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Los
apuntes autobiográficos, presentados a continuación, hacen parte
de dos cartas recibidas de Don Carlos Daniel Luna Manzano en 1993. Nuestra gratísima
amistad, iniciada en 1973 en Bogotá, perduró hasta el 23 de marzo
de 1996, cuando entregó su alma al Creador. En diciembre de 1993 me acompañó
al lanzamiento de la monografía de La Playa de Belén, desarrollado
en el templo parroquial. Guido Pérez Arévalo. |
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CARLOS
DANIEL LUNA MANZANO
Apuntes Autobiográficos. |
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Hogar:
Esposa: Raquel Noguera Pérez Hijos: Rafael, Carlos Alberto, Ligia
Esther, Mario Eduardo, Alicia Eugenia y José Luis. |
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Nací
en una finca de veraneo y también, agrícola, denominada "El
Hato" o "La Pradera", ubicada a poco más de un kilómetro
al norte de la población de La Playa de Belén el 11 de febrero de
1908 y fui bautizado en la respetiva Parroquia por el Presbítero español
José Aguado. 1/. Fueron mis padres Julio Alfredo Luna Alvarez y
María Petrona Manzano Claro, ambos oriundos de Ocaña. ESTUDIOS: Hice
la primaria en la Escuela Rural de Varones de La Playa y tres años de Literatura
en el Colegio de José Eusebio Caro regentado entonces por los beneméritos
Padres Jesuitas. Durante esos tres cursos me distinguí (modestia aparte)
no por inteligencia sino por aplicación y conducta; ello me valió
para que mis generosos profesores y el Rector que lo era el venerable y sapientísimo
Padre Ricardo Calderón me adjudicaran una beca para que siguiera el bachillerato
en el Colegio de San Bartolomé. De este hecho inesperado que fijaba un
brillante porvenir no se me dijo nada; mi protector R. P. Calderón fue
trasladado a Bogotá y todo quedó en silencio. ¡HADO O FORTUNA
DE ESPALDAS! Empero,
antes del traslado definitivo del R. P. Calderón al Colegio de San Bartolomé,
corría el mes de agosto de 1925 cuando yo terminaba con éxito notable
mi tercer año de Bachillerato, ocurrió lo inesperado, fatal e irreversible;
ello fue la ruina total de mis aspiraciones. Sucedió, pues, que sintiéndome
eufórico al saber por mi benévolo Profesor de álgebra, Padre
Rosero, que me habían aprobado con notas sobresalientes todas las materias,
como una cruel ironía, mi padre envió de La Playa una carta al Rector
Padre Calderón en la cual le rogaba permitiera mi retiro del Colegio por
unos días por haber caído enfermo y no tener quien atendiera la
Asentía de Rentas Departamentales que estaba desempeñando. Fue éste
un golpe decisivo; de momento pensé que mi ausencia del Colegio sería
intervalo de días o meses, porque mi padre era un hombre vigoroso, robusto
y apenas contaba 55 años. Mi equivocación fue absoluta, pues no
obstante los grandes esfuerzos que se hicieron por salvarlo, una nefritis albuminosa
se lo llevó en seis meses falleciendo el 2 de marzo de 1926, dejando aplastados
a mi madre y cinco hijos menores, y como tales, incapaces para defendernos de
los hombres-buitres, que mediante astucias y documentos falsos nos despojaron
de nuestro mediano patrimonio herencial; lo primero que nos arrebataron fue la
vivienda. FRUSTRACIÓN
IRREVERSIBLE: Sepultado
mi padre, y carente de recursos, mi frustración como estudiante fue irreversible.
Todo fue terminada la novena del duelo, surgieron problemas de todo orden: deudas
apócrifas y buitres humanos, que contando con la indefensión de
una viuda enferma y cinco huérfanos todos menores e indefensos, la indiferencia
de autoridades venales y la voracidad de una "rosca" sin escrúpulos,
dirigida por picapleitos sin conciencia nos despojaron de nuestro mediano patrimonio,
empezando por la casa de habitación ubicada en el pueblo en donde falleció
nuestro inolvidable padre. Ante estas inauditas calamidades y completa ruina,
no pudiendo regresar al Colegio, una estrellita asomó en medio de la negra
noche; ocurrió, casualmente, que la Escuela Rural de La Playa estaba acéfala
por licencia concedida a Director titular. Informado de ello mi profesor y bienhechor
R. P. Calderón, obtuvo con su influencia se me encargara de dicho plantel
en ese intervalo, y así sucedió con la aquiescencia del Venerable
Párroco de La Playa, Presbítero Ángel Cortés Celedón,
Inspector Local de Educación. Así
las cosas y a pesar de mis pantalones rodilleros de estudiante, me presenté
en la Escuela un tanto confuso, donde había muchachos de mi misma estatura
e indisciplinados que me armaron grande bronca la que afronté con energía
y serenidad. Calmado el abucheo, llamé la atención a los más
veligerantes, que fueron los de último año de primaria o sea el
4º, y les practiqué un breve examen en geografía, historia
patria, historia sagrada, aritmética y gramática elementales y observarles
que estaban bastante atrasados pero que yo les ayudaría a mejorar esas
materias, si prometían respetarme y estudiar con más atención
mientras regresaba de la licencia el Titular. La situación de la escuela
entró en mejoría; yo, contrariando la moda de esa época,
alargué mis rodilleros y todo cambió favorablemente: el día
de mi presentación y abucheo en el salón sólo se encontraban
25 alumnos, transcurrida una semana el número subió a 50, de ahí
en adelante la afluencia fue tal que llegó a 80 sin que se pudiera recibir
más, por incapacidad del local. Cumplidos
los meses de la licencia del titular, con pesar por los alumnos que me habían
brindado bastante aprecio igual que yo a ellos, entregué el cargo sin ningún
inconveniente, pero la Escuela cayó en decadencia porque muchos estudiantes
se negaron a seguir asistiendo. Terminado,
pues, el curso de 1925 el Director en referencia, solicitó su traslado
para Convención de donde era oriundo y a mí, mediante petición
de los padres de familia y recomendación del Inspector Local, Presbítero
Cortés, se me designó en propiedad para La Playa, donde trabajé
durante tres años consecutivos con buen éxito, mas sintiéndome
fatigado, acepté el cargo de contador auxiliar en la empresa del Cable
Aéreo en la Gerencia en Aguachica; allí trabajé durante un
año, pero abrumado por el asfixiante calor y la ausencia de los familiares,
me retiré en diciembre de 1929 y regresé a La Playa. En
febrero del año nefando de 1930, sin que yo lo solicitara, me nombraron
Director de la escuela urbana de varones de Teorama un pueblo amable y de familias
distinguidas que me trataron muy bien pero, desgraciadamente allí me sorprendió
la caída del conservatismo el día 5 de mayo. Yo, no obstante el
tremendo impacto de la grande derrota de nuestra ideología, continué
mi labor docente y terminado el curso escolar, tuve que quedarme en Teorama preparando
en la escuela la celebración del Centenario de la muerte del Libertador,
para el 17 de diciembre de dicho año. Vuelto
a La Playa continué allí trabajando en la docencia hasta 1934, año
en que actué como Diputado a la Asamblea Departamental cuya modesta labor
Ud. como generoso e ilustre coterráneo supo reconocer y condecorar 50 años
después, y por ello le guardo eterna gratitud. 2/ |
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Como
Ud. lo comprendió y comentó en la prensa y la tribuna, mi actuación
en la Duma, con ser modesta, imprimió completa prestancia civil y política
al municipio de La Playa de Belén, con la abolición total de la
Ordenanza ambigua que expidió una traslación parcial del viejo y
arruinado municipio, donde el peculado y la rapiña eran de uso corriente
a ciencia y paciencia de autoridades omnímodas, como pude probarlo en mi
exposición de motivos y debate subsiguiente, para cuyo logro hube de tratar
al adversario político con diplomacia y buen tono para obtener votación
mayoritaria por cuanto la Asamblea constaba de 15 diputados y los minoritarios
éramos 5, de los cuales uno era contrario a la reforma de la Ordenanza
traslativa de 1929; me acompañaban, pues, los Honorables Diputados Dr.
Pedro Antonio Sánchez, Dr. Luis Parra Bolívar y Luis Avelino Ramírez
de grata memoria, el H. Diputado Carlos Julio Torrado Santos se declaró
neutral por tener Aspasica como asentista de Rentas a su hermano Pedro Nel. A
favor de mi discutida y aceptada Ordenanza No. 16, del 10 de abril de 1934, votaron
los Honorables Diputados Miguel Durán Durán, don Nicolás
Colmenares, Dr. Alirio Gómez Picón y Dr. Ciro Eloy Caballero. Terminadas
las sesiones en la Duma, regresé a La Playa para reasumir mis labores docentes
en la Escuela Urbana de Varones de ese Municipio, de la cual me separé
con licencia para ir a la Asamblea. | Diputados
Asamblea en 1934: De pie: Andrés Abelino Ramírez, Pedro Antonio
Sánchez y Carlos Daniel Luna M. Sentados: Luis Parra Bolívar y Carlos
Julio Torrado. | | |
| | Al
llegar a mi pueblo, no obstante las atenciones de mis copartidarios, tuve que
sufrir las hostilidades del Alcalde que era un atarbán semianalfabeta de
Ocaña, nombrado Juan Silverio Picón Barbosa. El
mismo día de mi llegada, después de ser recibido por una nutrida
calbalgata de amigos, en la noche, el inolvidable Dirigente Conservador don Francisco
Arévalo quiso brindarme un agasajo en su honorable casa, para lo cual solicitó
permiso y el Alcalde Picón lo negó, a pesar de que tenía
como Secretario a don Benjamín Pérez. Por tal motivo don Francisco
resolvió hacerme la atención con su familia, mis hermanos y unos
cuantos amigos, a puertas cerradas. Al
siguiente día me presenté en la Escuela a reasumir el cargo y el
dicho Alcalde de marras se opuso a ello, manifestándome que ya él
se había dirigido a la Gobernación pidiendo mi relevo. | |
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Pasados
tres días recibí un mensaje del Secretario de Educación Dr.
Teodoro Gutiérrez Calderón, amigo y compañero de Asamblea,
dirigido al Concejo pidiendo candidato para Director de dicha Escuela; como en
esas calendas yo era el Presidente del Concejo Municipal, inmediatamente reuní
la Corporación y presenté el mensaje para que resolvieran la respuesta.
Todos los Concejales incluyendo la minoría liberal, se negaron con votación
cerrada a dar candidato, autorizándome la respuesta la cual fue del siguiente
tenor: "SECRETARIO EDUCACIÓN CUCUTA. CONCEJO PRESIDO NIÉGASE
ROTUNDAMENTE DAR CANDIDATO ESCUELA. SERVIDOR, DIPUTADO CARLOS LUNA". Terminado
que hubo el dicho Alcalde una serie de acusaciones mendaces e incoherentes centra
mí, especialmente afirmando que yo había gastado una partida presupuestal
para la compra de unas bancas para la Escuela, el señor Prefecto me dijo:
"Ahora sí señor Presidente, le paso la palabra para que me
aclare el enredo del Alcalde porque no le he entendido nada". Con
el uso, pues, de la palabra reduje mi intervención a presentar al Dr. Troconis
un cordial y respetuoso saludo de bienvenida en mi propio nombre y en el de la
Corporación que tenía el honor de presidir por voluntad popular
y espontánea de mis conciudadanos y que además era grande la satisfacción
que sentía por su sorpresiva visita a nuestro pueblo como primera autoridad
de la Provincia, que en consecuencia lo declaraba huésped de honor y le
entregaba simbólicamente las llaves de la población; que en cuanto
los dislates del Alcalde, me abstenía de comentarlos y, para mejor proveer,
le pasaba la palabra al Vicepresidente concejal Basilio Ascanio, quien como miembro
de Minoría y de la misma filiación del Alcalde, era el más
llamado para aclarar la verdad también como conocedor de todas las actuaciones
de la Corporación. Ascanio con la mayor franqueza dijo enfáticamente,
que todas las estúpidas acusaciones contra el señor concejal y presidente
del Concejo eran falsas que lo único cierto era que el Honorable Concejal
Luna, antes de viajar para la Asamblea, había presentado una proposición
solicitando una partida en el presupuesto para hacer fabricar unas bancas para
la Escuela debido a que la mitad de los alumnos, cuya matrícula ascendía
a 80, recibían clases de pie o sentados en el duro piso, lo que resultaba
muy perjudicial e inhumano: "yo y todos mis colegas votamos, con aplauso,
esa tan justa medida, más aun cuando casi todos los presentes somos padres
de familia, pues yo tengo un hijo que está muy aprovechado en tan bien
servido plantel. No me explico como es posible que todo lo que hace el Honorable
Concejal y Diputado Luna resulta delito para su ignorancia y mala fe". Nada
más el Concejal Ascanio terminó, su intervención, toda la
Corporación y la barra que era numerosa, prorrumpieron en vivas y aplausos
a favor del Prefecto, de mi persona y del Concejo y también con gruesas
indirectas diciéndole sacamultas y perseguidor de los más pendejos,
sin rendir cuentas a nadie. En seguida el Prefecto me hizo grande elogio por mis
actuaciones patrióticas en favor del municipio, y la Provincia y también
como buen educador. Seguidamente me invito a que saliéramos los dos porque
quería hablarme en privado. Ya en la calle, me dijo que me aconsejaba no
continuara viviendo en La Playa porque observaba que el medio me era hostil. Le
di las gracias y le observé que mi situación económica no
me permitía moverme por el momento a ninguna parte y además estaba
comprometido moralmente a terminar el año escolar. Me contestó que
por lo económico no había inconveniente, pues de inmediato me nombraba
su Secretario en La Prefectura. Le manifesté mi agradecimiento por el honor
que me ofrecía y la confianza que le inspiraba, y por ello tenía
que consultar tan delicado asunto con dirigentes de Ocaña y también
de Cúcuta, por estar la situación política tan confusa y
peligrosa necesitaba una breve prórroga. Al
retornar al salón del Concejo le propinó una tremenda vaciada al
Alcalde y entre otras cosas le dijo: "¿No le da vergüenza que
un adolescente como es el Concejal Luna, tenga que darle lecciones de honestidad,
competencia y rectitud? De una vez queda destituido". En
cuanto a mí, consultada mi situación de entonces con Jefes tan connotados
y a la vez mis amigos, el Senador Luis Eduardo Romero, el Diputado Luis Parra
Bolívar, el Dr, Luis Enrique Moncada, y los directores de La Prensa Conservadora,
don Manuel B. Rosas de "El Trabajo" y don Eduardo Vásquez Isaza
de "El Porvenir', me manifestaron que el ofrecimiento del Prefecto Dr. Troconis
era una cortesía pero el aceptar el cargo podría tiznar la buena
estampa que yo había dejado en la Asamblea y dentro del conservatismo del
Departamento, más aun si aspiraba a volver a la Asamblea. Seguidamente
escribí al Dr. Troconis reiterándole mis agradecimientos y manifestándole
que aun cuando me sería muy honroso trabajar con él, no le aceptaba
la Secretaría por ética política. Yo terminé el curso
lectivo en noviembre de 1934 y en febrero de 1935 un Inspector de Educación,
llamado Antonio Cianci, oriundo de El Carmen, me hizo reemplazar por el señor
Carlos Sepúlveda Martínez, natural de Convención, favor que
le agradecí porque ya La Playa, gobernada por foráneos facinerosos,
estaba invivible y muy peligrosa". SEGUNDA
PARTE: Apartes
de su carta, fechada en Ocaña el 19 de octubre de 1993: Mi
querido y muy apreciado amigo: "
en aras de la confianza y discreción de nuestra vieja amistad, quiero informarle
sobre cuáles fueron mis andanzas y ocupaciones, cuando con la persecución
foránea de los liberales y criollos se apoderaron de todas las prebendas
y posiciones del Municipio; así las cosas, mi asistencia a la Asamblea,
que para los copartidarios fue un triunfo, para los adversarios constituyó
una derrota, más aun considerando que en esa época yo era presidente
del Concejo y a la vez miembro del Jurado Electoral. Como ya comenté en
la información prolija, con que empecé este papeleo, yo terminé
en 1934 mis labores escolares y a partir de 1935 fui reemplazado definitivamente,
y para no separarme de mi mamá y hermano, monté una fotografía
y con ese oficio permanente pude solventar la situación económica.
El oficio de fotógrafo (entonces era profesión), y por eso era bien
mirado por todos sin distingos; ello me trajo tranquilidad e independencia. Desafortunadamente,
en el primer tercio de ese año se presentaron las elecciones para la renovación
de los cuerpos colegiados en toda la república; por tal motivo, todos los
municipios de mayorías conservadoras fueron llenados de policías
y resguardos, para perseguir amedrentar a los conservadores, para poder formar
la república liberal de Alfonso López Pumarejo. |
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Empezó, pues, una persecución
y hostilidad diaria contra los conservadores más prestantes y sus familias
en todo el área del Municipio, sus veredas y corregimientos, que lo eran
La Vega de San Antonio (El Cincho) y Aspasica. De
un momento para otro, fue depuesto el Alcalde que lo era un policía nombrado
Patrocinio Sanabria, por cierto casado con una hermana de Don Benjamín
Pérez, nombrada Blanca Rosa; en reemplazo fue nombrado un joven de Ábrego
llamado Alberto Álvarez quien se presentó con cara de ángel
custodio, pues trabó amistades sin distingos y además era un novel
músico de la banda de esa población; coincidencialmente, para distraerme,
yo estaba estudiando violín con un método italiano. Todo fue saberlo
dicho Alcalde y constantemente, sábados y domingos, pasaba las tardes practicando
música conmigo. Yo, y todos los playeros ingenuamente creíamos que
nos había llegado la paz octaviana, pero ello obedecía estratégicamente
a una consigna o trampa en la cual cayeron todas las mayorías conservadoras
de la República Liberal de Alfonso López Pumarejo. |
| Sin
presentir nada, los conservadores playeros nos movimos en todas direcciones y
organizamos tranquilamente el debate. Llegado el día de las elecciones,
todo transcurrió en calma y cerrado el debate, a las cuatro de la tarde,
procedimos al primer escrutinio ante el Alcalde Álvarez, los presidentes
de las urnas y el Jurado Electoral en pleno, cuya minoría la representábamos
Donaldo Durán Castillo y mi persona. Contabilizadas los sufragios, el resultado
fue el siguiente: MAS DE MIL QUINIENTOS CONSERVADORES (1.500) y ciento noventa
y siete (197) liberales; seguidamente el Alcalde Álvarez y el Presidente
del Jurado Electoral José Trinidad Durán, entregaron a los minoritarios
Durán Castillo y mi persona, un pliego firmado por ellos y con sus correspondientes
sellos oficinescos dentro de un sobre que cerraran después de hacernos
constatar su contenido, es decir, que el Conservatismo había consignado
en las urnas mil quinientos cuarenta y cinco votos (l.545), y los liberales ciento
noventa y siete (197). Los minoritarios, Durán Castillo y yo, nos retiramos
muy contentos. Como
según el código Electoral de esa época, el escrutinio general
de las elecciones se perfeccionaba en cada municipio el domingo siguiente al del
Debate, llegado ese día y hora acordadas, Durán Castillo y yo nos
presentamos en el local ya conocido y aun cuando las calles estaban desiertas
observamos que el local estaba invadido por el Alcalde, su Secretario, la mayoría
del Jurado y todos los miembros del Resguardo, que lo integraban individuos de
Ábrego y del Carmen N. S. Seguidamente el Alcalde Álvarez, muy seguro,
sereno y tranquilo como todo un Iscariote, ordenó leer el acta del escrutinio
general del Municipio en la cual constaba que el liberalismo había colocado
en las urnas un total de mil quinientos cuarenta y cinco votos (1.545), mientras
que el Partido Conservador sólo había colocado en las urnas ciento
noventa y siete (197) sufragios, lo cual se hacía constar con las firmas
del Alcalde Luis Alberto Álvarez, El Presidente del Jurado Electoral José
Trinidad Durán y los de la minoría. En ese momento en el colmo de
la indignación, presenté el certificado que se me había entregado
el domingo anterior y en el cual el Alcalde y el Presidente del Jurado Electoral
habían asentado sus firmas y sus sellos correspondientes. El Alcalde en
forma cínica me respondió: "Todo eso que pasó el día
de las elecciones es verdad, pero de ese día hasta hoy todo ha cambiado
y ahora lo que necesitamos es que usted y su compañero de la minoría
firmen el acta". Al oír esas palabras sentí un ataque de cólera,
como jamás he sentido igual y en el colmo de mi enojo grité: "No
firmo esa infamia ni tampoco mi compañero"; en ese momento el Secretario
de la Alcaldía se dirigió a mí diciendo: "Pues si no
firman el acta de aquí no salen vivos". Esta
amenaza aterró a Donaldo, quien digo: "Aunque esa acta es una farsa,
yo la firmo porque soy padre". Intempestivamente,
un guarda de Abrego nombrado Natividad Vaca, que estaba cerca de mí, muy
serio y callado, sacó el revólver y dirigiéndose al Secretario,
le dijo: "Estás muy valiente con quien está solo y desarmado,
atrévete a pegarle o a atropellarlo para yo estrenarte este revólver".
El Secretario le replicó, diciéndole: "¿Y es que vos
no sos liberal?" "liberal sí, más que vos, que sos un
muérgano". "Joven Luna, me dijo derribando los grases con un
puntapié, salga conmigo y que no nos siga nadie porque al que lo haga le
doy plomo". Así me salvó la Providencia Divina de esa horda
de bellacos. "Información
personal, íntima y amistosa, dirigida al doctor Guido Antonio Pérez
Arévalo, ilustre coterráneo, que me sacó del anonimato después
de cincuenta años de olvido de mis paisanos". 3/ |
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1/
El Hato, se conoce, desde hace
mucho tiempo, como el Llano del Hato. 2/ En diciembre de 1985, la Organización
de Integración y Desarrollo "OID", fundada y presidida por Guido
Pérez Arévalo, le otorgó la Condecoración "Ramillón
de Oro", creada para exaltar los méritos de personajes ilustres. La
misma condecoración fue otorgada al Padre Campo Elías Claro Carrascal,
al poeta Alonso Velásquez Claro y al escritor Benjamín Pérez
Pérez. 3/
Solo por fidelidad al texto de don Carlos Daniel Luna, transcribimos esta nota
de su autobiografía. Nuestro personaje, sin embargo, no era un ciudadano
anónimo cuando iniciamos una campaña para exaltar sus servicios
a La Playa de Belén. Debe recordarse su paso por el Concejo Municipal,
la Asamblea Departamental, la función pública y la Secretaría
de la Academia de Historia de Ocaña. | |
Palabras
de Guido Pérez Arévalo, con motivo de la entrega del "Ramillón
de Oro", en 1985. Don
Carlos Daniel Luna Manzano, cuya presencia en esta solemne reunión llega
hasta lo más profundo de nuestro corazón, merece la exaltación
por sus virtudes, por su poderosa inteligencia y porque puede servir de ejemplo
de civismo a las nuevas generaciones. En
su temprana juventud recibió el mandato de la provincia ocañera,
para que la representara en la Asamblea Departamental. Cargado de sueños,
dejó nuestros cielos abiertos para cruzar la cordillera. Acumuló
ilusiones, en cada ensenada, en cada parada del camino. Recibió los consejos
y las admoniciones de los notables, y armó con estos elementos abstractos
el único equipaje que podía albergar su joven corazón. Lleno
de proyectos llegó a las cálidas tierras cucuteñas, como
el personaje de de la novela de Tablanca, y encontró, como Juan de Ayala,
que la maraña burocrática es la barrera infranqueable de los anhelos
de los pueblos, de la buena fe y del progreso. Fue, entonces, cuando comprendió
que su equipaje espiritual debía complementarse con el recio carácter
de los playeros, para lograr una posición sobresaliente en el concierto
departamental. De
aquella época quedó la Ordenanza No. 16, del 10 de abril de 1934,
que le dio la identidad municipal a nuestra tierra. La Ordenanza No. 18 de 1984,
presentada a la Asamblea, por iniciativa del doctor Carmelo Mendoza Lozano, celebra
aquel acontecimiento y rinde un justo tributo a Don Carlos Daniel Luna. Nuestro
galardonado aprendió del Libertador que "la gloria está en
ser grande y ser útil", y dedicó los mejores años de
su vida a servir a la comunidad. Sirvió con honestidad y eficiencia en
importantes cargos públicos y se consagró al estudio de la historia
contemporánea para multiplicar sus conocimientos a través de sus
escritos, publicados en periódicos que él mismo fundó y en
los boletines de la Academia de Historia de Ocaña. Con gran poder de síntesis,
escribió la primera monografía de La Playa de Belén, que
todos consultamos para referirnos con algún valor a nuestro pueblo. Con
estos méritos, el "Ramillón de Oro" campeará en
su pecho desde hoy. El "Ramillón de Oro" es una réplica
del instrumento básico de nuestra agricultura y por ello tiene un importante
significado como condecoración, como medio para exaltar los méritos. El
"Ramillón de Oro" es un símbolo de trabajo, de esfuerzo,
de superación. Un signo de amor en estas horas de angustia; en un momento
en que el fanatismo, la delincuencia, la soberbia y la miseria campean en la sociedad,
en una promiscuidad que exige inmensos esfuerzos para salir con decoro del caos
y la confusión. A
la crisis que envuelve a nuestro país, sacudido por la violencia y agoviado
ahora por los fenómenos naturales, que laceran con una fuerza extraña
nuestro suelo patrio, sembrando destrucción y muerte, se añade la
angustia del campesino, que se debate en la alternativa del fusil y el instrumento
de labranza. Alguien decía en estos días, que cuando un campesino
deja el azadón para cambiarlo por un fusil, Colombia pierde un constructor
de alimentos y gana un productor de desgracias. El problema va más allá
de los linderos de la comprensión. El problema es de distribución
equitativa de recursos, de falta de protección social, y de sacar las manos
de la ciudad para meterlas en el campo, con agua potable, luz eléctrica,
salud, educación, vivienda. El
ramillón, entonces, es todo eso. Es el símbolo y es la imagen del
hombre de trabajo. Es el intrumento que enaltece a quienes saben, como en la frase
de Unamuno, que "quien no ha dejado camino detrás de sí, no
tiene camino a la vista". (En
la ceremonia, realizada en diciembre de 1985 en La Playa de Belén, estabán
presentes las autoridades municipales y todos los estamentos sociales del municipio.
También estaban, los senadores Lucio Pabón Núñez y
Argelino Durán Quintero, el diputado Carmelo Mendoza, concejales de Ocaña
y gerentes de institutos descentralizados del orden departamental). |
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