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Uno
debe preguntarse por lo menos una vez en la vida, si en medio de la vorágine
global encuentra su sitio. Si podemos interiorizar el concepto de pertenencia
al planeta, y si somos capaces de sentir que nos encontramos integrados cada día
con más fuerza al asunto planetario. Desgraciadamente,
debemos reconocer que no. Generalmente
dejamos que otros lo hagan por nosotros. Otros dicen, piensan y hacen por nosotros.
Este nosotros, es tan pusilánime, ocioso, carente de compromiso, que bien
pudiéramos decir, somos seres de otro planeta. No vivimos en la Tierra,
solo andamos de paso y no nos interesan los problemas de estos seres estúpidos. Ni
siquiera somos capaces de asumir nuestros problemas comunitarios, como de todos.
Creemos firmemente que lo que a otro le sucede no nos alcanza. Así
pasa con la pobreza, la miseria, las guerras, el hambre, la violencia. Ignoramos
el hambre de los países africanos y asiáticos, pero también
el hambre de nuestra propia gente, aquí al lado de nuestra casa, en el
barrio. Ignoramos
las guerras genocidas en Medio Oriente, Palestina, Afganistán, Colombia,
pero también los procesos de persecución contra los nativos y originarios. Ignoramos
la destrucción de los pulmones verdes del mundo como la Amazonía
de Brasil, los bosques de Australia, pero también la destrucción
de la Patagonia y de las selvas húmedas del Sur. Decimos
amar la democracia, pero solo cuando ésta nos permite expoliar a nuestro
vecino, enriquecernos y hacer leyes que nos amparen en perjuicio de los derechos
de los demás. En fin, hemos demostrado que somos la peste del planeta: codiciosos, avarientos, prepotentes, intolerantes, ignorantes, absolutamente indiferentes a nuestro entorno humano y ambiental JESÚS
ALONSO VELÁSQUEZ CLARO ("nano") | ||
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