SE FUE RAÚL
Por Alonso Velásquez Claro

Hasta ayer 22 de Septiembre, me enteré de la noticia a través de una paisana… RAÚL QUINTERO JÁCOME falleció hace poco en la ciudad de Ocaña.

Estas palabras que a manera de reconocido agradecimiento quiero ensayar hoy, me hubiera gustado habérselas dicho personalmente, en vida.

Desafortunadamente el tiempo, ese verdugo cruel y despiadado, muchas veces nos enreda los caminos y nos hace difícil, volver a compartir con aquellas personas a quienes les debemos algo, alguna parte de nuestras vidas.

Tengo que remontarme en este momento hasta el año de 1972, cuando el Colegio Fray José María Arévalo inició actividades y recordar que fue el Profesor Raúl, nuestro primer contacto con la literatura, las ciencias sociales y muchas otras materias que como novatos bachilleres, comenzábamos a vislumbrar en el tránsito hacia nuestra preparación académica.

A él, personalmente le debo mi eterna pasión por el teatro y todas sus ramificaciones como la pantomima, la fonomímica y otras facetas de la dramaturgia.

Fue él quien tentó nuestras almas jóvenes y dispuestas, para que nos atreviéramos a pisar los terrenos de la danza tradicional, moderna y contemporánea.

Fue un cultor terco, amante y juicioso del arte en todas sus modalidades y en cada una de sus enseñanzas, ponía su alma y sus sentidos a nuestra disposición con el único argumento que esgrimió: el de la pasión y el gusto por lo que hacía.

Autodidacta irredento en las lides del teatro, permanentemente lo encontrábamos escribiendo esos extensos y magistrales diálogos, con los cuales iba armando una cuidadosa trama que finalmente terminaba convertida en el guión o libreto, listo para ser representado en aquellos memorables encuentros culturales, que asombraron por esas épocas a propios y extraños, quienes gracias a la afortunada carencia de los distractores que existen en la actualidad, eran cautivados por las dotes histriónicas de actores frescos y terrígenos como Luis Mariano Claro, María Elena Pérez (q.e.p.d.), Aliro Alfonso Claro Manzano, Gladys Ovallos, María Angelina Durán, Ana Graciela Luna, Juan Hernando García, Blanca Oliva Manzano, Carmen Rosa Velásquez y otros compañeros que la fragilidad de la memoria me impide recordar.

Fue mediante los libretos, la dirección y la preparación del Profesor Raúl Quintero, que el claustro josemarista logró por esas calendas, recoger una opípara cosecha de éxitos, con la puesta en escena de la obra AMOR ETERNO, de la cual fue protagonista invitado, el ilustre playero Bernardo Claro Torrado, al lado de "Nena" Pérez Claro, quienes se robaron con su innata actuación, la admiración del público, no sólo de La Playa, sino del vecino municipio de Ábrego, hasta donde llegó el revuelo y la fama tanto de actores y director, siendo invitados directamente por el cura párroco y el rector del colegio, respectivamente.

Exploró Quintero Jácome, todas las vertientes del teatro. Había un género que a mi particularmente me gustaba ejecutar y hasta me ofrecía cada vez que se presentaba la oportunidad, para oficiar de protagonista: La Pantomima. Yo fui un irrestricto admirador del mejor mimo del mundo: Marcel Marceau y quizás por eso, nuestro profesor Raúl me confiaba la delicada misión de interpretar ese acto casi sagrado de la mudez que habla sin decir y que enseña sin hablar…

Me pregunto ahora, ¿quien de los tantos josemaristas de aquellos tiempos, no sucumbió ante la tentación de ejecutar una fonomímica, así fuera en la vergonzante soledad de nuestros cuartos y ante la cómplice mirada de un espejo? Muchos lo hicieron… Unos bien, otros no tanto, pero siempre bajo la tutela del maestro que trataba por todos los medios de extraer de nuestro interior aquellas virtudes que hasta nosotros mismos ignorábamos tener. De una cosecha posterior a la nuestra, quedaron como muestra fehaciente del talento fonomímico, los hermanos Anyul y Javier Claro Delgado, quienes aún practican el difícil arte.

Antes de que el Rock-and-Roll de la época, nos omnibulara con su fulgurante brillo y su estrepitosa sonoridad, los josemaristas fuimos bajo la batuta de Raúl Quintero, protagonistas de una fiebre de folclorismo y amor por nuestra música, bastante difícil de encontrar en es estos tiempos de ferviente admiración por lo extranjero. A él le debemos el haber practicado, disfrutado y difundido hasta el paroxismo, los bailes típicos de nuestras regiones colombianas. La contradanza de la Costa Pacífica, el Mapalé de la Costa Atlántica, el Bunde del Tolima, el Raja Leña del Huila, la Guabina Santandereana y hasta una danza indígena en la que participé, se constituyeron en el extenso legado que este folclorólogo autodidacta sembró en el corazón humilde de una generación que ama lo suyo, porque alguien que también lo amaba, se lo entregó con la bondad de quien creía, como Santo Tomás de Aquino que, "La gloria del maestro es la vida honesta del discípulo…"

Tengo la certidumbre haber sido privilegiado por los dioses, al recibir instrucción de una persona que siempre estuvo cerca de ellos; un hombre que se dedicó al culto de las disciplinas del alma, porque el arte no es sino la transmutación de ese yo interno, que se desdobla y nos pone desnudos ante ese auditorio gigantesco y expectante que es el mundo y que en últimas será quien transmita a las generaciones por venir, su veredicto de quiénes y cómo fuimos, en la eterna mascarada que significa la existencia humana y que llevaría a exclamar a Bertolt Brecht, el gran dramaturgo: "La vida es como un teatro: Se entra, se mira y se sale"

Descanse en paz, Raúl…

JESUS ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("Nano")

Girón, Septiembre 23 de 2008