RECORDANDO A URSULITA
Por Alonso Velásquez Claro (Nano)


 

"Ojalá que algún día te volvás cachiporro, pa' que veas lo que es bueno". Con esas palabras y un abrazo, se despidió de mi, Ursulita Peñaranda, cuando en busca de mejores y más despejados horizontes salió con su esposo Mincho y su extensa prole, por allá a finales de los años 60, si la memoria no me traiciona del pueblo que vio nacer todos sus hijos. Enredados en el trasteo, iban los instrumentos musicales que tantas alegrías despertaron en mi alma de niño: Una concertina HOONER, un clarinete perfectamente cuidado, una tamborina, un hermoso tiple con una cinta tricolor, el cual interpretaba magistralmente Mincho en sus ratos de solaz, los recuerdos, las vivencias y la nostalgia por el pueblo de sus ancestros, el cual perduraría en la memoria y en sus corazones, en todo tiempo y lugar hasta donde la vida los condujo.

En Octubre de 1972, tuve nuevamente la oportunidad de reencontrarme con esta gran familia playera. Vivían en Cúcuta, más exactamente en el Parque Mercedes Ábrego, muy cerca de la Iglesia San Antonio, donde Mincho y Ursulita encontraron un oportuno sitio de recogimiento y oración. Allí exponían a Dios sus cuitas, sus necesidades y seguían poniendo en práctica su acendrada fe cristiana y su devoción por la Virgen de Las Mercedes, Patrona de nuestro pueblo. Recuerdo que al verme llegar, lo primera pregunta de Ursulita fue: "¿Y cómo quedaron por allá, esa parranda de godos…?". A mí particularmente me causaba cierta hilaridad esa espontánea manera de saludo y la gracia con que esta hermosa mujer, adornaba sus conversaciones, dándole un matiz de elegante ironía a sus frases. Fue en aquel entonces, cuando a través de CÉSAR, quien oficiaba de Jefe de Relaciones Públicas de la familia, tuve la oportunidad de conocer a un recordado personaje de la iglesia católica, filántropo por excelencia muy reconocido en los medios de comunicación y creador de la Fundación "El Minuto de Dios", el sacerdote eudista Rafael García Herreros. Recuerdo que ese mismo mes y año colocaron en el Parque Mercedes un televisor en blanco y negro de 24 pulgadas, enorme para la época, para ver la pelea entre nuestro púgil colombiano Antonio Cervantes, Kid Pambelé y el panameño Alfonso "Pepermint" Frazer. El parque estaba abarrotado con las gentes del barrio y de otros barrios aledaños, pero la prioridad la teníamos nosotros por la amistad de CÉSAR y GUSTAVO, con los dueños del aparato televisivo. Frescos en mi memoria, permanecen los saltos de la gente, principalmente de Ursulita y Mincho celebrando con nosotros la paliza que Pambelé le estaba propinando a Frazer y que a la postre le significó ser el primer Campeón Mundial para Colombia en la categoría de los Walter junior.

Los años pasaron vertiginosamente y perdí contacto con la familia Claro Peñaranda durante mucho tiempo, a la par, yo ensayaba oportunidades con la empresa privada y en algunos cargos públicos, que se esfumaban en la medida que el gobernante de turno decidía sobre la suerte de sus empleados. Viviendo en Barrancabermeja, Capital Petrolera de Colombia, recibí con desconcierto y mucha tristeza, la noticia del fallecimiento de Mincho, a quien siempre consideré como un verdadero patriarca, hombre noble, cristiano ejemplar y beneficiario de unas aptitudes para el arte musical, sólo entendibles en la majestuosa bondad de Dios para con sus hijos ejemplares.

 

Aparte de algunos esporádicos encuentros en La Playa de Belén, no volví a ver a Ursulita con cierto detenimiento, sino hasta Mayo de 2009, justo en la conmemoración de los 50 años de su menor hijo varón, César Augusto. Había cumplido para entonces, 89 años y a esa edad era realmente gratificante y envidiable ver como ella se gozaba la celebración del cincuentón, con actitudes propias de un joven: Bailó, comió, aplaudió y celebró como todos sin mostrar signos de cansancio hasta el punto en el cual, vergonzosamente, caí primero que ella, en los brazos de Morfeo, ante los jocosos comentarios de los asistentes a la fiesta.

Me dio oportunidad esa ocasión de reflexionar sobre la ventura que tuve haber conocido una mujer buena, sencilla y amorosa que quiso a su familia sobre todas las cosas y que jamás habría hecho algo para lastimarles. Por eso hoy, cuando escribo estas palabras, a pocos minutos de haber conocido la infausta noticia del fallecimiento de Ursulita, se me ocurre transcribir aquí, en oposición al momento que vivimos, la última parte de uno de mis poemas, titulado "Qué hermoso es estar vivo" y que vendría siendo como una especie de coda identificatoria de la forma como vivió su vida esta gran mujer, gran esposa y gran madre.

"Hay que vivir la vida a cada instante
con un gozo infinito, con agradecimiento,
y cual si fuera una cometa enamorada
de algún pedazo azul de firmamento,
soltarle su cordel para que vuele
desposada por siempre con el viento,
hasta encontrar a Dios
para contarle,
con palabras redondas de contento
que fue maravilloso haber vivido
con honradez, pasión y sentimiento…"


Girón, Enero 22 de 2011