LOLA
Por Álvaro Claro Claro
(Cúcuta, 6 de julio de 2012)

 

 

 

Desde mis primeros años de infancia, recuerdo a Lola, amiga entrañable de mamá.

Cuando me inicié en el hobby de la fotografía, el retrato humano ha sido una de mis debilidades, por las dificultades que representa. No obstante, de las personas que siempre desee poner frente al lente de mi cámara fue a Lola Ramírez. Un rostro marcado por las huellas profundas de las batallas contra el mundo, contra la pobreza, contra las privaciones y contra el olvido, que reflejaba la resignación y la esperanza de días mejores.

Lola, con sus rasgos físicos, me transportaba a escenarios del legendario Oeste, como integrando un consejo de ancianos de los Siux, reunidos alrededor de una fogata para declarar la guerra a los blancos y contener la invasión de sus territorios.

Fueron varios los intentos que hice con el propósito de tomarle algunas fotografías; siempre se negó y el argumento fue el mismo: "Álvaro, dejate de vainas, a mi no me gustan las fotos, buscate la gente joven pa' que salgan bien bonitas, yo no sirvo pa' eso".

EL 6 de enero, de este año, decidí caminar hasta la Puerta del Sol, con Luz Marina, en busca de unas verduras; en la última cuadra, a la salida del pueblo, en la ventana de madera de su casa, nos encontramos a Lola tomando el sol de la mañana que se filtraba por los barrotes. La saludamos y la conversación se dio espontáneamente: nos contaba con detalle cada una de las dolencias más recientes y su gran preocupación por el deterioro de sus cansados ojos. "Ya no veo nada, Luz Marina, solo brujones de lejos".

Como de costumbre, llevaba mi cámara colgada en el hombro. La tentación de usarla en ese momento era muy grande pues las condiciones eran únicas: el encuadre, la luz, la pinta... Tenía la anhelada fotografía al frente, pero la resistencia manifestada en otras ocasiones me frenaba. Mientras pasaban los minutos de una charla bien amena, me acomodé lo mejor que pude y, con complicidad de la escasa visión de Lola, hice el primer "disparo" a través de los barrotes de la ventana.

 

"Ve so mugroso, cuántas veces te he dicho que no me gustan las fotografías" -rezongó cuando oyó el clic de la cámara y me observó dispuesto a reincidir. "Y como que ya casi no ve -apuntó en broma Luz Marina-, usted está mejor que nosotros de la vista". Y ríen. Arriesgué, entonces, el segundo "disparo" y esperé su protesta. Pero en esta ocasión respondió con una cálida sonrisa. "Boba, le dice a Luz Marina, ya no sirvo ni para tacos de escopeta". Yo "disparo" por tercera vez y guardo mi cámara con la satisfacción de un sueño cumplido.

Hoy, después de conocer su deceso, registro esta pequeña aventura con el mayor de los afectos.

Había nacido en La Playa de Belén en 1919.

 

Su nombre de pila era Isidora; hija de Don Juan Ramírez y Doña Mercedes Pacheco. Sus hermanos: Elbania, Emilia Rosa (única sobreviviente), Teodomiro y Efraín. Lola estuvo casada con el señor Ramón García. Son sus hijos: Graciela, Jorge, Luis Emel, Margot, Jesús, Nelcy y Doris.

Paz en su tumba

Cúcuta, 6 de julio de 2012