con verdadero entusiasmo para con ellas elaborar uno de los más deliciosos y codiciados alimentos regionales.(2)

Observando esta particularidad de las barbatuscas, algún curioso indagador de nuestras costumbres autóctonas, pudo apuntar con frase que ya es un dicho entre nosotros: "Felices los ocañeros que se alimentan con flores"

1. El nombre científico del barbatusco es (Erythryna Velutine).
"Barbatuscas" así tituló el maestro Rafael Contreras inicialmente su bambuco, conocido hoy como "OCAÑERITA", himno regional de nuestra ciudad.

En otras regiones de Colombia al barbatusco lo llaman cámbulo.

2. En el poema Volver a Ocaña se hace alusión a esta flores, alimento en la comarca ocañera.

En esta página Web puede encontrar mayor información de los numerales 1 y 2.

EN UN ANIVERSARIO LUCTUOSO.
USIACURÍ, TUMBA DE JULIO FLOREZ

(Fragmento)

Pasados 25 años desde la muerte de Julio Flórez, una de estas claras mañanas costeñas quisimos conocer la tierra que había recibido el último aliento del poeta, y con ello, su consagración definitiva como suelo sagrado para la lírica americana.

El vehículo rodaba veloz sobre la escueta llanura y bajo el cielo de enero, de un claro azul lejano. A nuestro lado, como en un rápido desarrollo cinematográfico, iban apareciendo y se iban quedando atrás, envueltos en metálicas reverberaciones solares, pequeñas y grandes haciendas de ganado, implacablemente castigadas por el soplo del fuego de la cercana canícula: hermosas residencias veraniegas defendidas de la inclemencia del trópico de verdura intensa: pueblecitos alegres y laboriosos, físicamente atollados en la arena, jadeantes y sudorosos hasta la fatiga: largos y secos cauces de exhaustivas quebradas ausentes, ahora sólo cubiertos por una ancha capa de arena amarilla calcinada que al cruzar bajo los puentes silenciosos parecían delirar nostálgicos, en un sabor febril, por el piadoso advenimiento del lejano invierno.

...Tal como nos pintan aquel legendario poblado, en que la amable Samaritana apagó la divina sed del Maestro. En la cúspide, una vetusta iglesia señorea el bucólico paisaje. Bajo una noche de plenilunio, al amor de los luceros, Usiacurí debe surgir irreal y milagroso, como un burgo de leyenda, edificado apenas sobre la débil arcilla de un sueño.

Allí está su casita limpiamente conservada, amorosamente atendida. En la alcoba que fue del bardo, modesta y sencilla , adornada sólo por un retrato suyo de la época, se hizo un pequeño túmulo; un osario, bajo cuya losa una lacónica leyenda es cátedra permanente de orgullo patrio, reposan las cenizas; Julio Flórez, colombiano, y el año del nacimiento y la muerte, es todo lo que allí se escribió por mandato expreso del patriota excelso. Consideró así él, para ejemplo de la posteridad colombiana, que su mejor título y su más alto orgullo era su propia nacionalidad.

En este patio y cerca de este pozo fue donde se cumplieron, hace también veinticinco años - El 14 de enero de 1923 - los solemnes actos de la coronación del ilustre apolonida.

Porque ocurrió que un día la Patria se percató de que uno de sus cantores más eximios, seguro el más popular el que mejor y más hondo había sabido llegar al alma del pueblo, se moría en una retirada aldea de la costa Caribe , sin recibir el homenaje nacional a que se había hecho acreedor por sus múltiples merecimientos. Y entonces se organizó la apoteosis que iba siendo póstuma. Por la misma carretera que nosotros recorrimos emocionados y alegres; tal vez bajo el mismo sol radiante; acaso en una mañana esplendorosa como la que fue regalo de nuestro espíritu, llegó hasta el pintoresco balneario la jubilosa y exultante romería. Iba presidida por altos funcionarios del Estado, por amigos y hermanos del poeta en el divino arte, por mujeres hermosas, las más hermosas del litoral. Cerraban el patriótico cortejo portadores todos de guirnaldas y regalos - las gentes del pueblo, de todas las clases sociales, -aquellas cuyas almas vibraron también y vibran con cada verso brotado de aquella inspiración portentosa.

En una silla fue conducido el poeta al estrado previamente arreglado en el patio familiar. Fue aquél un instante de callada emoción insólita. Una palidez mortal le bañaba el rostro mosqueteril y romántico, cruelmente mordido por la atroz enfermedad que aceleradamente le consumía la vida como una hoguera interior. (1)

Frente a su sonrisa dolorida, un tanto escéptica y mucho emocionada, de hombre que ya transita por la antesala de la muerte, se dijo la palabra consagratoria, y a los acordes del patrio himno, se colocó sobre sus sienes el laurel de los inmortales. ¡Ya de mucho antes, la gloria popular, espontánea y definitiva, circunda esas sienes crepusculares!

De entonces para acá, el nombre de Usiacurí ha vivido estrechamente unido al del poeta. Y unidos andan por los caminos de la patria.

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(1) Julio Florez, recibió este homenaje cuando ya el cáncer le había invadido y estaba muy cercano su deceso. En tanto le coronaban con el verde laurel, debió recordar en un instante uno de sus versos: "Todo nos llega tarde, hasta la muerte…"

Medellín, noviembre de 2005