¡SAUDADES!
¿Cuál es la razón fundamental para que en la portada de este libro se presente
destacado este nombre que para muchos es raro, extraño y peregrino?
SAUDADES!
¿Por qué, de común acuerdo, el abogado y hábil periodista - historiador, Guido
Pérez Arévalo y el contador profesional Alvaro Claro Claro, funcionario del Icetex
en Cúcuta, resolvieron titular este libro, con mi aceptación, con el nombre exótico
de origen portugués, SAUDADES, registrado en el diccionario español con la suavidad
musical de su ancestro lusitano y el misterio y secreto encanto, bellamente triste,
que entraña su significado y su empleo en el territorio sentimental de la poesía?
La razón es clara y determinante, porque a través de estas páginas líricas
y sentimentales, surgen muchas veces los hondos acentos que entraña y representa
este dulce vocablo de ascendencia portuguesa: Deseos profundos de poseer el bien
ausente; añoranzas y recuerdos de un puro y casto amor, que ni el tiempo voraz
y despiadado ha logrado matar en nuestras vidas sentimentales; añoranzas que nos
hacen pensar con tristeza en un ser querido ausente; nostalgias y melancolías
profundas que inundan nuestro espíritu de hondas tristezas y penas inefables.
Queridos lectores: Van, pues, estas SAUDADES con todo el corazón de mis 83
años, que no son otoñales, sino primaverales, por la Gracia de Dios y el Amor
de la Virgen de Chiquinquirá.
Mi corazón sigue palpitando con el mismo
amor de mi infancia y juventud. Y sigue pensando y saboreando la luminosa verdad
de los clásicos y románticos versos de José Asunción Silva, que sí sabía
de AUTENTICAS SAUDADES, de las finas y eternas:
El
verso es vaso santo; poned en él tan sólo,
Un pensamiento puro,
En cuyo
fondo bullan hirvientes las imágenes
Como burbujas de oro de un viejo vino
oscuro!
Allí verted las flores que en la continua lucha,
Ajó del mundo el frío,
Recuerdos deliciosos de tiempos que no vuelven,
Y nardos empapados en gotas de rocío
Para
que la existencia mísera se embalsame
Cual de una esencia ignota
quemándose
en el fuego del alma enternecida.
De aquel supremo bálsamo basta una sola
gota!
Fray
Campo Elías Claro Carrascal, O.P.
Santafé de Bogotá, febrero 15 de 1997.