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Aprovechando el excelente artículo de Alonso Velásquez en homenaje a estas personas tan importantes en nuestra vida, los Maestros; devuelvo el casete (El DVD dirán hoy los muchachos) varias décadas y me remonto a mi primera experiencia escolar en la escuela de Santa Bárbara Era una época en la que no se conocía el tema de los jardines, los preescolares y demás grados que anteceden el ingreso a la educación primaria. Uno entraba sin mas preámbulos a primero atrasado o primero adelantado según el ojo clínico del profesor asignado. El ingreso a la escuela de Santa Bárbara fue informal. Era en calidad de asistente como para que me fuera adaptando a la rutina de las clases y para reforzar el conocimiento del alfabeto y la lectura de simples frases, tarea que mamá en sus ratos libres tenia bastante adelantada con nosotros. Se puede decir entonces que mi primera profesora fue la señora ILVIA PÉREZ SÁNCHEZ, hermana del profesor Hernán Pérez. La escuela era un salón sencillo que albergaba a los estudiantes de todos los niveles; yo presumo que en esa época debería haber hasta tercero de primaria. La profesora se las tenía que ingeniar para lograr mantener a los alumnos de un curso ocupados mientras dictaba clase a los del otro nivel en el mismo salón y todos juiciosos y sin armar desorden. El que no acatara las ordenes se iba al rincón arrodillado en arena y sosteniendo una piedra en cada mano por el resto de la clase. De los compañeros de clase recuerdo a Alba García, Rosalba Claro y algunos Peñaranda de los que olvidé los nombres; cosas de los años. Ya en la Escuela Urbana. Inicio con toda formalidad el primero primaria. Y fundamentalmente lo que motiva esta nota es hacer mención y honor a mi Maestra y la de muchas generaciones siguientes. La calidad humana, el carisma y el compromiso con sus alumnos fueron durante su desempeño profesional a toda prueba: me refiero a Doña AURA CLARO TORRADO. Para fortuna de nuestro grupo fuimos asignados a un salón de clase, el más moderno de la época. Tenia techo de Eternit, cerchas de hierro soldado y baldosín lustroso y unos amplios ventanales por los que los rayos del sol se colaban generosos para abrigar las almas de unos muchachos que empezaban a saborear los primeros sorbos de conocimiento. Debo confesar que el rito de la regla en el curso no era muy frecuente; no obstante, a pesar de la paciencia y la comprensión de nuestra querida Maestra, había unos compañeros que obligaban de vez en cuando a desempolvar el instrumento de persuasión para obligar al cumplimiento de los deberes; Alirio y Nahún Claro batían el récord. No valía de nada el mango o las guayabas que diariamente regalaban a nuestra maestra como gesto de admiración y aprecio. Cuando no había tarea o cuando la lección no se aprendía Tenga pa que aprenda. Antonio Luna, a pesar de no ser de nuestro grupo, como sobrino de Aurita era sobre quien se aplicaba con todo el rigor de la época la penalización de cualquier infracción. De este grupo recuerdo además de los compañeros mencionados a Efraín Acosta, Eduardo Carrascal, Imelda, Rosalba y Torcoroma claro; Nidia, Azula y Marquesa Duran. En el grado segundo de primaria me corresponde como profesor a don HERNÁN PÉREZ SÁNCHEZ de quien mi estimado Alonso ha realizado una completa evocación. Curiosamente no recuerdo a Alonso como compañero en este curso. En este año sentípor primera vez, y no me he curado todavía, lo que es el pánico escénico. Desde febrero me asignó el profesor Hernán una poesía a la virgen para declamarla en la iglesia en el mes de la Virgen. Los días previos al recital ensayábamos a diario y todo muy bien, pero el día del debut, los nervios me ganaron la partida y sólo pude balbucear ante la Virgen las dos primeras estrofas. En tercero de primaria mi profesor fue don Hernán Arévalo. Ya en este año hicimos el montaje del poema (melodramático) el Brindis del Bohemio para un día de la madre, me tocó algo que empezaba más o menos así: Pero
faltaba un brindis: el de Arturo, No puedo dejar de mencionar el apoyo moral y económico que el profesor Hernán brindó por esos tiempos a varios compañeros; en especial a Efraín Acosta. La situación económica de nuestros padres era muy difícil pero la de la familia de Efraín era extrema pero igual las ganas de superación de nuestro compañero eran grandes. De este curso recuerdo a Dagoberto y Uriel Arévalo, Camilo y Nelson Claro, Alonso Velásquez ya aparece en este escenario, Nelson Vergel y los que venían desde primero primaria ya mencionados. Estudiaba con nosotros un hijo de Tobías Álvarez, no recuerdo si era Teodoberto; las primeras canas del profesor le debieron salir en las clases de Español con el tema de las palabras monosílabas y polisílabas; en todo el año nuestro compañero jamás logro pronunciar bien estas palabras. Siempre decía monosílbalas y polisílbalas; no hubo castigo ni regla que pudiera persuadir al compañero para pronunciarlas correctamente. La vara, la regla y el tirón de orejas fueron grandes protagonistas en segundo y tercero. En cuarto primaria volvemos al salón donde iniciamos el primero, nuestro profesor CESAR PACHECO de quien Alonso realizó una semblanza muy completa. En este año termina mi historia escolar en La Playa pues a partir del quinto mis estudios se realizan en la ciudad de Ocaña y los recuerdos de esta época pertenecen a otro escenario. Alvaro
Claro Mayo 22 de 2009 | ||